Moira Millán: "Con la Tierra y desde ella es posible crear el buen vivir"
Terricidio, el reciente libro de Moira Millán -weychafe mapuche y escritora- se convirtió en grito global, denuncia y llamado a la acción. Su propuesta de un nuevo paradigma con perspectiva indígena recorre el mundo. Mientras su autora y su comunidad afrontan la persecución del gobierno por defender la vida y los territorios.
Moira Millán vive en el futuro. La weychafe mapuche está preparada para las hecatombes que pregonan las distopías y para el colapso ambiental más real. Su último libro, Terricidio, sabiduría ancestral para un mundo alternativo, reúne ensayos que cruzan la identidad indígena con temas que desafían el tiempo: diversidad, territorio, cuerpo, tecnología, maternidad, niñeces, resistencias. En Argentina lo publicó en septiembre Penguin Random House, el grupo editorial más grande de libros en castellano, y su eco se expande al mundo. Terricidio es grito y denuncia global. Hace semanas Moira estuvo en Francia presentando Terricide (Des Femmes Antoinette Fouque). Está por salir en Colombia, México e Italia. En octubre se presenta en Brasil. En breve saldrá en Reino Unido y hay editoriales interesadas en Estados Unidos y Japón.
Terricidio difunde conceptos y praxis política de quienes habitan los territorios. Y quienes habitan los territorios no son solamente las personas. Incluye muchas expresiones del mapudungun, y así como esta lengua mapuche, está surcado por la vitalidad y la diversidad.
Conversamos por Zoom un día de invierno, ella estaba de paso en Esquel, tramando próximas acciones colectivas. Moira vive a 100 kilómetros de allí, en la Lof Pillañ Mahuiza, un territorio recuperado -y hoy amenazado-, en una biocasita rodeada de bosques, a orillas del río Carrenleufú (Chubut). En ese paraíso de la Patagonia su comunidad sufrió en febrero, junto con otros Lof mapuche, un allanamiento violento y la detención arbitraria de Victoria Núñez Fernández. El poder judicial, el gobierno provincial y nacional, acusó al Lof de terrorista y a Moira de liderar esa banda, a través de una campaña de información falsa.
El termómetro marcaba 15 grados bajo cero la tarde que conversamos.
-En estos días hablaba con una de mis hijas, que si llegase el colapso planetario, creo que sabríamos sobrevivir. Está todo congelado, no hay agua en las casas, muchas personas están sin calefacción por las temperaturas extremadamente bajas. Y en el campo nosotras tenemos el río, sí, cargamos con baldes porque las cañerías están congeladas. Pero todo funciona a leña, se resuelve. No necesitamos que una empresa nos haga llegar la calefacción. Hay mucha autonomía.
Autonomía es una palabra que recorre Terricidio, lo que Moira dice y hace. Ella es, entre tantas cosas, una gran comunicadora. Quizás ese talento sea una expresión más de su espíritu weychafe. Hace años lo explica al periodismo cuando le preguntamos cómo presentarla. No le gusta que la confundan con dirigenta o jefa. "Nací con el newen, el espíritu de defensora de la vida, guardiana de la Mapu (tierra). Weychafe viene de weychan que significa luchar. Algunos lo traducen como guerrero, pero en realidad no es así. La nación mapuche no es expansionista ni guerrera, se defendía. El weychan es el proceso legítimo dela autodefensa", recapitula en Terricidio.
Leerla es lo más parecido a conversar con ella en vivo y en directo, en un tiempo material e inmaterial.
-En tus palabras: ¿quién es Moira Millán?
-Soy una mujer mapuche que vive en territorio recuperado. Haber recuperado territorio, vivir en el campo, me esculpe de otra manera. En tiempos donde el neofascismo, el gobierno terricida, nos acecha y hostiga, mi vida se ha vuelto muy dura, en alerta todo el tiempo, sosteniendo bajo amenaza el derecho al territorio. Soy una activista defendiendo los derechos de mi pueblo y de las mujeres indígenas. He sido ideóloga y fundadora de una multiplicidad de espacios. Parece que no concibo la vida si no me tejo colectivamente entre mis pares.
Moira impulsó el Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, que organizó diferentes intervenciones colectivas, entre ellas un acampe pacífico en el Ministerio del Interior en 2019: «Ayudanos a romper el cerco mediático: no hay pacto social si la política es el terricidio», reclamaban. Hubo parlamentos de cientos de mujeres indígenas para hablar de chineo y de abusos hacia niñeces, mujeres y diversidades. Hoy organiza la Pluriversidad, a la búsqueda de una pedagogía de saberes ancestrales y conocimientos útiles para el buen vivir.
-Ando moviéndome entre las comunidades mapuches de Puel Mapu, articulando también con Gulu Mapu en Chile. Mi niñez fue en dictadura, mi adolescencia en democracia. Pero la democracia nunca llegó para los pueblos indígenas. Soy madre de cuatro hijos, los crié sola, y soy abuela, tengo tres nietitas.
-¿Cómo entra en juego tu escritura?
