Archivos EES / Asencio Abeijón: "Cuando me echaron de YPF empezó mi vida libre"Por Asencio Abeijón, en diálogo con Cristian Aliaga.
Asencio Abeijón (1901-1991) comenzó a publicar sus relatos al filo de los setenta años, luego de acumular manuscritos que elaboraba de madrugada antes de salir a los caminos como contratista de esquila, resero, chofer, camionero y oficiante de una larga lista de trabajos trashumantes. Su extraordinario don para contar iba parejo con su sabiduría de hombre del camino, más cercano a los desamparados que a los patrones.
Abeijón jamás se vio a sí mismo como escritor ni como intelectual, pero realizó un aporte extraordinario a la literatura argentina. Resulta significativo que cuando Roque González lo convocó a integrar la redacción del recién fundado diario El Patagónico de Comodoro Rivadavia, en 1967, Abeijón trabajaba humildemente en el puerto como apuntador de descarga. Allí comenzaría su vertiginoso desarrollo como cronista y escritor, que le permitió recuperar la memoria y la sabiduría acumulada a lo largo de varias décadas.
Había nacido en 1901 en Tandil, provincia de Buenos Aires, pero dos años después sus padres se trasladaron a Comodoro Rivadavia; donde murió.
Su trabajo en los yacimientos petroleros adquiere un fuerte valor simbólico, ya que en 1927 fue despedido de YPF por su activismo contra la reducción de salarios. El todopoderoso general Enrique Mosconi conducía entonces la petrolera estatal con mano de hierro y estilo autoritario, y Abeijón fue una de sus víctimas.
En esta edición se publica una entrevista inédita que le realicé en 1989; en ella don Asencio habla justamente de las persecuciones que sufrió en YPF, y repasa los vínculos de su escritura con los caminos y la gente sacrificada y laboriosa de los pueblos patagónicos. Irónico, revela en este diálogo inédito que cuando le requirió las razones por las que había sido despedido, Mosconi le respondió secamente: "algo habrá escrito".
Paradójicamente, ese despido resultó clave para el destino de Abeijón. Sin la decisión de Mosconi, quizá no se hubiera revelado jamás el gran cronista de Memorias de un carrero patagónico, Recuerdos de mi primer arreo, El guanaco vencido, Los recién venidos y Caminos y rastrilladas borrosas. "Creo que Mosconi me hizo un favor porque si no me echaba tal vez hubiera terminado jubilándome en YPF ", me dijo con su sonrisa de criollo pícaro y rebelde; manso en apariencia pero mordaz en sus juicios a media voz.
La dureza de los caminos patagónicos templó su espíritu, y sus recorridos circulares le permitieron escuchar padecimientos y relatos de primera mano del pueblo llano, siempre atento a las sutilezas. Su espíritu arisco -el mismo que desató la ira de Mosconi- lo llevó a fundar el periódico El Criticón. Desde allí abogó por el derecho a voto de los territorios nacionales, y terminó en la cárcel de Rawson. En sus últimos años recordaba que "fue una experiencia fascinante; yo sabía que salía en 15 ó 20 días, pero allí había personas que estarían presos 20 ó 25 años, y tan tranquilos que estaban".
Contrariamente a aquello que le sugirió Mosconi, Abeijón sí "se metió" en política. En 1957 fue elegido Constituyente nacional por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI); y en 1958 y 1963 fue diputado provincial.
Osvaldo Bayer, quien comparó a Abeijón con Joseph Conrad, escribió que "Abeijón no quiso hacer literatura, y a veces la supera, como en "El tumbiador" de indudable picaresca cervantina". "Memorias de un carrero patagónico" debería leerse en todos los colegios del país, porque quien no conoce la Patagonia no conoce la Argentina" asegura.
