Del Caribe a Río ensangrentados: Y finalmente nos llegó la guerraPor Gustavo Crisafulli *
"Hay un peligrosísimo hilo, bastante visible, que une el despliegue militar estadounidense en el Caribe sur y la demencial operación policial en Río: es la nueva palabra mágica: narcoterrorismo'".
El 26 de octubre pasado Donald Trump y Lula Da Silva se reunieron durante 45 minutos en Kuala Lumpur, Malasia, en el marco de la 47° Plenaria de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN).
Allí, en busca de disminuir las tensiones, el presidente Lula sostuvo con firmeza que "América Latina es una región de paz y Brasil está dispuesto a ayudar a construir puentes de diálogo".
La reunión se dio en el contexto de una nueva ofensiva estadounidense en Sudamérica bajo el sonsonete de la "guerra contra las drogas", iniciada a principios de agosto con el despliegue de destructores y un Grupo de Combate Anfibio en las cercanías de Venezuela.
Mientras ocurría la cita de ambos presidentes, el Pentágono reconocía, tras la revelación de varios portales de monitoreo naval, que el mayor portaaviones del mundo, el USS Gerald Ford, había abandonado el Mediterráneo con proa hacia el Caribe, donde se espera su arribo los primeros días de noviembre, junto a la duplicación de los marines embarcados frente a las costas de Venezuela que serían ya unos 16 mil: el mayor despliegue militar en la región desde la invasión a Panamá en 1989.
Con las imágenes aún frescas de la Cumbre el 28 de octubre el Gobernador de Río de Janeiro, el bolsonarista Claudio Castro, ordenó un enorme operativo de las fuerzas de seguridad en el Complejo de Penha, dominado desde hace añares por el Comando Vermelho.
Durante dos días Río fue un espejo de Kupyansk o Pokrovsk, un escenario de guerra.
La, a la postre, más sangrienta operación policial contra el narcotráfico en Brasil, dejó hasta ahora 121 muertos y casi un centenar de desaparecidos, la inmensa mayoría jóvenes negros de la favela.
Como ocurre desde hace 40 años, el día después las favelas seguirán allí, los jefes narcos seguirán allí y su enorme economía informal continuará alimentando el circuito financiero internacional pero...
Hay un peligrosísimo hilo, bastante visible, que une el despliegue militar estadounidense en el Caribe sur y la demencial operación policial en Río: es la nueva palabra mágica: "narcoterrorismo".
Recuperada por la Administración Trump, repetida como un lorito por nuestra saliente ministra de Seguridad, fue invocada días antes de la operación en Río por el senador Flávio Bolsonaro cuando expresó la peregrina idea de que EE.UU. bombardeara la Bahía de Guanabara.
El término fue utilizado ocasionalmente a fines de la década de 1980 para referirse a los atentados con bomba contra organismos estatales por parte de Pablo Escobar y el Cártel de Medellín, en Colombia, y a la supuesta alianza de la guerrilla de Sendero Luminoso con el tráfico de drogas, en Perú.
El gobierno de Trump lo ha traído de nuevo a la palestra con los mismos inconsistentes argumentos jurídicos que esgrimió George Bush Jr para declarar su infame e inconducente "Guerra contra el Terror" hace más de veinte años.
A la fecha, la Armada estadounidense ejecutó extrajudicialmente a unas 64 personas al volar unas 15 lanchas sobre el Caribe y el Pacífico, sin aportar una sola prueba de sus actividades ilícitas.
El costo financiero de la operación es absolutamente desproporcionado al resultado, dado que, como está largamente documentado, las principales cargas de narcóticos hacia EE.UU. salen de los puertos colombianos y ecuatorianos, ocultos en los contenedores del tráfico comercial habitual, en tanto que el fentanilo, el mayor consumo problemático actual, les llega desde México.
El objetivo es claramente político, orientado a recuperar el control estratégico sobre las naciones sudamericanas, luego de casi dos décadas de menguante presencia y a erosionar la actividad comercial y financiera de China.
Por ello, la acción apunta contra los gobiernos de Venezuela, Colombia y Brasil a los que ven como peligrosamente "comunistas" y que, paradójicamente, han logrado avances importantes contra el narcotráfico con políticas orientadas al control de los puertos, la sustitución de cultivos y el desmantelamiento de los circuitos financieros del lavado de activos.
