Memorias de un encuestador: por qué no vieron venir a Milei, la historia de Menem y el ojo de Macri Por Alejandro Bermejo *
"Si la ven a mi mama díganle que soy portero en un cabaret, no le digan que sigo trabajando en opinión pública".
(Extraído de un artículo de la Revista Española de Sociología Reis).
Allá por 1986 el país estaba disfrutando del primer gobierno post- militares, los problemas del país eran más o menos los mismos que en estos tiempos, pero merced al plan Austral se vivían unos tiempos de estabilidad económica inédita después de las inflaciones de la última época de la dictadura militar y los comienzos del gobierno democrático.
La inflación , como siempre, era el problema principal de los argentinos, aunque empezaban a aparecer otros, como la desocupación y la falta de política de viviendas. La pobreza no se visualizaba como una preocupación general, aunque ya se había editado "La pobreza en la Argentina" el primer trabajo científico sobre el tema, realizado por el extraordinario equipo que el gobierno de Raúl Alfonsín había puesto a cargo del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
El radicalismo había triunfado en las elecciones de medio tiempo, y algunos radicales ya hablaban de cien años de Alfonsín.
En medio de ese ambiente mayoritariamente radical, formé parte de un equipo de encuestadores que realizó un estudio en varias provincias y el resultado fue insólito: el político con mejor imagen en el país (según esas matemáticas) era el gobernador de la Rioja, Carlos Saúl Menem.
La publicación de ese estudio, en un pequeño espacio del principal matutino nacional, tuvo una consecuencia inesperada. El propietario de la Universidad donde funcionaba el equipo expulsó a todos los integrantes , los desmintió enfáticamente en un programa de televisión líder en esos años, Tiempo Nuevo, donde el rector y el periodista se solazaron riéndose de ese "caudillo patilludo que solo sirve para manejar autos de carrera". (Quizás valga la pena recordar que el mismo rector terminó siendo ministro de educación y senador del caudillo patilludo y el periodista un defensor acérrimo de su gestión).
Han pasado los años y las encuestas siguen dando que hablar, en su pelea permanente con los periodistas y opinólogos de todos los medios (oficialistas, paraoficialistas, opositores e independientes) los encuestadores se defienden como pueden después de cada elección, tienen la maldición que sus datos son públicos y salvo algunas pequeñas excepciones que operan políticamente, quedan expuestos en sus errores y en sus aciertos.
El domingo último aún no había terminado el recuento electoral y ya circulaban en las redes cuadros comparativos entre los pronósticos de los colegas y los resultados finales.
No voy a defender a los colegas, los hay de todos los tipos y colores, los hay objetivos y de los otros, pero sí haré una defensa del método de auscultar la sociedad buscando en eso algo que es tan difícil como medir las actitudes de los seres humanos.
Defenderé siempre también el muestreo, esa herramienta genial que nos permite prever conductas con un método matemático que bien aplicado suele tener márgenes de errores muy pequeños.
Milei y mi historia personal
Hace poco mas de dos años en mis encuestas realizadas todas en pequeñas localidades de Santa Cruz y en Chubut aparecía Milei encabezando la intención de voto para presidente.
Milei ganaba cómodo en las encuestas, atravesando sexo, estratos sociales y edades pero, especialmente en los jóvenes arrasaba.
Y eso surgía en lugares tan distintos como Puerto San Julián o Comodoro Rivadavia, en Puerto Madryn o en Trelew.
Era Milei, y a la gente cuando se le preguntaba por la afiliación partidaria, se sentían cerca del sello "libertarios".
Hace dos años, el candidato y la marca estaban instalados.
Respetuoso de la historia política y (debo confesar) temeroso de encontrarme ante un fenómeno pasajero, decidí pedir a la Asociación de Sociólogos de la República Argentina (ASRA) la realización de una reunión para tratar como tema central "el fenómeno Milei".
Así se realizó (debe estar aun en alguna nube ese encuentro virtual) pero allí mis colegas hacían hincapié como un fenómeno de las grandes urbes, quejosas y cansadas de la crisis sin fin que caracteriza a la vida del ciudadano común de las grandes urbes, hartos de los acampes, de los cortes de calle, de la inseguridad y de la inflación que no da tregua.
Insistiendo
Yo insistía en que el "fenómeno Milei" atravesaba a todo el país, aun en los lugares chicos, donde no hay piqueteros ni planes sociales y las calles son transitables los 365 días del año.
Pero, como siempre pasa en la Argentina, la opinión del centro vale màs que la opinión de la periferia.
El fenómeno Milei para la "inteligencia nacional" era un problema de los jóvenes de la Capital y del gran conurbano bonaerense.
Me alegré cuando Mauricio Macri lo puso en valor, tratando de que sus correligionarios lo entendieran como algo nacional. El ex presidente sabía que en caso de competir él por la presidencia, Milei le ganaría al no tener el desgaste de los cuatro años de gobierno y no tener el poncho de plomo del "gradualismo" que tanto rechazo tiene en el votante no peronista.
Y sucedió nomas, Milei se impuso en casi todo el país, en las pequeñas localidades del interior, y también en las capitales provinciales.
Su peor performance fue, paradójicamente, en la Capital Federal. Y el kirchnerista de paladar negro que mejor lo enfrentó fue obviamente Kicillof en la insondable provincia de Buenos Aires.
