Lof Nahuelpan acusa al Municipio de Esquel por contaminación y falta de control de residuosA unos 15 kilómetros de la ciudad de Esquel, en la provincia del Chubut, se encuentra el Lof Nahuelpan, una comunidad mapuche atravesada por una historia marcada por el despojo, pero también por la persistencia cultural. Cada mes de marzo, en ese territorio se realiza uno de los pocos kamarukos que aún se celebran en Puel Mapu, una ceremonia ancestral que convoca a entre 150 y 200 personas provenientes de distintos puntos del Wallmapu.
Sin embargo, la continuidad de la vida comunitaria se ve hoy seriamente amenazada por una problemática que se profundiza con el paso del tiempo: la falta de acceso al agua potable y la contaminación ambiental derivada de un basurero instalado en las inmediaciones del territorio.
Actualmente, las familias del Lof -al igual que numerosos barrios de Esquel- no pueden consumir el agua de la zona debido a su contaminación, atribuida a la antigua planta de residuos de la ciudad. La responsabilidad de garantizar el suministro recae sobre el Municipio de Esquel, que, según denuncian desde la comunidad, entrega apenas dos bidones semanales por familia, una cantidad claramente insuficiente tanto para el consumo humano como para las tareas rurales.
El caso del peñi Felipe Suárez expone con crudeza la situación. Si bien recibió cinco tanques de mil litros y uno de tres mil para abastecer a sus animales, los recipientes permanecieron vacíos durante más de un año. "Cuando yo era niño, alrededor de mi ruka había tres lagunas", recuerda Suárez. Hoy, esas fuentes de agua han desaparecido, una pérdida que atribuye al avance del cambio climático y a la degradación ambiental.
La crisis se agravó en 2009, cuando la provincia del Chubut instaló un basurero a escasos dos kilómetros del límite con el Lof Nahuelpan. Desde entonces, los efectos han sido devastadores. El viento característico de la región dispersa residuos livianos -nylon, telgopor, restos de colchones, plásticos y cartones- que avanzan entre 10 y 12 kilómetros campo adentro, invadiendo el territorio comunitario.
Los animales, base del sustento económico de muchas familias, consumen estos desechos junto con la escasa vegetación disponible. Las consecuencias son dramáticas: malformaciones en crías recién nacidas, enfermedades graves -incluso cancerígenas- y la muerte progresiva del ganado. Felipe Suárez relata que llegó a tener entre 60 y 70 vacunos; hoy no conserva ninguno. Apenas mantiene algunas ovejas y los caballos necesarios para el trabajo rural, aunque advierte que sin agua no podrá sostenerlos por mucho más tiempo.
A este basurero no solo llegan los residuos de Esquel, sino también los de Trevelin y del Parque Nacional Los Alerces, ampliando el impacto ambiental sobre una comunidad que denuncia no haber sido consultada ni protegida frente a estas decisiones.
Desde el Lof Nahuelpan advierten que lo que ocurre no es un hecho aislado, sino parte de un proceso sistemático de expulsión y deterioro del territorio. La comparación con episodios históricos como la Campaña del Desierto o el desalojo de 1937 aparece con fuerza en los relatos comunitarios. A casi un siglo de aquel último antecedente, sostienen que en pleno 2025 vuelven a enfrentar un escenario similar, donde la falta de políticas públicas efectivas pone en riesgo su permanencia y su derecho a vivir en su propio territorio.
A unos 15 kilómetros de la ciudad de Esquel, en la provincia del Chubut, se encuentra el Lof Nahuelpan, una comunidad mapuche atravesada por una historia marcada por el despojo, pero también por la persistencia cultural. Cada mes de marzo, en ese territorio se realiza uno de los pocos kamarukos que aún se celebran en Puel Mapu, una ceremonia ancestral que convoca a entre 150 y 200 personas provenientes de distintos puntos del Wallmapu.
Sin embargo, la continuidad de la vida comunitaria se ve hoy seriamente amenazada por una problemática que se profundiza con el paso del tiempo: la falta de acceso al agua potable y la contaminación ambiental derivada de un basurero instalado en las inmediaciones del territorio.
Actualmente, las familias del Lof -al igual que numerosos barrios de Esquel- no pueden consumir el agua de la zona debido a su contaminación, atribuida a la antigua planta de residuos de la ciudad. La responsabilidad de garantizar el suministro recae sobre el Municipio de Esquel, que, según denuncian desde la comunidad, entrega apenas dos bidones semanales por familia, una cantidad claramente insuficiente tanto para el consumo humano como para las tareas rurales.
El caso del peñi Felipe Suárez expone con crudeza la situación. Si bien recibió cinco tanques de mil litros y uno de tres mil para abastecer a sus animales, los recipientes permanecieron vacíos durante más de un año. "Cuando yo era niño, alrededor de mi ruka había tres lagunas", recuerda Suárez. Hoy, esas fuentes de agua han desaparecido, una pérdida que atribuye al avance del cambio climático y a la degradación ambiental.
La crisis se agravó en 2009, cuando la provincia del Chubut instaló un basurero a escasos dos kilómetros del límite con el Lof Nahuelpan. Desde entonces, los efectos han sido devastadores. El viento característico de la región dispersa residuos livianos -nylon, telgopor, restos de colchones, plásticos y cartones- que avanzan entre 10 y 12 kilómetros campo adentro, invadiendo el territorio comunitario.
Los animales, base del sustento económico de muchas familias, consumen estos desechos junto con la escasa vegetación disponible. Las consecuencias son dramáticas: malformaciones en crías recién nacidas, enfermedades graves -incluso cancerígenas- y la muerte progresiva del ganado. Felipe Suárez relata que llegó a tener entre 60 y 70 vacunos; hoy no conserva ninguno. Apenas mantiene algunas ovejas y los caballos necesarios para el trabajo rural, aunque advierte que sin agua no podrá sostenerlos por mucho más tiempo.
A este basurero no solo llegan los residuos de Esquel, sino también los de Trevelin y del Parque Nacional Los Alerces, ampliando el impacto ambiental sobre una comunidad que denuncia no haber sido consultada ni protegida frente a estas decisiones.
Desde el Lof Nahuelpan advierten que lo que ocurre no es un hecho aislado, sino parte de un proceso sistemático de expulsión y deterioro del territorio. La comparación con episodios históricos como la Campaña del Desierto o el desalojo de 1937 aparece con fuerza en los relatos comunitarios. A casi un siglo de aquel último antecedente, sostienen que en pleno 2025 vuelven a enfrentar un escenario similar, donde la falta de políticas públicas efectivas pone en riesgo su permanencia y su derecho a vivir en su propio territorio.