-Escribo no porque sea escritora sino por el deseo de contar. En otros países hay muchísima literatura indígena, pero en Argentina es escasa. Por eso me puse a escribir. También me dedico al cine, hago guiones. Tengo que escribir una serie para televisión, encargos que llegan de afuera. En Argentina no me convocan.
-¿Qué te gustaría leer?
-Tengo distintas inquietudes. Y mucho cuestionamiento respecto a la literatura infantil. Soy la abuela que en vez de comprarle juguetes a mis nietas les regalo libros. Entrar a librería y elegir es el peor momento, siempre salgo frustrada. No encuentro en las librerías infantiles el tipo de literatura que quiero ofrendar a mis nietas. Estoy pensando en escribir para niñeces. Me gustaría una literatura infantil más diversa, identitaria, que refleje los mundos indígenas, las cosmovisiones. Hay muchísimas historias pero lo que anda dando vuelta no nada tiene que ver con la memoria oral de mi pueblo ni de otros pueblos indígenas. Me gustaría conocer más sobre quienes contribuyeron a que los pueblos indígenas sobrevivieran a un genocidio y salieran de esa oscuridad. Faltan relatos, protagonistas y, fundamentalmente, mujeres indígenas.
-Poesía, aunque es minoritaria, hay bastante. Pero me gustaría leer ensayos políticos e historia con perspectiva indígena. Hay muchos géneros literarios que necesitan la transversalidad y la mirada indígena.
Terricidio se inscribe en esa categoría de ensayo político. En el prólogo, el antropólogo Arturo Escobar (Colombia), sitúa a la autora como "una pensadora del cosmos vivo" y al libro como una cosmobiografía, "una biografía escrita con la perspectiva de como las fuerzas cosmogónicas constituyen al pueblo mapuche, a su territorio y a Moira Millán".
Acuñó la palabra Terricidio, parienta de Ecocidio y Travesticidio, para sintetizar los modos de destruir la vida. "Una agresión continua al orden cósmico. Sin justicia, los pueblos nunca tendrán paz". Propone recuperar la mirada ancestral, tridimesional sobre la vida y los seres que se ensamblan en ese orden. No se trata de animales, plantas, agua y aire. "La Naturaleza no sólo esta formada de elementos tangibles", explica Moira. Deja picando: "¿Cómo pudimos como humanidad aceptar el extermino de grupos de personas y pueblos por su condición social, racial, ideológica o religiosa. Ambientalistas pueblos indígenas, mujeres, movimientos LGBTIQ?".
-¿Hay una imagen fundacional que detonó el concepto de Terricidio?
-Sí. Recuerdo estar en una comunidad Mbya Guaraní y ver a uno de los niños con un tucán en la mano. Detrás, un alambrado electrificado apresaba el arroyo donde antes jugaba. La mirada de ese niño cuidando que el ave no tocara ese alambre fue determinante. ¿Qué mundo les estamos dejando? Varios niños de esa comunidad habían sido heridos al ir al arroyo ¿Cómo es posible que la vida de estas niñeces no valga? El capitalismo voraz está desangrando los territorios. Me impulsó también a pensar en la palabra territorio, no era solamente el aniquilamiento de estas empresas sobre la vida de los ecosistemas tangibles, sino sobre la vida de los pueblos.
-¿Qué sorpresas te depara el libro en otros contextos y culturas?
-Me ha sorprendido que a Terricidio le esté yendo rápidamente tan bien. No es que a El tren del olvido (su primer libro, una novela) le ha ido mal (se tradujo al inglés, en 2026 se publica en Francia y se va a hacer una película). Me sorprende que esté siendo equiparable a ensayos geopolíticos y ecologistas, a veces muy técnicos, que emergen de sectores académicos. Se ha vuelto un libro bastante popular. Me escriben desde adolescentes hasta gente muy pesquisadora de literatura alternativa. Me agrada sea una conversación directa, honesta y auténtica con el destinatario. Y el destinatario no tiene edad, ni un rasgo cultural o social, son todos los terrícolas. Creo que eso se está percibiendo en la forma en que está llegando a muchos sectores. Las presentaciones en Francia fueron un indicador de esa heterogeneidad.
-En tu cabeza ¿seguís escribiendo este libro? ¿Pensás en qué le agregarías?
-Sí, sumaría cuestiones más propositivas. La categoría de pueblos telúricos está penetrando mucho en la prefiguración del mundo nuevo alternativo. Me entusiasma pensar cómo sería organizarse a partir de esa identidad. Tengo en mi cabeza todo (se ríe). Sería arrogante generar tips de cómo hacer la transición de esta sociedad antropocéntrica, materialista, europeísta, supremacista, racista, hacia el buen vivir. No tengo las respuestas, es algo que se va a caminar de manera colectiva.
"La cuestión mapuche sigue siendo marginal a la agenda de ddhh"
-En Terricidio decís que el pueblo mapuche está recibiendo la fuerza para resguardar su territorio y el planeta. También que el fascismo tiene consenso mundial. Te acusaron de terrorista, Victoria Núñez Fernández estuvo presa, sufrieron allanamientos violentos. ¿Cómo cómo vivís esta dualidad y este escenario tan hostil?
