Una Justicia con vicios: a Francisca, migrante boliviana en Comodoro, le quitaron sus cuatro hijosPor Pablo Quintana.
El Juzgado de Familia 1 de Comodoro Rivadavia resolvió quitarle sus cuatro niños y entregarlos en adopción. Francisca Herrera era víctima de maltrato de su ex pareja y padre de los pequeños. Hablante del quechua, su manejo del castellano es limitado y nunca comprendió plenamente lo que sucedía. Asesorada ahora por la abogada Sonia Ivanoff -quien presentó una acción autónoma de nulidad de sentencia írrita donde busca demostrar los vicios de la Justicia y qué derechos no se tuvieron en cuenta- Francisca intenta recuperarlos en una batalla jurídica despareja. Impacta que una jueza de Familia se haya atribuido la potestad de revocar certificados de nacimiento expedidos por Bolivia, donde nacieron dos de los niños, remarca Ivanoff.
-"¿Otra vez vos? ¿No te dijimos que no hace falta que traigas ropa o comida? Ya te dijimos que no podés venir acá. ¿No entendés?"
La voz de la celadora de la institución de minoridad resuena en las afueras del edificio en el que fueron alojados los cuatro menores. Su madre, Francisca Herrera, es hablante quechua, lleva prendas de abrigo y algo de fruta para los pequeños. Ella aún no comprende que el Estado resolvió quitarle su tutela y procedió a darlos en adopción.
Los sueños de Francisca se hicieron añicos. De esas fantasías por tener una vida mejor como soñó en su Huancarani natal, allá en la Bolivia plurinacional, hoy vive una pesadilla interminable.
El Juzgado de Familia 1 de Comodoro Rivadavia, a cargo de María Marta Nieto, le quitó a Francisca Herrera la única riqueza que tenía: la tenencia de sus cuatro hijos. La Justicia colocó a los menores en un régimen de adopción. Ahora, de la mano de la abogada Sonia Ivanoff pretende recuperar esa tutela.
El 12 de enero de 2018, después de que Zacarías Rengifo -marido y padre de los cuatro hijos de Francisca- llevó a un control de rutina a su hija menor, la médica del Centro de Salud elevó una denuncia por un presunto abuso sexual contra la niña.
Rengifo fue detenido de manera provisoria y mediante una medida cautelar se dictó una prohibición de acercamiento al resto de la familia. Sin embargo, el informe forense y psicológico dio cuenta que no se habían observado síntomas de abuso por parte del padre y tampoco se encontraron indicios genéticos que probaran lo que se había denunciado desde un principio.
En ese proceso la misma Justicia sostuvo que Francisca no estaba en condiciones socioeconómica para sostener a sus cuatro hijos y procedió a la institucionalización de todos los menores en la Casa del Niño. Ella no alcanzaba a vislumbrar lo que vivía. Su media lengua quechua/español le impedía tener dimensión real de lo que estaba en juego y menos aún comprender los términos jurídicos en medio de un proceso que comenzó en 2018.
Una jueza que revoca documentos extranjeros
El Estado boliviano se involucró a través de su consulado, ya que dos de los niños son bolivianos. Las dos menores son argentinas pero naturalizadas bolivianas. Uno de los grandes interrogantes de esta historia es cómo una jueza de familia de Comodoro Rivadavia tuvo la potestad de revocar un certificado de nacimiento expedido por Bolivia, remarca la abogada Ivanoff.
Durante la causa, Francisca no contó con un traductor quechua para que se hiciera comprender y que el juzgado la entendiera. "Deberíamos preguntarnos cuántos niños que han sido adoptados por ser hijos de `malas madres´, pobres y culturalmente distintas, corrieron la misma suerte", sostiene la letrada.
Ivanoff, una abogada vinculada fuertemente a las comunidades de los Pueblos Originarios, presentó una acción autónoma de nulidad de sentencia írrita donde pretende demostrar qué vicios existieron y qué derechos no se tuvieron en cuenta.
