Comodoro, 124 años de frustraciones y alegrías: la ciudad donde sus habitantes aprendieron a blindarse contra toda maldición
La historia de Comodoro Rivadavia está estrechamente ligada al petróleo y a YPF casi desde su nacimiento. La ciudad fue fundada en febrero de 1901, el crudo brotó en diciembre de 1907 y en junio de 1922 se creó YPF como la empresa estatal que sustentaría su desarrollo y el impulso industrialista de la Nación. De los 124 años desde la creación de Comodoro, 103 estuvieron relacionados a la YPF estatal; pero ahora ese estrecho vínculo se está disolviendo con la salida que decidió la Gerencia libertaria de la compañía. En su abandono, YPF deja un enorme pasivo ambiental histórico, no dimensionado e impago, y desecha las tierras que la cobijaron al verla nacer. En medio de más de un siglo de explotación petrolera y sustento al impulso del desarrollo nacional, Comodoro soñó con Texas o Dubái por sus riquezas naturales pero sigue padeciendo los mismos problemas con el abastecimiento de agua que había al momento de su fundación. Oportunidades no faltaron, pero el anhelo se esfumó y el futuro se transformó en incierto. Aunque el panorama es poco esperanzador porque su petróleo ya no es la estrella, Comodoro seguirá en pie dando batalla contra las adversidades. Así lo hizo a lo largo de toda su historia y seguramente lo volverá a hacer ante todas las desdichas.
Comodoro Rivadavia no es una ciudad pobre, sino empobrecida. No es una ciudad violenta, sino violentada. Es el fiel ejemplo del mal desarrollo productivo y extractivista que no sirvió para engrandecerla y hacerla crecer equitativamente en la misma dimensión de sus riquezas; ni siquiera en tiempos de la gloriosa YPF estatal, mucho menos aún con esta YPF libertaria que la deja a la deriva.
Comodoro siempre soñó con ser una gran ciudad, acorde a la importancia de sus recursos naturales y las posibilidades de crecimiento que le facilitaba el petróleo que yacía en sus entrañas, pero los fuertes vientos que la azotaron a lo largo de toda su historia se llevaron aquellos anhelos de ser la portentosa Texas yanqui o el glamoroso emirato de Dubái en la Patagonia.
Aunque el panorama es poco esperanzador porque su petróleo ya no es la estrella del sector, Comodoro seguirá en pie dando batalla contra las adversidades. Así lo hizo a lo largo de toda su historia y, aunque suene una ilusión sin demasiado sustento fáctico, seguramente lo volverá a hacer ante todas las adversidades que se hacen carne en esta coyuntura y las que vayan a venir.
Abandono y oportunidades
El 124 aniversario la encuentra intentando subsistir al golpe que le está asestando la petrolera con la que transitó de la mano hasta la actualidad. Abandonada por la YPF libertaria, que está obnubilada por exportar para conseguir los dólares que le permitan al Gobierno nacional pagar los vencimientos de la deuda externa con el FMI que se escurrieron entre los dedos por la fuga de capitales, Comodoro debe encontrar el camino hacia su desarrollo definitivo.
La explotación petrolera está viva y con chances de seguir siendo el principal pilar de su subsistencia económica y laboral, pero en las condiciones de expoliación imperantes será muy difícil que se consiga revertir la tendencia declinante.
El Estado, como propietario de los recursos naturales, debería imponer condiciones diferentes a las petroleras que usufructúan las concesiones que se le otorga a largo plazo y con condiciones absolutamente favorables para el capital privado; tanto en materia de inversiones, ritmos productivos, recuperación de reservas y generación de puestos de trabajo.
Además, el Estado tendría que articular acciones para apropiarse de una porción mucho mayor de la renta para realizar obras faltantes y responder con los servicios públicos que la sociedad demanda y se merece; o debería encargarse de explotar sus propios recursos para quedarse con la totalidad de renta en disputa.
Hacia el futuro, posiblemente más lejano que cercano, asoman las energías renovables y el hidrógeno verde que son por estos tiempos son una ilusión de posibilidades a concretar.
Comodoro ya soñó en los años '90 con ser la capital nacional de la energía eólica y fracasó, por incapacidad para desarrollar un plan sustentable o por impericia de sus dirigentes; pero el sueño de los molinos de viento terminó derrumbado como las torres del parque Morán en las alturas del Cerro Chenque.
Comodoro tiene chances de transformarse en un polo para las energías renovables, pero para conseguirlo hace falta un fuerte y decidido plan estatal acompañado con una clara convicción y decisión política de poner las necesidades de los comodorenses y los chubutenses por delante de las ambiciones empresarias.