Abeijón tiene un merecido reconocimiento: él es, sin discusión, el mayor cronista de la Patagonia. Es el primero -y, seguramente, el más certero- que cuenta desde adentro la historia de quienes se atrevieron a enfrentar la desolación de las tierras australes para colonizarlas, a comienzos del siglo XX. No era escritor profesional, ni viajero british o alemán, ni científico o militar. Sin embargo -o tal vez precisamente por eso- escribió las páginas más vívidas y auténticas del pasado patagónico.
Cuando ingresé como cronista raso a El Patagónico, en 1985, el inolvidable Víctor Pascal me encomendó que entrevistara a Abeijón. A partir de ese momento, en repetidas charlas que mantuvimos en su modesta casa del pasaje Fuchs, Abeijón fue superando el lugar común de las anécdotas y el modesto lugar que le asignaban las efemérides del rancio regionalismo para relatar con precisión cómo lo habían sacudido las injusticias y los padecimientos de los criollos como él; y cómo le disgustaba obedecer a los que mandan.
Abeijón recibió una canonización regional, y su obra obtuvo trascendencia a través de la edición nacional de algunas de sus obras. No obstante, esa suerte de bendición unánime incluyó escasísimas veces su auténtico perfil de criollo duro, arisco y cuestionador del poder. Ése es el espíritu de Abeijón que vale la pena develar, para unir a nuestro Conrad con su impronta más rebelde.
"Cuando me echaron de YPF empezó mi vida libre"
DIÁLOGO CON CRISTIAN ALIAGA
Abeijón murió en 1991. En esta entrevista, que en ese momento no fue publicada por cuestiones de "edición" en un diario de Comodoro Rivadavia, Abeijón habla justamente de las persecuciones que sufrió en YPF de manos del todopoderoso general Enrique Mosconi y repasa los vínculos de su escritura con los caminos y la gente pobre de los pueblos patagónicos.
Irónico en pocas palabras, Abeijón revela en este diálogo que ante la pregunta de por qué había sido despedido, Mosconi le respondió: "algo habrá escrito".
"Creo que Mosconi me hizo un favor -asegura- porque si no me echaba tal vez hubiera terminado jubilándome en YPF, y fue ahí cuando empecé una vida libre, de ir y venir por los caminos, de conocer a la gente en cada pueblo". "Es que el relato de los otros criollos, en las pausas del camino, cargó mi propio relato" dice aquí el ya legendario autor de "Memorias de un carrero patagónico".
Usted empezó a publicar al filo de los setenta años, pero la cosa venía de antes.
El asunto de escribir siempre me gustó. Colaboraba con periodistas del viejo diario El Chubut de Comodoro cuando andaba por los caminos, en camión o en ómnibus. Tenía siempre el complejo para no escribir más por la falta de escuela: yo había hecho nada más que el cuarto grado.
¿Desde cuándo empezó a tomar notas, a escribir borradores?
Empecé a anotar, a juntar cosas, hace como cuarenta años. Escribía a lápiz, y lo guardaba. Los diarios de entonces eran muy reducidos y había poco espacio para publicar. Mucho después empecé a pasarlo a máquina, con la ayuda de una hermana mía que era muy lectora.
Sus libros tienen esa fuerza de los testimonios, de la anécdota precisa, incluso de un modo de hablar que ya no se encuentra.
El haber andado en las mismas cosas que he escrito le ha dado a los relatos esa virtud. Y en las que no anduve las recibí de protagonistas directos, de personas que las habían vivido.
¿Reescribió mucho, corrigió aquellas cuartillas escritas a lápiz o todo fue al correr de la mano?
Tenía un año y medio cuando me trajeron acá. Tal vez me favoreció que yo conocía los hechos, los había vivido durante años y años, y empecé a relatarlos a lo paisano, tal como los había visto. Eso ha sido lo que me ha dado mejor resultado, me parece.
Una vez, al principio, yo pasé una de mis historias a máquina. La pulí, la corregí, la hice más prolija y se la dí a mi hermana para que la leyera. Ella me la devolvió y me dijo "mirá, ponélo como estaba antes, porque si no vas a hacer papelones".
