Política

Chubut busca un líder tras el tsunami de corrupción; la crisis galopa entre WhatsApp y la Edad Media

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Mario Das Neves murió antes de terminar su tercer mandato como gobernador. Cristóbal López está preso, todavía sin condena. Ambos ejercieron de distinta forma un poder casi omnímodo y tuvieron como plataforma de despegue a Chubut, una de las crueles provincias del sur.

Las PASO del próximo domingo y las elecciones generales de junio serán las primeras con la ausencia de ambos, en una sociedad que les tenía admiración incondicional o pavor y los llamaba reverencialmente por su nombre de pila.

Sin duda, desde el gobernador que completa el mandato hasta los precandidatos del PJ y el macrista intentarán ocupar su lugar en ese notable vacío de liderazgos que se instaló en la provincia desde fines de 2017.

Ambos actuaron sin límites, ocupando espacios hasta absorber gran parte del control operativo de una provincia para proyectarse más allá de sus límites. Si Das Neves "hizo" la política de Chubut desde comienzos de los años 2000, López fue su contracara desde el juego empresario vernáculo. Se metió en la política por los intersticios del dinero, construyó un imperio que daba trabajo pero exigía obediencia ciega y cooptó voluntades. Incidió en la vida de muchos chubutenses de a pie, creó candidatos y en muchos casos se aseguró su obediencia.

Más del análisis de sus virtudes morales, "Mario" y "Cristóbal" marcaron a fuego varias décadas en la maltrecha historia democrática de Chubut. El legado está a la vista.

El vacío se hace notar de manera agobiante, porque después de ellos la escena pública muestra aspirantes al poder sin excesos de carisma. Hay algunos epígonos -de uno de los dos personajes descriptos o de ambos- y numerosos perritos de ceniza que corren en busca de una presa que ahora parece inhallable dentro de un Estado al borde de la quiebra. El ocaso de los líderes clásicos deja un escenario abierto y en disputa, sin sucesores nítidos a la vista.

El misterio de Arcioni

El gobernador Mariano Arcioni, ajeno durante años a la vida política, fue el vice de Das Neves y heredó el poder formal tras su muerte. Buscó construir laboriosamente un perfil que lo sacara de la intrascendencia, con rasgos de prolijidad, silencio extendido y las maneras sobrias de un peronista de Armani. Fue articulando alianzas de supervivencia y cerró filas con los intendentes de Puerto Madryn, Ricardo Sastre -ahora su compañero de fórmula- y de Trelew, Adrián Maderna. Tras convivir en una complaciente relación con el gobierno nacional, en los últimos meses incluyó en su discurso todas las críticas antes ausentes hacia el macrismo.

En medio de la desaparición de la maquinaria de poder que lo llevó a Rawson y con buena parte del gabinete que integró como vice sumido en las sombras de la corrupción, Arcioni maniobró con astucia hasta decidirse a patear el tablero electoral con un adelantamiento que convalidó la Justicia y afectó a la oposición fragmentada. Jorge Loma Ávila -jefe del sindicato petrolero de base, el más poderoso de Chubut- es quien le arrima tropa.

Arcioni ordenó a su favor lo que parecía condenarlo a una muerte política anunciada y buscó acorralar definitivamente al PJ o convertirlo en un socio menor de su dispositivo personal; algo que logró con los citados Sastre y Maderna pero no con el intendente de Comodoro Rivadavia, Carlos Linares, ni con Gustavo Mac Karthy. Lo cierto es que emerge como un notable misterio político y pasó a ocupar un lugar destacado en la grilla, pese a gobernar desde hace 17 meses una provincia endeudada y al borde del colapso.

El peronismo en reconstrucción

Los peronistas Carlos Linares -el chubutense más cercano a Cristina, que gobierna Comodoro Rivadavia, la ciudad más poblada y más rica de la provincia- y Gustavo Mac Karthy aparecen en las antípodas, y se jugarán el domingo en las PASO la candidatura del PJ en el marco de una "guerra pacífica" que apuesta a juntar todos los pedazos posibles del peronismo y el kirchnerismo.

Linares, el último kirchnerista auténtico de Chubut, posee una base electoral formidable en su ciudad y en la zona Sur de la provincia. Algunos lo ven como al Das Neves de 2003: el hombre que viene de afuera del sistema de poder provincial y su corrupción, con maneras ajenas al marketing y la lógica mediática pero con sintonía con los humillados por el neoliberalismo.