Frente al riesgo de que los niños ya estén con una familia preadoptiva, la abogada elabora opciones. "También nosotros hemos propuesto una alternativa más novedosa que se llama pluriparental, dos mamás, porque si la condición es la pobreza se podría continuar con una madre biológica y una madre del corazón". Admite que no es sencillo, pero subraya que Francisca quiere ver a sus hijos en medio de una angustia incontenible frente a una justicia que cometió mucho daño a los niños y a la madre.
Francisca, mujer, pobre e inmigrante
Francisca nació en Huancarani Centro en 1972, donde se crió junto a su hermana mayor y tres hermanos menores bajo el cobijo de su madre Gregoria Cusi Martínez y su padre Domingo Herrera Puma. Si bien asistió a una escuela rural sólo pudo cursar hasta quinto grado y en ese breve lapso aprendió algo de castellano porque su lengua materna fue el quechua que cotidianamente se hablaba en su hogar. Asó lo expresa una investigación e informe realizados por integrantes del CONICET a solicitud de la defensa y con el consentimiento libre e informado de Francisca Herrera.
La precoz vida escolar pronto tuvo su final a raíz de la falta de dinero. Como sucede en las comunidades rurales, desde muy niña cambió el guardapolvo por las responsabilidades laborales en su seno familiar, donde colaboraba con las tareas de cocina, lavado, cuidado de animales y cosecha.
Francisca arrastra el signo de la pobreza y la marginalidad. Según un relevamiento de la Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (ONU) para el año 2001, la pobreza extrema en Bolivia fue del 40,4%, mientras que el departamento de Chuquisaca presentó una incidencia de pobreza extrema del 61,5%.
Contrajo matrimonio con Zacarías Rengifo y juntos decidieron emprender el viaje hacia Argentina. Desde 2008 en adelante el matrimonio tuvo varias idas y venidas desde Córdoba (Argentina) a Huancarani (Bolivia).
Entre 2009 y 2011, cuando se encontraban en Huancarani, nacieron sus hijos varones mayores. Córdoba solía ser el destino porque ahí reside uno de los hermanos de Francisca, pero a Zacarías le atraía la idea de llegar hasta a la Patagonia, más precisamente a Comodoro Rivadavia, porque había escuchado que aquí "se ganaba mucha plata".
El matrimonio de Francisca ya era una pesadumbre. Los problemas de la relación mutaron en maltrato por parte de Zacarías, que ya habían sido denunciados ante la autoridad estatal boliviana que interfería en los problemas de los matrimonios de la mano del "Corregidor", una autoridad política que desapareció con la reforma constitucional de 2010.
Aislada y sin contención comunitaria
El estudio elaborado por la doctora Brígida Baeza junto a Andrea Gago y Carlos Barría Oyarzo retoma las investigaciones socio-antropológicas que Baeza realizó desde 2006 sobre las memorias migrantes de grupos quechua hablantes en la Cuenca del Golfo San Jorge.
Según confiesa la propia Francisca, ella no tenía intención de llegar hasta la ciudad petrolera. Sabía que aquí no tendría comunidad y no podría reproducir las prácticas de cuidados de animales y plantas que su madre le había enseñado en Huancarani.
Desde que comenzó el proceso migratorio hacia Argentina fue perdiendo sus saberes y contenciones comunales. Esas formas de vida comunal en Huancarani que, como explican Baeza y compañía, "favorecen el sostenimiento de la vida y formas de dirimir conflictos vinculares que, en este caso, tras una migración "forzada" por las condiciones de vida en su lugar de origen y la violencia patriarcal de la cual fue objeto, se vieron obturadas.
Francisca fue quedando aislada de sus redes de sostenimiento comunitario. Al tiempo que se acrecentaban las dificultades vinculadas a la incomprensión de la burocracia estatal, del lenguaje jurídico y de los problemas que debía enfrentar al interior del hogar.