El conocimiento de los hechos hace como si los estuviera contando en un fogón. El relato de los otros criollos, en las pausas del camino, cargó mi propio relato.
¿Los libros le interesaron desde chico, incidieron lo suficiente como para terminara siendo escritor?
La literatura, si yo lo puedo decir así, ha sido para mí una vocación. Yo era un lector empedernido, pasaba horas leyendo con candil, con velas. Mi papá tenía la misma manía, mi hermana y mi mamá también. Soñaba con escribir.
Fui al colegio recién cuando tuve 16 años, porque cuando estábamos en el campo no había ninguno y no se podía viajar todos los días 30 o 40 kilómetros ida y vuelta de a caballo. Ahí fui avanzando con los salesianos, aunque después me agarró la conscripción y tuve que dejar.
¿Cómo empezó a trabajar en el campo, usted que de alguna manera es el símbolo del "carrero patagónico"?
Trabajé primero criando ovejas en un campito cercano a Comodoro. Cuando la crisis del '20 y '21, en que las ovejas no daban para mantener una familia de diez personas, entré a Yacimientos Petrolíferos Fiscales que había puesto una escuela de aprendices tratando de "argentinizar" el personal. No había casi argentinos: en el campamento que tocó éramos apenas seis sobre un total de cuarenta. Muchos rusos, checos, yugoslavos, muy trabajadores aunque analfabetos.
Estuve trabajando unos siete años. Me gustaba mucho el trabajo, pero cuando llegó la "era de Mosconi" tuve que irme.
¿En esos episodios con el poderoso Mosconi empieza a mostrar su espíritu más arisco?
Mosconi era un hombre recalcitrantemente militar, no sé si injusto u ofuscado. Y un hombre que trabajaba en el Yacimiento no podía intervenir en política, según su criterio.
Yo, criado acá en el pueblo, tenía mi propia opinión de las cosas, y me gustaba escribir.
Cuando Mosconi llegó, estaba el salario mínimo de 6.40 que había impuesto Yrigoyen. El sacó los 6.40 y lo rebajó a 5.76, haciendo el cálculo de que daba vivienda y otros servicios.
La prohibición que impuso de meterse en política era absoluta. Para él, la lógica era "cualquier cosa por el yacimiento". Quería que el pueblo dependiera de YPF, y lo logró.
¿Cómo era la administración de justicia en esos tiempos de Mosconi?
En una oportunidad Mosconi desvió el camino, la actual ruta 3, y lo hizo pasar por la línea del mar, donde iba la vía férrea. Todo el motivo era evitar que pasara por el yacimiento. La Municipalidad intervino, pero el monopolio del poder era absoluto, porque hasta al comisario de policía de yacimiento lo nombraba -y lo pagaba- Mosconi. Era una aberración jurídica.
El eliminó hasta la libertad de comercio. El diario El Chubut, que lo criticaba, no tenía permiso para circular por el yacimiento.
¿La intolerancia acerca de la participación política llevaba, como en su caso, al despido?
Yo me metí en política, y además escribía en el periódico. Cuando Mosconi rebajó el salario mínimo y eliminó las horas extras, empezamos a cuestionarlo. Un día, sin aviso alguno, me llegó el telegrama de despido. Era un intolerante. Que no me vengan a hablar de su buena relación con los obreros, porque a los sindicatos los hizo polvo. Incluso, él quería que los cesantes de YPF no se vinieran a vivir a Comodoro, que era lo que hacían, y lo que hice yo. La ciudad no podía impedir eso, y acá se formaba una oposición. Algunos que conocen a Mosconi por lo que se ha escrito por ahí se sorprenderán.
¿Jamás tuvo una explicación de parte de la empresa, o un diálogo con el mismo Mosconi?