La actual ofensiva de Trump sigue a pie juntillas el libreto de Bush hijo que desencadenó el ataque a Irak en 2003:
Primero las falsas acusaciones: las "armas de destrucción masiva" de Bush, son ahora las de "narcotraficantes" contra Maduro y Petro y de "persecución política" contra el gobierno de Lula.
Luego llegaron las sanciones: el reforzamiento de las ya existentes sobre las exportaciones de petróleo venezolano, las nuevas a Maduro, Petro y sus familiares, al Presidente del Tribunal Supremo de Brasil (por la condena a Jair Bolsonaro) y los aranceles a productos brasileños, que son otra variante de las sanciones.
Seguidamente, el aislamiento diplomático: para evitar una condena a las acciones contra Venezuela, la OEA y EE.UU. decidieron cancelar la X Cumbre de las Américas que debía realizarse en diciembre en Santo Domingo. A ello se suma la posible suspensión de la Cumbre de la Unión Europea y la CELAC, en Santa Marta el 9 y 10 de noviembre, a la que el Canciller alemán Friedrich Mertz y la presidenta de la Comisión Europea Ursula Von Der Leyden ya declinaron su asistencia.
La mesa está servida para la "máxima presión". Los primeros días de noviembre agencias de noticias estadounidenses y el Miami Heraldadvirtieron sobre la inminencia de ataques aéreos a la infraestructura militar venezolana e incluso de una operación de las fuerzas especiales para capturar o "anular" al presidente Maduro.
¿Repetirá Donald Trump las aventuras trágicas de los Bush en Panamá e Irak? ¿Las extremas derechas sudamericanas volverán a convertir las calles en campos de batalla contra enemigos fantasmales?
Nuestra América está dejando de ser la tierra de paz que Lula defiende con ahínco y claridad y que tantos gobiernos de distinto signo trataron de preservar en lo que va del siglo. Nos la están quitando.
La guerra, en su forma híbrida, ya está con nosotros.
(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.
Fuente: Va Con Firma
Por Gustavo Crisafulli *
"Hay un peligrosísimo hilo, bastante visible, que une el despliegue militar estadounidense en el Caribe sur y la demencial operación policial en Río: es la nueva palabra mágica: narcoterrorismo'".
El 26 de octubre pasado Donald Trump y Lula Da Silva se reunieron durante 45 minutos en Kuala Lumpur, Malasia, en el marco de la 47° Plenaria de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN).
Allí, en busca de disminuir las tensiones, el presidente Lula sostuvo con firmeza que "América Latina es una región de paz y Brasil está dispuesto a ayudar a construir puentes de diálogo".
La reunión se dio en el contexto de una nueva ofensiva estadounidense en Sudamérica bajo el sonsonete de la "guerra contra las drogas", iniciada a principios de agosto con el despliegue de destructores y un Grupo de Combate Anfibio en las cercanías de Venezuela.
Mientras ocurría la cita de ambos presidentes, el Pentágono reconocía, tras la revelación de varios portales de monitoreo naval, que el mayor portaaviones del mundo, el USS Gerald Ford, había abandonado el Mediterráneo con proa hacia el Caribe, donde se espera su arribo los primeros días de noviembre, junto a la duplicación de los marines embarcados frente a las costas de Venezuela que serían ya unos 16 mil: el mayor despliegue militar en la región desde la invasión a Panamá en 1989.
Con las imágenes aún frescas de la Cumbre el 28 de octubre el Gobernador de Río de Janeiro, el bolsonarista Claudio Castro, ordenó un enorme operativo de las fuerzas de seguridad en el Complejo de Penha, dominado desde hace añares por el Comando Vermelho.
Durante dos días Río fue un espejo de Kupyansk o Pokrovsk, un escenario de guerra.
La, a la postre, más sangrienta operación policial contra el narcotráfico en Brasil, dejó hasta ahora 121 muertos y casi un centenar de desaparecidos, la inmensa mayoría jóvenes negros de la favela.
