50 años de la muerte de Agustín Tosco: El espíritu del CordobazoPor Luis Bruschtein
"¡Obreros y estudiantes, unidos, adelante!" fue la consigna de partida. El vozarrón del hombre alto, vestido de fajina, retumbó en la esquina de Colón y General Paz, en la ciudad de Córdoba. Alrededor de 15 mil personas comenzaron a marchar detrás de ese hombre, Agustín Tosco, hacia la Plaza Vélez Sarfield. Desde la otra punta de la ciudad cerca de 20 mil estudiantes y obreros de las fábricas automotrices buscaban llegar también a esa plaza.
Tosco, simpatizante del Partido Comunista, era secretario general del gremio de Luz y Fuerza y de la CGT de los Argentinos de Córdoba. Había coordinado para el 29 de mayo de 1969 el paro de 36 horas y la movilización, con Elpidio Torres, de la CGT moderada de Azopardo, titular del gremio automotriz y con Atilio López, el secretario general de la UTA, del peronismo combativo.
En el camino hacia la plaza Vélez Sarfield, la Guardia de Infantería reprimió con ferocidad a la columna del SMATA y mató al obrero Máximo Mena. La indignación se extendió por la ciudad y miles de cordobeses se volcaron a las calles, tomaron barrios enteros y resistieron a la policía. El Cordobazo fue el principio del fin para la dictadura del general Juan Carlos Onganía.
El tiempo genera estas paradojas: el detonante del Cordobazo fue una ley de la dictadura que agregaba cuatro horas semanales de trabajo a los obreros cordobeses. Más de 50 años después, los cordobeses acaban de votar por amplia mayoría a un gobierno cuya primera iniciativa será un proyecto de ley que agrega cuatro horas diarias a la jornada de trabajo.
De la misma manera, de la provincia que muestra un perfil electoral tan conservador, habían salido los programas de La Falda y después el de Huerta Grande, que delinearon a la resistencia peronista y habían sido el antecedente de la CGT de los Argentinos. Allí también se creó la Tendencia Revolucionaria del peronismo, así como surgieron dirigentes clasistas de los sindicatos de Sitrac-Sitram y René Salamanca el secretario general que desplazó a Elpidio Torres en el SMATA cordobés.
El gremialista de los electricistas fue apresado por la dictadura y ocupó una celda en la cárcel de Devoto, donde también había encarcelado al titular de la CGT de los Argentinos, el obrero gráfico Raymundo Ongaro, que se encuadraba en el peronismo revolucionario. Ambos impulsaban "sindicalismo de liberación". En esa concepción, los sindicatos no sólo eran herramientas para defender los derechos de los trabajadores, sino también instrumentos de las luchas por la liberación antioligárquica y antimperialista.
Tosco ya había estado preso en la dictadura de Aramburu. Cuando lo detuvieron tras el Cordobazo, fue condenado por un tribunal militar a ocho años de prisión. Permaneció preso en Córdoba, en Devoto y en el penal de Rawson. Estaba allí cuando se produjo la fuga de los jefes guerrilleros, el 15 de agosto de 1972. El comandante del ERP, Roberto Santucho le ofreció escaparse con ellos, pero Tosco no quiso: "mi lugar de lucha está acá", le dijo.
Esa vez estuvo preso 17 meses. Cuando salió en libertad le preguntaron por la lucha armada y respondió con las conclusiones de la reunión del Episcopado latinoamericano en Medellín, Colombia: "Latinoamérica sufre una violencia institucionalizada que oprime al hombre, lo frustra e impide la realización al mínimo nivel de la dignidad humana. Esa violencia ha engendrado su respuesta, que en algunos casos corresponde -según Medellín-a una legítima defensa".
En agosto de 1973, participó en la creación del Frente Antimperialista y por el Socialismo (FAS), impulsado centralmente por el PRT-ERP y otras fuerzas de izquierda. Santucho ofreció a Tosco que fuera el candidato presidencial del FAS para las elecciones presidenciales de octubre, donde se iba a presentar Perón. Pese a tener una formación de izquierda, el gremialista cordobés rechazó también el ofrecimiento porque oponerse a Perón, era oponerse a la mayoría de la clase trabajadora.
Para ese entonces, la figura de Tosco había alcanzado tracendencia nacional. Como secretario general de su gremio, nunca dejó de asistir a su trabajo de electricista y era reconocido por su austeridad. Crítico de lo que calificaba como burocracia sindical, mantuvo cruces con José Ignacio Rucci, uno de los cuales se transmitió por televisión.
Para ese entonces, la interna del peronismo producía cimbronazos en el gobierno. En febrero de 1974, la derecha, encabezada por el jefe de la policía, Antonio Navarro, derrocó al gobernador cordobés Ricardo Obregón Cano, ligado a la Tendencia Revolucionaria. Fue un antecedente de lo que sería el golpe del 76.