Mucho después me recibió, si se quiere, bien. Me hizo sentar, cosa que les extrañó a todos. Habrá dicho "es lo único que le voy a dar". Todos sabían que sus decisiones eran definitivas. "Usted tendría que saber por qué fue despedido, ¿todavía no lo sabe?", me dijo, y aclaró: "si tengo algún trabajo por Salta me voy a acordar de usted, pero acá en Comodoro usted no entra nunca más". "Algo habrá escrito" terminó.
¿Dejó la vida de trabajador petrolero después del despido de YPF?
Luego del despido entré en Diadema Argentina, una compañía holandesa y luego estadounidense, como peón.
Después ya abandoné el petróleo y las empresas y empecé por cuenta mía, con el camión. Eso sí era una vida libre, de ir y venir por los caminos, de conocer a la gente en cada pueblo.
Creo que Mosconi me hizo un favor, porque si no me echaba tal vez hubiera terminado jubilándome en YPF.
Su elección de "vivir de los caminos" cambió su vida y lo llevó a recorrer la Patagonia.
En el camión acarreaba lo poco que había por toda la región. Lana, mercadería, cueros, algunos animales, lo que viniera.
Después empecé a salir con una máquina de esquila ambulante. Trabajaba con una comparsa de esquiladores de Entre Ríos, que se venían año a año a trabajar a la Patagonia. Ellos viajaban desde el norte como linyeras en los trenes y camiones, y acá nos juntábamos y salíamos campo por campo.
Siempre me tiró el camino. Cuando dejé la esquila pasé a Giobbi, una compañía transporte de pasajeros que empezaba a viajar hasta Chile, a Lago Buenos Aires y a Esquel. Ahí trabajé 12 años como chofer. En esos tiempos buscábamos a los pasajeros casa por casa, en los pueblitos, en las estancias.
*Entrevista realizada en 1989. Permaneció inédita hasta 2000, año en que fue editada en la revista digital Revuelto Magallanes, dirigida por Cristian Aliaga. Luego se publicó en ASENCIO ABEIJÓN: "Así empezó mi vida libre", Ediciones Espacio Hudson, 2009. (espaciohudson.com)
Por Asencio Abeijón, en diálogo con Cristian Aliaga.
Asencio Abeijón (1901-1991) comenzó a publicar sus relatos al filo de los setenta años, luego de acumular manuscritos que elaboraba de madrugada antes de salir a los caminos como contratista de esquila, resero, chofer, camionero y oficiante de una larga lista de trabajos trashumantes. Su extraordinario don para contar iba parejo con su sabiduría de hombre del camino, más cercano a los desamparados que a los patrones.
Abeijón jamás se vio a sí mismo como escritor ni como intelectual, pero realizó un aporte extraordinario a la literatura argentina. Resulta significativo que cuando Roque González lo convocó a integrar la redacción del recién fundado diario El Patagónico de Comodoro Rivadavia, en 1967, Abeijón trabajaba humildemente en el puerto como apuntador de descarga. Allí comenzaría su vertiginoso desarrollo como cronista y escritor, que le permitió recuperar la memoria y la sabiduría acumulada a lo largo de varias décadas.
Había nacido en 1901 en Tandil, provincia de Buenos Aires, pero dos años después sus padres se trasladaron a Comodoro Rivadavia; donde murió.
Su trabajo en los yacimientos petroleros adquiere un fuerte valor simbólico, ya que en 1927 fue despedido de YPF por su activismo contra la reducción de salarios. El todopoderoso general Enrique Mosconi conducía entonces la petrolera estatal con mano de hierro y estilo autoritario, y Abeijón fue una de sus víctimas.
En esta edición se publica una entrevista inédita que le realicé en 1989; en ella don Asencio habla justamente de las persecuciones que sufrió en YPF, y repasa los vínculos de su escritura con los caminos y la gente sacrificada y laboriosa de los pueblos patagónicos. Irónico, revela en este diálogo inédito que cuando le requirió las razones por las que había sido despedido, Mosconi le respondió secamente: "algo habrá escrito".
