El wiñoy xipantü no es solo un asunto mapuchePor Fernando Barraza
El wiñoy xipantü, la consagración de un nuevo ciclo del sol, está sucediendo durante este fin de semana. Cientos de comunidades mapuche de todo wajmapu, a ambos lados de dewiñ (la cordillera) reciben con renovada fortaleza a Antv (el sol), que desde bien pero bien lejos comenzará su regreso a estas tierras a paso de alka acawaj (gallo) para que un nuevo ciclo de la naturaleza recomience.
Dice sobre esta instancia de renovación el peñi Elicura Chiuailaf, poeta mapuche:
Somos aprendices
en este mundo de lo visible
e ignorantes de la energía
que nos habita y nos mueve
y prosigue
invisible
su viaje en un círculo
que se abre y se cierra
en dos puntos que lo unen
Su origen y reencuentro
en el Azul
Antes de comenzar con una crónica didáctica sobre los motivos para celebrar los solsticios, me gustaría saludar a todas las mujeres y hombres que están llegando desde hace muy poco a nor-Patagonia y Cuyo, porque siempre son muchas personas. Año a año, o sería más apropiado decir: ciclo a ciclo. Un abrazo a toda esa gente que va llegando con las valijas llenas de pertenencias familiares o personales, con esa mezcla de entusiasmo, ansiedad y un pelín de zozobra y miedo -¿por qué no?- todas esas emociones mezcladas que vienen con el ejercicio práctico del "comenzar una nueva vida".
Es muy probable que por estos días todas toda esa marea de gente que viene llegando a estos territorios se sienta interpelada por esas dos palabras en mapuzugun (el idioma del pueblo nación mapuche) que suelen mencionarse con frecuencia al promediar junio: wiñoy xipantü. Quizás escuchen, quizás lo vean escrito como Wiñoy Tripantu, o Wiñoy Xipantü, Wüñol Tripantu, We Txipantü o We Tripantu. La variedad en las formas de su escritura deviene de que la lengua mapuche escrita hoy por hoy vive una realidad que posee una variedad de grafemarios, y todos ellos son válidos. El mapuzugun es una lengua que tiene milenios de ejercicio hablante y siempre fue de transmisión oral, pero desde apenas un poco más de cien años comenzó -como cualquier lengua viva- a escribirse. Aun no hay un grafemario "oficial" (adoptado por todo el pueblo mapuche) y es por eso que en la actualidad conviven al menos cinco maneras distintas de expresar el mapuzugun por escrito, cada cual tiene sus características grafemarias y cada cual, como ya dijimos, es válida.
Lo cierto es que cada año se renueva la cantidad de gente que se anoticia -por lo general con gran asombro urbano- sobre este "algo" que hasta este entonces no entraba en su universo de inquietudes: que desde el 21 al 24 de junio el Pueblo Mapuche celebra en estos territorios y con diversas ceremonias y actividades el ya mencionadísimo Wiñoy Xipantu, un recomienzo del ciclo de la vida, el verdadero "reseteo" del ixofij mogen (la naturaleza, es decir: la biósfera y todas sus formas de la vida).
Este es un evento que el grueso de la sociedad elige denominar -para cumplir con la premisa de explicar las cosas rápido, tal y como manda el atolondrado dictamen de época- con un concepto erróneamente gregoriano: "año nuevo Mapuche". Pero no lo es.
Todo este fenómeno, visible también en celebraciones similares que otras comunidades originarias del hemisferio sur practican por estos días, como el Ara Pyau guaraní, o el Inti Raymi kichwa, o el Odu Ifa yoruba, tiene a Antv (el sol) como eje central y protagonista, porque es vital la variación de su luz y calor en función a la distancia en la que se encuentre en relación a nosotros y nuestros territorios, pero -presten atención a esto- hay otras variables celestes, otros gen (fuerzas) que son protagonistas y son decisivas a la hora de tener en cuenta en cálculo exacto cual es la noche más larga y la madrugada decisiva en la que hay que juntarse para celebrar al sol en su camino de regreso a casa. A saber: Kvjeh, o Küllen, o Quillén (la luna), pues las kuce zomo y los fvta wenxu (ancianas y ancianos, nuestras y nuestros antiguos) observaban la fase menguante de la luna y de esta forma se sabía que "ragiñkülewechi küyen mew, fey wiñotuy tripan antü pige ke fuy", lo que en una traducción más o menos literal significaría: "Con las fases de la luna se cuenta un recorrido del sol".
