Pueblos originarios

De la promesa a la traición: el caso Rapa Nui que desnuda la persecución a los pueblos indígenas

La embajadora de Chile en Nueva Zelanda, Manahi Pakarati, hermana Rapa Nui, compartió una historia simple, casi inocente, donde aparecía un cartel con una frase clara: "libre determinación para la nación Rapa Nui". No hubo llamado a la violencia, no hubo ruptura diplomática, no hubo nada más que una palabra que incomoda al poder chileno desde siempre: derechos.

La reacción fue brutal y rápida. Desde la Cancillería vino la reprimenda. Desde la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, el rechazo. Algunos parlamentarios derechamente pidieron su destitución. Y para completar el cuadro, la presidenta del Partido Socialista, Paulina Vodanovic, exigió "medidas drásticas" contra la embajadora. Todo por expresar una demanda histórica de su pueblo.

Cuesta no preguntarse, con cierta rabia contenida, ¿en qué momento el Estado decidió que una mujer indígena no puede hablar de su propia historia? ¿Desde cuándo una embajadora indígena debe renunciar a su identidad para servir a Chile?

Esto no es nuevo. Ya lo vimos al inicio del gobierno de Gabriel Boric, cuando la entonces ministra del Interior, Izkia Siches, habló de Wallmapu. Bastó nombrar el territorio ancestral mapuche para que se desatara una tormenta política. El gobierno retrocedió, pidió disculpas implícitas y abandonó el concepto. Desde ahí en adelante, el lenguaje cambió. Ya no se habló de pueblos, ni de derechos. Se habló de orden, de seguridad, de persecución.

Y ahí aparece la herida más profunda. Porque Gabriel Boric, antes de llegar a La Moneda, prometió otra cosa. En campaña difundió un video donde hablaba de reconocer a los pueblos originarios, de respetar sus derechos, de avanzar hacia un Estado distinto. Muchos creyeron. La verdad, muchos pueblos creyeron.

Pero una vez en el poder, el giro fue evidente. En el período actual, su gobierno ha perseguido las reivindicaciones territoriales indígenas de norte a sur, apoyando y presentando leyes que buscan coartar, criminalizar y debilitar las demandas históricas de las comunidades. Se prometió diálogo y reconocimiento; se entregó control, represión y silencio.

Lo de Manahi Pakarati no es un error comunicacional. Es un síntoma. Es el mismo Estado que castiga a quien habla de autodeterminación, que reprime a quien defiende su territorio, que traiciona sus promesas cuando ya no necesita los votos indígenas.

Esta nota será acompañada por el video de campaña de Gabriel Boric, cuando aún hablaba de derechos y pueblos originarios. No para la nostalgia, sino para la memoria. Porque los pueblos no olvidan tan fácil. Y porque la autodeterminación no es un delito, aunque Chile siga tratándola como tal.

Fuente: Werken Noticias