Justicia por la Masacre del Pabellón Séptimo en la cárcel de Devoto durante 1978Por Karina Micheletto
Hasta la manera de nombrar lo que pasó el 14 de marzo de 1978 en la cárcel de Devoto implicó una larga lucha. Hubo que pasar del "Motín de los colchones" a la "Masacre del Pabellón Séptimo". De los titulares que ponían la responsabilidad en los presos -y en los que ni siquiera había humanidad, como si los colchones se hubiesen prendido fuego solos, apunta Claudia Cesaroni- a nombrar el asesinato de 65 personas dentro del penal y los tormentos reiterados contra otros 88 internos. Ese triunfo social y simbólico se cristalizó, casi medio siglo después, en un fallo histórico, que condenó a los exjefes del penal Juan Carlos Ruiz y Horacio Martín Galíndez (hoy de 93 y 92 años) a 25 años de prisión.
El fallo deja un saldo agridulce, analiza ahora Cesaroni, la abogada que rescató el caso de la sección Policiales para denunciarlo como un delito de lesa humanidad, y que junto a Natalia D'Alessandro y Denise Feldman -un equipo jurídico femenino y feminista, lo define ella- llevaron adelante la querella. Por la absolución de un celador, Gregorio Zerda. Y también por el caso entendido como una "grave violación de derechos humanos", pero no como de de lesa humanidad, algo que sobrevivientes y familiares siguen reclamandando.
Cómo nombrar
Cesaroni repasa sus primeros acercamientos al caso: el libro del penalista Elías Neuman, Crónica de muertes silenciadas; la compilación Los derechos humanos en el otro país', de Daniel Barberis, actual funcionario de Patricia Bullrich y por entonces militante del Peronismo de base y detenido en la cárcel de Devoto. También una entrevista de 2008 a Hugo Cardozo, el sobreviviente cuyo relato terminaría siendo clave en el juicio.
Recién en 2012 Cesaroni y Feldman pudieron tener acceso a la causa que el juez Jorge Valerga Aráoz -recientemente homenajeado por la Corte por su participación en el Juicio a las Juntas- había archivado rápidamente en 1978. "Cuando vimos la causa, nos dimos cuenta de que casi todo ya estaba dicho ahí. Había un montón de testimonios de sobrevivientes, todo era muy evidente. Sólo había que mirarlo sin legitimar la violencia estatal. Sin justificar que, ante un supuesto motín' -que fue una respuesta de defensa de los presos ante una agresión brutal de la requisa- se podía exterminar sin más a 65 personas", repasa ahora.
Cómo investigar
Así empezó a construir la idea de que lo ocurrido debía entenderse como un delito de lesa humanidad, aunque no se tratara de presos políticos. "Porque era en un contexto de terrorismo de Estado, porque en esa cárcel había entonces cerca de mil presas políticas, y porque tenía una función ejemplificadora en plena previa del mundial", enumera algunos argumentos.
El libro que publicó en 2013 -Masacre en el Pabellón Séptimo- fue recomendado por el Indio Solari ante 120 mil personas en un recital de Los Redondos en el Autódromo de Mendoza. Una nota de Horacio Cecchi en Página/12 también generó gran repercusión. La misma Cesaroni abrió una página en la que iba contando los avances de la causa. Así el tema se fue volviendo visible y comenzaron a contactarse familiares y sobrevivientes.
Cómo juzgar
Desde entonces la causa fue y vino de la justicia federal a la ordinaria, en el debate sobre si tenía que ser tratado como un caso de lesa humanidad. Pasaron diez años más en la instrucción, hasta que el juicio finalmente comenzó, en octubre de 2024, y logró sentencia condenatoria del Tribunal Oral Federal N°5 el 11 de diciembre pasado. Los fundamentos se conocerán el próximo 16 de marzo, justo en el Mes de la memoria.
-En esta causa tuvieron que trabajar incluso para que los sobrevivientes y familiares se reconocieran como víctimas. ¿Qué recordás de aquella etapa?