Otras protagonistas son las Gau Poñi ("montón de papas") o Ngau, conocidas en la astronomía occidental como las pléyades, que son un cúmulo estelar importante asociado a este momento del ciclo, porque su aparición nítida en el cielo ayudaba, ayuda y ayudará a predecir el día exacto del solsticio como también -en función al grado de nitidez con que se las pueda ver en atmósfera- el clima que habrá en esos días y así determinar el momento adecuado para las siembras y cosechas estacionales de cada territorio.
De acuerdo a esta circunstancias lógicas, la celebración del Wiñoy xipantü no es tan solo una celebración espiritual, también tiene una implicancia pragmática que el pueblo mapuche ponía en práctica para medir los momentos de acción o reposo de su vida productiva. Y si vamos a hablar de espiritualidad, es bueno resaltar que no existe una religiosidad propiamente mapuche, ya que hay en el mapuche kimvn (cúmulo de todos los conocimientos y saberes mapuche) algo denominado feyentun, que es el concepto que engloba todas las prácticas y conocimientos vinculados con todo aquello que no es mensurable a través del mundo material, sino que proviene del pensamiento y el sentimiento filosófico y espiritual. No es una religión, pues no existen divinidades a las que adorar como súper-personas ni fuerzas a las que haya que respetar por miedo o simple efecto de cohesión a una fe. El feyentun es más bien -si hubiera que compararlo con una disciplina o práctica occidental- una filosofía existencial que explica de manera integral lo que sucedió, sucede y sucederá y que, además, permite efectuar prácticas espirituales conjuntas como los gejipvn, kamarvko, wixa xipan y muchas -muchísimas- celebraciones ecuménicas más.
¿Por qué no es año nuevo?
Las sociedades de poder establecido en esta parte del planeta le adjudican al Wiñoy Xipantu un significado simple: el del "año nuevo Mapuche". Eso no está del todo mal, pero es -vamos, no cuesta tanto admitirlo- bastante gregoriano.
La idea central Mapuche de que termina un ciclo de la vida y comienza otro, que es el mismo, pero renovado, no es precisamente el que está presente en "nuestro" año nuevo gregoriano que, por lo general, se lo celebra "quemando" o despidiendo al viejo año y brindando para que nazca uno nuevo y correlativo. El viejo muere, el nuevo dura solo un año y entonces muere. No existe una continuidad, existe una linealidad cronológica que colabora con el desentendimiento del concepto de ciclos. ¿Notan la diferencia?: una cosa es "nacer" y otra es "renacer", tan difícil no es.
La celebración está contemplada entre el 21 y el 24 de junio porque también se tiene en cuenta que Antv por estos días "se eleva" un poco de la tierra y hace su aparición con más fuerza e intensidad durante unos 4 a 5 días (los cristianos lo denotan en la celebración del "Veranito de San Juan"), y es por eso -por este recomenzar majestuoso- que existe una frase en mapuzugun que dice "Kiñe trekan alka winüi antu ka kiñe trekan alka wiñoy pun", es decir: "el día avanza un paso de gallo y la noche retrocede, también un paso de gallo".
Todo esta data didáctica que de manera sucinta se menciona en este artículo, puede ser profundizada a un simple golpe responsable de gugleo o -lo que es mucho más profundo y enriquecedor- accionando por una profundización de los rasgos de interculturalidad, es decir: yendo hacia las comunidades y personas del Pueblo Mapuche con respeto y sin pruritos, sabiendo que en ese intercambio ambas partes se fortalecerán. Ojo: no a enseñar nada, actitud que pareciera simple y sencilla de evitar pero -lo siento, suena horrible, pero se da así tras siglos de pensamiento colonial- siempre se pretende ir a "enseñarles" algo a los pueblos originarios.
Todas estas centurias del estúpido pensamiento maniqueo de "civilización versus barbarie" nos ha hecho trenzar en miles de discusiones todo el tiempo. Más en estos tiempos, en los que la humanidad es campeona galáctica en el arte de dar opinión cerrada sin conversar ni debatir cabalmente nada; medio a los gritos; con una soberbia que nos ha llevado a desconocernos por completo.