Las nuevas autoridades intervinieron el sindicato de Luz y Fuerza y se lanzaron a una caza de brujas. Tosco pasó a la clandestinidad. En Julio, tras la muerte de Perón, sus perseguidores le pisaban los talones. Era hincha de Belgrano. El jugador Rodolfo Cuéllar, legendario capitán del equipo Pirata de aquella época contó después que lo había ayudado a pasar controles policiales cuando estaba clandestino.
Estuvo varios meses oculto en las sierras de Córdoba, pero decidió viajar a Buenos Aires. Algunos cuentan que lo hizo disfrazado de mujer. Tenía 45 años cuando contrajo una encefalitis bacteriana. Para esa época, tras la salida de José López Rega, el Partido Militar controlaba gran parte del gobierno de Isabel y manejaba los comandos parapoliciales como la Triple A y el comando Libertadores de América. La salud de Tosco se agravó en la clandestinidad. No pudo recibir la atención médica necesaria y falleció el 4 de noviembre de 1975.
Atilio López, su compañero del Cordobazo, había sido asesinado por la Triple A, que también asesinó al hijo de Ongaro.
No lo iban a dejar en Buenos Aires. Sus compañeros quisieron que lo despida el pueblo cordobés. Sentaron el cadáver en el lugar del acompañante en una ambulancia y lo llevaron a la provincia donde había nacido y luchado. Por eso la fecha oficial de su muerte es el 5 de noviembre, un día después de su muerte real.
Fue velado en la casa de un compañero de militancia y luego se montó la capilla ardiente en el club Redes Cordobesas. La ciudad era rehén de los parapoliciales. El cuerpo de Tosco quemaba en la consciencia de los cordobeses. Llegar hasta el club era un riesgo mortal. En esa desolación, primero fue un grupo, luego otro y así se reunieron más de 20 mil personas para despedir al Tosco del Cordobazo.
Francotiradores apostados en las terrazas vecinas comenzaron a disparar contra la multitud. Hubo un desbande con varios heridos. Ante el temor de que profanaran su cadáver, un grupo de trabajadores ocultó el féretro en una bóveda ajena y al día siguiente fue enterrado en el panteón de la Unión Eléctrica.
Con el antecedente del Navarrazo, la dictadura coronó la época del terror con Luciano Benjamin Menéndez. Y la vieja Córdoba de la Reforma Universitaria, de los Cordobazos, de La Falda y Huerta Grande, entró en un ciclo oscuro. Pero en ese rincón del panteón de los obreros electricistas todavía brilla la memoria de otros fuegos, la llamita viva de esa vieja inteligencia de los pueblos y sus anhelos de justicia y libertad.
Fuente: Página 12
Por Luis Bruschtein
"¡Obreros y estudiantes, unidos, adelante!" fue la consigna de partida. El vozarrón del hombre alto, vestido de fajina, retumbó en la esquina de Colón y General Paz, en la ciudad de Córdoba. Alrededor de 15 mil personas comenzaron a marchar detrás de ese hombre, Agustín Tosco, hacia la Plaza Vélez Sarfield. Desde la otra punta de la ciudad cerca de 20 mil estudiantes y obreros de las fábricas automotrices buscaban llegar también a esa plaza.
Tosco, simpatizante del Partido Comunista, era secretario general del gremio de Luz y Fuerza y de la CGT de los Argentinos de Córdoba. Había coordinado para el 29 de mayo de 1969 el paro de 36 horas y la movilización, con Elpidio Torres, de la CGT moderada de Azopardo, titular del gremio automotriz y con Atilio López, el secretario general de la UTA, del peronismo combativo.
En el camino hacia la plaza Vélez Sarfield, la Guardia de Infantería reprimió con ferocidad a la columna del SMATA y mató al obrero Máximo Mena. La indignación se extendió por la ciudad y miles de cordobeses se volcaron a las calles, tomaron barrios enteros y resistieron a la policía. El Cordobazo fue el principio del fin para la dictadura del general Juan Carlos Onganía.
El tiempo genera estas paradojas: el detonante del Cordobazo fue una ley de la dictadura que agregaba cuatro horas semanales de trabajo a los obreros cordobeses. Más de 50 años después, los cordobeses acaban de votar por amplia mayoría a un gobierno cuya primera iniciativa será un proyecto de ley que agrega cuatro horas diarias a la jornada de trabajo.
De la misma manera, de la provincia que muestra un perfil electoral tan conservador, habían salido los programas de La Falda y después el de Huerta Grande, que delinearon a la resistencia peronista y habían sido el antecedente de la CGT de los Argentinos. Allí también se creó la Tendencia Revolucionaria del peronismo, así como surgieron dirigentes clasistas de los sindicatos de Sitrac-Sitram y René Salamanca el secretario general que desplazó a Elpidio Torres en el SMATA cordobés.
El gremialista de los electricistas fue apresado por la dictadura y ocupó una celda en la cárcel de Devoto, donde también había encarcelado al titular de la CGT de los Argentinos, el obrero gráfico Raymundo Ongaro, que se encuadraba en el peronismo revolucionario. Ambos impulsaban "sindicalismo de liberación". En esa concepción, los sindicatos no sólo eran herramientas para defender los derechos de los trabajadores, sino también instrumentos de las luchas por la liberación antioligárquica y antimperialista.