Junto a su ex marido e hijos llegó a Comodoro Rivadavia en 2014. Eran tiempos en que estaba en pleno crecimiento la expansión urbana por medio de la "toma de tierras". Ese escenario se proyecta especialmente hacia la zona sur, en lo que se conoce como "Cerro Solo" y "Moure", que son rotulados como "barrios étnicos" por su mayor concentración de grupos migrantes provenientes de Bolivia.
Esos asentamientos informales son producto de la marginalidad a la que gran parte de la población está condenada. En su mayoría son inmigrantes que están en condiciones desventajosas para poder acceder a un terreno. Son parte del impacto social que generan las actividades extractivas a gran escala -generadas especialmente por la actividad hidrocarburífera y la minería- y conforman esos crecimientos urbanos irregulares. Allí se concentran los mayores porcentajes de hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), cimentando cordones de pobreza estructural.
De acuerdo a los datos del Censo Nacional de Población de 2010, sobre un total de 180.000 habitantes -hoy se estima que supera largamente los 300.000-la ciudad petrolera contaba con 16.653 migrantes, de los cuales 10.682 eran chilenos, seguidos por los bolivianos (2.421), paraguayos (1.221) y peruanos (385), entre otros. El aumento de personas nacidas en otros países entre 2001 y 2010 era de casi el 9%.
Extraño mis hijos
"Lo que no tenía Francisca era contención de redes de paisanajes muy fuertes como se da con otras migrantes", sostiene Baeza. A esto habría que sumar la incapacidad para dialogar y comprender a través del castellano su nuevo entorno. Su ex pareja había construido la imagen del sostén familiar y oficiaba de traductor hasta en las visitas que agentes sanitarias le realizaban periódicamente a esa madre de cuatro hijos.
La mujer boliviana desarrolla tareas en una verdulería en Comodoro Rivadavia, y en febrero suele partir rumbo a la zona de Bahía Blanca (Buenos Aires) para trabajar en la cosecha de cebolla. Si el problema es la falta de dinero, imagina, ahorrar algo de esos magros salarios quizás le permita recuperar a sus niños.
"El 2018, 13 de enero, día sábado, a las 9 y algo, quizás 50 minutos, quitaron policía mis hijos. Gritaron mis hijos. Lloraron. Un desastre. Mis hijos, no dejan poner pantalón. Así mantener señora, dicen, todos diciendo, gritando. Culpa de mi marido quitar mis hijos", explica Francisca, en medio de una angustia difícil de describir, cuando dialoga con este cronista (Nota de Redacción: en una alocución en la que mezcla quechua y español).
"Yo visitaba durante 2018, 2019. Último visito día jueves 1º de agosto, no puede acercamiento dijo, no puede acercar. Bueno, cumplo las reglas, cuando acercar mandar a policía, mandar a detención". Así, con su media lengua que fue retocando recientemente, ansía revelar los últimos vestigios de aproximación a sus niños.
"Extraño mis hijos, ya sacaron hace tres años, quitaron coso de oficina de guardería (sic), Casa de Niño, no sé. Por ahora no está decidida adopción de hijos. Oficina, o algo, no sé", expresa. Intenta manifestar su presente, que se materializa crítico, oscuro y perturbador para esa madre, sin saber que los niños ni siquiera estarían ya en Comodoro Rivadavia.
Cómo "leer" lo que le pasó
"Esta es la perspectiva desde la cual debemos "leer" qué sucedió con Francisca, su condición de mujer migranta andina quechua hablante, a cargo de tareas de cuidados en el hogar, residiendo en sectores estigmatizados de Comodoro Rivadavia, transitando calles extrañas que ella expresa "no saber caminar", la velocidad e incomprensión de los canales burocráticos estatales, sumado a lo hostil de la ciudad, llevó a Francisca a confirmar lo que se veía en ella una `serrana´", señala el informe sociocultural que firman Baeza, Gago y Oyarzo.
En la cosmovisión de la lengua quechua el pasado está adelante, porque podemos verlo, y el futuro es desconocido porque está detrás nuestro. Será por eso que el nuevo sueño de Francisca se cimenta en su lengua madre para dar cobijo a la esperanza de poder abrazar, besar y amar nuevamente a sus hijos.