Y específicamente sobre el existir, el pre-existir y sobre los derechos de los pueblos originarios, la mayoría de las "ponencias" que pueden leerse y verse en redes y en conversaciones sociales están flojísimas de papeles y hasta, en muchísimas ocasiones, escupen cosas completamente infundadas. Bueno: hay que reconocer que en los días que corren tenemos mucho tiempo disponible para opinar fuerte y sin saber, imaginen ustedes que los últimos datos desprendidos de una investigación capitaneada por el M.I.T. dan cuenta de que el 70% de los seres humanos miramos en promedio nuestro teléfono 211 veces por día (esto es, cada cinco o seis minutos en promedio) y que de allí estamos sacando la mayoría de nuestros "conocimientos". Pues así, medio alienados de tanto opinar cosas que ni pensamos, estamos a punto de entrar a la tercera década del siglo XXI criticando la "problemática" filosófica y social de los pueblos originarios -en nuestros territorio: el Pueblo Nación Mapuche- sin dejar de repetir, con mayor o menor encono, todas las maldades que el colonialismo ha impuesto en el imaginario de las personas acerca de nuestra comunidad: que somos indios usurpadores, que nuestro carácter originario es un invento (en Chile dicen que somos argentinos invasores y en Argentina viceversa), que somos terroristas, que somos secesionistas insensatos, paganos, brutos, vagos, etcétera, etcétera, etcétera.
A la par de esta cadena de maldades propuestas por el establishment de siempre, el Pueblo Mapuche vive y renueva su Newen (fuerza) día a día, con la conciencia plena de estar actuando en consonancia con las fuerzas de la naturaleza que nos anteceden y nos continuarán, todas y todos conscientes de que nuestra organización social debe estar vinculada inevitablemente a una razón trascendental, que es esa razón superior, circular, ordenada y majestuosa: los ciclos de ixofij mogen (todo lo que vive, vivió y vivirá).
Y en esta época del año sentimos como pueblo ese newen de manera especial y decimos "Mapuche feyentun mew antü ta purukey femgen mew", algo así como que en en nuestra cosmovisión el sol está bailando antes de emprender su viaje de regreso al sur, a paso de gallo.
Esta conciencia circular de nuestro lugar de pre-existencia, existencia y proyección como pueblo, con su cultura propia en los territorios, y con todas las vidas participantes en las nuestras, nos lleva a evaluar hacia adentro de nuestras comunidades qué es lo que exactamente pensamos y sentimos en función a lo que los poderes económicos globales, verdaderos regentes actuales de los destinos de las sociedades mundiales, están haciendo con el planeta. Y cada vez que reflexionamos al respecto y lo sociabilizamos con las otras culturas con las que coexistimos en territorialidad, suele armarse despelote, suelen comenzar a sonar las acusaciones xenófobas y racistas, pero nadie discute seriamente la esencia de lo que realmente estamos criticando.
Días atrás el profesor de filosofía neuquino Nicolás Nahuel, egresado en la carrera de Filosofía de la Universidad Nacional del Comahue, publicó en sus redes sociales personales un texto que bien podría significar desde la divulgación con sino académico esta necesidad que tenemos como mapuche de entender de manera diferente este presente, analizando de manera crítica el actual devenir (dañino) de lo civilizatorio humano/tecnológico como una fuerza de acción que siempre debe estar por sobre la dinámica de los ciclos y de todas las vidas. Decía el peñi:
"En términos mundiales, estamos frente a un caso ejemplar de contradicción entre las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas: la IA generativa multimedial, la robotización y automatización multitasking, la hibridación humano/máquina, la deslocalización y virtualidad, la gestión de big data, la aceleración del pulso social e individual, no tiene ningún correlato claro y preciado en el marco jurídico, la arquitectura política e institucional está desfasada, la (in)sociabilidad humana está mutando, incluso la educabilidad y la cognición y la sensibilidad.
Quizá hasta la misma noción de propiedad ("privada"). Se da una ultra-acumulación y concentración del capital, una precarización y expulsión del mundo social y laboral, una fragmentación de la identidad personal, una vigilancia omnipresente y una saturación informática. Además, toda fuerza productiva llevada al extremo es una fuerza destructiva: lo demuestra la crisis ecológica".
