Alika, sobreviviente de trata: "Nos venden para que otros disfruten; un mercado de hombres paga por nuestro dolor"Entrevista de Lola Sánchez.
Alika Kinan es la primera sobreviviente de trata en la Argentina que logró querellar a sus proxenetas y demandó al Estado por fallar en la protección de los Derechos Humanos de las mujeres tras ser rescatada de la whiskería El Sheik de Ushuaia. Fue víctima de trata durante 16 años y reconocida internacionalmente como una heroína en la lucha contra la trata de personas y la explotación sexual. En diálogo con El Extremo Sur, identificó al Estado como el principal obstáculo: "Fue un proceso largo, revictimizante y desalentador". Confiesa que recibió amenazas a raíz del primer juicio, tanto de sus captores como de los "clientes", que no han dejado de llegarle. Criticó los discursos a favor de "regular" la prostitución: "Tomaron parte de ese discurso de la libertad de elección del cuerpo para acomodarlo al propio discurso de la explotación sexual".
Kinan habla de su madre, quien pretendió disuadirla cuando comenzó su lucha: "No está loca porque sí, está loca porque la explotaron sexualmente, vivió en la pobreza extrema, fue abandonada por su compañero de vida, porque no tuvo un mango, tuvo que prostituirse desde muy chiquita; incluso en el mismo prostíbulo que su hija. No quiero compartir mi vida con ella, pero la amo".
Kinan fue rescatada en 2012 de la whiskería El Sheik, en la ciudad de Ushuaia. En 2016, sus captores -Pedro Eduardo Montoya, Ivana Claudia García y Lucy Campos Alberca- fueron condenados. Recientemente, se realizó un nuevo juicio en el que se revisaron las penas y se aumentó el monto del resarcimiento. Con 8 años para Montoya, 5 para García y 4 para Alberca, se confirmó el delito de trata de personas agravado por la pluralidad de víctimas. De esta manera, se logró un fallo histórico en la reparación de las víctimas de trata.
Alika Kinan enfatizó la vulnerabilidad social de las mujeres y niñas víctimas de trata, fruto de las desigualdades estructurales de género. "El pibe pobre es chorro, la piba pobre es puta", sostuvo. "No hay un Estado que sea garante de derechos; adhiere a tratados y convenciones internacionales, porque Argentina quiere estar a la vanguardia en materia de Derechos Humanos, pero no nos reconoce como víctimas".
Atravesaste dos juicios, el primero en 2016 y un nuevo juicio recientemente, ¿Qué balance hacés de tu proceso judicial como sobreviviente?
Es un proceso larguísimo, revictimizante. Es un proceso muy desalentador, no solamente para mí sino para las víctimas en sí, porque no hay políticas de Estado que acompañen a la víctima durante tantos años. Llevo 10 años de juicio, y las políticas públicas que hay para las víctimas duran, como mucho, 6 meses. Son planes que ni siquiera están pensados para víctimas de trata, y los tramos de asistencia económica son muy cortos. Mientras tanto, vemos cómo se sancionan políticas de Estado para otros grupos vulnerables, pero por nosotras no hay un especial interés. En mi caso es muy desgastante, es mucho esfuerzo que hay que hacer cada día para conseguir una pequeña conquista. Yo veo al Estado como un obstáculo para las víctimas de trata, obstruye todos tus derechos. Te priva de la libertad de movimiento, te expone públicamente. Es muy doloroso tener que exponerte así para garantizar derechos mínimos como es el derecho a la vida, para que no te maten los proxenetas por lo que hiciste, para no recibir un castigo social.
¿Las políticas públicas para las sobrevivientes están fallando o son limitadas?
Directamente, no las hay. Las únicas políticas en nuestro país son políticas de persecución y criminalización a proxenetas, que están muy bien, pero a nivel víctimas no significa nada. Nos expone aún más: ellos saben que si nosotras declaramos pueden ir presos. Automáticamente buscan los mecanismos para evitar una declaración o incluso para hacer desaparecer a las sobrevivientes. No hay un Estado que sea garante de derechos; adhiere a tratados y convenciones internacionales, porque Argentina quiere estar a la vanguardia en materia de Derechos Humanos, pero no nos reconoce como víctimas. No está haciendo nada para restituir los derechos legítimos de las víctimas.
