Milei, presidente ignorantePor Sebastián Sayago (*)
La hipocresía no es lo que lo distinguirá de sus antecesores. Se han señalado, con justeza, otros atributos que definen mejor su singularidad: la vanidad, la agresividad, la crueldad, la inestabilidad emocional. Pero hay otro: la supina ignorancia. Va a quedar en la historia como un presidente ignorante. La diferencia con otros mandatarios es que aquellos trataron de disimularlo: Milei, en cambio, la exhibe públicamente.
La hipocresía es un rasgo omnipresente en la política tradicional. Ya en el siglo XVIII, decía Voltaire que, cuando un político dice sí', quiere decir no sé', cuando dice no sé', quiere decir no' y, cuando dice no', no es realmente un político. Es así que nos hemos acostumbrado a tener dirigentes y muchos funcionarios de segunda, tercera, cuarta y quinta líneas que practican una gran diferencia entre lo que dicen y lo que hacen. Declaran, por ejemplo, que lo más importante para ellos es defender el país y, a la vez, promueven negociados que traicionan los intereses nacionales. O manifiestan que su prioridad es mejorar la calidad de vida de los trabajadores, pero, en lugar de hacerlo realmente, privilegian el aumento de su fortuna personal o la expansión de los negocios de sus familiares y amigos. Uno de los casos que manifiesta con terrible contundencia la práctica de la hipocresía es el de Alberto Fernández, quien se jactaba de ser "el primer presidente feminista de la historia argentina", a la vez que golpeaba a su esposa. Entonces, el hecho de que Javier Milei también tenga una conducta hipócrita no puede sorprendernos ni espantarnos. Prometió que iba a luchar contra la casta y lo cierto es que la casta, la verdadera casta política y económica, está viviendo una fiesta, mientras los jubilados, los niños y los trabajadores sufren las consecuencias de un ajuste brutal.
Ignorancia libertaria
El grado de hipocresía, entonces, no es lo que distinguirá a Milei de sus antecesores. Se han señalado, con justeza, otros atributos que definen mejor su singularidad: la vanidad, la agresividad, la crueldad, la inestabilidad emocional. Quisiera en estas líneas destacar otro: la supina ignorancia. Va a quedar en la historia como un presidente ignorante. Y no es que no haya habido otros presidentes que también carecieron de la enciclopedia cultural que se espera de un primer mandatario. La diferencia es que aquellos trataron de disimularlo. Milei, en cambio, exhibe públicamente su ignorancia, demostrando sus prejuicios, sus contradicciones, sus múltiples incoherencias. Tales eventos son tan bochornosos que sus seguidores deben hacer un esfuerzo para justificar o pasar por alto sus repetidas metidas de pata o sus excesos verbales.
Seguramente ocurra con Milei lo mismo que pasó con Carlos Menem: muchos de los que ahora actúan de manera cómplice, colaborando con "el cambio" y dando su apoyo a viva voz o en silencio, más adelante, una vez que este gobierno termine y la sociedad haga un balance crítico, mirarán hacia otro lado cuando se hagan comentarios negativos acerca de este proceso. Sucedió con quienes, en los 90, apoyaron y se beneficiaron con las políticas menemistas y, luego, se hicieron los desentendidos. Ante cualquier duda, pueden preguntarle a Daniel Scioli (pero para nada es el único).
La ignorancia de Milei es multicausal. Es el resultado de su biografía personal y social (hay mucha soledad y resentimiento ahí), de los gurúes intelectuales que lo inspiran (Nicolás Márquez y Agustín Laje, entre otros), de su visión ultraeconomicista. Detesta a los pobres, a las mujeres que defienden sus derechos, a las personas que asumen una identidad de género no binaria y, en general, a todo aquel que lo critique. Defiende una moral retrógrada y represiva, a la vez que reduce la sociedad a una dimensión económica desde la cual todo termina siendo una relación de compra-venta, de oferta y demanda, olvidando que la totalidad social constituye algo mucho más complejo y sofisticado. Es una ignorancia bien de ultraderecha, digamos.
