Opinión

Claudio Katz: "Cada intervención imperial es un boomerang contra su propio gestor"

Al cierre del segundo encuentro de formación política de Vientos del Pueblo, conversamos con Claudio Katz sobre los temas planteados en esa reunión.

¿Por qué asignas tanta importancia al agravamiento de las tensiones bélicas en el escenario actual?

En mi opinión el dato central del escenario geopolítico mundial es la militarización. Muchos países se preparan para la guerra, impactando por ejemplo a Europa, dónde eso no ocurría desde hace décadas. Con el conflicto de Ucrania la OTAN subió la apuesta. Buscó instalar misiles, Rusia respondió con la invasión y Europa se embarcó en un vertiginoso viraje hacia gasto bélico. Incluso evalúan el retorno del servicio militar obligatorio, en un marco de impensable rearme de Alemania. Esa oleada de la militarización se verifica a pleno en Palestina. Allí observamos un salto cualitativo, con un tipo de guerra que no se veía desde el nazismo. Hay un genocidio, limpieza étnica, masacres planificadas, hambrunas premeditadas y terrorismo de Estado. A diferencia de lo ocurrido en el pasado es una matanza a la vista de todo el mundo.

Israel incendia el Medio Oriente quebrantado todos los códigos de las guerras. Ante todo, en la proporcionalidad de represalias, con bombardeos indiscriminados a la población civil y números de bajas de sesenta a uno. Ha roto los códigos de los conflictos armados con asesinatos mafiosos de líderes y gobernantes. Y en sus atentados contra los diplomáticos ha pulverizado cualquier ámbito de negociación.

¿Pero ese extremo de belicismo no es una peculiaridad específica del sionismo?

Si y no. Por un lado, Israel difiere del colonialismo corriente de una metrópoli que oprime a naciones sometidas, como en el pasado hacían Inglaterra o Francia en África o Asia. Israel despliega un colonialismo de colonos, basado en la eliminación de la población nativa y en su reemplazo por inmigrantes, repitiendo el modelo de exterminio que signó el nacimiento de Estados Unidos. En lugar de someter a la mano de obra nativa, la aniquila y por eso actúa con un inédito nivel de violencia estructural. Necesita imponer una Nakba tras otra de los palestinos.

Pero Israel no actúa solo. Cumple una función coimperial en toda la región de Medio Oriente como brazo de Estados Unidos, porque está enlazado a la estructura interna de la primera potencia a través del lobby sionista. Israel es un instrumento de la estrategia norteamericana para remodelar Medio Oriente, mediante el dominio de las poblaciones y la apropiación de los recursos. El imperialismo pretende manejar el petróleo de esa región, doblegar a Rusia y China, contener a las potencias regionales y derrotar a los pueblos que irrumpieron en la Primavera Árabe

El tipo de guerra altamente destructiva que implementa Israel es una extensión de las invasiones de Estados Unidos, que empezaron en Afganistán, siguieron en Irak, se extendieron a Libia, desangraron a Siria, mantienen en vilo al Líbano y amenazan a Irán. Esas guerras provocaron las catástrofes, que en Gaza presentan ahora un nivel apocalíptico. Estados Unidos destruyó países y demolió sociedades anticipando el genocidio de Israel y esa agresividad imperial es intrínseca, porque intenta contrarrestar el declive económico con agresiones geopolíticas e intervenciones militares.

Con resultados habitualmente adversos...

Exacto, y ahí radica un problema adicional, porque el imperialismo provoca esos destrozos sin recuperar primacía. Y esos resultados negativos ilustran de qué manera el imperialismo del caos agrava todos los conflictos. Cada intervención imperial es un boomerang contra su propio gestor. Por eso, asistimos a una nueva guerra fría mucho más agresiva que su precedente. Estados Unidos contaba en el pasado con una supremacía económica frente a Unión Soviética, que no tiene actualmente frente a China y compensa esa adversidad con más militarismo.

Yo creo que existe una coincidencia de todos los sectores dominantes de la elite norteamericana, en ese despliegue de belicismo para contrarrestar el declive económico. Es el único recurso que tienen y por esa razón, los Demócratas coinciden con los Republicanos en hostilizar a Rusia y pulsear con China.