Siempre hablás en contra de este mito de que para existir trata tiene que haber un secuestro. ¿Hay una relación entre la vulnerabilidad social y la explotación sexual?
El 80% de las mujeres y niñas que ingresan al sistema prostituyente en todo el mundo lo hacen por vulnerabilidad social. Puede ser por un abuso sexual o una violación, donde hay una disociación entre lo que es la dignidad, el placer y la libre elección. También hay mujeres en extrema pobreza, con muchísimas necesidades económicas, que debido a las propias desigualdades entre varones y mujeres ingresan a la prostitución. La mujer pobre es puta, el hombre pobre es chorro. Con el pibe chorro dicen "pobre, tiene que salir a manotear un celular", pero una piba pobre termina siendo puta o caldo de cultivo para una red de trata. Son las desigualdades estructurales. Ni siquiera podemos ser chorras, porque nos matan y nos violan.
¿Cómo caracterizás tu proceso de toma de conciencia? ¿Te costó reconocerte como víctima?
Tardé mucho tiempo, a pesar de lo que todo el mundo sugiere. Sin embargo, mi proceso fue rápido en comparación con otras mujeres. En el momento del rescate no me reconocía como víctima. Era una negación absoluta. La fiscal fue muy clara a la hora del interrogatorio. Me preguntaba de dónde venía, y todos los antecedentes estaban clarísimos. Marcaban una vulneración social, económica y a mi integridad sexual durante muchísimos años, pero yo no lo quería ver. La realidad es que a ninguna mujer le gusta reconocerse como víctima. Muy por el contrario de lo que sostienen estas corrientes más misóginas que dicen que nos victimizamos, no es así. Tardamos mucho tiempo en poder hablar. Yo tardé casi ocho meses. Tenía dudas, me sentía todo el tiempo culpable. No fue hasta que mi compañero de vida empezó a fortalecerme y me sentí amada, reconocida, cuidada, que comencé a darme cuenta de que efectivamente nunca lo había sido. Ahí empecé a mirar hacia mi pasado en retrospectiva y pensé "Que mal que estuvo todo esto", teniendo la posibilidad de disfrutar, de ser amada, de formar una familia. La vida es construcción de vivencias buenas y malas. Pero a mí solamente me habían pasado cosas malas. No tenía parámetro de libertad, no tenía un parámetro sobre las cosas buenas porque no las había vivido.
¿Luego de denunciar a tus captores en 2016 recibiste amenazas? ¿Cómo viviste esa etapa?
Recibí amenazas a lo largo de todo el proceso. Luego de la declaración los proxenetas intentaban coaccionarme: "Alika, vos no podés pedir esto", "Alika, nadie te va a creer". Y no pararon, trataban de desalentarme para que no denuncie. Más adelante comenzaron con otro tipo de planteos y sumaron a más gente, tipos que pagaban por sexo, que se veían acorralados, no solamente porque no iban a poder ejercer más esa violencia. Ellos en algún momento pensaban que los iba a señalar a cada uno con el dedo. Me encantaría, pero son tantos que no puedo. Ellos por las dudas, atacaban, y por las dudas, desacreditaban todo lo que yo decía. Lo siguen haciendo. Se fueron sumando otros y otras proxenetas, se sumó la gente de AMMAR. Decían: "Ella está confundida", como si yo fuese tonta y no tuviera claridad respecto de lo que estaba viviendo. Mi ex marido también, o mi madre por miedo. Ella en ningún momento me amenazó, pero me decía "dejá de hablar porque nos exponés a todos", y eso te va condicionando en el recorrido, en un reclamo justo. Todo eso condiciona lo que contás, lo que decís, la manera en que te presentas públicamente con un Estado abandónico para las mujeres víctimas. Llegó un punto en el que agarré la culpa y la metí en un cajón. Durante más de 30 años de vida nadie me vio, nadie me escuchó ni me cuidó. Yo voy a continuar en este sentido, sin importar todo lo que suceda, incluso gente que yo quiero mucho.
¿Qué relación tenés con tu madre en este punto?
