Falacia ad hominem: ¿esto es real?Por Daniela Catena*
Un amigo holandés me envió una foto de Javier Milei y me preguntó '¿esto es real?' Es bastante complejo responder a esta pregunta, ya que me resulta muy difícil respondérmela a mí misma.
Más allá de las críticas y autocríticas que puedan hacerse los candidatos y los partidos políticos (desde el poder y desde la oposición), la política, la cosa pública, la administración de un Estado e incluso el contrato social, suponen una base de racionalidad de la cual este personaje escapa, queda afuera.
No mentir es una norma moral y las normas son necesarias para la convivencia democrática. La tolerancia es un valor necesario para sostenernos en grupo, aún en medio del disenso. Sin normas y sin valores no es dable la vida democrática, ni los intercambios, ni siquiera el diálogo. ¿Cómo podría administrarse un país sin las bases mínimas del contrato social? ¿Cómo se podría conjugar la legalidad con la legitimidad si se avasallan la instituciones y los derechos de las personas? ¿Cómo se puede querer gobernar un Estado desdeñando todas sus estructuras y seguir llamándolo democracia? Y tal vez hay otra pregunta más básica, ¿como confiar en alguien que es incapaz de expresar sus ideas sin violencia y sin mentiras?
Hay un libro tesoro de Maurice Maeterlinck, 'La inteligencia de las flores', que dice: "El que desde lo alto de Marte o Venus nos viese empeñados en la conquista del aire preguntaría también: ¿a qué vienen esos aparatos informes y monstruosos, esos globos, esos aeroplanos, esos paracaídas, cuando sería tan sencillo imitar a los pájaros poniéndose en los brazos un par de alas suficientes?"
Hay aspectos o formas que tenemos dadas porque hace tiempo las conquistamos, pero eso no significa que estén garantizadas en cualquier formato.
Los derechos, las normas, los valores, la soberanía son parte sustancial de la democracia. Hoy tenemos aviones que intentan imitar las alas de los pájaros. Sabemos que nuestra forma democrática tiene algunos errores y que es perfectible, pero siempre desde adentro y con las reglas del juego democrático.
Que venga un 'outsider' agitando una motosierra y gritando desaforadamente que se van a cerrar ministerios y recortar nuestros derechos primero me lleva a la pregunta de mi amigo: ¿es esto real? y luego a pensar que tenemos que accionar en defensa de todo lo que construimos hasta acá como nación, porque los derechos no se negocian, a la soberanía no se renuncia y siempre siempre 'nunca más'.
* Docente y escritora de Puerto Madryn.
Por Daniela Catena*
Un amigo holandés me envió una foto de Javier Milei y me preguntó '¿esto es real?' Es bastante complejo responder a esta pregunta, ya que me resulta muy difícil respondérmela a mí misma.
Más allá de las críticas y autocríticas que puedan hacerse los candidatos y los partidos políticos (desde el poder y desde la oposición), la política, la cosa pública, la administración de un Estado e incluso el contrato social, suponen una base de racionalidad de la cual este personaje escapa, queda afuera.
No mentir es una norma moral y las normas son necesarias para la convivencia democrática. La tolerancia es un valor necesario para sostenernos en grupo, aún en medio del disenso. Sin normas y sin valores no es dable la vida democrática, ni los intercambios, ni siquiera el diálogo. ¿Cómo podría administrarse un país sin las bases mínimas del contrato social? ¿Cómo se podría conjugar la legalidad con la legitimidad si se avasallan la instituciones y los derechos de las personas? ¿Cómo se puede querer gobernar un Estado desdeñando todas sus estructuras y seguir llamándolo democracia? Y tal vez hay otra pregunta más básica, ¿como confiar en alguien que es incapaz de expresar sus ideas sin violencia y sin mentiras?
Hay un libro tesoro de Maurice Maeterlinck, 'La inteligencia de las flores', que dice: "El que desde lo alto de Marte o Venus nos viese empeñados en la conquista del aire preguntaría también: ¿a qué vienen esos aparatos informes y monstruosos, esos globos, esos aeroplanos, esos paracaídas, cuando sería tan sencillo imitar a los pájaros poniéndose en los brazos un par de alas suficientes?"
Hay aspectos o formas que tenemos dadas porque hace tiempo las conquistamos, pero eso no significa que estén garantizadas en cualquier formato.
Los derechos, las normas, los valores, la soberanía son parte sustancial de la democracia. Hoy tenemos aviones que intentan imitar las alas de los pájaros. Sabemos que nuestra forma democrática tiene algunos errores y que es perfectible, pero siempre desde adentro y con las reglas del juego democrático.
Que venga un 'outsider' agitando una motosierra y gritando desaforadamente que se van a cerrar ministerios y recortar nuestros derechos primero me lleva a la pregunta de mi amigo: ¿es esto real? y luego a pensar que tenemos que accionar en defensa de todo lo que construimos hasta acá como nación, porque los derechos no se negocian, a la soberanía no se renuncia y siempre siempre 'nunca más'.
* Docente y escritora de Puerto Madryn.