Es una misma política, pero con fuertes divergencias en la forma de implementarla. Los neoconservadores propician intervenciones unilaterales, sin cobertura de los organismos mundiales y sin justificación ideológica. En cambio, los globalistas prefieren actuar con el consenso de aliados, el sostén de los organismos mundiales y un desgastado discurso sobre la democracia.

En los últimos años los neoconservadores se impusieron a los halcones liberales, pero también apareció el replanteo de Trump, que intenta una tercera opción con americanismo proteccionista en plano económico y realismo pragmático en el plano político.

Trump propone una estrategia imperial diferenciada de tres frentes. En Medio Oriente, propicia que Israel tome la posta completa y se encargue de domesticar por la fuerza a aliados de Occidente como Egipto y Arabia Saudita. En Europa, auspicia un clima de guerra para qué Inglaterra, Francia y Alemania hostilicen y neutralicen a Rusia. Y en Asia, busca que Estados Unidos puedan actuar con las manos libres, para aumentar su presión militar contra China, mientras intentan recuperar primacía económica.

Mencionaste que ese curso tiende a unificar las guerras en bloques contrapuestos. ¿Qué implicancias tiene ese rumbo?

Determina que los conflictos de distinto origen tiendan a converger en alianzas contrapuestas. Dos guerras que estaban inicialmente divorciadas, en el Este Europeo y Medio Oriente ahora se enlazan, a medida que Ucrania afianza relaciones con Israel y realizan acciones del mismo tipo. El operativo telaraña de sabotaje a los aviones en Rusia siguió, por ejemplo, la misma pauta de la incursión de Israel a Irán.

La doctrina de ofensiva permanente que motoriza el imperialismo norteamericano determina ese realineamiento. Con hostilidad y sanciones empujó a Rusia a alejarse de Europa y a converger con China. En Medio Oriente está induciendo a viejos aliados de Occidente como Arabia Saudita, a negociar con China y a firmar pactos defensivos con Pakistán.

Yo creo que comienzan a vislumbrarse ciertos paralelos con el escenario que precedió a la Segunda Guerra Mundial, donde el eje agresor que conformaba Alemania, Japón e Italia es ahora constituido por la coalición de Estados Unidos, Israel y la OTAN. Y el eje defensivo que conformaban Inglaterra. Francia, Estados Unidos y la URSS, ahora despunta en torno a China, Rusia y los BRICS. Si esa tendencia se consolida, también cambiará la naturaleza de las guerras en curso, porque habrá que interpretarlas en términos mundiales de bloques contrapuestos.

Conviene igualmente aclarar que no es inexorable la repetición de Segunda Guerra y que son por ahora muy aventurados los presagios de una Tercera Guerra, puesto que operan dos contrapesos sustanciales. El primero es la disuasión atómica, que introduce una paradójica limitación a la extensión de las guerras y el segundo es la posibilidad de derrotar anticipadamente al agresor, conteniendo el incendio bélico.

La Segunda Guerra Mundial la guerra no era inevitable. Resultaba posible contenerla, si se frenaba a tiempo a Alemania y Japón y lo mismo ocurre en la actualidad. Cuando el imperialismo estadounidense es derrotado, atempera su ofensiva y concilia (como ocurrió después de Vietnam) y cuando se siente fortalecido ataca (como sucedió luego de la implosión de la URSS).

¿Por qué razón destacas esas referencias del pasado?

Porque son útiles para las estrategias de la izquierda, que puede evaluar si adopta una postura afín a sus referentes de la Primera o Segunda Guerra. En el primer caso prevalecía una pugna entre potencias igualmente reaccionarias, que disputaban el botín del mercado mundial provocando la sangría de los pueblos. Lenin rechazó tomar partido por un bando contra otro. Denunció por igual a ambas partes y convocó a luchar por el socialismo.

En la Segunda Guerra el proceso fue muy diferente. Había un enemigo principal que era el nazismo y la prioridad era derrotarlo. Se formó un bloque reaccionario que era el Eje y un campo opositor de los Aliados con la URSS. La izquierda se ubicó en ese bando y luchó por el socialismo desde ahí.

Creo que el escenario actual tiende a parecerse más a la Segunda Guerra que la Primera. Hay un enemigo de primer orden que es el imperialismo de Estados Unidos, Israel y la OTAN. Me parece importante reconocer esa contraposición y evitar el error de adoptar de posturas neutralistas, que observan en la actualidad una disputa de potencias igualmente regresivas, omitiendo que el imperialismo estadounidense es el agresor.