Más allá de que no tengo una buena relación con mi madre, la entiendo profundamente, porque forma parte de mi feminismo poder comprender y empatizar con mi madre, entender esa locura que trae. No está loca porque sí, está loca porque la explotaron sexualmente, vivió en pobreza extrema, fue abandonada por su compañero de vida, porque no tuvo un mango, tuvo que prostituirse desde muy chiquita; incluso en el mismo prostíbulo que su hija. Son muchas las cuestiones que me llevan a decir "yo a esta mujer la amo profundamente". No quiero compartir mi vida con ella, pero la amo. La entiendo, porque podría haber sido mi destino o el destino de cualquiera de nosotras. Son muchas las personas que se vieron afectadas por mi declaración, pero yo tenía la mirada puesta en mis hijas, en mí misma, en mi propia restitución de derechos. Yo continúo porque tengo derecho a una vivienda digna, a una indemnización, a un trabajo digno, con muchísimas cosas que aún hoy no las he logrado. Gran parte de lo que he conseguido fue motu proprio. Forma parte de la carrera que hacemos como sobrevivientes, como mujeres, mientras esta sociedad lo niega todo el tiempo.
¿Qué opinás como sobreviviente de los discursos regulacionistas de quienes defienden el "trabajo sexual"?
Es revictimizante. Al principio no lo podía creer, no podía creer cómo una mujer puede plantarse como feminista y decir eso. Pero han transformado el discurso feminista, han transformado la realidad, adaptaron los discursos absolutamente machistas y proxenetas a un feminismo más light, un feminismo absolutamente conformista. Se han acomodado muy bien y han abierto una brecha dentro del feminismo muy importante. El feminismo, por esencia, es abolicionista. Se han aprovechado de la circunstancia política y social de la cuarta ola que en toda Latinoamérica lucha por el derecho al aborto. Tomaron parte de ese discurso de la libertad de elección del cuerpo para acomodarlo al propio discurso de la explotación sexual.
¿Quiénes son las y los defensores de este modelo?
Hay empresarios como Hugh Heffner o George Soros que son empresarios de la noche, en Argentina tenemos personas como Zaffaroni. Son personajes, no tan casualmente varones, que se han hecho un lugar, y les han dado herramientas. Incluso han encontrado académicos y académicas que avalan esa posición. Estamos ante un proxenetismo edulcorado que viene de la mano de las mujeres y se ajusta a los valores feministas. Si no tenés las cosas muy claras, te lo terminás creyendo, esa es la intención clara del lobby proxeneta.
Dijiste que cuando los hombres pagan por sexo, compran la humillación de la mujer. ¿Cuál es la verdadera dimensión de la prostitución?
Si decimos que la prostitución nos deshumaniza, nos quita la dignidad, nos humilla, cuando un hombre paga por sexo lo que está comprando es eso: pagan por el desprecio que sienten hacia las mujeres. El sexo femenino históricamente ha sido un producto para el mercado, un producto que se puede transformar. Por eso somos casi siempre las mujeres quienes nos hacemos cirugías para encajar en los estereotipos de género, nos sometemos a dietas súper estrictas, vamos al gimnasio, para estar siempre fantásticas para el mercado, no para nosotras. El sexo femenino siempre estuvo a disposición del mercado, deshumanizado y mercantilizado. La prostitución es eso, la mercantilización del cuerpo de las mujeres en el terreno más underground que podemos ver que es la humillación. A partir de ahí después surgen otras variables como el sadomasoquismo, la pornografía, la tortura. Y se paga muy bien por todo eso, porque hay un mercado conformado por hombres que pagan por el dolor.
¿De qué manera afecta esta concepción a los derechos sexuales y el goce de las mujeres?
Hay que tener mucho cuidado cuando hablamos de sexo, no porque sea tabú, sino porque no tiene que perder el hecho del disfrute. El derecho de las mujeres para sentir el placer, elegir libremente nuestros compañeros o compañeras sexuales, el hecho de ser activas sexualmente no quiere decir que el mercado tenga derecho a mercantilizar nuestros cuerpos. Plantean que todo se puede comprar. Y que se puede pagar por todo. No, yo creo que no. No creo que el agua pueda ser mercantilizable, que la tierra, las mujeres, los cuerpos y el sexo deban ser mercantilizables. Estamos en un momento donde el capitalismo nos ha puesto en ese lugar tan terrible, donde se vende incluso nuestro sexo, el placer, el disfrute, pero no el nuestro, el de otros. Nos venden a nosotras para que otros disfruten. Es la batalla que hemos decidido dar tantísimas activistas y sobrevivientes para recuperar un derecho absolutamente legítimo que es disfrutar por sexo; y que el sexo no se pueda comprar ni vender.
