Patagonia

Beatriz Escudero: "Los jóvenes ponen los cementerios en los muros y las calles; los políticos deberían leerlo"

Entrevista de Lola Sánchez.

Beatriz Escudero se graduó en Comunicación Social en la UNPSBJ e integra la Cátedra Libre de Cartografía Social. Se doctoró en Comunicación en la Universidad Nacional de la Plata con su investigación "La construcción simbólica de la muerte: jóvenes, imágenes y espacio público", en la que analiza riesgos y desafíos que afrontan los más jóvenes en Comodoro Rivadavia. En diálogo con El Extremo Sur, Escudero reflexionó sobre el modo en que se expresan a través del arte y las intervenciones en el espacio público: retratos, graffitis y murales. Remarca la importancia del denominado "rock plebeyo" nacido en los barrios y en la configuración de nuevos discursos que escapan a la lógica estatal y capitalista. "Los jóvenes irrumpen con lenguajes que no están en sintonía con la lógica estatal, y no deben por qué estarlo; de lo contrario no serían disruptivos", argumenta.

¿De qué manera surge la idea de investigar la juventud y la muerte?

A partir de encontrarme con imágenes en distintos barrios de Comodoro Rivadavia. Comenzamos con un proyecto en 2007 sobre el tema del espacio público, sobre el cual insisto permanentemente. En ese relevamiento fotográfico comenzaron a aparecer imágenes de jóvenes que habían muerto o habían sido asesinados. Me llamó la atención. Luego me encontré con otro graffiti en una avenida de los barrios de zona sur, donde aparece la palabra "Hugui".

¿Ese fue tu punto de partida?

Sí, comencé a buscar a qué remitía ese nombre y me encontré con que era de un joven fallecido. Al adentrarme más en el barrio descubrí que hay una plaza que lleva su nombre. Un lugar icónico porque es la única plaza construida por el propio barrio, sin intervención estatal. Tiene la particularidad de que lleva el nombre de Hugo Alvarado. En ese momento empecé a encontrarme con las imágenes del barrio, en los murales, en las paredes. Comienza a aparecer un tema que no es fácil abordar, un entramado narrativo donde trabajo sobre cuestiones estructurales e historias de sociología, antropología, etnografía; y surge la preocupación por la construcción simbólica de la muerte. Soy recurrente con el tema de los jóvenes que intervienen el espacio público, no como una mirada romantizada sino desde una interpelación de cómo la ciudad se convierte en un texto. La ciudad es un gran texto donde hay que ir leyendo distintas capas; me interesan los muros, las banderas, los graffitis, las imágenes.

Señalaste que desde los medios hay una carga semántica cuando se escribe sobre los jóvenes de los barrios periféricos. Sin embargo, ellos desde sus prácticas muestran una narrativa muy diferente a los estereotipos. ¿Cómo conviven estos discursos?

Es el contrapunto de lo masivo, lo hegemónico y homogeneizante. Yo voy por los bordes buscando esas otras narrativas. El Estado y los medios de comunicación tienen la voz más fuerte, por los recursos y por el propio poder que tienen de homogeneizar. Por otro lado existen otras narrativas que se inscriben en el espacio físico con aerosoles o pinturas que van mostrando la otra historia de esta ciudad. Digo que la ciudad puede leerse dentro del espacio público barrial, pero también en el espacio de la esfera pública que son los medios de comunicación. Hay todo un entramado de construcción, de representaciones, que hay que leer críticamente. No es posible leer esta construcción que desde distintos agentes del Estado se hace sobre los jóvenes sin contraponer las voces que aparecen y reclaman por las vidas de los jóvenes muertos. Allí está la idea de ir haciendo un contrapunto, mostrando esta trama compleja para entender la violencia.

Se habla de la violencia por parte del Estado. ¿También existen avances respecto a los derechos de niños y jóvenes?