Paradójicamente, ese despido resultó clave para el destino de Abeijón. Sin la decisión de Mosconi, quizá no se hubiera revelado jamás el gran cronista de Memorias de un carrero patagónico, Recuerdos de mi primer arreo, El guanaco vencido, Los recién venidos y Caminos y rastrilladas borrosas. "Creo que Mosconi me hizo un favor porque si no me echaba tal vez hubiera terminado jubilándome en YPF ", me dijo con su sonrisa de criollo pícaro y rebelde; manso en apariencia pero mordaz en sus juicios a media voz.
La dureza de los caminos patagónicos templó su espíritu, y sus recorridos circulares le permitieron escuchar padecimientos y relatos de primera mano del pueblo llano, siempre atento a las sutilezas. Su espíritu arisco -el mismo que desató la ira de Mosconi- lo llevó a fundar el periódico El Criticón. Desde allí abogó por el derecho a voto de los territorios nacionales, y terminó en la cárcel de Rawson. En sus últimos años recordaba que "fue una experiencia fascinante; yo sabía que salía en 15 ó 20 días, pero allí había personas que estarían presos 20 ó 25 años, y tan tranquilos que estaban".
Contrariamente a aquello que le sugirió Mosconi, Abeijón sí "se metió" en política. En 1957 fue elegido Constituyente nacional por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI); y en 1958 y 1963 fue diputado provincial.
Osvaldo Bayer, quien comparó a Abeijón con Joseph Conrad, escribió que "Abeijón no quiso hacer literatura, y a veces la supera, como en "El tumbiador" de indudable picaresca cervantina". "Memorias de un carrero patagónico" debería leerse en todos los colegios del país, porque quien no conoce la Patagonia no conoce la Argentina" asegura.
Abeijón tiene un merecido reconocimiento: él es, sin discusión, el mayor cronista de la Patagonia. Es el primero -y, seguramente, el más certero- que cuenta desde adentro la historia de quienes se atrevieron a enfrentar la desolación de las tierras australes para colonizarlas, a comienzos del siglo XX. No era escritor profesional, ni viajero british o alemán, ni científico o militar. Sin embargo -o tal vez precisamente por eso- escribió las páginas más vívidas y auténticas del pasado patagónico.
Cuando ingresé como cronista raso a El Patagónico, en 1985, el inolvidable Víctor Pascal me encomendó que entrevistara a Abeijón. A partir de ese momento, en repetidas charlas que mantuvimos en su modesta casa del pasaje Fuchs, Abeijón fue superando el lugar común de las anécdotas y el modesto lugar que le asignaban las efemérides del rancio regionalismo para relatar con precisión cómo lo habían sacudido las injusticias y los padecimientos de los criollos como él; y cómo le disgustaba obedecer a los que mandan.
Abeijón recibió una canonización regional, y su obra obtuvo trascendencia a través de la edición nacional de algunas de sus obras. No obstante, esa suerte de bendición unánime incluyó escasísimas veces su auténtico perfil de criollo duro, arisco y cuestionador del poder. Ése es el espíritu de Abeijón que vale la pena develar, para unir a nuestro Conrad con su impronta más rebelde.
"Cuando me echaron de YPF empezó mi vida libre"
DIÁLOGO CON CRISTIAN ALIAGA
Abeijón murió en 1991. En esta entrevista, que en ese momento no fue publicada por cuestiones de "edición" en un diario de Comodoro Rivadavia, Abeijón habla justamente de las persecuciones que sufrió en YPF de manos del todopoderoso general Enrique Mosconi y repasa los vínculos de su escritura con los caminos y la gente pobre de los pueblos patagónicos.
Irónico en pocas palabras, Abeijón revela en este diálogo que ante la pregunta de por qué había sido despedido, Mosconi le respondió: "algo habrá escrito".