Entrevista de Lola Sánchez.
Alika Kinan es la primera sobreviviente de trata en la Argentina que logró querellar a sus proxenetas y demandó al Estado por fallar en la protección de los Derechos Humanos de las mujeres tras ser rescatada de la whiskería El Sheik de Ushuaia. Fue víctima de trata durante 16 años y reconocida internacionalmente como una heroína en la lucha contra la trata de personas y la explotación sexual. En diálogo con El Extremo Sur, identificó al Estado como el principal obstáculo: "Fue un proceso largo, revictimizante y desalentador". Confiesa que recibió amenazas a raíz del primer juicio, tanto de sus captores como de los "clientes", que no han dejado de llegarle. Criticó los discursos a favor de "regular" la prostitución: "Tomaron parte de ese discurso de la libertad de elección del cuerpo para acomodarlo al propio discurso de la explotación sexual".
Kinan habla de su madre, quien pretendió disuadirla cuando comenzó su lucha: "No está loca porque sí, está loca porque la explotaron sexualmente, vivió en la pobreza extrema, fue abandonada por su compañero de vida, porque no tuvo un mango, tuvo que prostituirse desde muy chiquita; incluso en el mismo prostíbulo que su hija. No quiero compartir mi vida con ella, pero la amo".
Kinan fue rescatada en 2012 de la whiskería El Sheik, en la ciudad de Ushuaia. En 2016, sus captores -Pedro Eduardo Montoya, Ivana Claudia García y Lucy Campos Alberca- fueron condenados. Recientemente, se realizó un nuevo juicio en el que se revisaron las penas y se aumentó el monto del resarcimiento. Con 8 años para Montoya, 5 para García y 4 para Alberca, se confirmó el delito de trata de personas agravado por la pluralidad de víctimas. De esta manera, se logró un fallo histórico en la reparación de las víctimas de trata.
Alika Kinan enfatizó la vulnerabilidad social de las mujeres y niñas víctimas de trata, fruto de las desigualdades estructurales de género. "El pibe pobre es chorro, la piba pobre es puta", sostuvo. "No hay un Estado que sea garante de derechos; adhiere a tratados y convenciones internacionales, porque Argentina quiere estar a la vanguardia en materia de Derechos Humanos, pero no nos reconoce como víctimas".
Atravesaste dos juicios, el primero en 2016 y un nuevo juicio recientemente, ¿Qué balance hacés de tu proceso judicial como sobreviviente?
Es un proceso larguísimo, revictimizante. Es un proceso muy desalentador, no solamente para mí sino para las víctimas en sí, porque no hay políticas de Estado que acompañen a la víctima durante tantos años. Llevo 10 años de juicio, y las políticas públicas que hay para las víctimas duran, como mucho, 6 meses. Son planes que ni siquiera están pensados para víctimas de trata, y los tramos de asistencia económica son muy cortos. Mientras tanto, vemos cómo se sancionan políticas de Estado para otros grupos vulnerables, pero por nosotras no hay un especial interés. En mi caso es muy desgastante, es mucho esfuerzo que hay que hacer cada día para conseguir una pequeña conquista. Yo veo al Estado como un obstáculo para las víctimas de trata, obstruye todos tus derechos. Te priva de la libertad de movimiento, te expone públicamente. Es muy doloroso tener que exponerte así para garantizar derechos mínimos como es el derecho a la vida, para que no te maten los proxenetas por lo que hiciste, para no recibir un castigo social.
¿Las políticas públicas para las sobrevivientes están fallando o son limitadas?
Directamente, no las hay. Las únicas políticas en nuestro país son políticas de persecución y criminalización a proxenetas, que están muy bien, pero a nivel víctimas no significa nada. Nos expone aún más: ellos saben que si nosotras declaramos pueden ir presos. Automáticamente buscan los mecanismos para evitar una declaración o incluso para hacer desaparecer a las sobrevivientes. No hay un Estado que sea garante de derechos; adhiere a tratados y convenciones internacionales, porque Argentina quiere estar a la vanguardia en materia de Derechos Humanos, pero no nos reconoce como víctimas. No está haciendo nada para restituir los derechos legítimos de las víctimas.
Siempre hablás en contra de este mito de que para existir trata tiene que haber un secuestro. ¿Hay una relación entre la vulnerabilidad social y la explotación sexual?