En la certeza de que no es humano-centrismo puro lo que queremos, y menos en su concepción actual (híper tecnologizada e híper concentrada en capitales verticalísimos) puede que muchas y muchos mapuche nos acerquemos este fin de semana a los küxalwe (fogones) de nuestros rewe (lugares ceremoniales de lo sagrado, de lo nuevo) y agradezcamos la permanencia y vigencia de nuestras fuerzas colectivas y comunitarias, pero también sintonicemos con ixofij mogen para pedir por un cambio de conciencia que quite de la ecuación de vida al individualismo y ubique a todas las personas en el telar de todas las vidas, su resguardo y la convivencia no destructiva. Todo eso tiene nombres y apellidos: se llama comunitarismo, anti-extractivismo, distribución circular, términos que son ideas y acciones, que las podemos contar y explicar porque hace siglos las practicábamos y hoy las tratamos de mantener y practicar cada día con más y más fuerzas. Algunos (con poder) le llamarán terrorismo a nuestras propuestas, para que la sociedad nos tema o nos denigre, tendrán éxito a veces y esa prédica difamatoria prenderá más o menos; pero nosotras y nosotros seguiremos insistiendo en dar a conocer cómo vemos y entendemos el existir de todas las vidas, el küme felen (buen vivir) que devenga en un küme mogen (buena existencia) colectivo. La sabiduría de los ciclos que se han manifestado una y otra vez nos ampara. En este wiñoy xipantü renaceremos en esa fuerza.
Finalmente: el saludo puntual del principio de la nota, ese que iba dirigido a todas las personas que llegaron hace poco a nor-Patagonia y a Cuyo, se re-edita de manera circular en el final de este artículo. Ustedes no lo sabían, pero también están viviendo el wiñoy xipantü porque por más que les parezca que tienen que arrancar de cero en un sitio nuevo y desconocido, lo que les acaba de suceder -esta mudanza- no es otra cosa que la reconversión, el recomienzo del ciclo de sus vidas, las vidas de sus seres queridxs y la vida de todxs. La renovación misma del ciclo. Puro wiñoy xipantü.
Abrazo grande: ¡Pewkajeal! (nos vemos)
Fuente: Va Con Firma
Por Fernando Barraza
El wiñoy xipantü, la consagración de un nuevo ciclo del sol, está sucediendo durante este fin de semana. Cientos de comunidades mapuche de todo wajmapu, a ambos lados de dewiñ (la cordillera) reciben con renovada fortaleza a Antv (el sol), que desde bien pero bien lejos comenzará su regreso a estas tierras a paso de alka acawaj (gallo) para que un nuevo ciclo de la naturaleza recomience.
Dice sobre esta instancia de renovación el peñi Elicura Chiuailaf, poeta mapuche:
Somos aprendices
en este mundo de lo visible
e ignorantes de la energía
que nos habita y nos mueve
y prosigue
invisible
su viaje en un círculo
que se abre y se cierra
en dos puntos que lo unen
Su origen y reencuentro
en el Azul
Antes de comenzar con una crónica didáctica sobre los motivos para celebrar los solsticios, me gustaría saludar a todas las mujeres y hombres que están llegando desde hace muy poco a nor-Patagonia y Cuyo, porque siempre son muchas personas. Año a año, o sería más apropiado decir: ciclo a ciclo. Un abrazo a toda esa gente que va llegando con las valijas llenas de pertenencias familiares o personales, con esa mezcla de entusiasmo, ansiedad y un pelín de zozobra y miedo -¿por qué no?- todas esas emociones mezcladas que vienen con el ejercicio práctico del "comenzar una nueva vida".
Es muy probable que por estos días todas toda esa marea de gente que viene llegando a estos territorios se sienta interpelada por esas dos palabras en mapuzugun (el idioma del pueblo nación mapuche) que suelen mencionarse con frecuencia al promediar junio: wiñoy xipantü. Quizás escuchen, quizás lo vean escrito como Wiñoy Tripantu, o Wiñoy Xipantü, Wüñol Tripantu, We Txipantü o We Tripantu. La variedad en las formas de su escritura deviene de que la lengua mapuche escrita hoy por hoy vive una realidad que posee una variedad de grafemarios, y todos ellos son válidos. El mapuzugun es una lengua que tiene milenios de ejercicio hablante y siempre fue de transmisión oral, pero desde apenas un poco más de cien años comenzó -como cualquier lengua viva- a escribirse. Aun no hay un grafemario "oficial" (adoptado por todo el pueblo mapuche) y es por eso que en la actualidad conviven al menos cinco maneras distintas de expresar el mapuzugun por escrito, cada cual tiene sus características grafemarias y cada cual, como ya dijimos, es válida.