De lo contrario, en algunas pocas décadas se lamentará una nueva oportunidad de desarrollo y crecimiento dilapidada. Sin un plan rector, donde el Estado obtenga una porción importante de la renta generada, es posible que el nuevo sueño ni siquiera llegue a ocupar la categoría de fracaso.
Sin la intervención directa del Estado sobre los recursos que son de todos los habitantes, no hay ninguna chance de desarrollo real y efectivo, así ya quedó demostrado con el petróleo desde hace 100 años, inclusive en tiempo de la paternalista y cuasi cerrada impronta de la YPF estatal que voló por los aires con la privatización y actual abandono.
El capitalismo no derrama por sobre la sociedad y menos aún en las familias pobres, esas teorías han demostrado su fracaso y ni hablar de las que en la actualidad buscan desaparecer el Estado y dejan absolutamente todo en manos del capital. Es justamente a la inversa como Comodoro tiene alguna chance de romper la inercia del retroceso y desde ahí apalancarse.
A pesar de los traspiés actuales, todo hace pensar que ese camino debe comenzar a transitarse lentamente, pero a paso firme, con otra mentalidad y otras ideas.
"Ciudad de la furia"
La desigualdad fue una característica casi constante a lo largo de la historia de Comodoro Rivadavia. Pobreza, inequidad y violencia son un combo que se conjugan casi a la perfección en la "ciudad de la furia".
Pero no se explica porque los comodorenses son violentos en sí mismos, mucha de la violencia que impera en la cotidianidad se basa en esa desigualdad que se sustenta en una pobreza estructural que tiene antecedentes históricos, y que en tiempos de crisis se potencia y se multiplica.
Los últimos datos oficiales del INDEC revelaron que el 51,5% de los comodorenses vivían hundidos en la pobreza en el primer semestre del 2024. Ese porcentaje se tradujo en 130.615 habitantes sumergidos en la imposibilidad de satisfacer los gastos necesarios para llegar a fin de mes.
Fue uno de los registros más elevados de la historia democrática, pero no fue el único pico de empobrecimiento vivido en Comodoro. Aunque con dinámicas estadísticas diferentes, en la crisis de 1989 se alcanzó otro punto de alto nivel de pobreza, lo mismo sucedió en la implosión social del 2002 y 2003, mientras que el proceso se repitió en la segunda mitad del 2023 con un deterioro social creciente que terminó implosionando durante las elecciones y se potenció con la devaluación impuesta por Javier Milei.
A los indicadores de pobreza se le deben sumar los últimos registros de indigencia, que en la primera mitad del 2024 llegaron 11,1% de los comodorenses y atraparon a 26.072 personas sin ingresos suficientes para comer todos los días del mes.
Por tratarse de Comodoro Rivadavia una ciudad rica en recursos naturales resulta cuanto menos inaceptable que más de la mitad de su población se haya sumergido en la pobreza por las políticas nacionales de la actual gestión de Javier Milei.
No fue el único momento en que la ciudad petrolera cargó con altos porcentajes de pobreza e indigencia; cada crisis fue acumulativa y fue creando capas de pobres que se fueron estratificando una sobre otra, haciendo cada vez más difícil salir de ese pozo al que se accede con facilidad.
La pobreza es mucho más que la incapacidad de llegar salarialmente a fin de mes, tiene mucho que ver con los barrios históricamente empobrecidos sin servicios públicos esenciales, sin cloacas, sin calles asfaltadas, sin colectivos que suban la cuesta embarrada, sin hospitales o escuelas cercanas; con menor calidad de vida a la hora de enfrentar la crudeza patagónica de la vida cotidiana.
Allí se generan los focos de violencia. Son esos pobres los que no ven futuro, mucho más si son jóvenes que si tienen la suerte de conseguir un trabajo el sueldo al final del mes no le permite soñar más que con una buena borrachera o la chance de zambullirse en el riesgo de las apuestas online o una cripto estafa que le abra las tramposas puertas de la salvación.
Si para los hijos de la clase media el sueño de la casa propia y un trabajo que les permita acceder a una vida mejor es casi una quimera que se juega en la ruleta de la suerte, para los hijos de la pobreza todo es muchísimo más cuesta arriba y sus chances parecen volarse en cada jornada de fuertes vientos que en Comodoro son muchas.
