Los Mapuche, primera línea contra el despojo y la destrucciónPor Maxi Goldschmidt
ACUSAN A LAS COMUNIDADES DE "USURPAR" SUS PROPIAS TIERRAS
Mapuche, el retorno de las voces antiguas,
muestra fotográfica, hasta el 19 de octubre
en el Complejo Cultural Los Pinos, CDMX,
y hasta septiembre en Bats'i Lab,
San Cristóbal de las Casas.
Otra vez un "desaparecido" en Argentina. Era principios de agosto de 2017 y esa palabra que aquí en México trágicamente se volvió cotidiana, en el país del que vengo generó, entonces, que miles de personas salieran a las calles a exigir la aparición con vida de Santiago Maldonado, un joven de 28 años que había sido visto por última vez escapando de la represión de Gendarmería, una fuerza estatal que ingresó sin orden judicial a una recuperación de tierras mapuche en el sur del país.
Patricia Bullrich, que era la ministra de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri (hoy ostenta el mismo cargo en la gestión de Javier Milei), dijo que Santiago Maldonado no había estado en ese lugar, que era una mentira de los mapuche. Clarín, La Nación e Infobae, tres de los medios más masivos de Argentina, por esos días se dedicaron a reproducir la información del ministerio de Seguridad, que junto a sectores de la Justicia, comenzaron a perseguir y estigmatizar a las comunidades mapuche. Justamente quienes, un siglo y medio atrás, se habían apropiado de sus tierras imponían la idea de "los mapuche como enemigos internos de la patria, como invasores".
Setenta y siete días después, Santiago apareció muerto, flotando en el río Chubut, a metros de donde lo persiguieron efectivos de Gendarmería. La autopsia no determinó las causas, el lugar ni el momento de su muerte. Su familia continúa exigiendo una investigación independiente. El mismo día que velaban a Santiago, el 25 de noviembre de 2017, otra fuerza estatal, la Prefectura Naval, asesinó por la espalda a Rafael Nahuel, un joven mapuche de 24 años que también participaba en una recuperación territorial.
Lo que de pronto era novedad en Argentina - asesinatos dentro de recuperaciones de tierras mapuche y comunidades sistemáticamente perseguidas por el Estado y los medios - en Chile llevaba décadas.
Así, casi sin conocernos, con el fotógrafo Pablo Piovano cruzamos la cordillera, para cubrir otro asesinato -el de Camilo Catrillanca, a manos del Comando Jungla, un grupo de élite de la policía chilena, el 14 de noviembre de 2018- y empezamos a documentar de cerca lo que despectivamente se nombra como el "conflicto mapuche". Así empezó un trabajo que lleva más de siete años y treinta viajes a Wallmapu, el territorio ancestral de ese pueblo que nos abrió las puertas de sus casas, de su intimidad.
Mapuche, el retorno de las voces antiguas es un recorrido por la cotidianidad en tres regiones de Wallmapu -La Araucanía, el río Pilmaiquén y Vaca Muerta-, donde las comunidades son la primera línea ante el avance de industrias petroleras, forestales, hidroeléctricas y mineras, al mismo tiempo que recuperan y defienden tierras, saberes y prácticas ancestrales.
En un contexto de creciente represión y avance extractivista tanto en Argentina como en Chile, es buena noticia la "recuperación". No sólo de tierras, sino de la lengua (el mapudungun, durante años prohibido y que muchas abuelas no enseñaron a sus hijos por miedo, hoy lo aprenden sus nietos), de la conexión con la naturaleza y la espiritualidad masacrada por la colonización.
La Araucanía. En 1974 un decreto del dictador Augusto Pinochet subsidió a empresas forestales -en manos de dos de las familias más poderosas de Chile, Matte y Angelini- y les entregó miles de hectáreas donde vivían familias mapuche. Las plantaciones de pinos y eucaliptos arrasaron el bosque nativo.
En La Araucanía, estigmatizada como la "zona roja del conflicto mapuche", desde hace décadas -bajo cierta influencia del V Centenario y el levantamiento zapatista- se profundizan procesos de recuperación cultural, espiritual, político y territorial. Las medidas gubernamentales buscan aplacar, mediante programas y represión, proyectos de autodeterminación o autonomía comunitaria. En esta zona rige Estado de Excepción y los ingresos a las comunidades están militarizados.