Lo cierto es que cada año se renueva la cantidad de gente que se anoticia -por lo general con gran asombro urbano- sobre este "algo" que hasta este entonces no entraba en su universo de inquietudes: que desde el 21 al 24 de junio el Pueblo Mapuche celebra en estos territorios y con diversas ceremonias y actividades el ya mencionadísimo Wiñoy Xipantu, un recomienzo del ciclo de la vida, el verdadero "reseteo" del ixofij mogen (la naturaleza, es decir: la biósfera y todas sus formas de la vida).
Este es un evento que el grueso de la sociedad elige denominar -para cumplir con la premisa de explicar las cosas rápido, tal y como manda el atolondrado dictamen de época- con un concepto erróneamente gregoriano: "año nuevo Mapuche". Pero no lo es.
Todo este fenómeno, visible también en celebraciones similares que otras comunidades originarias del hemisferio sur practican por estos días, como el Ara Pyau guaraní, o el Inti Raymi kichwa, o el Odu Ifa yoruba, tiene a Antv (el sol) como eje central y protagonista, porque es vital la variación de su luz y calor en función a la distancia en la que se encuentre en relación a nosotros y nuestros territorios, pero -presten atención a esto- hay otras variables celestes, otros gen (fuerzas) que son protagonistas y son decisivas a la hora de tener en cuenta en cálculo exacto cual es la noche más larga y la madrugada decisiva en la que hay que juntarse para celebrar al sol en su camino de regreso a casa. A saber: Kvjeh, o Küllen, o Quillén (la luna), pues las kuce zomo y los fvta wenxu (ancianas y ancianos, nuestras y nuestros antiguos) observaban la fase menguante de la luna y de esta forma se sabía que "ragiñkülewechi küyen mew, fey wiñotuy tripan antü pige ke fuy", lo que en una traducción más o menos literal significaría: "Con las fases de la luna se cuenta un recorrido del sol".
Otras protagonistas son las Gau Poñi ("montón de papas") o Ngau, conocidas en la astronomía occidental como las pléyades, que son un cúmulo estelar importante asociado a este momento del ciclo, porque su aparición nítida en el cielo ayudaba, ayuda y ayudará a predecir el día exacto del solsticio como también -en función al grado de nitidez con que se las pueda ver en atmósfera- el clima que habrá en esos días y así determinar el momento adecuado para las siembras y cosechas estacionales de cada territorio.
De acuerdo a esta circunstancias lógicas, la celebración del Wiñoy xipantü no es tan solo una celebración espiritual, también tiene una implicancia pragmática que el pueblo mapuche ponía en práctica para medir los momentos de acción o reposo de su vida productiva. Y si vamos a hablar de espiritualidad, es bueno resaltar que no existe una religiosidad propiamente mapuche, ya que hay en el mapuche kimvn (cúmulo de todos los conocimientos y saberes mapuche) algo denominado feyentun, que es el concepto que engloba todas las prácticas y conocimientos vinculados con todo aquello que no es mensurable a través del mundo material, sino que proviene del pensamiento y el sentimiento filosófico y espiritual. No es una religión, pues no existen divinidades a las que adorar como súper-personas ni fuerzas a las que haya que respetar por miedo o simple efecto de cohesión a una fe. El feyentun es más bien -si hubiera que compararlo con una disciplina o práctica occidental- una filosofía existencial que explica de manera integral lo que sucedió, sucede y sucederá y que, además, permite efectuar prácticas espirituales conjuntas como los gejipvn, kamarvko, wixa xipan y muchas -muchísimas- celebraciones ecuménicas más.
¿Por qué no es año nuevo?
Las sociedades de poder establecido en esta parte del planeta le adjudican al Wiñoy Xipantu un significado simple: el del "año nuevo Mapuche". Eso no está del todo mal, pero es -vamos, no cuesta tanto admitirlo- bastante gregoriano.