En tu exposición, mencionaste la gravitación de los BRICS. ¿Qué significado les atribuís?

Me parece que concentran los grandes cambios de la época. Buscaron primero integrarse a la globalización, pero la crisis financiera del 2008 sepultó esa posibilidad y generó una fractura. Por eso sustituyeron la estrategia de reformar los organismos internacionales por impulsar la gestación de instituciones propias. Se consolidaron como un bloque, con China al frente por su abrumador predominio productivo. El declive de Estados Unidos es la principal explicación del ascenso de los BRICS.

Ya conforman una coalición que fija su propia agenda, en disputa con los dictados de Washington y actúan en forma autónoma como un bloque defensivo. No constituyen un aglutinamiento antiimperialista como era Bandung, aunque tienen ciertos parecidos con el Movimiento de Países No Alineados.

¿Y en términos valorativos, cual tu opinión de ese bloque?

Me parece conveniente superar las ingenuas idealizaciones de los BRICS, observando que lo componen varios gobiernos ultraderechistas (India), monarquías despóticas (eventual ingreso de Arabia Saudita) o tiranías de hecho (Egipto). También es problemático identificar al bloque con el Sur Global, cuando incluye al gigante geopolítico ruso y al coloso económico chino.

Pero una vez señaladas esas prevenciones, me parece importante subrayar que los BRICS no son de ninguna manera equivalentes al capitalismo occidental. La impresión que sus economías están entrelazadas con Occidente -conformando un bloque transnacional- ha quedado desmentida por la crisis de la globalización y el resurgimiento del proteccionismo de Trump. Y quiénes argumentan que China es tan imperialista como Estados Unidos, omiten que ese país prescinde del uso de la fuerza militar invasora. Al catalogarla de imperialista se diluye el sentido del término.

En mi opinión, lo importante es que los BRICS no conforman un bloque guerrero y ahí se verifica la distancia con el Pentágono. Veremos si logran contrapesar el belicismo de la OTAN, pero al contener al militarismo imperial y debilitar sus incursiones, contribuyen a mejorar las condiciones para la lucha popular. En el desenvolvimiento de ese conflicto, podría gestarse una brecha para forjar un horizonte emancipador con otros actores y otros sujetos.

También mencionaste los conceptos a retomar para entender el escenario geopolítico actual...

Si. Propongo recuperar algunos conceptos marxistas básicos, porque los criterios en boga son insuficientes. Las nociones actualmente más utilizadas son transición hegemónica, Norte-Sur Global y multipolaridad. Son términos que ciertamente indican procesos reales en curso.

En el plano económico la transición hegemónica es visible en el declive de Estados Unidos. Es el epicentro de crisis financieras y afronta una regresión competitiva determinada por la decreciente productividad de esa potencia. Por esa razón, Estados Unidos tiende a recrear el proteccionismo y rehúye los tratados de libre comercio. En cambio, China ha logrado impactantes avances económicos con cimientos socialistas, complementos mercantiles y parámetros capitalistas. Retuvo el grueso del excedente, con un modelo que prescinde del neoliberalismo y la financiarización.

Las denominaciones Norte y Sur Global reemplazan el esquema precedente del Primer, Segundo y Tercer Mundo, que prevalecía hasta la implosión de la URSS y brindan ciertas pistas de la reconfiguración geopolítica en curso. A su vez, la multipolaridad indica una nueva dispersión del poder global, confirmada por la expansión de los BRICS. Estos conceptos son interesantes, pero a lo sumo facilitan solo la descripción y resultan en sí mismos insuficientes para explicar el cambio en curso.

Me parece que debemos registrar que la transformación actual obedece en primer lugar a la crisis capitalismo neoliberal. El modelo globalizado, precarizado, financiarizado y digital, que inauguró una nueva etapa en el funcionamiento del capitalismo ha quedado seriamente erosionado por los desequilibrios, que salieron a flote en el colapso financiero del 2008. Resurgió la inflación y el descontrol de la deuda pública, en un modelo con desigualdades sociales sin precedentes.

El impacto de esas contradicciones globales es muy superior en el modelo neoliberal estadounidense, que en la gestión regulada de China. Por eso, el gran cambio de política económica después del 2008 se localizó en Washington y no en Beijing.