Gabriel Boric, que en su primer discurso presidencial utilizó palabras en mapudungun, era crítico de la militarización que había comenzado su antecesor Sebastián Piñera. Sin embargo, no sólo la mantuvo: durante el mandato de Boric se votaron leyes dirigidas a la persecución de comunidades. Ejemplos son la ley Nain-Retamal o ley "gatillo fácil", que habilita a la policía a utilizar sus armas de fuego impunemente, o la "ley anti-tomas", instrumento jurídico que promueve desalojos violentos.
Hoy, en las cárceles del sur de Chile -donde hay pabellones especiales para presos políticos mapuche- hay más condenados mapuche que en cualquier otro gobierno democrático. Un gran número de esos líderes comunitarios, que suelen protagonizar largas huelgas de hambre, son jóvenes que luchan por recuperar la tierra usurpada a sus abuelos.
Río Pilmaiquén. Este río, el "río de las almas" nace de un lago de aguas de deshielo de la cordillera de los Andes. Desemboca en el Pacífico y es la columna vertebral de un extenso complejo ceremonial mapuche williche. Cientos de especies de plantas, peces y pájaros sólo se encuentran allí. Desde hace siglos comunidades peregrinan a su ribera para celebrar ceremonias y conectarse con los Ngen, espíritus de la naturaleza.
La empresa estatal noruega Statkraft construye una central hidroeléctrica sobre el río Pilmaiquén, un tipo de proyecto prohibido en su país. Quien encabeza la defensa de ese territorio hace más de quince años es la machi Millaray Huichalaf, líder espiritual y "mujer medicina" del pueblo mapuche. Fue encarcelada, varios de sus familiares heridos en represiones y actualmente perseguidos judicialmente. A su casa llegan personas de todo Chile en busca de medicina ancestral.
El despertar de la espiritualidad, el retorno de saberes antiguos y ceremonias que no se realizaban hace más de 200 años, es la raíz que hace crecer la resistencia de más de 120 comunidades a un proyecto inconsulto que viola derechos y tratados internacionales.
En la región de Los Ríos, en la comuna de Máfil, a pocos kilómetros del Pilmaiquén, queda Putreguel. Julia Chuñil Catricura, de 72 años, es presidenta de esa comunidad mapuche y una reconocida defensora del bosque nativo. El 8 de noviembre de 2024 salió de su casa junto a su perro y nunca más regresó. Antes de su desaparición, Chuñil había sido amenazada por un empresario que pretendía quedarse con esas tierras y recibió beneficios por parte de instituciones del Estado.
Una gran campaña de comunidades y organizaciones de derechos humanos se despliega en Chile y el mundo exigiendo que avance la búsqueda y la investigación. Hace unos días se manifestaron frente al Palacio de la Moneda. El presidente Boric se negó a recibir a uno de los hijos de Julia.
Vaca Muerta. Es el megaproyecto de explotación de hidrocarburos no convencionales más desarrollado del sur global. Abarca 30 mil kilómetros cuadrados y hoy abastece el 60% del petróleo y el 75% del gas de Argentina. Allí, donde el olor a gas hace doler la cabeza. Donde el agua escasea y está contaminada. Donde abundan droga, prostitución, juego. Donde la palabra progreso agujerea la tierra y las conciencias. Ahí también, hay comunidades mapuche. Comunidades que fueron corridas a esas "tierras improductivas" hace más de cien años, cuando el Estado argentino extendió su territorio. Y que hoy, como denuncian contaminación, emanación de gases con efecto de invernadero, enfermedades, sequía, sismos, desechos radioactivos, son tildadas de delincuentes, de anti-progreso, de "usurpadores" de sus propias tierras.
El pasado 20 de julio, cuatro comunidades mapuche de Neuquén que mantenían un acampe pacífico frente a la Casa de Gobierno para exigir el reconocimiento legal de sus personerías jurídicas, derecho amparado en la Constitución argentina y en el Convenio 169 de la OIT, fueron violentamente desalojadas. La policía detuvo a 18 integrantes de las comunidades y golpeó a ancianos y niños.