El 80% de las mujeres y niñas que ingresan al sistema prostituyente en todo el mundo lo hacen por vulnerabilidad social. Puede ser por un abuso sexual o una violación, donde hay una disociación entre lo que es la dignidad, el placer y la libre elección. También hay mujeres en extrema pobreza, con muchísimas necesidades económicas, que debido a las propias desigualdades entre varones y mujeres ingresan a la prostitución. La mujer pobre es puta, el hombre pobre es chorro. Con el pibe chorro dicen "pobre, tiene que salir a manotear un celular", pero una piba pobre termina siendo puta o caldo de cultivo para una red de trata. Son las desigualdades estructurales. Ni siquiera podemos ser chorras, porque nos matan y nos violan.
¿Cómo caracterizás tu proceso de toma de conciencia? ¿Te costó reconocerte como víctima?
Tardé mucho tiempo, a pesar de lo que todo el mundo sugiere. Sin embargo, mi proceso fue rápido en comparación con otras mujeres. En el momento del rescate no me reconocía como víctima. Era una negación absoluta. La fiscal fue muy clara a la hora del interrogatorio. Me preguntaba de dónde venía, y todos los antecedentes estaban clarísimos. Marcaban una vulneración social, económica y a mi integridad sexual durante muchísimos años, pero yo no lo quería ver. La realidad es que a ninguna mujer le gusta reconocerse como víctima. Muy por el contrario de lo que sostienen estas corrientes más misóginas que dicen que nos victimizamos, no es así. Tardamos mucho tiempo en poder hablar. Yo tardé casi ocho meses. Tenía dudas, me sentía todo el tiempo culpable. No fue hasta que mi compañero de vida empezó a fortalecerme y me sentí amada, reconocida, cuidada, que comencé a darme cuenta de que efectivamente nunca lo había sido. Ahí empecé a mirar hacia mi pasado en retrospectiva y pensé "Que mal que estuvo todo esto", teniendo la posibilidad de disfrutar, de ser amada, de formar una familia. La vida es construcción de vivencias buenas y malas. Pero a mí solamente me habían pasado cosas malas. No tenía parámetro de libertad, no tenía un parámetro sobre las cosas buenas porque no las había vivido.
¿Luego de denunciar a tus captores en 2016 recibiste amenazas? ¿Cómo viviste esa etapa?
Recibí amenazas a lo largo de todo el proceso. Luego de la declaración los proxenetas intentaban coaccionarme: "Alika, vos no podés pedir esto", "Alika, nadie te va a creer". Y no pararon, trataban de desalentarme para que no denuncie. Más adelante comenzaron con otro tipo de planteos y sumaron a más gente, tipos que pagaban por sexo, que se veían acorralados, no solamente porque no iban a poder ejercer más esa violencia. Ellos en algún momento pensaban que los iba a señalar a cada uno con el dedo. Me encantaría, pero son tantos que no puedo. Ellos por las dudas, atacaban, y por las dudas, desacreditaban todo lo que yo decía. Lo siguen haciendo. Se fueron sumando otros y otras proxenetas, se sumó la gente de AMMAR. Decían: "Ella está confundida", como si yo fuese tonta y no tuviera claridad respecto de lo que estaba viviendo. Mi ex marido también, o mi madre por miedo. Ella en ningún momento me amenazó, pero me decía "dejá de hablar porque nos exponés a todos", y eso te va condicionando en el recorrido, en un reclamo justo. Todo eso condiciona lo que contás, lo que decís, la manera en que te presentas públicamente con un Estado abandónico para las mujeres víctimas. Llegó un punto en el que agarré la culpa y la metí en un cajón. Durante más de 30 años de vida nadie me vio, nadie me escuchó ni me cuidó. Yo voy a continuar en este sentido, sin importar todo lo que suceda, incluso gente que yo quiero mucho.
¿Qué relación tenés con tu madre en este punto?