Mientras tanto Comodoro se consolida como una ciudad violenta y letal. En los 45 primeros días de este 2025 se produjeron 5 homicidios y en el 2024 habían sido 7; pero en el 2023 fueron 5 y en el 2022 habían sido 10.
Es completamente secundario el número de homicidios y sus proyecciones, lo concreto es que Comodoro transita desde hace tiempo el espejo de esas ciudades que resuelven sus problemas violentamente o que busca soluciones de vida basada en acciones delincuenciales.
Golpearse y matar no pueden ser una opción de resolución de las diferencias, son parte de una degradación social y una inequidad que genera un desprecio y hasta un odio hacia el otro que tiene lo que a muchos les falta o no pueden acceder.
Pero esa violencia no se traduce solamente en tiros y la delincuencia, se refleja en la disputa por un estacionamiento, en la forma intrépida de manejo, en el respeto por el otro y una convivencia frágil.
La violencia también se traduce al seno familiar, especialmente en la resolución de conflictos de género y por eso se potencian los indicadores de ataques a las mujeres y los femicidios. Allí ya no sólo interviene la pobreza y la falta de oportunidades, sino el machismo imperante en una sociedad patriarcalmente minera donde la mujer queda mayoritariamente relegada a un rol secundario.
La salida de YPF no solamente es un acontecimiento simbólico que rompe con más de 100 años de atadura con Comodoro, sino que se traduce en pérdida de empleo y fuga de posibilidades que quedarán truncas para muchos comodorenses, ya sean NyC (Nacidos y Criados) o foráneos.
Las consecuencias pueden llegar a ser evitables, pero posiblemente se vayan a sentir con fuerza en el futuro inmediato, cuando la nueva operadora no consiga asimilar a todos los que han venido quedando fuera del mercado y mucho menos pueda ampliar su capacidad de sumar a aquellos que sueñan y necesitan casi inexorablemente con meterse en los yacimientos.
Desigualdad en el corazón
La pobreza y la desigualdad no justifican el delito, pero explican la base de sustentación de sociedades violentas y deterioradas que no encuentran futuro ni salida a las necesidades insatisfechas que acechan la vida cotidiana.
La inequidad domina las cunas de miles de hogares comodorenses, muchos de esos pibes sólo tienen la chance de salir del barro si tienen la suerte de meterse en el pozo del petróleo, más allá que así se arruinen la juventud trabajando larguísimas jornadas laborales en la estepa patagónica.
No por nada los petroleros se dicen entre sí "viejos" más allá de la edad que tengan, es el campo el que les arranca juventud y los lleva a jubilarse a los 55 años por el anticipado deterioro.
Claro que desde el petróleo todo se ve diferente económicamente porque los salarios son mayores a los de un empleado de comercio o un docente. Pero para ganárselo hay que sacrificarse mucho, pero rinde mientras se sobreviva al yacimiento.
Justamente con los sueldos petroleros o de la pesca en un extremo y los demás sectores laborales en el otro, se profundiza una desigualdad que también genera violencia social.
En ese rubro se anotan las mujeres: la brecha salarial con los hombres es abismal, ubicando a la provincia entre las más inequitativas.
La estructuralidad insatisfecha de Comodoro ha sido una constante a lo largo de su historia, la que se refleja en la más básica de las insatisfacciones como resulta la permanente falta de agua para el consumo de sus habitantes.
Después de 120 años y un siglo de explotación petrolera a Comodoro le siguen faltando muchas obras y mejoras estructurales. El temporal del 2017 dejó al descubierto esas falencias, desnudó la expoliación y el mal desarrollo de largas décadas.
Eso que no existe y no se hizo a lo largo de largas décadas no solamente pone en superficie las falencias históricas, sino que traduce en una insatisfacción casi permanente de sus habitantes; los de antes y los de ahora. La pregunta es si se extenderá hacia el futuro ese sentimiento de haberlo dado todo y haber recibido muy poco a cambio.
Tan estructural es la falencia que sirvió como excusa hace más de una década para endeudar la provincia en varias oportunidades por varios cientos de millones de dólares que debían destinarse a construir un hospital de alta complejidad en Comodoro y otras obras socioculturales que debían ayudar al desarrollo y la satisfacción de los servicios a la comunidad.
Pero la plata tomada en formato de deuda, que además estaba garantizada por el cobro de las regalías petroleras que genera Comodoro, se esfumó como muchas otras necesidades que no fueron satisfechas. Ni siquiera el hospital que se construyó en Trelew terminó inaugurándose y poniéndose en marcha para satisfacer a los valletanos.