Como ocurre desde hace 40 años, el día después las favelas seguirán allí, los jefes narcos seguirán allí y su enorme economía informal continuará alimentando el circuito financiero internacional pero...
Hay un peligrosísimo hilo, bastante visible, que une el despliegue militar estadounidense en el Caribe sur y la demencial operación policial en Río: es la nueva palabra mágica: "narcoterrorismo".
Recuperada por la Administración Trump, repetida como un lorito por nuestra saliente ministra de Seguridad, fue invocada días antes de la operación en Río por el senador Flávio Bolsonaro cuando expresó la peregrina idea de que EE.UU. bombardeara la Bahía de Guanabara.
El término fue utilizado ocasionalmente a fines de la década de 1980 para referirse a los atentados con bomba contra organismos estatales por parte de Pablo Escobar y el Cártel de Medellín, en Colombia, y a la supuesta alianza de la guerrilla de Sendero Luminoso con el tráfico de drogas, en Perú.
El gobierno de Trump lo ha traído de nuevo a la palestra con los mismos inconsistentes argumentos jurídicos que esgrimió George Bush Jr para declarar su infame e inconducente "Guerra contra el Terror" hace más de veinte años.
A la fecha, la Armada estadounidense ejecutó extrajudicialmente a unas 64 personas al volar unas 15 lanchas sobre el Caribe y el Pacífico, sin aportar una sola prueba de sus actividades ilícitas.
El costo financiero de la operación es absolutamente desproporcionado al resultado, dado que, como está largamente documentado, las principales cargas de narcóticos hacia EE.UU. salen de los puertos colombianos y ecuatorianos, ocultos en los contenedores del tráfico comercial habitual, en tanto que el fentanilo, el mayor consumo problemático actual, les llega desde México.
El objetivo es claramente político, orientado a recuperar el control estratégico sobre las naciones sudamericanas, luego de casi dos décadas de menguante presencia y a erosionar la actividad comercial y financiera de China.
Por ello, la acción apunta contra los gobiernos de Venezuela, Colombia y Brasil a los que ven como peligrosamente "comunistas" y que, paradójicamente, han logrado avances importantes contra el narcotráfico con políticas orientadas al control de los puertos, la sustitución de cultivos y el desmantelamiento de los circuitos financieros del lavado de activos.
La actual ofensiva de Trump sigue a pie juntillas el libreto de Bush hijo que desencadenó el ataque a Irak en 2003:
Primero las falsas acusaciones: las "armas de destrucción masiva" de Bush, son ahora las de "narcotraficantes" contra Maduro y Petro y de "persecución política" contra el gobierno de Lula.
Luego llegaron las sanciones: el reforzamiento de las ya existentes sobre las exportaciones de petróleo venezolano, las nuevas a Maduro, Petro y sus familiares, al Presidente del Tribunal Supremo de Brasil (por la condena a Jair Bolsonaro) y los aranceles a productos brasileños, que son otra variante de las sanciones.
Seguidamente, el aislamiento diplomático: para evitar una condena a las acciones contra Venezuela, la OEA y EE.UU. decidieron cancelar la X Cumbre de las Américas que debía realizarse en diciembre en Santo Domingo. A ello se suma la posible suspensión de la Cumbre de la Unión Europea y la CELAC, en Santa Marta el 9 y 10 de noviembre, a la que el Canciller alemán Friedrich Mertz y la presidenta de la Comisión Europea Ursula Von Der Leyden ya declinaron su asistencia.
La mesa está servida para la "máxima presión". Los primeros días de noviembre agencias de noticias estadounidenses y el Miami Heraldadvirtieron sobre la inminencia de ataques aéreos a la infraestructura militar venezolana e incluso de una operación de las fuerzas especiales para capturar o "anular" al presidente Maduro.
¿Repetirá Donald Trump las aventuras trágicas de los Bush en Panamá e Irak? ¿Las extremas derechas sudamericanas volverán a convertir las calles en campos de batalla contra enemigos fantasmales?
Nuestra América está dejando de ser la tierra de paz que Lula defiende con ahínco y claridad y que tantos gobiernos de distinto signo trataron de preservar en lo que va del siglo. Nos la están quitando.
La guerra, en su forma híbrida, ya está con nosotros.
(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.
Fuente: Va Con Firma