Género e ideología
Entre los muchísimos ejemplos que demuestran las limitaciones y sesgos del presidente, podemos mencionar su declaración de que el cambio climático es solo un invento de los comunistas, su idea de que es posible privatizar los ríos y todas las calles, su concepción de la educación como un negocio, de modo tal que las escuelas que tengan pocos alumnos (clientes) deberían declararse en quiebra y cerrar. Por supuesto, en estos días se destaca su oscurantista visión de la cuestión de género. Siguiendo a sus gurúes intelectuales, Milei cuestiona la "ideología de género". Es necesario apuntar que lo que la ultraderecha llama de esta manera es, en realidad, una perspectiva que asume la validez de la diversidad de género y que promueve el respeto hacia ella, una postura cultural que reconoce la pluralidad existente en la sociedad actual. Hablar de "ideología de género" es asumir una postura negacionista, imponiendo como única posibilidad la asunción de los dos géneros binarios heterosexuales.
Milei utiliza un concepto equivocado de ideología, porque la atribuye a quien tiene una opinión diferente. Él, en cambio, cree estar parado en el lugar de una verdad absoluta y no ideológica. Pero, en las ciencias sociales, hace tiempo predomina una concepción neutra de ideología, según la cual todas las personas y grupos sociales tenemos una (o varias). Si retomamos esta categoría, sería más adecuado hablar de ideología sobre el género o referida al género, entendiendo por ella un conjunto de supuestos y valores relativos a la sexualidad en un sentido amplio, a las identidades de género y a los vínculos sociales establecidos a partir de ellas. Por lo tanto, todas las personas poseemos una ideología sobre el género porque tenemos representaciones, creencias, conocimientos y prejuicios acerca de la sexualidad.
Yendo un paso más allá, se infiere con facilidad que decir "la ideología de género, llevada a un extremo, promueve la pedofilia" no es un enunciado coherente. Si tiene sentido a pesar de la confusa formulación, se debe a que interpretamos que el presidente se refiere a la ideología de género de un grupo particular: el de las personas de género no binario. Es un enunciado que, además de demostrar ignorancia acerca del concepto de ideología, manifiesta una descarada mala intención. La gran mayoría de los casos de abuso sexual (incluida la pedofilia) son perpetrados por hombres heterosexuales. Si el objetivo de la alocución presidencial en Davos hubiese sido abordar esta perversa modalidad de violencia para defender los derechos individuales, el planteo resultó groseramente erróneo. Pero no fue solo torpeza. Como sabemos, más allá de las ridículas aclaraciones posteriores, la intención de la cúpula libertaria fue y es atacar la diversidad de género. Por eso, no es casual que también cuestionen el concepto de femicidio.
Vergüenza ajena
Es en parte preocupante que desde el gobierno pretendan imponer una agenda que nos lleve hacia el pasado, como si la sociedad no hubiera hecho valiosos aprendizajes colectivos, como si los únicos derechos adquiridos que importan son los de los ricos. Y también es en parte gracioso, porque, a los tumbos, quieren conducirnos en esa dirección, a la vez que insisten en que el presidente es "el campeón mundial de la libertad" y respeta todos los derechos individuales. Es cuestión de recordar todas las veces en que el presidente y su ejército de trolls repiten frases como "zurdos de mierda, los vamos a ir a buscar" o "van a correr". Videla estaría orgulloso.
La ignorancia libertaria también queda expuesta en los reiterados ataques a las universidades públicas y al sistema científico-tecnológico. Es un proceso de deterioro planificado que sigue el mecanismo de una tenaza: por un lado, el gobierno ejecuta una asfixia presupuestaria para desmantelar y destruir uno de los mayores logros culturales y políticos del país; por otro, desarrolla una torpe campaña de deslegitimación. Cuando Milei dice que las investigaciones científicas deberían ser solventadas por el mercado, demuestra una sólida ignorancia de la lógica de producción científica. Y es difícil que se percate de su error quien considera que, para el futuro de Argentina, un tuitero es más importante que un investigador.
Por cuestiones de buen gusto, no retomo las metáforas sexuales de violación que jocosamente utiliza para denostar a economistas, políticos y periodistas (con palabras como mandriles, dedo, vaselina, etc.). Si cree que tiene razón (y él asume que siempre la tiene), goza violando imaginariamente al otro. Pareciera desconocer la posibilidad de un desacuerdo democrático a partir de la expresión de diferentes puntos de vista.
Las contradicciones y las incoherencias de Milei son resultado de su fanatismo y de su ignorancia. Va a quedar en la historia como un bruto que llegó a la Presidencia y muchos de los que ahora lo aplauden sentirán vergüenza. Y estará bien.
(*) Docente e investigador en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (Comodoro Rivadavia).