El segundo concepto explicativo de lo que sucede es la agresividad y crisis del sistema imperial, es decir de todo el dispositivo es utilizado por las grandes potencias para expropiar a la periferia. El imperialismo contemporáneo es muy diferente a su precedente clásico de la centuria pasada. Opera bajo el comando de los Estados Unidos con socios europeos subordinados y apéndices como Israel, Australia o Canadá.

En ese esquema impera una belicosidad de Estados Unidos resultante de la disolución de la vieja equivalencia entre el poder económico y militar que tenía en el pasado. Perdió la supremacía económica, mantiene el liderazgo militar e intenta utilizarlo sin resultados para sostener su conducción del orden global.

La tercera noción clave es el agravamiento de los despojos que padece el capitalismo dependiente de la periferia. Allí se perpetúa el subdesarrollo mediante transferencias de valor, que acentúan la brecha entre economías que drenan y receptan el excedente. Es una transferencia que se consuma mediante dispositivos productivos asentados en explotación de fuerza de trabajo barata, mecanismos del intercambio desigual en el comercio y convenios de endeudamiento externo que multiplican la hemorragia financiera.

El capitalismo dependiente impone una degradación económica, agravada por políticas neoliberales que potencian la primarización extractiva, la remodelación regresiva de la industria y la pesadilla de la deuda.

En síntesis, si queremos explicar las tendencias subyacentes de la época actual debemos profundizar nuestro estudio de esos tres conceptos: capitalismo neoliberal, sistema imperial y dependencia.

¿Cuáles son las implicancias de esta visión para América Latina?

América Latina es decisiva para Estados Unidos. Es completamente absurda la afirmación de Trump que "ellos no nos necesitan¨. En los hechos sucede exactamente lo contrario. Estados Unidos necesita más que nunca a América Latina para intentar recuperar primacía mundial.

Nuestra región persiste como un campo privilegiado de las intervenciones yanquis. Por eso suscribe acuerdos militares con los gobiernos derechistas y aplica la doctrina Monroe de predominio explícito de Estados Unidos. No solo en los hechos, sino también en los discursos. Trump no tiene empacho en proclamar que Estados Unidos debe manejar el petróleo venezolano y convoca a recuperar el Canal de Panamá.

Y como en otros lugares, cada intervención directa o indirecta de Estados Unidos provoca destrucción. América Latina, que no está desgarrada por conflictos militares, afronta graves peligros de desintegración. Haití ya ofrece el ejemplo regional más desgarrador de ese derrumbe de la sociedad. Al cabo de varios ciclos de intervención imperial, la economía haitiana fue destruida y el Estado no funciona.

Nuestra región es el campo inmediato de la confrontación estadounidense con China y Trump busca frenar la impresionante expansión del gigante oriental, que ya sumó a 21 de los 33 países de la zona a la Ruta de la Seda. Intenta desalojar a China mediante imposiciones a los gobiernos de la región. Empezó con Panamá y sigue con Argentina, donde a cambio del rescate financiero busca imponer la entrega de la economía y la anulación de las inversiones chinas, luego de haber conseguido la renuncia del país a integrar los BRICS.

Para imponer ese curso, Trump sostiene políticos de ultraderecha: Bukele, Novoa, Boularte, Milei, Peña, Bolsonaro. Esas figuras se subordinan a la Casa Blanca, sin propiciar ningún proyecto económico propio. Tan sólo apuntalan lo que exige Estados Unidos. Surgieron para diluir los efectos de las rebeliones populares, para sepultar el primer ciclo progresista y para frustrar la segunda oleada de esa tendencia. Y esa es su prioridad.

La ultraderecha es nuestro principal enemigo y derrotarlos es la condición para avanzar en proyectos alternativos. Es una batalla social y política cotidiana, con pulseadas electorales en las segundas vueltas de los comicios presidenciales. Tenemos un precedente a favor, porque no olvidemos que el primer gobierno de Trump intentó una restauración conservadora en América Latina y esa pretensión fue doblegada en las calles y en las elecciones. Esa reacción dio lugar a una oleada de gobiernos de centroizquierda progresista, que actualmente persiste en la mayor parte de la región.

