El mundo

China atraviesa un nuevo proceso de luchas obreras

Por Andrea Ferrario* 

En los últimos treinta y tres días, el sector manufacturero chino se ha visto sacudido por una serie inusual de huelgas: veintidós movimientos colectivos en diferentes sectores, desde la industria farmacéutica hasta la textil, desde la aeroespacial hasta los semiconductores. No se trata de episodios aislados, sino del síntoma de un malestar generalizado.

Por un lado, la coyuntura económica desfavorable ha provocado una caída de los pedidos y una disminución de los beneficios, por otro lado, la adopción de normas para la plena aplicación de la "seguridad social obligatoria" ha aumentado los costes fijos de las empresas, empujando a muchas de ellas a cerrar. De hecho, durante décadas, el gobierno ha hecho la vista gorda a la falta de pago de las cotizaciones por parte de las empresas, permitiéndoles inflar sus beneficios, pero el repentino cambio de política, debido al hecho de que los fondos de pensiones están sin capital, provoca trastornos al volver a hacer que los trabajadores sean los que paguen las consecuencias; además de las empresas que cierran, muchas otras simplemente han reconvertido a sus empleados en trabajadores a tiempo parcial, para quienes el pago de las cotizaciones sociales no es obligatorio. No es casualidad que la adopción repentina de la nueva normativa, en ausencia de medidas de acompañamiento y protección, sea ampliamente impugnada por los propios trabajadores. En este contexto, los trabajadores eligieron la huelga como último recurso para defender sus salarios y subsidios.

Detrás de las cifras citadas se esconden historias de fábricas en dificultades y trabajadores abandonados a su suerte. La empresa Kaiyi Paper Packaging de Guangzhou, con más de 100 millones de yuanes de producción anual, se declaró repentinamente en quiebra después de que las nuevas cotizaciones sociales erosionaran su margen de beneficio: cientos de empleados se encontraron sin salario durante meses y con un jefe desaparecido. En Shanghai, Guoli Automotive Leather ofreció indemnizaciones por despido que los trabajadores consideran "las más bajas de la ciudad", mientras que en Hebei, más de mil empleados de Aerospace Zhenbang, vinculada a grandes programas espaciales nacionales, salieron a la calle después de meses sin sueldo. Estos casos demuestran que la crisis no perdona ni a las pequeñas empresas privadas ni a las empresas estratégicas.

Los motivos de las protestas se repiten regularmente: recortes salariales unilaterales, despidos sin indemnización, traslados forzados a otras provincias sin compensación. En Dongguan, más de dos mil trabajadores de Maorui Electronics se declararon en huelga para protestar por la negativa de la empresa a compensarlos por el traslado de la producción; en Guilin, los trabajadores de BYD exigieron la aplicación del salario mínimo de los grandes centros urbanos en lugar del más bajo del distrito, pero sin obtener resultados debido a la intervención de las autoridades locales. Estos ejemplos demuestran una dinámica común: las empresas hacen que sus empleados soporten las consecuencias de la crisis reduciendo los costes laborales hasta el límite de la supervivencia.

Esta serie de huelgas pone de relieve otro elemento: el aumento de la conciencia colectiva entre los trabajadores. En Shenzhen Advanced Semiconductor, alrededor de mil empleados han obtenido una compensación superior a los estándares gracias a cuatro días consecutivos de movilización organizada. En otros casos, como en las industrias textil o de la confección, las movilizaciones se prolongaron durante varios días, un signo de una creciente cohesión y una mayor determinación de reclamar derechos sociales y contractuales. Estas formas de acción no son el resultado de una elección ideológica, sino una respuesta inmediata a condiciones de vida que se han vuelto insostenibles

El panorama general es el de un sector industrial bajo tensión, donde la estabilidad del empleo parece cada vez más frágil. En treinta y tres días, nueve de las veintidós fábricas afectadas ya se han declarado en quiebra y el resto se encuentra en una situación precaria. El establecimiento de una protección social obligatoria, que en teoría tiene como objetivo ampliar las garantías, se traduce en la práctica en una presión insostenible para las pequeñas y medianas empresas que cierran o repercuten los costes en los trabajadores. Para los trabajadores, en cambio, esto los expone al riesgo de perder no solo su salario, sino también toda garantía social, alimentando así un círculo vicioso de precariedad y conflicto.

Esta ola de protestas es una señal de alarma para todo el sistema productivo chino. Si bien, por un lado, pone de relieve las contradicciones entre las políticas sociales y la viabilidad económica de las empresas, por otro lado, muestra que el mundo obrero ya no está dispuesto a aceptar pasivamente los sacrificios unilaterales. Para muchos, la huelga ya no se considera un gesto extremo y aislado, sino como un medio legítimo y necesario para resistir la compresión de los derechos. Es de esperar que estas movilizaciones continúen en los próximos meses, señal de que la crisis de la industria manufacturera no es solo una cuestión de pedidos y costes, sino sobre todo de dignidad y supervivencia diaria para millones de trabajadores.

Además, cabe añadir que el seguimiento de la información y las imágenes difundidas en las redes sociales chinas muestra un claro aumento, en este período de agosto y septiembre, de las protestas contra el impago de los salarios, a menudo con varios meses de retraso. No se trata de huelgas organizadas, sino de acciones llevadas a cabo por trabajadores exasperados que suben a los tejados de las fábricas y amenazan con lanzarse al vacío, en una demanda desesperada de atención. No hay datos oficiales, que el régimen chino tiende a ocultar, pero la frecuencia de estos actos recuerda fuertemente un fenómeno ya observado en otros lugares, como en Italia en 2009 durante la crisis mundial, comenzando por la lucha simbólica de los trabajadores de la fábrica de Innse en Milán.

*Comenzó a escribir sobre política internacional en 1996 como editor de la revista Guerre & Pace. Posteriormente fundó el boletín Notizie Est, especializado en el área de los Balcanes. Experto en varios programas de televisión (RaiNews, RaiUno, RaiTre) y de radio italianos. Publica regularmente en el sitio web Crisis Global, del que es editor.

Fuente: Sin Permiso