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La oposición y el culto a la muerte

El culto a la muerte se exhibe como una constante en la historia de la derecha conservadora argentina. La oposición volvió a manifestarlo con las bolsas simuladas de cadáveres que expuso en su marcha contra el escándalo de la vacunación VIP. En un país que sufrió una dictadura genocida que asesinó a miles de personas, el recurso resulta aberrante. Tan aberrante como reivindicar los bombardeos sobre Plaza de Mayo que causaron la muerte de centenares de personas en 1955 o los graffitis de Recoleta que rezaban "Viva el cáncer" mientras Eva Perón agonizaba como consecuencia de esa enfermedad. En estas breves líneas no existe la pretensión de repasar la violenta historia argentina -en la que es preciso distinguir a víctimas de victimarios y a los dictadores y sus socios civiles de los militantes y gente a de pie que se rebeló contra esas dictaduras- ni la secuencia interminable de golpes cívico-militares inaugurada en 1930, pero basta citar los fusilamientos de Santa Cruz, los asesinados en los talleres Vasena o los fusilados en José León Suárez para revivir el horror de las dictaduras y los gobiernos civiles aupados en el autoritarismo. El culto a la muerte es una amenaza directa contra la democracia.