Por Pablo Quintana.
El Juzgado de Familia 1 de Comodoro Rivadavia resolvió quitarle sus cuatro niños y entregarlos en adopción. Francisca Herrera era víctima de maltrato de su ex pareja y padre de los pequeños. Hablante del quechua, su manejo del castellano es limitado y nunca comprendió plenamente lo que sucedía. Asesorada ahora por la abogada Sonia Ivanoff -quien presentó una acción autónoma de nulidad de sentencia írrita donde busca demostrar los vicios de la Justicia y qué derechos no se tuvieron en cuenta- Francisca intenta recuperarlos en una batalla jurídica despareja. Impacta que una jueza de Familia se haya atribuido la potestad de revocar certificados de nacimiento expedidos por Bolivia, donde nacieron dos de los niños, remarca Ivanoff.
-"¿Otra vez vos? ¿No te dijimos que no hace falta que traigas ropa o comida? Ya te dijimos que no podés venir acá. ¿No entendés?"
La voz de la celadora de la institución de minoridad resuena en las afueras del edificio en el que fueron alojados los cuatro menores. Su madre, Francisca Herrera, es hablante quechua, lleva prendas de abrigo y algo de fruta para los pequeños. Ella aún no comprende que el Estado resolvió quitarle su tutela y procedió a darlos en adopción.
Los sueños de Francisca se hicieron añicos. De esas fantasías por tener una vida mejor como soñó en su Huancarani natal, allá en la Bolivia plurinacional, hoy vive una pesadilla interminable.
El Juzgado de Familia 1 de Comodoro Rivadavia, a cargo de María Marta Nieto, le quitó a Francisca Herrera la única riqueza que tenía: la tenencia de sus cuatro hijos. La Justicia colocó a los menores en un régimen de adopción. Ahora, de la mano de la abogada Sonia Ivanoff pretende recuperar esa tutela.
El 12 de enero de 2018, después de que Zacarías Rengifo -marido y padre de los cuatro hijos de Francisca- llevó a un control de rutina a su hija menor, la médica del Centro de Salud elevó una denuncia por un presunto abuso sexual contra la niña.
Rengifo fue detenido de manera provisoria y mediante una medida cautelar se dictó una prohibición de acercamiento al resto de la familia. Sin embargo, el informe forense y psicológico dio cuenta que no se habían observado síntomas de abuso por parte del padre y tampoco se encontraron indicios genéticos que probaran lo que se había denunciado desde un principio.
En ese proceso la misma Justicia sostuvo que Francisca no estaba en condiciones socioeconómica para sostener a sus cuatro hijos y procedió a la institucionalización de todos los menores en la Casa del Niño. Ella no alcanzaba a vislumbrar lo que vivía. Su media lengua quechua/español le impedía tener dimensión real de lo que estaba en juego y menos aún comprender los términos jurídicos en medio de un proceso que comenzó en 2018.
Una jueza que revoca documentos extranjeros
El Estado boliviano se involucró a través de su consulado, ya que dos de los niños son bolivianos. Las dos menores son argentinas pero naturalizadas bolivianas. Uno de los grandes interrogantes de esta historia es cómo una jueza de familia de Comodoro Rivadavia tuvo la potestad de revocar un certificado de nacimiento expedido por Bolivia, remarca la abogada Ivanoff.
Durante la causa, Francisca no contó con un traductor quechua para que se hiciera comprender y que el juzgado la entendiera. "Deberíamos preguntarnos cuántos niños que han sido adoptados por ser hijos de `malas madres´, pobres y culturalmente distintas, corrieron la misma suerte", sostiene la letrada.
Ivanoff, una abogada vinculada fuertemente a las comunidades de los Pueblos Originarios, presentó una acción autónoma de nulidad de sentencia írrita donde pretende demostrar qué vicios existieron y qué derechos no se tuvieron en cuenta.