* Sociólogo.
Por Alejandro Bermejo *
"Si la ven a mi mama díganle que soy portero en un cabaret, no le digan que sigo trabajando en opinión pública".
(Extraído de un artículo de la Revista Española de Sociología Reis).
Allá por 1986 el país estaba disfrutando del primer gobierno post- militares, los problemas del país eran más o menos los mismos que en estos tiempos, pero merced al plan Austral se vivían unos tiempos de estabilidad económica inédita después de las inflaciones de la última época de la dictadura militar y los comienzos del gobierno democrático.
La inflación , como siempre, era el problema principal de los argentinos, aunque empezaban a aparecer otros, como la desocupación y la falta de política de viviendas. La pobreza no se visualizaba como una preocupación general, aunque ya se había editado "La pobreza en la Argentina" el primer trabajo científico sobre el tema, realizado por el extraordinario equipo que el gobierno de Raúl Alfonsín había puesto a cargo del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
El radicalismo había triunfado en las elecciones de medio tiempo, y algunos radicales ya hablaban de cien años de Alfonsín.
En medio de ese ambiente mayoritariamente radical, formé parte de un equipo de encuestadores que realizó un estudio en varias provincias y el resultado fue insólito: el político con mejor imagen en el país (según esas matemáticas) era el gobernador de la Rioja, Carlos Saúl Menem.
La publicación de ese estudio, en un pequeño espacio del principal matutino nacional, tuvo una consecuencia inesperada. El propietario de la Universidad donde funcionaba el equipo expulsó a todos los integrantes , los desmintió enfáticamente en un programa de televisión líder en esos años, Tiempo Nuevo, donde el rector y el periodista se solazaron riéndose de ese "caudillo patilludo que solo sirve para manejar autos de carrera". (Quizás valga la pena recordar que el mismo rector terminó siendo ministro de educación y senador del caudillo patilludo y el periodista un defensor acérrimo de su gestión).
Han pasado los años y las encuestas siguen dando que hablar, en su pelea permanente con los periodistas y opinólogos de todos los medios (oficialistas, paraoficialistas, opositores e independientes) los encuestadores se defienden como pueden después de cada elección, tienen la maldición que sus datos son públicos y salvo algunas pequeñas excepciones que operan políticamente, quedan expuestos en sus errores y en sus aciertos.
El domingo último aún no había terminado el recuento electoral y ya circulaban en las redes cuadros comparativos entre los pronósticos de los colegas y los resultados finales.
No voy a defender a los colegas, los hay de todos los tipos y colores, los hay objetivos y de los otros, pero sí haré una defensa del método de auscultar la sociedad buscando en eso algo que es tan difícil como medir las actitudes de los seres humanos.
Defenderé siempre también el muestreo, esa herramienta genial que nos permite prever conductas con un método matemático que bien aplicado suele tener márgenes de errores muy pequeños.
Milei y mi historia personal
Hace poco mas de dos años en mis encuestas realizadas todas en pequeñas localidades de Santa Cruz y en Chubut aparecía Milei encabezando la intención de voto para presidente.
Milei ganaba cómodo en las encuestas, atravesando sexo, estratos sociales y edades pero, especialmente en los jóvenes arrasaba.
Y eso surgía en lugares tan distintos como Puerto San Julián o Comodoro Rivadavia, en Puerto Madryn o en Trelew.
Era Milei, y a la gente cuando se le preguntaba por la afiliación partidaria, se sentían cerca del sello "libertarios".
Hace dos años, el candidato y la marca estaban instalados.
Respetuoso de la historia política y (debo confesar) temeroso de encontrarme ante un fenómeno pasajero, decidí pedir a la Asociación de Sociólogos de la República Argentina (ASRA) la realización de una reunión para tratar como tema central "el fenómeno Milei".
Así se realizó (debe estar aun en alguna nube ese encuentro virtual) pero allí mis colegas hacían hincapié como un fenómeno de las grandes urbes, quejosas y cansadas de la crisis sin fin que caracteriza a la vida del ciudadano común de las grandes urbes, hartos de los acampes, de los cortes de calle, de la inseguridad y de la inflación que no da tregua.
Insistiendo
Yo insistía en que el "fenómeno Milei" atravesaba a todo el país, aun en los lugares chicos, donde no hay piqueteros ni planes sociales y las calles son transitables los 365 días del año.
Pero, como siempre pasa en la Argentina, la opinión del centro vale màs que la opinión de la periferia.
El fenómeno Milei para la "inteligencia nacional" era un problema de los jóvenes de la Capital y del gran conurbano bonaerense.
Me alegré cuando Mauricio Macri lo puso en valor, tratando de que sus correligionarios lo entendieran como algo nacional. El ex presidente sabía que en caso de competir él por la presidencia, Milei le ganaría al no tener el desgaste de los cuatro años de gobierno y no tener el poncho de plomo del "gradualismo" que tanto rechazo tiene en el votante no peronista.
Y sucedió nomas, Milei se impuso en casi todo el país, en las pequeñas localidades del interior, y también en las capitales provinciales.
Su peor performance fue, paradójicamente, en la Capital Federal. Y el kirchnerista de paladar negro que mejor lo enfrentó fue obviamente Kicillof en la insondable provincia de Buenos Aires.
* Sociólogo.