Más allá de que no tengo una buena relación con mi madre, la entiendo profundamente, porque forma parte de mi feminismo poder comprender y empatizar con mi madre, entender esa locura que trae. No está loca porque sí, está loca porque la explotaron sexualmente, vivió en pobreza extrema, fue abandonada por su compañero de vida, porque no tuvo un mango, tuvo que prostituirse desde muy chiquita; incluso en el mismo prostíbulo que su hija. Son muchas las cuestiones que me llevan a decir "yo a esta mujer la amo profundamente". No quiero compartir mi vida con ella, pero la amo. La entiendo, porque podría haber sido mi destino o el destino de cualquiera de nosotras. Son muchas las personas que se vieron afectadas por mi declaración, pero yo tenía la mirada puesta en mis hijas, en mí misma, en mi propia restitución de derechos. Yo continúo porque tengo derecho a una vivienda digna, a una indemnización, a un trabajo digno, con muchísimas cosas que aún hoy no las he logrado. Gran parte de lo que he conseguido fue motu proprio. Forma parte de la carrera que hacemos como sobrevivientes, como mujeres, mientras esta sociedad lo niega todo el tiempo.
¿Qué opinás como sobreviviente de los discursos regulacionistas de quienes defienden el "trabajo sexual"?
Es revictimizante. Al principio no lo podía creer, no podía creer cómo una mujer puede plantarse como feminista y decir eso. Pero han transformado el discurso feminista, han transformado la realidad, adaptaron los discursos absolutamente machistas y proxenetas a un feminismo más light, un feminismo absolutamente conformista. Se han acomodado muy bien y han abierto una brecha dentro del feminismo muy importante. El feminismo, por esencia, es abolicionista. Se han aprovechado de la circunstancia política y social de la cuarta ola que en toda Latinoamérica lucha por el derecho al aborto. Tomaron parte de ese discurso de la libertad de elección del cuerpo para acomodarlo al propio discurso de la explotación sexual.
¿Quiénes son las y los defensores de este modelo?
Hay empresarios como Hugh Heffner o George Soros que son empresarios de la noche, en Argentina tenemos personas como Zaffaroni. Son personajes, no tan casualmente varones, que se han hecho un lugar, y les han dado herramientas. Incluso han encontrado académicos y académicas que avalan esa posición. Estamos ante un proxenetismo edulcorado que viene de la mano de las mujeres y se ajusta a los valores feministas. Si no tenés las cosas muy claras, te lo terminás creyendo, esa es la intención clara del lobby proxeneta.
Dijiste que cuando los hombres pagan por sexo, compran la humillación de la mujer. ¿Cuál es la verdadera dimensión de la prostitución?
Si decimos que la prostitución nos deshumaniza, nos quita la dignidad, nos humilla, cuando un hombre paga por sexo lo que está comprando es eso: pagan por el desprecio que sienten hacia las mujeres. El sexo femenino históricamente ha sido un producto para el mercado, un producto que se puede transformar. Por eso somos casi siempre las mujeres quienes nos hacemos cirugías para encajar en los estereotipos de género, nos sometemos a dietas súper estrictas, vamos al gimnasio, para estar siempre fantásticas para el mercado, no para nosotras. El sexo femenino siempre estuvo a disposición del mercado, deshumanizado y mercantilizado. La prostitución es eso, la mercantilización del cuerpo de las mujeres en el terreno más underground que podemos ver que es la humillación. A partir de ahí después surgen otras variables como el sadomasoquismo, la pornografía, la tortura. Y se paga muy bien por todo eso, porque hay un mercado conformado por hombres que pagan por el dolor.
¿De qué manera afecta esta concepción a los derechos sexuales y el goce de las mujeres?
Hay que tener mucho cuidado cuando hablamos de sexo, no porque sea tabú, sino porque no tiene que perder el hecho del disfrute. El derecho de las mujeres para sentir el placer, elegir libremente nuestros compañeros o compañeras sexuales, el hecho de ser activas sexualmente no quiere decir que el mercado tenga derecho a mercantilizar nuestros cuerpos. Plantean que todo se puede comprar. Y que se puede pagar por todo. No, yo creo que no. No creo que el agua pueda ser mercantilizable, que la tierra, las mujeres, los cuerpos y el sexo deban ser mercantilizables. Estamos en un momento donde el capitalismo nos ha puesto en ese lugar tan terrible, donde se vende incluso nuestro sexo, el placer, el disfrute, pero no el nuestro, el de otros. Nos venden a nosotras para que otros disfruten. Es la batalla que hemos decidido dar tantísimas activistas y sobrevivientes para recuperar un derecho absolutamente legítimo que es disfrutar por sexo; y que el sexo no se pueda comprar ni vender.