"Creo que Mosconi me hizo un favor -asegura- porque si no me echaba tal vez hubiera terminado jubilándome en YPF, y fue ahí cuando empecé una vida libre, de ir y venir por los caminos, de conocer a la gente en cada pueblo". "Es que el relato de los otros criollos, en las pausas del camino, cargó mi propio relato" dice aquí el ya legendario autor de "Memorias de un carrero patagónico".
Usted empezó a publicar al filo de los setenta años, pero la cosa venía de antes.
El asunto de escribir siempre me gustó. Colaboraba con periodistas del viejo diario El Chubut de Comodoro cuando andaba por los caminos, en camión o en ómnibus. Tenía siempre el complejo para no escribir más por la falta de escuela: yo había hecho nada más que el cuarto grado.
¿Desde cuándo empezó a tomar notas, a escribir borradores?
Empecé a anotar, a juntar cosas, hace como cuarenta años. Escribía a lápiz, y lo guardaba. Los diarios de entonces eran muy reducidos y había poco espacio para publicar. Mucho después empecé a pasarlo a máquina, con la ayuda de una hermana mía que era muy lectora.
Sus libros tienen esa fuerza de los testimonios, de la anécdota precisa, incluso de un modo de hablar que ya no se encuentra.
El haber andado en las mismas cosas que he escrito le ha dado a los relatos esa virtud. Y en las que no anduve las recibí de protagonistas directos, de personas que las habían vivido.
¿Reescribió mucho, corrigió aquellas cuartillas escritas a lápiz o todo fue al correr de la mano?
Tenía un año y medio cuando me trajeron acá. Tal vez me favoreció que yo conocía los hechos, los había vivido durante años y años, y empecé a relatarlos a lo paisano, tal como los había visto. Eso ha sido lo que me ha dado mejor resultado, me parece.
Una vez, al principio, yo pasé una de mis historias a máquina. La pulí, la corregí, la hice más prolija y se la dí a mi hermana para que la leyera. Ella me la devolvió y me dijo "mirá, ponélo como estaba antes, porque si no vas a hacer papelones".
El conocimiento de los hechos hace como si los estuviera contando en un fogón. El relato de los otros criollos, en las pausas del camino, cargó mi propio relato.
¿Los libros le interesaron desde chico, incidieron lo suficiente como para terminara siendo escritor?
La literatura, si yo lo puedo decir así, ha sido para mí una vocación. Yo era un lector empedernido, pasaba horas leyendo con candil, con velas. Mi papá tenía la misma manía, mi hermana y mi mamá también. Soñaba con escribir.
Fui al colegio recién cuando tuve 16 años, porque cuando estábamos en el campo no había ninguno y no se podía viajar todos los días 30 o 40 kilómetros ida y vuelta de a caballo. Ahí fui avanzando con los salesianos, aunque después me agarró la conscripción y tuve que dejar.
¿Cómo empezó a trabajar en el campo, usted que de alguna manera es el símbolo del "carrero patagónico"?
Trabajé primero criando ovejas en un campito cercano a Comodoro. Cuando la crisis del '20 y '21, en que las ovejas no daban para mantener una familia de diez personas, entré a Yacimientos Petrolíferos Fiscales que había puesto una escuela de aprendices tratando de "argentinizar" el personal. No había casi argentinos: en el campamento que tocó éramos apenas seis sobre un total de cuarenta. Muchos rusos, checos, yugoslavos, muy trabajadores aunque analfabetos.
Estuve trabajando unos siete años. Me gustaba mucho el trabajo, pero cuando llegó la "era de Mosconi" tuve que irme.
¿En esos episodios con el poderoso Mosconi empieza a mostrar su espíritu más arisco?
Mosconi era un hombre recalcitrantemente militar, no sé si injusto u ofuscado. Y un hombre que trabajaba en el Yacimiento no podía intervenir en política, según su criterio.
Yo, criado acá en el pueblo, tenía mi propia opinión de las cosas, y me gustaba escribir.