También hay toda una estructura normativa de acceso a los derechos, así como la incorporación de nuevos derechos. Planteo que no basta con lo prescriptivo, con la Declaración de los Derechos de los niños, de los jóvenes, del Año Internacional de la Juventud. No solamente no son suficientes sino que necesitan un Estado democrático y ese Estado tiene un largo trayecto por hacer en América Latina.

¿Los riesgos de una muerte violenta sigue presentes con fuerza en Comodoro Rivadavia?
La mayor violencia son las desigualdades, que se han incrementado en este último período. Por un lado, uno no puede pensar los riesgos sin pensar los altos niveles de desigualdad. Hace algunas semanas estuve rastreando datos estructurales sobre la condición económica de la provincia y en qué medida los efectos de la pandemia profundizan las desigualdades existentes. Si bien las empresas multinacionales o la producción de petróleo han bajado en términos porcentuales, esto no tiene el mismo impacto que en los sectores más desprotegidos. No es casual que en la pandemia a nivel provincial se haya tenido que plantear un Habeas Corpus colectivo. Esto habla de la violencia estructural, y adscribo a lo que dice Pérez Esquivel respecto a la existencia de una violencia estructural que tiene que ver con un modelo económico social y cultural desigual. Tenemos que pensar en otro Estado, otro tipo de Estado.

¿Percibís un Estado más presente en los últimos años?

Hay ciertos avances. En Comodoro Rivadavia si rastreamos las denuncias previas en el período en que realizo mi tesis hay muchas sobre maltratos, y violación a los derechos realizadas a la oficina de Derechos. Sin embargo, en términos municipales estaban circunscripto a programas de "juventud". La particularidad que adquiere en este último periodo gubernamental es la incorporación como Secretaría. Aparece una decisión política de incorporar estos temas a la agenda. Acompañadas fuertemente por un movimiento social aparecen en la escena las mujeres. La mujer toma un protagonismo significativo y en Comodoro adopta una singularidad. Hay un Estado que va acompañando a una sociedad civil que lo interpela acerca de qué tipo de Estado queremos. No hay muchos datos sobre los programas o su alcance general, pero advierto que hay un avance de presencia y distintos tipos de participación de los jóvenes en espacios culturales, en producción estética y artística de la ciudad. No necesariamente el Estado acompaña estos procesos.

¿Qué respuestas y qué modos de intervención están promoviendo los jóvenes?

Los jóvenes irrumpen de diferentes maneras y con lenguajes que no están en sintonía con la lógica estatal y no deben por qué estarlo. De lo contrario no serían disruptivos. En la tesis hablo del "rock plebeyo", una narrativa que a través de la música denuncia esa fragilidad de la vida, que surge de los hijos de los desocupados o de aquellos que viven en los barrios periféricos. Hacen fuertes denuncias a la sociedad y a la matriz desigual. Esto también se le escapa al Estado, ya que estas denuncias no forman parte de los titulares. La violencia no es siempre física, hay una violencia de vigilancia, de seguimiento. Hoy se dice que a las plazas se decoran con cámaras.

El rock como discurso de los jóvenes tiene un fuerte antecedente en la banda 113 Vicios en Comodoro Rivadavia, según planteás en tu trabajo.

La tematización es interesante, porque el barrio es el que organiza ese discurso. Lo de 113 Vicios es simbólico. Aparece simbolizada la policía, los Falcon verdes. Hasta el día de hoy la policía sigue siendo ordenador de estas violencias. Si uno hace un rastreo, tienen letras que denuncian todo esto. Otro caso es la poesía de Jorge Spíndola, donde aparecen todos estos jóvenes muertos. Si uno pudiera hacer un rastreo de distintos registros de producción estética -desde el rap, los graffitis, la presencia en las plazas, entre otras prácticas-la denuncia se presenta como factor articulador.

En los discursos del espacio barrial que analizás se reitera la cuestión del temor y la desconfianza hacia la policía. ¿Hay una sensación de abandono por parte de las fuerzas estatales, que ya no son el agente protector?

