Patagonia

¿Qué vio exactamente Don Bosco en sus visiones?

Por Adrián Moyano

Suele hablarse de las visiones que tuvo Giovanni Melchiorre Bosco como determinantes no solo para su vida personal, sino también para la orden que fundó y para quienes se cruzaron en la vida de aquellos misioneros. Sin embargo, el contenido de esas premoniciones no siempre circula, al menos en el presente. La primera de ellas la experimentó el futuro Don Bosco unos 20 años antes de que los salesianos arribaran a la Patagonia. Él mismo se encargó de legarlas, primero oralmente y luego por escrito.

Transcurría 1854. Dos años antes había tenido lugar la Batalla de Caseros y uno, la sanción de la Constitución. Para la Confederación Argentina, las regiones del actual sur argentino eran un enigma y, de hecho, figuraban en los mapas como un territorio ajeno. En sus "Memorias biográficas", relató el futuro fundador de la orden que una imponente epidemia de cólera diezmó a la población de Turín (Italia).

Tanta fue la mortandad, que ni los parientes se quedaban en la ciudad para atender a los suyos. Ante la situación de desamparo "D. Bosco exhortó a los alumnos mayores y los animó a que suplieran con su claridad, la asistencia que el terror de los deudos les negaba", escribió Pascual Paesa en su "Patiru Domingo. La cruz en el ocaso mapuche" (1964). El autor reprodujo parte del escrito del propio religioso.

"Un día hacia fines de agosto, el jovencito Juan Cagliero, agotado por el trabajo de la asistencia a los enfermos, al volver del Lazareto se sintió mal y se puso en cama... En el Oratorio veían ya todos, como seguro, su prematuro paso a la eternidad, y dos célebres médicos declararon su caso desesperado". No obstante, "Don Bosco no tardó en llegarse hasta el cuarto de Cagliero, para prepararlo para el gran paso; pero ya en el umbral, apareció ante sus ojos un espectáculo maravilloso. Vio una hermosa paloma, que, como un punto luminoso, irradiaba a su alrededor haces de luz vivísima, tanto, que toda la sala quedó deslumbrada. Apretaba en el pico un ramo de olivo, y con él giraba en torno al lecho".

"Al fin, detuvo su vuelo sobre la cama del jovencito enfermo, tocó sus labios con el ramo y lo depositó sobre su cabeza. Con un golpe de luz aún más viva, desapareció después", afirma la reconstrucción de la primera visión o sueño. Sin embargo, no finalizó allí porque "una segunda escena había seguido a la primera. Cuando D. Bosco se adelantó hasta el centro del cuarto desaparecieron ante su vista las paredes y contempló alrededor del lecho una multitud de extrañas figuras de salvajes, que fijaban sus miradas en el rostro del enfermo pidiéndole socorro. Estaban inclinados sobre el niño moribundo (Cagliero) dos hombres que prevalecían sobre los demás, uno de aspecto hórrido y negruzco; y el otro cobrizo; de alta estatura y actitud guerrera, unida a un cierto aire de bondad. Más tarde, D. Bosco reconoció la fisonomía de estos indios en los salvajes de la Patagonia y de la Tierra del Fuego".

Salvaje y desconocida

La segunda visión en la que se advierte relación con la región se produjo en 1872. "El primero que escuchó su narración fue Pío IX, el Pontífice que mayor veneración le profesó al santo", recordó Paesa. Una vez más, reprodujo las palabras del propio involucrado. "Me pareció que me hallaba en una región salvaje y desconocida. Era una inmensa llanura, completamente inculta y solamente en el horizonte lejano estaba cortada por abruptas montañas. Vi, en ellas, turbas de hombres que las recorrían. Iban casi desnudos, su estatura era extraordinaria, su aspecto feroz, los cabellos largos y recios, el color bronceado y negruzco. Sólo se cubrían con largos mantos de pieles de animales. Sus armas eran: lanzas y boleadoras".

En su ensoñación, Don Bosco advirtió que "estas turbas humanas, esparcidas por aquí y por allá, ofrecían al espectador las más contradictorias escenas: unos corrían cazando fieras; otros volvían trayendo trozos de carne sanguinolenta enastados en la punta de sus lanzas. En una parte combatían entre sí; y en otra, contra soldados vestidos a la europea, mientras el suelo se llenaba de cadáveres. Yo temblaba ante ese espectáculo: cuando, he aquí que se adelantan desde un extremo de la llanura, muchos personajes; por el modo de vestir y por su porte, me di cuenta de que eran Misioneros de varias Órdenes", compartió.

La continuidad de su visión se tornaba preocupante, porque varios de sus colegas morían en su deambular por aquellas extrañas tierras, como según la historia eclesiástica realmente había sucedido con varios de los jesuitas que anduvieron por aquí. En ese punto, sueño y realidad histórica parecen ir de la mano. "¿Cómo es esto?, exclamaba" en su desarrollo el propio sacerdote.

Ante las posibilidades de muerte "no quería dejarlos ir adelante e iba ya a detenerlos, pues esperaba que de un momento a otro corriesen la suerte de los antiguos Misioneros, mas cuando me decidí a hacerlo, vi que su aparición causó gran alegría en todas aquellas turbas bárbaras, que depusieron las armas y su ferocidad, y acogieron a los Misioneros nuestros con muestras de gran cortesía. Maravillado por esto, decía entre mí: ¡Veamos cómo terminará! Y vi que nuestros Misioneros avanzaban hacia aquellas hordas salvajes; los instruían y ellos escuchaban con agrado sus palabras; les enseñaban y ellos aprendían con prontitud; los amonestaban y ellos aceptaban y ponían en práctica sus consejos".

¡La Patagonia!

Cabe recordar que, al momento de experimentar sus visiones, Don Bosco no tenía forma de saber de qué región se trataba. El enigma se resolvió ante ciertas gestiones del cónsul argentino en Savona y el posterior trámite eclesiástico. Escribió quien fuera consagrado santo en 1934: "ante estas cartas yo me quedé maravillado. Inmediatamente me procuré libros sobre a América del Sud y los leí con detención. ¡Cosa estupenda! En sus descripciones e ilustraciones reconocí perfectamente a los salvajes que yo había visto en mis sueños y la región por ellos habitada ¡la Patagonia! Después de muchas otras averiguaciones, aclaraciones e informaciones, no me quedó ya ninguna duda. Todas estaban en completo acuerdo con mi sueño. Y desde entonces vi con toda claridad, la región hacia la que debía dirigir todos mis esfuerzos". Las visiones continuaron y fueron más sorprendentes todavía, pero quedarán para otras entregas de El Cordillerano.

Fuente: El Cordillerano