Por Sebastián Sayago (*)
La hipocresía no es lo que lo distinguirá de sus antecesores. Se han señalado, con justeza, otros atributos que definen mejor su singularidad: la vanidad, la agresividad, la crueldad, la inestabilidad emocional. Pero hay otro: la supina ignorancia. Va a quedar en la historia como un presidente ignorante. La diferencia con otros mandatarios es que aquellos trataron de disimularlo: Milei, en cambio, la exhibe públicamente.
La hipocresía es un rasgo omnipresente en la política tradicional. Ya en el siglo XVIII, decía Voltaire que, cuando un político dice sí', quiere decir no sé', cuando dice no sé', quiere decir no' y, cuando dice no', no es realmente un político. Es así que nos hemos acostumbrado a tener dirigentes y muchos funcionarios de segunda, tercera, cuarta y quinta líneas que practican una gran diferencia entre lo que dicen y lo que hacen. Declaran, por ejemplo, que lo más importante para ellos es defender el país y, a la vez, promueven negociados que traicionan los intereses nacionales. O manifiestan que su prioridad es mejorar la calidad de vida de los trabajadores, pero, en lugar de hacerlo realmente, privilegian el aumento de su fortuna personal o la expansión de los negocios de sus familiares y amigos. Uno de los casos que manifiesta con terrible contundencia la práctica de la hipocresía es el de Alberto Fernández, quien se jactaba de ser "el primer presidente feminista de la historia argentina", a la vez que golpeaba a su esposa. Entonces, el hecho de que Javier Milei también tenga una conducta hipócrita no puede sorprendernos ni espantarnos. Prometió que iba a luchar contra la casta y lo cierto es que la casta, la verdadera casta política y económica, está viviendo una fiesta, mientras los jubilados, los niños y los trabajadores sufren las consecuencias de un ajuste brutal.
Ignorancia libertaria
El grado de hipocresía, entonces, no es lo que distinguirá a Milei de sus antecesores. Se han señalado, con justeza, otros atributos que definen mejor su singularidad: la vanidad, la agresividad, la crueldad, la inestabilidad emocional. Quisiera en estas líneas destacar otro: la supina ignorancia. Va a quedar en la historia como un presidente ignorante. Y no es que no haya habido otros presidentes que también carecieron de la enciclopedia cultural que se espera de un primer mandatario. La diferencia es que aquellos trataron de disimularlo. Milei, en cambio, exhibe públicamente su ignorancia, demostrando sus prejuicios, sus contradicciones, sus múltiples incoherencias. Tales eventos son tan bochornosos que sus seguidores deben hacer un esfuerzo para justificar o pasar por alto sus repetidas metidas de pata o sus excesos verbales.
Seguramente ocurra con Milei lo mismo que pasó con Carlos Menem: muchos de los que ahora actúan de manera cómplice, colaborando con "el cambio" y dando su apoyo a viva voz o en silencio, más adelante, una vez que este gobierno termine y la sociedad haga un balance crítico, mirarán hacia otro lado cuando se hagan comentarios negativos acerca de este proceso. Sucedió con quienes, en los 90, apoyaron y se beneficiaron con las políticas menemistas y, luego, se hicieron los desentendidos. Ante cualquier duda, pueden preguntarle a Daniel Scioli (pero para nada es el único).
La ignorancia de Milei es multicausal. Es el resultado de su biografía personal y social (hay mucha soledad y resentimiento ahí), de los gurúes intelectuales que lo inspiran (Nicolás Márquez y Agustín Laje, entre otros), de su visión ultraeconomicista. Detesta a los pobres, a las mujeres que defienden sus derechos, a las personas que asumen una identidad de género no binaria y, en general, a todo aquel que lo critique. Defiende una moral retrógrada y represiva, a la vez que reduce la sociedad a una dimensión económica desde la cual todo termina siendo una relación de compra-venta, de oferta y demanda, olvidando que la totalidad social constituye algo mucho más complejo y sofisticado. Es una ignorancia bien de ultraderecha, digamos.