-Algunos testimonios me impactaron especialmente. Por la difusión del Indio, me escribió un sobreviviente desde Chile, Juan Olivero. Cuando tiempo después nos juntamos en un bar, me dijo: "señora, esta es la segunda vez en mi vida que le cuento esto a alguien, primero a mi esposa, y ahora a usted". Lo mismo otro sobreviviente, Germán Jascalevich, que está en Brasil. Recién había podido contarles la verdad a sus hijas cuando comenzó el juicio, les había dicho que todas sus quemaduras eran por un accidente de auto. Los sobrevivientes y las familias habían tapado este dolor tan grande que también se sumaba a la vergüenza de haber estado presos. A diferencia de los presos políticos, no había nada de heroico en estas detenciones.
-¿La etiqueta de "motín" funcionaba como un "por algo será"?
-No sé si "por algo será", pero sí creo que subyace esto de, bueno, estaban presos y puede ser una consecuencia, al que cae en cana por ahí le toca un incendio, un motín. Está en el mazo, es posible y no es tan repudiable. Por eso la sentencia, aunque no es exactamente lo que nosotros queríamos, es tan importante. Deja muy en claro que fue una masacre cometida por el Estado, en un contexto dictatorial donde no se investigó como es debido. Habla de una violencia estatal brutal y desarma la idea de que con los presos se puede hacer cualquier cosa.
Cómo contar
"¡Me asfixio! ¡Dios! Pienso en mi cara... Se está quemando, ahora, mi cara... ¡Dios! Una explosión y los colchones se prenden fuego y nos quemamos vivos... Quiero salir, quiero escapar, las puertas siguen encerrojadas. El pabellón... en un segundo se nubló todo y ya no vemos nada más... Pruebo trepar hasta un ventanal buscando el aire y me balean fiero. Viejita, amor, hijas y amigas, buscan noticias en la puerta, ahí fuera...". La canción "Pabellón Séptimo" de Los Redondos recoge así el "relato de Horacio": la descripción que el sobreviviente Horacio Santantonin hizo solo dos días después de la masacre, y que su abogado Elías Neuman recogió en su libro Crónica de muertes silenciadas.
"Nos estaban cazando como a patos", resumió Hugo Cardozo en el juicio. Los testimonios conmocionan. Una requisa que se presume armada para provocar una reacción, con más del doble de efectivos y con golpes brutales. Los presos buscando defenderse como podían, arrojando lo que tenían a mano (papas y pilas), corriendo las cuchetas y los colchones contra las puertas para protegerse. Los penitenciarios tirando gases lacrimógenos, un calentador que se cae y el combustible arrojado para encender el fuego. El humo, la asfixia, las puertas cerradas y el momento en que empiezan a balearlos desde afuera. Los que lograban treparse a las ventanas, cayendo abatidos.
Varios cuentan que perdieron el conocimiento. Que al despertar fue un pandemonio de cuerpos carbonizados apilados. Los que lograron arrastrarse hasta el baño, descubrieron que habían cortado el agua. El juicio mostró además que no permitieron que entraran a los bomberos. Que, gravemente heridos, a los presos los esperaron con una doble hilera de palazos y cadenazos. "Iban quedando cadáveres porque veníamos quemados e intoxicados, muchos se resbalan con los líquidos de las ampollas de las quemaduras reventadas a palazos. Nos querían rematar a todos", contaron los sobrevivientes. "Yo nunca pensé que un ser humano pudiese llegar a hacer tanto daño a otro", señaló Cardozo.
Cómo mostrar
El libro de Claudia Cesaroni -integrante del Cepoc, Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos- dio lugar a una notable obra de teatro, Nogoyá (el nombre de la calle del penal), que el actor y dramaturgo Sebastián Moreno montó en el Teatro Carnero de Devoto, ubicado a pocas cuadras del penal.
Una de las funciones fue particularmente conmovedora. La llevaron al Club General Lamadrid, ubicado enfrente de la cárcel. Espectadores y reclusos, desde las ventanas de los pabellones, compartieron el grito final de la obra: "¡Yo soy una persona!".