Fuente: La Jornada
Por Maxi Goldschmidt
ACUSAN A LAS COMUNIDADES DE "USURPAR" SUS PROPIAS TIERRAS
Mapuche, el retorno de las voces antiguas,
muestra fotográfica, hasta el 19 de octubre
en el Complejo Cultural Los Pinos, CDMX,
y hasta septiembre en Bats'i Lab,
San Cristóbal de las Casas.
Otra vez un "desaparecido" en Argentina. Era principios de agosto de 2017 y esa palabra que aquí en México trágicamente se volvió cotidiana, en el país del que vengo generó, entonces, que miles de personas salieran a las calles a exigir la aparición con vida de Santiago Maldonado, un joven de 28 años que había sido visto por última vez escapando de la represión de Gendarmería, una fuerza estatal que ingresó sin orden judicial a una recuperación de tierras mapuche en el sur del país.
Patricia Bullrich, que era la ministra de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri (hoy ostenta el mismo cargo en la gestión de Javier Milei), dijo que Santiago Maldonado no había estado en ese lugar, que era una mentira de los mapuche. Clarín, La Nación e Infobae, tres de los medios más masivos de Argentina, por esos días se dedicaron a reproducir la información del ministerio de Seguridad, que junto a sectores de la Justicia, comenzaron a perseguir y estigmatizar a las comunidades mapuche. Justamente quienes, un siglo y medio atrás, se habían apropiado de sus tierras imponían la idea de "los mapuche como enemigos internos de la patria, como invasores".
Setenta y siete días después, Santiago apareció muerto, flotando en el río Chubut, a metros de donde lo persiguieron efectivos de Gendarmería. La autopsia no determinó las causas, el lugar ni el momento de su muerte. Su familia continúa exigiendo una investigación independiente. El mismo día que velaban a Santiago, el 25 de noviembre de 2017, otra fuerza estatal, la Prefectura Naval, asesinó por la espalda a Rafael Nahuel, un joven mapuche de 24 años que también participaba en una recuperación territorial.
Lo que de pronto era novedad en Argentina - asesinatos dentro de recuperaciones de tierras mapuche y comunidades sistemáticamente perseguidas por el Estado y los medios - en Chile llevaba décadas.
Así, casi sin conocernos, con el fotógrafo Pablo Piovano cruzamos la cordillera, para cubrir otro asesinato -el de Camilo Catrillanca, a manos del Comando Jungla, un grupo de élite de la policía chilena, el 14 de noviembre de 2018- y empezamos a documentar de cerca lo que despectivamente se nombra como el "conflicto mapuche". Así empezó un trabajo que lleva más de siete años y treinta viajes a Wallmapu, el territorio ancestral de ese pueblo que nos abrió las puertas de sus casas, de su intimidad.
Mapuche, el retorno de las voces antiguas es un recorrido por la cotidianidad en tres regiones de Wallmapu -La Araucanía, el río Pilmaiquén y Vaca Muerta-, donde las comunidades son la primera línea ante el avance de industrias petroleras, forestales, hidroeléctricas y mineras, al mismo tiempo que recuperan y defienden tierras, saberes y prácticas ancestrales.
En un contexto de creciente represión y avance extractivista tanto en Argentina como en Chile, es buena noticia la "recuperación". No sólo de tierras, sino de la lengua (el mapudungun, durante años prohibido y que muchas abuelas no enseñaron a sus hijos por miedo, hoy lo aprenden sus nietos), de la conexión con la naturaleza y la espiritualidad masacrada por la colonización.
La Araucanía. En 1974 un decreto del dictador Augusto Pinochet subsidió a empresas forestales -en manos de dos de las familias más poderosas de Chile, Matte y Angelini- y les entregó miles de hectáreas donde vivían familias mapuche. Las plantaciones de pinos y eucaliptos arrasaron el bosque nativo.
En La Araucanía, estigmatizada como la "zona roja del conflicto mapuche", desde hace décadas -bajo cierta influencia del V Centenario y el levantamiento zapatista- se profundizan procesos de recuperación cultural, espiritual, político y territorial. Las medidas gubernamentales buscan aplacar, mediante programas y represión, proyectos de autodeterminación o autonomía comunitaria. En esta zona rige Estado de Excepción y los ingresos a las comunidades están militarizados.