Género e ideología
Entre los muchísimos ejemplos que demuestran las limitaciones y sesgos del presidente, podemos mencionar su declaración de que el cambio climático es solo un invento de los comunistas, su idea de que es posible privatizar los ríos y todas las calles, su concepción de la educación como un negocio, de modo tal que las escuelas que tengan pocos alumnos (clientes) deberían declararse en quiebra y cerrar. Por supuesto, en estos días se destaca su oscurantista visión de la cuestión de género. Siguiendo a sus gurúes intelectuales, Milei cuestiona la "ideología de género". Es necesario apuntar que lo que la ultraderecha llama de esta manera es, en realidad, una perspectiva que asume la validez de la diversidad de género y que promueve el respeto hacia ella, una postura cultural que reconoce la pluralidad existente en la sociedad actual. Hablar de "ideología de género" es asumir una postura negacionista, imponiendo como única posibilidad la asunción de los dos géneros binarios heterosexuales.
Milei utiliza un concepto equivocado de ideología, porque la atribuye a quien tiene una opinión diferente. Él, en cambio, cree estar parado en el lugar de una verdad absoluta y no ideológica. Pero, en las ciencias sociales, hace tiempo predomina una concepción neutra de ideología, según la cual todas las personas y grupos sociales tenemos una (o varias). Si retomamos esta categoría, sería más adecuado hablar de ideología sobre el género o referida al género, entendiendo por ella un conjunto de supuestos y valores relativos a la sexualidad en un sentido amplio, a las identidades de género y a los vínculos sociales establecidos a partir de ellas. Por lo tanto, todas las personas poseemos una ideología sobre el género porque tenemos representaciones, creencias, conocimientos y prejuicios acerca de la sexualidad.
Yendo un paso más allá, se infiere con facilidad que decir "la ideología de género, llevada a un extremo, promueve la pedofilia" no es un enunciado coherente. Si tiene sentido a pesar de la confusa formulación, se debe a que interpretamos que el presidente se refiere a la ideología de género de un grupo particular: el de las personas de género no binario. Es un enunciado que, además de demostrar ignorancia acerca del concepto de ideología, manifiesta una descarada mala intención. La gran mayoría de los casos de abuso sexual (incluida la pedofilia) son perpetrados por hombres heterosexuales. Si el objetivo de la alocución presidencial en Davos hubiese sido abordar esta perversa modalidad de violencia para defender los derechos individuales, el planteo resultó groseramente erróneo. Pero no fue solo torpeza. Como sabemos, más allá de las ridículas aclaraciones posteriores, la intención de la cúpula libertaria fue y es atacar la diversidad de género. Por eso, no es casual que también cuestionen el concepto de femicidio.
Vergüenza ajena
Es en parte preocupante que desde el gobierno pretendan imponer una agenda que nos lleve hacia el pasado, como si la sociedad no hubiera hecho valiosos aprendizajes colectivos, como si los únicos derechos adquiridos que importan son los de los ricos. Y también es en parte gracioso, porque, a los tumbos, quieren conducirnos en esa dirección, a la vez que insisten en que el presidente es "el campeón mundial de la libertad" y respeta todos los derechos individuales. Es cuestión de recordar todas las veces en que el presidente y su ejército de trolls repiten frases como "zurdos de mierda, los vamos a ir a buscar" o "van a correr". Videla estaría orgulloso.
La ignorancia libertaria también queda expuesta en los reiterados ataques a las universidades públicas y al sistema científico-tecnológico. Es un proceso de deterioro planificado que sigue el mecanismo de una tenaza: por un lado, el gobierno ejecuta una asfixia presupuestaria para desmantelar y destruir uno de los mayores logros culturales y políticos del país; por otro, desarrolla una torpe campaña de deslegitimación. Cuando Milei dice que las investigaciones científicas deberían ser solventadas por el mercado, demuestra una sólida ignorancia de la lógica de producción científica. Y es difícil que se percate de su error quien considera que, para el futuro de Argentina, un tuitero es más importante que un investigador.
Por cuestiones de buen gusto, no retomo las metáforas sexuales de violación que jocosamente utiliza para denostar a economistas, políticos y periodistas (con palabras como mandriles, dedo, vaselina, etc.). Si cree que tiene razón (y él asume que siempre la tiene), goza violando imaginariamente al otro. Pareciera desconocer la posibilidad de un desacuerdo democrático a partir de la expresión de diferentes puntos de vista.
Las contradicciones y las incoherencias de Milei son resultado de su fanatismo y de su ignorancia. Va a quedar en la historia como un bruto que llegó a la Presidencia y muchos de los que ahora lo aplauden sentirán vergüenza. Y estará bien.
(*) Docente e investigador en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (Comodoro Rivadavia).