Esto tiene que ver con las narrativas en conflicto. Tenemos un Estado que busca proteger los derechos de la niñez y la juventud, que se erige como protector. Por otra parte, el Estado no da cuenta de estas protecciones. Ahí aparece el riesgo. Las políticas neoliberales han reconfigurado un Estado que carece de la función principal, que es la de protección. No basta solamente con lo prescriptivo, si nos quedamos solamente con el discurso. Los reclamos tienen que ver con una exigencia al Estado de un ejercicio efectivo de esa protección. No basta con que votemos para que un Estado sea democrático. El capitalismo del siglo XXI se erige sobre la micropolítica, porque los seres humanos pasan a ser una mercancía desechable por los mercados. Si este Estado corresponde a un modelo capitalista es muy difícil pensar un Estado protector cuando en realidad el capitalismo está fundado sobre la desigualdad.

¿Qué implicancias tienen las desapariciones y muertes violentas de jóvenes por parte de las instituciones estatales en una sociedad democrática?

Una de las preocupaciones en mi tesis fue pensar la relación Estado-juventud, cómo se construyó esta relación. Hay una cuestión en términos más románticos que alude a la juventud como divino tesoro, "la juventud está adelante". Estos relatos romantizan la juventud. Hay una recurrencia de una violencia en plural que está instaurada en los distintos niveles del Estado, y me refiero a los distintos agentes e instituciones. No me circunscribo solamente al ámbito de las fuerzas de seguridad, las cuales deben proveer de seguridad a las personas. Allí está la gran contradicción. Esa violencia en plural se puede leer a partir de la multiplicidad de protocolos que están surgiendo hacia el interior de las instituciones; en contra de violencia institucional, en contra de violencia de género. Dan cuenta de distintos tipos de violencia simbólica y física. Lo que se está diciendo es que efectivamente hay violencia y por eso hay que protocolizar. Eso también contribuye a pensar un Estado democrático, que proteja los derechos. En la última década se han visto prácticas que uno podía encontrar en la dictadura. Lo que estamos viendo es una matriz de formación de las fuerzas de seguridad que tienen prácticas que no corresponden a un Estado democrático.

¿De qué manera se recupera en los barrios -mediante graffitis, intervenciones y murales- a los jóvenes que ya no están? ¿Se produce una resignificación de la muerte?

Estas intervenciones en los espacios públicos son la forma que tienen los jóvenes de decirnos "miren como nos matan, miren como nos entierran"; pero también profanaron esos lugares. Las sociedades modernas dividen la ciudad en dos partes: la de los vivos y la de los muertos. El cementerio aloja a aquellos que no están. Los jóvenes invierten esa idea y ponen los cementerios en los muros, en las calles, en la cancha. El cementerio no es el lugar donde reclaman por los que no están. Hay una relación con la muerte diferente a la que plantea la modernidad. Es como el periódico que tienen los jóvenes: las calles, los muros, las plazas. Ellos hacen de la ciudad un periódico porque publican sus reclamos. Porque esos son los medios, su estética y los modos de denuncia. Los políticos deberían leer más los muros y ver menos los periódicos, internarse en los barrios y ver cuáles son los temas de preocupación de quienes viven allí.

¿Existe una mirada "adultocéntrica" desde la sociedad y la política sobre el joven como sujeto de derecho?

Hay posturas "adultocéntricas". Esa es la mirada hegemónica, más allá de que exista producción teórica sobre una centralidad de los jóvenes en la propia definición de políticas públicas. Es necesario preguntarse cómo participan los jóvenes en la política, cómo son sus espacios, cuántos espacios se generan. Ahí está el eje de la discusión que hay que seguir dando. Son procesos muy lentos, pero eso también habla del proceso democrático. Es necesario democratizar todas las instituciones y pensar la participación en términos amplios, no restrictivos. Todavía estamos con instituciones del Siglo XIX, con formatos muy verticalistas. La participación exige otros modelos no jerárquicos y con mucha confianza dentro una democracia participativa real.