La idea central Mapuche de que termina un ciclo de la vida y comienza otro, que es el mismo, pero renovado, no es precisamente el que está presente en "nuestro" año nuevo gregoriano que, por lo general, se lo celebra "quemando" o despidiendo al viejo año y brindando para que nazca uno nuevo y correlativo. El viejo muere, el nuevo dura solo un año y entonces muere. No existe una continuidad, existe una linealidad cronológica que colabora con el desentendimiento del concepto de ciclos. ¿Notan la diferencia?: una cosa es "nacer" y otra es "renacer", tan difícil no es.
La celebración está contemplada entre el 21 y el 24 de junio porque también se tiene en cuenta que Antv por estos días "se eleva" un poco de la tierra y hace su aparición con más fuerza e intensidad durante unos 4 a 5 días (los cristianos lo denotan en la celebración del "Veranito de San Juan"), y es por eso -por este recomenzar majestuoso- que existe una frase en mapuzugun que dice "Kiñe trekan alka winüi antu ka kiñe trekan alka wiñoy pun", es decir: "el día avanza un paso de gallo y la noche retrocede, también un paso de gallo".
Todo esta data didáctica que de manera sucinta se menciona en este artículo, puede ser profundizada a un simple golpe responsable de gugleo o -lo que es mucho más profundo y enriquecedor- accionando por una profundización de los rasgos de interculturalidad, es decir: yendo hacia las comunidades y personas del Pueblo Mapuche con respeto y sin pruritos, sabiendo que en ese intercambio ambas partes se fortalecerán. Ojo: no a enseñar nada, actitud que pareciera simple y sencilla de evitar pero -lo siento, suena horrible, pero se da así tras siglos de pensamiento colonial- siempre se pretende ir a "enseñarles" algo a los pueblos originarios.
Todas estas centurias del estúpido pensamiento maniqueo de "civilización versus barbarie" nos ha hecho trenzar en miles de discusiones todo el tiempo. Más en estos tiempos, en los que la humanidad es campeona galáctica en el arte de dar opinión cerrada sin conversar ni debatir cabalmente nada; medio a los gritos; con una soberbia que nos ha llevado a desconocernos por completo.
Y específicamente sobre el existir, el pre-existir y sobre los derechos de los pueblos originarios, la mayoría de las "ponencias" que pueden leerse y verse en redes y en conversaciones sociales están flojísimas de papeles y hasta, en muchísimas ocasiones, escupen cosas completamente infundadas. Bueno: hay que reconocer que en los días que corren tenemos mucho tiempo disponible para opinar fuerte y sin saber, imaginen ustedes que los últimos datos desprendidos de una investigación capitaneada por el M.I.T. dan cuenta de que el 70% de los seres humanos miramos en promedio nuestro teléfono 211 veces por día (esto es, cada cinco o seis minutos en promedio) y que de allí estamos sacando la mayoría de nuestros "conocimientos". Pues así, medio alienados de tanto opinar cosas que ni pensamos, estamos a punto de entrar a la tercera década del siglo XXI criticando la "problemática" filosófica y social de los pueblos originarios -en nuestros territorio: el Pueblo Nación Mapuche- sin dejar de repetir, con mayor o menor encono, todas las maldades que el colonialismo ha impuesto en el imaginario de las personas acerca de nuestra comunidad: que somos indios usurpadores, que nuestro carácter originario es un invento (en Chile dicen que somos argentinos invasores y en Argentina viceversa), que somos terroristas, que somos secesionistas insensatos, paganos, brutos, vagos, etcétera, etcétera, etcétera.
A la par de esta cadena de maldades propuestas por el establishment de siempre, el Pueblo Mapuche vive y renueva su Newen (fuerza) día a día, con la conciencia plena de estar actuando en consonancia con las fuerzas de la naturaleza que nos anteceden y nos continuarán, todas y todos conscientes de que nuestra organización social debe estar vinculada inevitablemente a una razón trascendental, que es esa razón superior, circular, ordenada y majestuosa: los ciclos de ixofij mogen (todo lo que vive, vivió y vivirá).
Y en esta época del año sentimos como pueblo ese newen de manera especial y decimos "Mapuche feyentun mew antü ta purukey femgen mew", algo así como que en en nuestra cosmovisión el sol está bailando antes de emprender su viaje de regreso al sur, a paso de gallo.