Gabriel Boric, que en su primer discurso presidencial utilizó palabras en mapudungun, era crítico de la militarización que había comenzado su antecesor Sebastián Piñera. Sin embargo, no sólo la mantuvo: durante el mandato de Boric se votaron leyes dirigidas a la persecución de comunidades. Ejemplos son la ley Nain-Retamal o ley "gatillo fácil", que habilita a la policía a utilizar sus armas de fuego impunemente, o la "ley anti-tomas", instrumento jurídico que promueve desalojos violentos.
Hoy, en las cárceles del sur de Chile -donde hay pabellones especiales para presos políticos mapuche- hay más condenados mapuche que en cualquier otro gobierno democrático. Un gran número de esos líderes comunitarios, que suelen protagonizar largas huelgas de hambre, son jóvenes que luchan por recuperar la tierra usurpada a sus abuelos.
Río Pilmaiquén. Este río, el "río de las almas" nace de un lago de aguas de deshielo de la cordillera de los Andes. Desemboca en el Pacífico y es la columna vertebral de un extenso complejo ceremonial mapuche williche. Cientos de especies de plantas, peces y pájaros sólo se encuentran allí. Desde hace siglos comunidades peregrinan a su ribera para celebrar ceremonias y conectarse con los Ngen, espíritus de la naturaleza.
La empresa estatal noruega Statkraft construye una central hidroeléctrica sobre el río Pilmaiquén, un tipo de proyecto prohibido en su país. Quien encabeza la defensa de ese territorio hace más de quince años es la machi Millaray Huichalaf, líder espiritual y "mujer medicina" del pueblo mapuche. Fue encarcelada, varios de sus familiares heridos en represiones y actualmente perseguidos judicialmente. A su casa llegan personas de todo Chile en busca de medicina ancestral.
El despertar de la espiritualidad, el retorno de saberes antiguos y ceremonias que no se realizaban hace más de 200 años, es la raíz que hace crecer la resistencia de más de 120 comunidades a un proyecto inconsulto que viola derechos y tratados internacionales.
En la región de Los Ríos, en la comuna de Máfil, a pocos kilómetros del Pilmaiquén, queda Putreguel. Julia Chuñil Catricura, de 72 años, es presidenta de esa comunidad mapuche y una reconocida defensora del bosque nativo. El 8 de noviembre de 2024 salió de su casa junto a su perro y nunca más regresó. Antes de su desaparición, Chuñil había sido amenazada por un empresario que pretendía quedarse con esas tierras y recibió beneficios por parte de instituciones del Estado.
Una gran campaña de comunidades y organizaciones de derechos humanos se despliega en Chile y el mundo exigiendo que avance la búsqueda y la investigación. Hace unos días se manifestaron frente al Palacio de la Moneda. El presidente Boric se negó a recibir a uno de los hijos de Julia.
Vaca Muerta. Es el megaproyecto de explotación de hidrocarburos no convencionales más desarrollado del sur global. Abarca 30 mil kilómetros cuadrados y hoy abastece el 60% del petróleo y el 75% del gas de Argentina. Allí, donde el olor a gas hace doler la cabeza. Donde el agua escasea y está contaminada. Donde abundan droga, prostitución, juego. Donde la palabra progreso agujerea la tierra y las conciencias. Ahí también, hay comunidades mapuche. Comunidades que fueron corridas a esas "tierras improductivas" hace más de cien años, cuando el Estado argentino extendió su territorio. Y que hoy, como denuncian contaminación, emanación de gases con efecto de invernadero, enfermedades, sequía, sismos, desechos radioactivos, son tildadas de delincuentes, de anti-progreso, de "usurpadores" de sus propias tierras.
El pasado 20 de julio, cuatro comunidades mapuche de Neuquén que mantenían un acampe pacífico frente a la Casa de Gobierno para exigir el reconocimiento legal de sus personerías jurídicas, derecho amparado en la Constitución argentina y en el Convenio 169 de la OIT, fueron violentamente desalojadas. La policía detuvo a 18 integrantes de las comunidades y golpeó a ancianos y niños.
Fuente: La Jornada