Cuando Mosconi llegó, estaba el salario mínimo de 6.40 que había impuesto Yrigoyen. El sacó los 6.40 y lo rebajó a 5.76, haciendo el cálculo de que daba vivienda y otros servicios.
La prohibición que impuso de meterse en política era absoluta. Para él, la lógica era "cualquier cosa por el yacimiento". Quería que el pueblo dependiera de YPF, y lo logró.
¿Cómo era la administración de justicia en esos tiempos de Mosconi?
En una oportunidad Mosconi desvió el camino, la actual ruta 3, y lo hizo pasar por la línea del mar, donde iba la vía férrea. Todo el motivo era evitar que pasara por el yacimiento. La Municipalidad intervino, pero el monopolio del poder era absoluto, porque hasta al comisario de policía de yacimiento lo nombraba -y lo pagaba- Mosconi. Era una aberración jurídica.
El eliminó hasta la libertad de comercio. El diario El Chubut, que lo criticaba, no tenía permiso para circular por el yacimiento.
¿La intolerancia acerca de la participación política llevaba, como en su caso, al despido?
Yo me metí en política, y además escribía en el periódico. Cuando Mosconi rebajó el salario mínimo y eliminó las horas extras, empezamos a cuestionarlo. Un día, sin aviso alguno, me llegó el telegrama de despido. Era un intolerante. Que no me vengan a hablar de su buena relación con los obreros, porque a los sindicatos los hizo polvo. Incluso, él quería que los cesantes de YPF no se vinieran a vivir a Comodoro, que era lo que hacían, y lo que hice yo. La ciudad no podía impedir eso, y acá se formaba una oposición. Algunos que conocen a Mosconi por lo que se ha escrito por ahí se sorprenderán.
¿Jamás tuvo una explicación de parte de la empresa, o un diálogo con el mismo Mosconi?
Mucho después me recibió, si se quiere, bien. Me hizo sentar, cosa que les extrañó a todos. Habrá dicho "es lo único que le voy a dar". Todos sabían que sus decisiones eran definitivas. "Usted tendría que saber por qué fue despedido, ¿todavía no lo sabe?", me dijo, y aclaró: "si tengo algún trabajo por Salta me voy a acordar de usted, pero acá en Comodoro usted no entra nunca más". "Algo habrá escrito" terminó.
¿Dejó la vida de trabajador petrolero después del despido de YPF?
Luego del despido entré en Diadema Argentina, una compañía holandesa y luego estadounidense, como peón.
Después ya abandoné el petróleo y las empresas y empecé por cuenta mía, con el camión. Eso sí era una vida libre, de ir y venir por los caminos, de conocer a la gente en cada pueblo.
Creo que Mosconi me hizo un favor, porque si no me echaba tal vez hubiera terminado jubilándome en YPF.
Su elección de "vivir de los caminos" cambió su vida y lo llevó a recorrer la Patagonia.
En el camión acarreaba lo poco que había por toda la región. Lana, mercadería, cueros, algunos animales, lo que viniera.
Después empecé a salir con una máquina de esquila ambulante. Trabajaba con una comparsa de esquiladores de Entre Ríos, que se venían año a año a trabajar a la Patagonia. Ellos viajaban desde el norte como linyeras en los trenes y camiones, y acá nos juntábamos y salíamos campo por campo.
Siempre me tiró el camino. Cuando dejé la esquila pasé a Giobbi, una compañía transporte de pasajeros que empezaba a viajar hasta Chile, a Lago Buenos Aires y a Esquel. Ahí trabajé 12 años como chofer. En esos tiempos buscábamos a los pasajeros casa por casa, en los pueblitos, en las estancias.
*Entrevista realizada en 1989. Permaneció inédita hasta 2000, año en que fue editada en la revista digital Revuelto Magallanes, dirigida por Cristian Aliaga. Luego se publicó en ASENCIO ABEIJÓN: "Así empezó mi vida libre", Ediciones Espacio Hudson, 2009. (espaciohudson.com)