Linares es un Rolling Stone en las zonas populares y un dirigente alejado de las expectativas de la clase media comodorense decepcionada que pide "una costanera y un centro parecido al de Madryn", aunque nadie duda de su arrastre electoral. Eso sí, deberá afrontar la lógica de una provincia partida entre dos regiones antitéticas. Su desafío es proyectarse hacia las ciudades del Valle, donde los dirigentes del sur suelen ser vistos con condescendencia o desprecio.

Mac Karthy, el eterno joven de sonrisa galesa que busca suturar heridas profundas dentro del PJ, encarna el perfil del peronista "civilizado". Apuesta todo a Trelew -donde su esposa es precandidata a intendenta-, Puerto Madryn -allí los kirchneristas de Unidos y Organizados amenazan con una elección destacada- y la Cordillera. El trelewense se fue alejando definitivamente de todo vestigio dasnevista y abrió una etapa de diálogo silencioso con todos los sectores del peronismo provincial.

Consciente de la antropofagia que devoró candidatos y oportunidades en el rabioso PJ chubutense, que suele matar a candidatos propios por puro ego o cortedad de miras, Mac Karthy intentó una difícil sutura entre el Valle y la zona Sur petrolera.

Cauteloso en público pero hiperactivo en la búsqueda de consenso, trató de evitar que la inercia peronista sumada a la astucia pragmática de Arcioni terminara fortaleciendo las chances de Menna, quien podría ganar en un plácido viaje por la banquina mientras los dueños del sello del PJ, los sindicatos y los dirigentes enemistados chocan sus 4 x 4 en el centro de la ruta 3.

El macrista maquillado

Gustavo Menna, el candidato de Cambiemos, afronta el perjuicio que le provoca la imagen del Presidente en casi toda la provincia. Afronta la rebelión de muchos radicales -quienes vuelven a sentir algo de vergüenza y a recordar qué bueno era Alfonsín- y también la ausencia de un discurso que pueda ser recibido con aceptación en una provincia castigada y olvidada por el gobierno de Macri; salvo para impulsar la megaminería prohibida y prohijar el deslizamiento de la inversión energética hacia Vaca Muerta, además de abandonar a Comodoro Rivadavia en uno de los peores momentos de su historia.

Menna viaja en las redes con el peso de la desidia cínica de Macri pero con la ventaja que implica para él el marketing de las causas judiciales Revelación, El Embrujo y Apadrinados, que afectan parcialmente a Arcioni pero también a buena parte de los peronistas con el latiguillo de "se robaron todo".

Menna y Arcioni parecen por momentos separados al nacer, considerando su perfil social e ideológico. Ambos confían en que el peronismo volverá a autodestruirse, a partir de su voracidad desmedida y la ambición sin fin de dirigentes que se sabotean entre sí. Si eso ocurre, sus chances subirán geométricamente.

Resquicios

Muertos los muertos, los vivos de la política de Chubut buscan resquicios para estar a la altura de los líderes que dejaron como legado el vacío y una lista de presos. Tratarán de quedarse con el poder aunque tengan poco que exhibir, en una era desangelada en la que impera el neoliberalismo ramplón y la competencia en el desierto de las ideas.

Aquí WhatsApp se combina con la Edad Media, por lo que es complejo ajustar las encuestas que marcan un predominio de Menna y Arcioni ante el peronismo que los sigue de cerca y un porcentaje de indecisos muy relevante al cierre de este artículo. La opacidad lo cubre todo, y los vestuarios tan cuidados no pueden disimular que la política se ha convertido en una fiesta para pocos, exhibicionista, brutal y mezquina.

Más allá de vanidades o virtudes de quienes aspiran a gobernar Chubut, la incógnita final consiste en saber quién puede encarar un mínimo plan de reconstrucción moral, social y política tras un tsunami de corrupción sin fin y desprecio absoluto por una sociedad que tiene más de 100.000 desocupados y 13.000 indigentes sobre una población total de unos 600.000 habitantes; todos desamparados luego de 112 años de producción petrolera que termina en la Cabeza de Goliat. De eso no se habla.