Frente al riesgo de que los niños ya estén con una familia preadoptiva, la abogada elabora opciones. "También nosotros hemos propuesto una alternativa más novedosa que se llama pluriparental, dos mamás, porque si la condición es la pobreza se podría continuar con una madre biológica y una madre del corazón". Admite que no es sencillo, pero subraya que Francisca quiere ver a sus hijos en medio de una angustia incontenible frente a una justicia que cometió mucho daño a los niños y a la madre.
Francisca, mujer, pobre e inmigrante
Francisca nació en Huancarani Centro en 1972, donde se crió junto a su hermana mayor y tres hermanos menores bajo el cobijo de su madre Gregoria Cusi Martínez y su padre Domingo Herrera Puma. Si bien asistió a una escuela rural sólo pudo cursar hasta quinto grado y en ese breve lapso aprendió algo de castellano porque su lengua materna fue el quechua que cotidianamente se hablaba en su hogar. Asó lo expresa una investigación e informe realizados por integrantes del CONICET a solicitud de la defensa y con el consentimiento libre e informado de Francisca Herrera.
La precoz vida escolar pronto tuvo su final a raíz de la falta de dinero. Como sucede en las comunidades rurales, desde muy niña cambió el guardapolvo por las responsabilidades laborales en su seno familiar, donde colaboraba con las tareas de cocina, lavado, cuidado de animales y cosecha.
Francisca arrastra el signo de la pobreza y la marginalidad. Según un relevamiento de la Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (ONU) para el año 2001, la pobreza extrema en Bolivia fue del 40,4%, mientras que el departamento de Chuquisaca presentó una incidencia de pobreza extrema del 61,5%.
Contrajo matrimonio con Zacarías Rengifo y juntos decidieron emprender el viaje hacia Argentina. Desde 2008 en adelante el matrimonio tuvo varias idas y venidas desde Córdoba (Argentina) a Huancarani (Bolivia).
Entre 2009 y 2011, cuando se encontraban en Huancarani, nacieron sus hijos varones mayores. Córdoba solía ser el destino porque ahí reside uno de los hermanos de Francisca, pero a Zacarías le atraía la idea de llegar hasta a la Patagonia, más precisamente a Comodoro Rivadavia, porque había escuchado que aquí "se ganaba mucha plata".
El matrimonio de Francisca ya era una pesadumbre. Los problemas de la relación mutaron en maltrato por parte de Zacarías, que ya habían sido denunciados ante la autoridad estatal boliviana que interfería en los problemas de los matrimonios de la mano del "Corregidor", una autoridad política que desapareció con la reforma constitucional de 2010.
Aislada y sin contención comunitaria
El estudio elaborado por la doctora Brígida Baeza junto a Andrea Gago y Carlos Barría Oyarzo retoma las investigaciones socio-antropológicas que Baeza realizó desde 2006 sobre las memorias migrantes de grupos quechua hablantes en la Cuenca del Golfo San Jorge.
Según confiesa la propia Francisca, ella no tenía intención de llegar hasta la ciudad petrolera. Sabía que aquí no tendría comunidad y no podría reproducir las prácticas de cuidados de animales y plantas que su madre le había enseñado en Huancarani.
Desde que comenzó el proceso migratorio hacia Argentina fue perdiendo sus saberes y contenciones comunales. Esas formas de vida comunal en Huancarani que, como explican Baeza y compañía, "favorecen el sostenimiento de la vida y formas de dirimir conflictos vinculares que, en este caso, tras una migración "forzada" por las condiciones de vida en su lugar de origen y la violencia patriarcal de la cual fue objeto, se vieron obturadas.
Francisca fue quedando aislada de sus redes de sostenimiento comunitario. Al tiempo que se acrecentaban las dificultades vinculadas a la incomprensión de la burocracia estatal, del lenguaje jurídico y de los problemas que debía enfrentar al interior del hogar.
Junto a su ex marido e hijos llegó a Comodoro Rivadavia en 2014. Eran tiempos en que estaba en pleno crecimiento la expansión urbana por medio de la "toma de tierras". Ese escenario se proyecta especialmente hacia la zona sur, en lo que se conoce como "Cerro Solo" y "Moure", que son rotulados como "barrios étnicos" por su mayor concentración de grupos migrantes provenientes de Bolivia.