Esta conciencia circular de nuestro lugar de pre-existencia, existencia y proyección como pueblo, con su cultura propia en los territorios, y con todas las vidas participantes en las nuestras, nos lleva a evaluar hacia adentro de nuestras comunidades qué es lo que exactamente pensamos y sentimos en función a lo que los poderes económicos globales, verdaderos regentes actuales de los destinos de las sociedades mundiales, están haciendo con el planeta. Y cada vez que reflexionamos al respecto y lo sociabilizamos con las otras culturas con las que coexistimos en territorialidad, suele armarse despelote, suelen comenzar a sonar las acusaciones xenófobas y racistas, pero nadie discute seriamente la esencia de lo que realmente estamos criticando.
Días atrás el profesor de filosofía neuquino Nicolás Nahuel, egresado en la carrera de Filosofía de la Universidad Nacional del Comahue, publicó en sus redes sociales personales un texto que bien podría significar desde la divulgación con sino académico esta necesidad que tenemos como mapuche de entender de manera diferente este presente, analizando de manera crítica el actual devenir (dañino) de lo civilizatorio humano/tecnológico como una fuerza de acción que siempre debe estar por sobre la dinámica de los ciclos y de todas las vidas. Decía el peñi:
"En términos mundiales, estamos frente a un caso ejemplar de contradicción entre las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas: la IA generativa multimedial, la robotización y automatización multitasking, la hibridación humano/máquina, la deslocalización y virtualidad, la gestión de big data, la aceleración del pulso social e individual, no tiene ningún correlato claro y preciado en el marco jurídico, la arquitectura política e institucional está desfasada, la (in)sociabilidad humana está mutando, incluso la educabilidad y la cognición y la sensibilidad.
Quizá hasta la misma noción de propiedad ("privada"). Se da una ultra-acumulación y concentración del capital, una precarización y expulsión del mundo social y laboral, una fragmentación de la identidad personal, una vigilancia omnipresente y una saturación informática. Además, toda fuerza productiva llevada al extremo es una fuerza destructiva: lo demuestra la crisis ecológica".
En la certeza de que no es humano-centrismo puro lo que queremos, y menos en su concepción actual (híper tecnologizada e híper concentrada en capitales verticalísimos) puede que muchas y muchos mapuche nos acerquemos este fin de semana a los küxalwe (fogones) de nuestros rewe (lugares ceremoniales de lo sagrado, de lo nuevo) y agradezcamos la permanencia y vigencia de nuestras fuerzas colectivas y comunitarias, pero también sintonicemos con ixofij mogen para pedir por un cambio de conciencia que quite de la ecuación de vida al individualismo y ubique a todas las personas en el telar de todas las vidas, su resguardo y la convivencia no destructiva. Todo eso tiene nombres y apellidos: se llama comunitarismo, anti-extractivismo, distribución circular, términos que son ideas y acciones, que las podemos contar y explicar porque hace siglos las practicábamos y hoy las tratamos de mantener y practicar cada día con más y más fuerzas. Algunos (con poder) le llamarán terrorismo a nuestras propuestas, para que la sociedad nos tema o nos denigre, tendrán éxito a veces y esa prédica difamatoria prenderá más o menos; pero nosotras y nosotros seguiremos insistiendo en dar a conocer cómo vemos y entendemos el existir de todas las vidas, el küme felen (buen vivir) que devenga en un küme mogen (buena existencia) colectivo. La sabiduría de los ciclos que se han manifestado una y otra vez nos ampara. En este wiñoy xipantü renaceremos en esa fuerza.
Finalmente: el saludo puntual del principio de la nota, ese que iba dirigido a todas las personas que llegaron hace poco a nor-Patagonia y a Cuyo, se re-edita de manera circular en el final de este artículo. Ustedes no lo sabían, pero también están viviendo el wiñoy xipantü porque por más que les parezca que tienen que arrancar de cero en un sitio nuevo y desconocido, lo que les acaba de suceder -esta mudanza- no es otra cosa que la reconversión, el recomienzo del ciclo de sus vidas, las vidas de sus seres queridxs y la vida de todxs. La renovación misma del ciclo. Puro wiñoy xipantü.
Abrazo grande: ¡Pewkajeal! (nos vemos)
Fuente: Va Con Firma