-Con indignación por tanta impunidad. Mis dos hijas, Llanca y Rain, están encausadas por los que me quisieron encarcelar. La fiscal María Bottini las acusa porque en el último aniversario de Ni Una Menos, Bottini dio una charla sobre prevención de violencia de género. Era una contradicción, ella fue una de las que llevó adelante el allanamiento a nuestra comunidad con maltrato y violencia hacia mujeres y ancianidades, que culminó con la detención de Victoria. Mis hijas junto a otras hermanas mapuche la interpelaron contándole lo que vivimos. Y ella terminó denunciándolas.
Vivimos buscando fuerza espiritual, vamos al río, ofrendamos, pedimos fuerza, que limpie nuestra mente, nuestro corazón, nuestro espíritu; sabiduría para caminar en los territorios, vivir la vida, que nos protejan. Y también vivimos en alerta. Siguen merodeando los drones, helicópteros, camionetas sin patente, entran de madrugada. Nos quieren desalojar. Todo por proteger el río Carrenleufú de este proyecto de acueducto, con la presencia de fuerzas de Israel en nuestro territorio. Vemos lo que pasa en Palestina ¿Qué compasión van a tener esta gente en nuestro territorio? Y no sé qué nivel de solidaridad va a tener el pueblo argentino. Desde los allanamientos, ninguna organización de derechos humanos de Argentina, salvo la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Esquel, llegó a nuestro territorio.
-¿Qué explicación encontrás?
-Por un lado, las organizaciones de derechos humanos están colapsadas por lo que provoca el gobierno. Por el otro, la cuestión Mapuche sigue siendo marginal en la agenda de derechos humanos. Y están las narrativas dominantes, que mienten, nos colocan como terroristas o salvajes. Habrá que destejer esas narrativas coloniales y recuperar las de los pueblos. Pero es difícil, hay censura. Me invitaron el 8 de marzo Radio Nacional Esquel y no se pudo hacer la entrevista. A la periodista que me llevó la maltrataron. Así cambie el gobierno, no voy a pisar Radio Nacional Esquel. El racismo y la complicidad están alimentados por la impunidad de un gobierno odiante. Es muy difícil hablar de terricidio en Argentina cuando hay censura sobre lo que está sucediéndonos.
Educar y transicionar hacia el buen vivir
-En el plano ideal, ¿cómo te imaginás el buen vivir?
-A pesar del hostigamiento y represión del Estado argentino, creo que el pueblo mapuche en territorio recuperado construye el buen vivir. En esa autonomía ganamos fuerza y libertad. Con la tierra y desde la tierra es posible crear ese buen vivir. Tenemos que transicionar hacia el buen vivir. Las mega ciudades deberán transformarse, ya no se puede habitar de este modo. Pero el sistema educativo no prepara para el buen vivir.
Moira ejemplifica con los hermanitos que sobrevivieron 40 días a un accidente de avión en la Amazonía en Colombia. "Lograron sobrevivir porque una abuela les enseñó cómo acopiar el agua, qué frutos se comen, cómo armar un reparo en la selva. Les dio ese conocimiento esencial para el desarrollo de la vida y la espiritualidad. Tenemos que pensar qué herramientas vamos a dar a las niñeces y adolescencias mientras se está hablando de una posible guerra nuclear, de un colapso ambiental sin precedentes. Hay que educar para el buen vivir".
Las mujeres son hacedoras de mundos nuevos
-¿Conocés experiencias hacia estos horizontes de esperanza desde los pueblos telúricos?
-Afortunadamente sí. Busco siempre estas experiencias, donde me cuentan, voy a ver. Están los liberadores y liberadoras de la Madre Tierra en el Cauca (Colombia), el pueblo Nasa organizándose y protegiéndose con otros sectores campesinos. Recuperan territorio, sembradíos de caña para la biocombustible, quitan el monocultivo y siembran comida. En el tiempo de las cosechas, llenan sus chivas (camiones) de verduras y se van a los sectores más pobres de las ciudades, Cali o Medellín. Llevan el fruto de la Tierra, reparten la comida en los comedores populares en jornadas socioculturales, no al estilo de los gobiernos populistas oportunistas. Generan ese intercambio en espacios de debate, reflexiones, talleres. Hay encuentros, hay palabras, hay música. Y desde ahí se ofrenda a la comida que se ha cultivado liberando la tierra de los agrotóxicos. Tiene otro sabor ese intercambio.
Moira conoce varias experiencias. Habla del pueblo Purépecha de Cherán, "que declaró la autodeterminación echando a los narcos y al Estado mexicano, definiendo cómo generar seguridad y economía". Está la zapatista. Y la que conoció en California. "Me gustó esta alianza de distintos pueblos. La biocultura está de moda, pero ahí vi la plurinacionalidad biocultural, una experiencia agroecológica plurinacional. Hay muchos jóvenes. Y en todo están las mujeres poniéndole garra, fuerza, alegría. Ellas son las hacedoras de mundos nuevos.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Hecho en Buenos Aires a través de nuestro acuerdo de cooperación como medios aliados.