Patagonia

La huella de Butch y Sundance en la historia judicial de Chubut

Por Santiago Carlen

Caso 1 · Butch Cassidy y Sundance Kid en Cholila: un expediente para una leyenda (1901-1905)

1) Llegadas: cómo dos forajidos se volvieron ganaderos

Marzo de 1901. Tres pasajeros desembarcan en Buenos Aires con nombres que no son los suyos: James (Santiago) Ryan, Harry (Enrique) A. Place y Etta Place (en fuentes de época también Ethel/Etha). Se alojan en el Hotel Europa y, como otros norteamericanos recién llegados, encuentran a George y Ralph Newbery, vicecónsules de EE.UU. y dentistas de renombre, quienes les sugieren mirar hacia la Patagonia. Pronto abren una cuenta en el Banco de Londres y Río de la Plata y fijan rumbo al sur: tren hasta Neuquén y, con guía baqueano, realizan el resto del camino en una cabalgata hacia el valle del Río Blanco (Cholila).

El establecimiento que levantan -cabaña de troncos de cuatro ambientes, corrales, galpones- no es una tapadera precaria: hay marcas de ganado, cartas y recibos que inscriben a los recién llegados en la vida económica local. En una misiva, Butch enumera bienes con orgullo doméstico: "500 vacunos, 1.500 ovinos, 28 caballos de silla, dos peones... y casa con gallinero y establo". A la par, gestionan en Tierras y Colonias el reconocimiento de su ocupación, amparados por el espíritu de la Ley del Hogar (lotes de hasta 625 hectáreas para pequeños pobladores y extranjeros dispuestos a naturalizarse).

2) El archivo secreto

Durante décadas, en una caja fuerte de la Biblioteca Popular Agustín Álvarez de Trelew, permaneció guardado un expediente que parecía condenado al olvido. Era la causa por el secuestro del estanciero Lucio Ramos Otero (1911), instruida en el Juzgado Federal de Rawson por el juez Luis Navarro Coreaga. Un expediente que, como tantos, pudo haber ardido en las limpiezas de archivo de los años 70, cuando los gobiernos militares buscaban borrar rastros incómodos bajo la premisa de que "la Argentina no es tierra de forajidos".

Ese expediente sobrevivió gracias a una cadena azarosa: el juez Alejandro Godoy lo rescató en 1972, lo entregó al abogado José "Cata" Romero, y éste lo confió en los 90 al director César Rago, quien lo mantuvo bajo custodia en la Biblioteca. En 2021, la institución lo digitalizó y devolvió a la luz pública un conjunto de documentos que cruzan dos historias: un secuestro rural en Chubut y los últimos días de Butch Cassidy y Sundance Kid en la Patagonia.

3) Las cartas que confirman la despedida

Entre las fojas emergen piezas únicas: cartas de puño y letra de Robert LeRoy Parker (alias Butch Cassidy, aquí Santiago Ryan) y de Harry Alonzo Longabaugh (Sundance Kid, alias Harry A. Place). Son documentos que atan la épica del western con la rutina de Cholila.

1º de mayo de 1905. Santiago Ryan le escribe a su vecino John "Commodore" Perry:

"Páguele lo que usted me debe a Dan Gibbon, como yo he percibido de él la suma de 285,44 pesos. Nosotros salimos hoy. Con mi mejor estima. -Santiago Ryan."

La nota certifica dos cosas: que Daniel Gibbon era el encargado de cerrar cuentas y que Perry, ex sheriff texano, era depositario de la despedida formal.

19 de abril de 1905. Butch Cassidy había escrito a su amigo Richard Clarke: le pide que entregue vestidos encargados a Gibbon y cobre de él las deudas pendientes.Junio de 1905. Desde Valparaíso, Sundance Kid le escribe a Gibbon para despedirse definitivamente: "No deseo ver Cholila jamás, pero pensaré en ti y en todos nuestros amigos (...) queremos darte nuestros buenos deseos. Adjunto la canción Sam Bass que prometí escribir."

Estas misivas, junto con recibos de pagos a peones, compras de legumbres, maderas, viajes en lago y mercaderías de almacén, muestran que los bandidos se fueron liquidando ordenadamente sus bienes, saldando deudas y dejando rastros administrativos de cada paso.

4) La trama local: con quiénes se vinculaban y dónde compraban

Cholila y Esquel son más que escenario: son red. Los "colonos gringos" traban amistad con John "Comodoro" Perry -texano, ex sheriff-, frecuentan a la familia Hammond (radicada en Esquel) y hacen tratos con los Gibbon (patriarca en Esquel, hijos en Cholila). La sociabilidad queda en fotos y anécdotas; las deudas y pagos, en papeles.

El expediente también refleja el entramado local:

La reputación de honorables ganaderos que se habían ganado entre colonos galeses.La vecindad con John Commodore Perry, el sheriff convertido en colono cordillerano.La confianza en Daniel Gibbon, que manejó la liquidación final de negocios.Las visitas de familias como los Hammond, registradas en fotografías colectivas frente a la cabaña.El gobernador Julio Lezana, que en una velada llegó a bailar con Etta/Ethel Place, descrita en un informe como "alta, bella, experta jinete y seductora".

Mientras tanto, la agencia Pinkerton seguía sus pasos. El detective Frank Di Maio desembarcó en Buenos Aires en 1903. El expediente incluye referencias a sus movimientos y a la sospecha de que los bandidos fueron delatados por alguna entrevista en la capital.

5) Un tercer fantasma: Harvey Logan

Entre las fojas también aparece el nombre de Harvey Logan, alias Curry Kid, compañero ocasional de la Wild Bunch. Su prontuario habla de siete homicidios y robos espectaculares como el asalto al tren en Wagner, Montana (1901). Un informe norteamericano incluido en el expediente asegura que se fugó de la cárcel de Knoxville estrangulando a un guardia con un alambre, y que luego habría viajado a la Argentina. En Cholila, se decía que Gibbon infundía miedo contando que uno de los killers más peligrosos de los Estados Unidos vivía entre ellos.

6) La justicia federal y la memoria

El hallazgo en Trelew muestra que la justicia federal de Rawson no solo tramitaba causas locales: también conservaba y entrelazaba documentos de resonancia internacional. El expediente de Ramos Otero se convirtió, de manera inesperada, en el receptáculo de las cartas patagónicas de Butch y Sundance, preservadas primero por azar, luego por la obstinación de jueces, abogados y bibliotecarios.

Hoy, digitalizado, el sumario sigue siendo un punto de atracción para investigadores de Estados Unidos, Bolivia y Paraguay. Y en la comarca, confirma lo que hasta hace poco era rumor: que la despedida de los bandidos de Cholila está escrita en tinta y fechada, no solo narrada en fogones y películas.

Fuente: EQS