Tosco ya había estado preso en la dictadura de Aramburu. Cuando lo detuvieron tras el Cordobazo, fue condenado por un tribunal militar a ocho años de prisión. Permaneció preso en Córdoba, en Devoto y en el penal de Rawson. Estaba allí cuando se produjo la fuga de los jefes guerrilleros, el 15 de agosto de 1972. El comandante del ERP, Roberto Santucho le ofreció escaparse con ellos, pero Tosco no quiso: "mi lugar de lucha está acá", le dijo.
Esa vez estuvo preso 17 meses. Cuando salió en libertad le preguntaron por la lucha armada y respondió con las conclusiones de la reunión del Episcopado latinoamericano en Medellín, Colombia: "Latinoamérica sufre una violencia institucionalizada que oprime al hombre, lo frustra e impide la realización al mínimo nivel de la dignidad humana. Esa violencia ha engendrado su respuesta, que en algunos casos corresponde -según Medellín-a una legítima defensa".
En agosto de 1973, participó en la creación del Frente Antimperialista y por el Socialismo (FAS), impulsado centralmente por el PRT-ERP y otras fuerzas de izquierda. Santucho ofreció a Tosco que fuera el candidato presidencial del FAS para las elecciones presidenciales de octubre, donde se iba a presentar Perón. Pese a tener una formación de izquierda, el gremialista cordobés rechazó también el ofrecimiento porque oponerse a Perón, era oponerse a la mayoría de la clase trabajadora.
Para ese entonces, la figura de Tosco había alcanzado tracendencia nacional. Como secretario general de su gremio, nunca dejó de asistir a su trabajo de electricista y era reconocido por su austeridad. Crítico de lo que calificaba como burocracia sindical, mantuvo cruces con José Ignacio Rucci, uno de los cuales se transmitió por televisión.
Para ese entonces, la interna del peronismo producía cimbronazos en el gobierno. En febrero de 1974, la derecha, encabezada por el jefe de la policía, Antonio Navarro, derrocó al gobernador cordobés Ricardo Obregón Cano, ligado a la Tendencia Revolucionaria. Fue un antecedente de lo que sería el golpe del 76.
Las nuevas autoridades intervinieron el sindicato de Luz y Fuerza y se lanzaron a una caza de brujas. Tosco pasó a la clandestinidad. En Julio, tras la muerte de Perón, sus perseguidores le pisaban los talones. Era hincha de Belgrano. El jugador Rodolfo Cuéllar, legendario capitán del equipo Pirata de aquella época contó después que lo había ayudado a pasar controles policiales cuando estaba clandestino.
Estuvo varios meses oculto en las sierras de Córdoba, pero decidió viajar a Buenos Aires. Algunos cuentan que lo hizo disfrazado de mujer. Tenía 45 años cuando contrajo una encefalitis bacteriana. Para esa época, tras la salida de José López Rega, el Partido Militar controlaba gran parte del gobierno de Isabel y manejaba los comandos parapoliciales como la Triple A y el comando Libertadores de América. La salud de Tosco se agravó en la clandestinidad. No pudo recibir la atención médica necesaria y falleció el 4 de noviembre de 1975.
Atilio López, su compañero del Cordobazo, había sido asesinado por la Triple A, que también asesinó al hijo de Ongaro.
No lo iban a dejar en Buenos Aires. Sus compañeros quisieron que lo despida el pueblo cordobés. Sentaron el cadáver en el lugar del acompañante en una ambulancia y lo llevaron a la provincia donde había nacido y luchado. Por eso la fecha oficial de su muerte es el 5 de noviembre, un día después de su muerte real.
Fue velado en la casa de un compañero de militancia y luego se montó la capilla ardiente en el club Redes Cordobesas. La ciudad era rehén de los parapoliciales. El cuerpo de Tosco quemaba en la consciencia de los cordobeses. Llegar hasta el club era un riesgo mortal. En esa desolación, primero fue un grupo, luego otro y así se reunieron más de 20 mil personas para despedir al Tosco del Cordobazo.
Francotiradores apostados en las terrazas vecinas comenzaron a disparar contra la multitud. Hubo un desbande con varios heridos. Ante el temor de que profanaran su cadáver, un grupo de trabajadores ocultó el féretro en una bóveda ajena y al día siguiente fue enterrado en el panteón de la Unión Eléctrica.
Con el antecedente del Navarrazo, la dictadura coronó la época del terror con Luciano Benjamin Menéndez. Y la vieja Córdoba de la Reforma Universitaria, de los Cordobazos, de La Falda y Huerta Grande, entró en un ciclo oscuro. Pero en ese rincón del panteón de los obreros electricistas todavía brilla la memoria de otros fuegos, la llamita viva de esa vieja inteligencia de los pueblos y sus anhelos de justicia y libertad.
Fuente: Página 12