La antesala del infierno: los fusilamientos de 1956 y el nacimiento del terrorismo de Estado Por Héctor Rodríguez.
Del 9 al 12 de junio de 1956 la sublevación contra el régimen del general Aramburu y el almirante Isaac Rojas, por parte de los generales peronistas Juan José Valle y Raúl Tanco, junto a cientos de civiles, derivó en crímenes clandestinos de parte de un Estado usurpador y cruento. Perón en el exilio, el cadáver embalsamado de Evita secuestrado y la Constitución del 49 anulada, junto a infinidad de presos políticos, conformaba la génesis del movimiento de resistencia popular que se gestó para rebatir aquel calamitoso estado de cosas y que en horas fracasó a sangre y fuego.
La dictadura instalada en 1955 dio el "escarmiento", junto al fin de "la leche de la clemencia", al decir del socialista Américo Ghioldi. Ley Marcial, pena de muerte sin orden escrita -promulgada con posterioridad a los arrestos de aquella primera noche-, y asesinatos en seis escenarios diferentes a cargo de la Revolución Fusiladora, para 18 militares y 13 civiles peronistas. La impunidad de aquellos fusiladores no tuvo fin ni condena alguna.
"Hay un fusilado que vive", frase que Rodolfo Walsh escuchó como un susurro en un café platense, fue el punto liminar de "Operación Masacre", obra magistral del escritor que corrió el velo de la trama profunda de los fusilamientos en un basural de José León Suárez. A través del repaso desmenuzado de ese libro, es posible entender la urdimbre completa y macabra de semejante retroceso, generada a partir del Bombardeo a la Plaza en el 55, que dejó más de 300 muertos y miles de heridos.
Aquel fue el acto fundacional, el bautismo de fuego del terrorismo de Estado, como antesala del genocidio que sobrevendría irremediablemente veinte años más tarde.
*Publicado en su muro de Facebook.
Por Héctor Rodríguez.
Del 9 al 12 de junio de 1956 la sublevación contra el régimen del general Aramburu y el almirante Isaac Rojas, por parte de los generales peronistas Juan José Valle y Raúl Tanco, junto a cientos de civiles, derivó en crímenes clandestinos de parte de un Estado usurpador y cruento. Perón en el exilio, el cadáver embalsamado de Evita secuestrado y la Constitución del 49 anulada, junto a infinidad de presos políticos, conformaba la génesis del movimiento de resistencia popular que se gestó para rebatir aquel calamitoso estado de cosas y que en horas fracasó a sangre y fuego.
La dictadura instalada en 1955 dio el "escarmiento", junto al fin de "la leche de la clemencia", al decir del socialista Américo Ghioldi. Ley Marcial, pena de muerte sin orden escrita -promulgada con posterioridad a los arrestos de aquella primera noche-, y asesinatos en seis escenarios diferentes a cargo de la Revolución Fusiladora, para 18 militares y 13 civiles peronistas. La impunidad de aquellos fusiladores no tuvo fin ni condena alguna.
"Hay un fusilado que vive", frase que Rodolfo Walsh escuchó como un susurro en un café platense, fue el punto liminar de "Operación Masacre", obra magistral del escritor que corrió el velo de la trama profunda de los fusilamientos en un basural de José León Suárez. A través del repaso desmenuzado de ese libro, es posible entender la urdimbre completa y macabra de semejante retroceso, generada a partir del Bombardeo a la Plaza en el 55, que dejó más de 300 muertos y miles de heridos.
Aquel fue el acto fundacional, el bautismo de fuego del terrorismo de Estado, como antesala del genocidio que sobrevendría irremediablemente veinte años más tarde.
*Publicado en su muro de Facebook.