Pero solo avanzaremos, si superamos los desengaños con las frustradas experiencias del progresismo light, que terminan alimentando la oleada derechista. Esa decepción política fue especialmente traumática en Argentina con Alberto Fernández y desembocó en la presidencia de Milei.

¿Y cómo ves la controvertida situación de Venezuela?

Me parece que es el proceso más importante de la región. Ahí se libra la principal batalla antiimperialista porque Estados Unidos quiere apropiarse del petróleo. En un sincericidio, Trump lo proclamó abiertamente. Ataca a Venezuela para neutralizar la conformación de un eje regional contrapuesto a la ultraderecha y para destruir UNASUR, la CELAC, el ALBA. Ahora lo hace con provocaciones militares en el Mar Caribe, asaltando a los pesqueros con el ridículo pretexto del narcotráfico y sube la escala de ataque porque la derecha venezolana ha sufrido derrotas significativas.

El gobierno ha logrado mantener la unidad, evitando el trágico resultado de divisionismo interno que observamos en Bolivia. Está logrando lidiar, además, con las sanciones y consiguió una recuperación de la economía.

Ese contexto facilita el resurgimiento del poder comunal. Es un tipo de sostén por abajo, que resulta clave para confrontar con el autoritarismo de la derecha. Me parece que debemos evaluarlo con atención, porque podría indicar cómo el declive del constitucionalismo liberal genera otro escenario de batalla política. Me parece que el simplificado contrapunto entre "democracia o dictadura" comienza a ser sustituido por una contraposición más sustancial entre el poder popular y la tiranía de los poderosos.

En mi opinión, la continuidad de la resistencia en Venezuela es clave para que podamos concebir otro modelo para toda la región, asentado en tres pilares: resistir la dominación de Estados Unidos, renegociar en bloque con China y privilegiar la integración regional.

La batalla contra la dominación imperial es prioritaria, porque no podemos encarar proyectos de desenvolvimiento sin conquistar la soberanía política. La renegociación económica en bloque con China es a su vez indispensable, para superar primarización, la ausencia de transferencias tecnológicas y la inversión en áreas no prioritarias. Y la unidad regional es la única forma que tienen los frágiles Estados de la periferia para hacer valer su voz. Una acción regional conjunta es indispensable para facilitar la gestación de proyectos económicos populares, centrados en la soberanía energética, financiera y alimenticia y asentados en la redistribución de los ingresos.

Por último: ¿cuáles son los senderos próximos para el desarrollo de la izquierda?

Palestina es un tema clave que impacta en todos los países y está generando una convulsión en los movimientos populares. Cada vez más se visualiza la analogía con los efectos revulsivos que tuvo la guerra de Vietnam. Una nueva generación de militantes comienza a despuntar a escala global en la batalla de solidaridad con Palestina.

Pero en nuestro caso, la izquierda latinoamericana está madurando también en la batalla contra la ultraderecha, con iniciativas de foros, encuentros y congresos para coordinar actividades.

En todos los casos despuntan campañas para popularizar ejes contrapuestos a la derecha. Ellos aplauden la masacre de Palestina y nosotros exigimos ruptura de relaciones con Israel, ellos promueven la militarización y nosotros soluciones negociadas, ellos quieren el autoritarismo y nosotros la democracia, ellos buscan imponer el control totalitario de las redes y nosotros su regulación y democratización. Es un contrapunto en todos los terrenos: ellos son antifeministas y nosotros queremos ampliar los derechos conquistados, ellos propician la desigualdad social y nosotros los impuestos a los multimillonarios, ellos promueven el nacionalismo chauvinista y nosotros la solidaridad internacionalista

Hay también una batalla ideológica en curso, porque la ultraderecha está empeñada en una contrarrevolución cultural y tenemos que disputarle teorías, conceptos, frases y palabras. Ellos no son, por ejemplo, verdaderos libertarios porque idolatran al capitalismo y ocultan que ese sistema genera una traumática desigualdad social.

Pero si tenemos que aprender algo de ellos es la forma en que postulan sus ideas sin vergüenza, timidez, ni ocultamiento. Me parece que con la misma contundencia tenemos que exponer nuestro proyecto socialista y nuestro ideal comunista. Forjaremos una izquierda poderosa y renovada, si rescatamos el contenido y las denominaciones de nuestras tradiciones.

Fuente: Huella del Sur