Fuente: Página 12
Por Karina Micheletto
Hasta la manera de nombrar lo que pasó el 14 de marzo de 1978 en la cárcel de Devoto implicó una larga lucha. Hubo que pasar del "Motín de los colchones" a la "Masacre del Pabellón Séptimo". De los titulares que ponían la responsabilidad en los presos -y en los que ni siquiera había humanidad, como si los colchones se hubiesen prendido fuego solos, apunta Claudia Cesaroni- a nombrar el asesinato de 65 personas dentro del penal y los tormentos reiterados contra otros 88 internos. Ese triunfo social y simbólico se cristalizó, casi medio siglo después, en un fallo histórico, que condenó a los exjefes del penal Juan Carlos Ruiz y Horacio Martín Galíndez (hoy de 93 y 92 años) a 25 años de prisión.
El fallo deja un saldo agridulce, analiza ahora Cesaroni, la abogada que rescató el caso de la sección Policiales para denunciarlo como un delito de lesa humanidad, y que junto a Natalia D'Alessandro y Denise Feldman -un equipo jurídico femenino y feminista, lo define ella- llevaron adelante la querella. Por la absolución de un celador, Gregorio Zerda. Y también por el caso entendido como una "grave violación de derechos humanos", pero no como de de lesa humanidad, algo que sobrevivientes y familiares siguen reclamandando.
Cómo nombrar
Cesaroni repasa sus primeros acercamientos al caso: el libro del penalista Elías Neuman, Crónica de muertes silenciadas; la compilación Los derechos humanos en el otro país', de Daniel Barberis, actual funcionario de Patricia Bullrich y por entonces militante del Peronismo de base y detenido en la cárcel de Devoto. También una entrevista de 2008 a Hugo Cardozo, el sobreviviente cuyo relato terminaría siendo clave en el juicio.
Recién en 2012 Cesaroni y Feldman pudieron tener acceso a la causa que el juez Jorge Valerga Aráoz -recientemente homenajeado por la Corte por su participación en el Juicio a las Juntas- había archivado rápidamente en 1978. "Cuando vimos la causa, nos dimos cuenta de que casi todo ya estaba dicho ahí. Había un montón de testimonios de sobrevivientes, todo era muy evidente. Sólo había que mirarlo sin legitimar la violencia estatal. Sin justificar que, ante un supuesto motín' -que fue una respuesta de defensa de los presos ante una agresión brutal de la requisa- se podía exterminar sin más a 65 personas", repasa ahora.
Cómo investigar
Así empezó a construir la idea de que lo ocurrido debía entenderse como un delito de lesa humanidad, aunque no se tratara de presos políticos. "Porque era en un contexto de terrorismo de Estado, porque en esa cárcel había entonces cerca de mil presas políticas, y porque tenía una función ejemplificadora en plena previa del mundial", enumera algunos argumentos.
El libro que publicó en 2013 -Masacre en el Pabellón Séptimo- fue recomendado por el Indio Solari ante 120 mil personas en un recital de Los Redondos en el Autódromo de Mendoza. Una nota de Horacio Cecchi en Página/12 también generó gran repercusión. La misma Cesaroni abrió una página en la que iba contando los avances de la causa. Así el tema se fue volviendo visible y comenzaron a contactarse familiares y sobrevivientes.
Cómo juzgar
Desde entonces la causa fue y vino de la justicia federal a la ordinaria, en el debate sobre si tenía que ser tratado como un caso de lesa humanidad. Pasaron diez años más en la instrucción, hasta que el juicio finalmente comenzó, en octubre de 2024, y logró sentencia condenatoria del Tribunal Oral Federal N°5 el 11 de diciembre pasado. Los fundamentos se conocerán el próximo 16 de marzo, justo en el Mes de la memoria.
-En esta causa tuvieron que trabajar incluso para que los sobrevivientes y familiares se reconocieran como víctimas. ¿Qué recordás de aquella etapa?