Una década más tarde la obra del hospital de Comodoro no existe, las regalías se usaron y se seguirán usando (más de 30 millones de dólares por trimestre) para seguir cancelando hasta el 2030 la deuda que no se tradujo en mejoras sociales y por la que tampoco ningún político rindió cuentas. La plata de esfumó y Comodoro sigue con sus necesidades básicas insatisfechas.
El nuevo acueducto sigue siendo una quimera que cada vez parece más inalcanzable a la hora de resolver de una vez por todas las necesidades de agua potable para la población, mucho más en tiempos libertarios de cero pesos para la obra pública.
Lo mismo sucede con los caminos para recorrer por los bordes externos la ciudad, la destilería y tantas otras obras que Comodoro necesita y que jamás se hicieron.
La tenacidad de sus laboriosos soñadores
No todas son pálidas para los comodorenses, esos eternos luchadores contra el viento que entregan su esfuerzo y tenacidad para que el sueño no se esfume entre los dedos del futuro. El habitante de Comodoro es solidario y soñador, no se entrega frente a la adversidad y lucha a brazo partido para romper con la inercia del estancamiento.
"Que nadie le falte el respeto a la alegría comodorense, porque se fue alimentando con la lucha y el sufrimiento, pero sin llorar. ¿Vamos a arrugar ahora, cuando nos dicen que todo se va para Vaca Muerta y nosotros vamos a ir quedando como una fiesta mortecina al amanecer o una playa cuando termina el verano?", escribió Cristian Aliaga hace tres años atrás para otro aniversario de Comodoro.
"Como se sabe, el trabajo no siempre dignifica, y menos todavía cuando apenas alcanza para comprar la miseria. En ese trajinar de más de un siglo -entre pozos petroleros, inviernos crudos, vientos que arrancan la vida de cuajo y luchas sin fin por tener agua y lo elemental para vivir- surgió una actitud desafiante, orgullosa, capaz de practicar la abundancia con muy poco. No se convirtió en una ciudad de tristes corazones, sino en varias ciudades dentro de una, donde nadie resigna su singularidad y todo se ejerce con ferocidad, hasta las celebraciones", agregó en 2022 en la mordaz editorial en El Extremo Sur.
Pero Aliaga fue más allá en su última descripción de Comodoro y los comodorenses. "Vivir en un enclave como Comodoro exige un postgrado. No uno de esos que se acreditan en las universidades y se legitiman con un gran cartón, sino el que se obtiene a través de una experiencia intensa enfrentando los límites. Esa lógica de resistir a cualquier costo impregna a casi todos los comodorenses. Aprendieron que esas destrezas son imprescindibles para sobrevivir, no para ganar. Se trata de blindarse contra toda maldición natural y social, incluyendo las ráfagas implacables, la desinversión patológica del Estado nacional, las infraestructuras insuficientes, los servicios que colapsan y los gobiernos que maltratan con fervor a la ciudad y a toda la Patagonia", sentenció.
Y cerrando aquellas líneas lanzó: "Esta no es una sociedad donde predominen los misioneros de la palabra sino los cruzados que van armados en busca de Tierra Santa o la parte que le prometieron. Los habitantes del Valle nos consideran curiosamente los bárbaros', que se formaron en los modos brutales de los pozos petroleros y no saben de política'. Pero cuidado, que los descendientes de los bárbaros golpean la mesa, trepan a las instituciones y no se conforman con lo mismo que sus padres. El pueblo -esa palabra maravillosa que se va perdiendo- aguanta los trapos, esté en Restinga Alí, el Abásolo, Laprida, las 1008, el Newbery, el Stella Maris o cualquiera de los Kilómetros (la verdad, valdría la pena nombrar a los 100 barrios comodorenses, porque encierran mundos diferentes y fascinantes en su diversidad)".
"Los millenials se preguntan si Comodoro puede ser en un futuro cercano una Silicon Valley de la tecnología de punta y un polo de desarrollo de las energías, o se convertirá en un enclave de pesadilla como las ciudades mineras convertidas en fantasmas como las del norte de Chile o Gales. En Comodoro somos duros, pero también conscientes de que todo proyecto de futuro requiere educación, educación y más educación", concluyó.
Aliaga describió el gen comodorense y de Comodoro. El futuro no está perdido del todo, sólo es necesario tomarlo en las manos de ese pueblo que no se resigna a olvidar la historia, para así reconducirlo hacia la construcción de un nuevo entramado social donde la equidad y la igualdad de oportunidades no sean frase de campaña sino una realidad vivible, desarrollable y disfrutable.