Esos asentamientos informales son producto de la marginalidad a la que gran parte de la población está condenada. En su mayoría son inmigrantes que están en condiciones desventajosas para poder acceder a un terreno. Son parte del impacto social que generan las actividades extractivas a gran escala -generadas especialmente por la actividad hidrocarburífera y la minería- y conforman esos crecimientos urbanos irregulares. Allí se concentran los mayores porcentajes de hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), cimentando cordones de pobreza estructural.
De acuerdo a los datos del Censo Nacional de Población de 2010, sobre un total de 180.000 habitantes -hoy se estima que supera largamente los 300.000-la ciudad petrolera contaba con 16.653 migrantes, de los cuales 10.682 eran chilenos, seguidos por los bolivianos (2.421), paraguayos (1.221) y peruanos (385), entre otros. El aumento de personas nacidas en otros países entre 2001 y 2010 era de casi el 9%.
Extraño mis hijos
"Lo que no tenía Francisca era contención de redes de paisanajes muy fuertes como se da con otras migrantes", sostiene Baeza. A esto habría que sumar la incapacidad para dialogar y comprender a través del castellano su nuevo entorno. Su ex pareja había construido la imagen del sostén familiar y oficiaba de traductor hasta en las visitas que agentes sanitarias le realizaban periódicamente a esa madre de cuatro hijos.
La mujer boliviana desarrolla tareas en una verdulería en Comodoro Rivadavia, y en febrero suele partir rumbo a la zona de Bahía Blanca (Buenos Aires) para trabajar en la cosecha de cebolla. Si el problema es la falta de dinero, imagina, ahorrar algo de esos magros salarios quizás le permita recuperar a sus niños.
"El 2018, 13 de enero, día sábado, a las 9 y algo, quizás 50 minutos, quitaron policía mis hijos. Gritaron mis hijos. Lloraron. Un desastre. Mis hijos, no dejan poner pantalón. Así mantener señora, dicen, todos diciendo, gritando. Culpa de mi marido quitar mis hijos", explica Francisca, en medio de una angustia difícil de describir, cuando dialoga con este cronista (Nota de Redacción: en una alocución en la que mezcla quechua y español).
"Yo visitaba durante 2018, 2019. Último visito día jueves 1º de agosto, no puede acercamiento dijo, no puede acercar. Bueno, cumplo las reglas, cuando acercar mandar a policía, mandar a detención". Así, con su media lengua que fue retocando recientemente, ansía revelar los últimos vestigios de aproximación a sus niños.
"Extraño mis hijos, ya sacaron hace tres años, quitaron coso de oficina de guardería (sic), Casa de Niño, no sé. Por ahora no está decidida adopción de hijos. Oficina, o algo, no sé", expresa. Intenta manifestar su presente, que se materializa crítico, oscuro y perturbador para esa madre, sin saber que los niños ni siquiera estarían ya en Comodoro Rivadavia.
Cómo "leer" lo que le pasó
"Esta es la perspectiva desde la cual debemos "leer" qué sucedió con Francisca, su condición de mujer migranta andina quechua hablante, a cargo de tareas de cuidados en el hogar, residiendo en sectores estigmatizados de Comodoro Rivadavia, transitando calles extrañas que ella expresa "no saber caminar", la velocidad e incomprensión de los canales burocráticos estatales, sumado a lo hostil de la ciudad, llevó a Francisca a confirmar lo que se veía en ella una `serrana´", señala el informe sociocultural que firman Baeza, Gago y Oyarzo.
En la cosmovisión de la lengua quechua el pasado está adelante, porque podemos verlo, y el futuro es desconocido porque está detrás nuestro. Será por eso que el nuevo sueño de Francisca se cimenta en su lengua madre para dar cobijo a la esperanza de poder abrazar, besar y amar nuevamente a sus hijos.