-Algunos testimonios me impactaron especialmente. Por la difusión del Indio, me escribió un sobreviviente desde Chile, Juan Olivero. Cuando tiempo después nos juntamos en un bar, me dijo: "señora, esta es la segunda vez en mi vida que le cuento esto a alguien, primero a mi esposa, y ahora a usted". Lo mismo otro sobreviviente, Germán Jascalevich, que está en Brasil. Recién había podido contarles la verdad a sus hijas cuando comenzó el juicio, les había dicho que todas sus quemaduras eran por un accidente de auto. Los sobrevivientes y las familias habían tapado este dolor tan grande que también se sumaba a la vergüenza de haber estado presos. A diferencia de los presos políticos, no había nada de heroico en estas detenciones.
-¿La etiqueta de "motín" funcionaba como un "por algo será"?
-No sé si "por algo será", pero sí creo que subyace esto de, bueno, estaban presos y puede ser una consecuencia, al que cae en cana por ahí le toca un incendio, un motín. Está en el mazo, es posible y no es tan repudiable. Por eso la sentencia, aunque no es exactamente lo que nosotros queríamos, es tan importante. Deja muy en claro que fue una masacre cometida por el Estado, en un contexto dictatorial donde no se investigó como es debido. Habla de una violencia estatal brutal y desarma la idea de que con los presos se puede hacer cualquier cosa.
Cómo contar
"¡Me asfixio! ¡Dios! Pienso en mi cara... Se está quemando, ahora, mi cara... ¡Dios! Una explosión y los colchones se prenden fuego y nos quemamos vivos... Quiero salir, quiero escapar, las puertas siguen encerrojadas. El pabellón... en un segundo se nubló todo y ya no vemos nada más... Pruebo trepar hasta un ventanal buscando el aire y me balean fiero. Viejita, amor, hijas y amigas, buscan noticias en la puerta, ahí fuera...". La canción "Pabellón Séptimo" de Los Redondos recoge así el "relato de Horacio": la descripción que el sobreviviente Horacio Santantonin hizo solo dos días después de la masacre, y que su abogado Elías Neuman recogió en su libro Crónica de muertes silenciadas.
"Nos estaban cazando como a patos", resumió Hugo Cardozo en el juicio. Los testimonios conmocionan. Una requisa que se presume armada para provocar una reacción, con más del doble de efectivos y con golpes brutales. Los presos buscando defenderse como podían, arrojando lo que tenían a mano (papas y pilas), corriendo las cuchetas y los colchones contra las puertas para protegerse. Los penitenciarios tirando gases lacrimógenos, un calentador que se cae y el combustible arrojado para encender el fuego. El humo, la asfixia, las puertas cerradas y el momento en que empiezan a balearlos desde afuera. Los que lograban treparse a las ventanas, cayendo abatidos.
Varios cuentan que perdieron el conocimiento. Que al despertar fue un pandemonio de cuerpos carbonizados apilados. Los que lograron arrastrarse hasta el baño, descubrieron que habían cortado el agua. El juicio mostró además que no permitieron que entraran a los bomberos. Que, gravemente heridos, a los presos los esperaron con una doble hilera de palazos y cadenazos. "Iban quedando cadáveres porque veníamos quemados e intoxicados, muchos se resbalan con los líquidos de las ampollas de las quemaduras reventadas a palazos. Nos querían rematar a todos", contaron los sobrevivientes. "Yo nunca pensé que un ser humano pudiese llegar a hacer tanto daño a otro", señaló Cardozo.
Cómo mostrar
El libro de Claudia Cesaroni -integrante del Cepoc, Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos- dio lugar a una notable obra de teatro, Nogoyá (el nombre de la calle del penal), que el actor y dramaturgo Sebastián Moreno montó en el Teatro Carnero de Devoto, ubicado a pocas cuadras del penal.
Una de las funciones fue particularmente conmovedora. La llevaron al Club General Lamadrid, ubicado enfrente de la cárcel. Espectadores y reclusos, desde las ventanas de los pabellones, compartieron el grito final de la obra: "¡Yo soy una persona!".
Fuente: Página 12