Patagonia

El fin de la infancia

Por Luis R. Castrillón

El luto toma, como siempre ha de ser, por sorpresa. Incluso en estos días aciagos: el futbolista Diego Armando Maradona ha muerto.

Es un día de «luto feroz, de dolor feroz», para Cristian Aliaga, quien habla desde la región de la Patagonia. Compara este día con aquellos de la muerte de Ernesto «el Ché» Guevara o Eva Perón, otros dos íconos de la cultura latinoamericana.

Aliaga es poeta, director de El Extremo Sur de la Patagonia y un tipo que sufre en cada nervio si la selección de su país pierde un partido. Inevitable fan también «del Diego».

«Su primer gol con la mano a Inglaterra es tan importante o más que el segundo, tal vez el más hermoso de la historia del futbol. Lo que llamamos picardía y capacidad de sortear todos los obstáculos que pone el poder...», expresa a través de su voz en Whatsapp.

El periodista patagónico compara a Maradona con una forma de rebeldía siempre presente porque «era un símbolo del pueblo en Argentina, de aquellos que no tienen nada, que no tienen nada más que el orgullo o la dignidad. Cuanto más se golpeaba a Maradona desde la corrección política, o desde cualquier sitio del poder, Maradona intensificaba su poder de representar todo aquello que llamamos dignidad, resistencia».

Ya lo escribió Galeano: «él demostró que la fantasía puede ser eficaz».

Y en una llamada a 2020, resume y recuerda incluso anécdotas que muestran ese poder que emanaba tan solo con mencionar su nombre: Maradona

«El día que se terminó la infancia, un día de despedida eterna... de punto de inflexión entre las infancias y la vida adulta... Ese día ocurrió: es 25 de noviembre de 2020", así lo describe a bote pronto Juan Mascardi, periodista argentino que desde su país envía a 2020Yucatán una muestra del sentir que se vive al sur de América.

Mascardi es antes que nada Maradoniano. Hoy día: cronista. Un narrador de la vida argentina que vivió el final de la dictadura militar y que ejerce el periodismo desde la web.

El cronista toma la palabra desde Rosario, Argentina, para recordar su niñez cuando ni leer ni el periodismo le interesaban. Tendría que ser hasta 1986, a los 11 años cuando por lecturas del diario Clarín y la revista El Gráfico conoció las epopeyas "de un tal Diego Armando Mararona". Estaba por arrancar el Mundial 86 de futbol en México. Ahí donde "Pelusa" nos mostró "la mano de Dios".