Opinión

Dinero vs. historia: el pasado no nos condena

Por Jorge Manuel Gil*.

Mario Bunge[i] utilizó una conocida paradoja -en el sentido de contrario al parecer común sobre cómo ocurren las cosas- de las finanzas para ejemplificar que el dinero-signo no crea riqueza sino confusión. Y sin embargo puede controlar la historia posmoderna, distribuir el poder y generar crisis que termina pagando el pueblo en su conjunto.

La monetización de la vida cotidiana se nos ha naturalizado de forma tal que

-incluso antes de ser portadores de necesidades y valores- todos somos portadores de moneda sea en su forma plástica (lo cual identifica nuestra individualidad con algún banco), sea en papel (cada vez menos) o en monedas (casi inexistentes).

El relato es el siguiente[ii]:

"En un pueblo turístico de Europa, llega de pronto un alemán muy rico al único hotel del lugar, deja en el mostrador un billete de cien euros y le dice al dueño: "Me gusta mucho el lugar y quiero estudiar la posibilidad de pasar una semana acá. ¿Me permite mirar las habitaciones?" "Sí, suba, las habitaciones están todas abiertas", le responde el dueño del hotel, que sale corriendo y le lleva el billete de cien euros al carnicero para saldar una deuda. El carnicero sale corriendo con el billete para pagarle al proveedor de alimentos para sus cerdos. A su vez, el proveedor de alimentos para cerdos va corriendo con ese billete y le paga a la prostituta una deuda por sus servicios. La prostituta toma el mismo billete de cien euros y lo deja en el mostrador del hotel para pagar la deuda que tiene por haber alquilado las habitaciones. Entonces, al cabo de un rato, baja el turista alemán y le dice al dueño del hotel que no le gusta ninguna de sus habitaciones, toma el billete y se va. Han transcurrido nada más que cinco minutos, nadie hizo nada, nadie produjo nada, pero todo el mundo está feliz porque todas las deudas han sido saldadas".

Concluye Bunge: "En esto consisten las grandes finanzas. Detrás de estas grandes manipulaciones no hay nada. Hay gente que se arruina, pero nadie se beneficia".

Podemos enunciar algunas dudas: a) la paradoja es atemporal, no considera el tiempo que es un elemento esencial de la economía, existían valores económicos previos, créditos y deudas que reflejaban la economía real; 2) la relación entre "felicidad" y "pago de deudas" no está contrastada empíricamente, en Argentina el actual gobierno nacional cree que el pago de la deuda es parte de la "pesada herencia", el saber popular presume que quienes nos cuidan son los acreedores y no los deudores; 3) la idea de que nadie se beneficia con las crisis no se compadece con la realidad, véase el caso de los grandes deudores en dólares pesificados por Cavallo en 1982 a costa de una fantástica crisis posterior.

En la paradoja, antes del momento de la anécdota, hubo economía real de bienes y servicios: el carnicero suministró alimentos al hotel que sirvieron de base para la comida de los pasajeros, el proveedor de alimentos elaboró los mismos para que se alimenten los cerdos del carnicero, la prostituta prestó sus siempre atractivos y reclamados servicios y el hotelero suministró sus habitaciones en alquiler para el descanso o la lujuria.

Ninguna paradoja, ninguna metáfora ni ningún hecho en economía puede prescindir de la historicidad. La acción humana siempre precedió al dinero. Desde el fondo de la historia, las praxis humanas antecedieron a la moneda, que es un invento humano bastante posterior. Por ello el trabajo es primigenio al capital. También por ello el capitalismo es un desgraciado error humano. El ser humano no nace capitalista, se hace; sí nace trabajador. Sin embargo, cuando la escuela austríaca vino a entender que "moneda es todos los bienes", la economía deja de ser real y se inscribe en lo monetario-semiótico. La economía se aleja de lo real-real y se transforma en representativa. Se puede operar sobre la moneda como representante y síntesis de todos los bienes. Aparecen instrumentos monetarios que se perfeccionan con los avances tecnológicos, la inteligencia artificial y el tiempo real.

El neoliberalismo pretende ver en la historia un conocimiento maldito e inútil; maldito porque debe ser apartado de nuestras creencias y no debe ser repetido e inútil porque no sirve a la eficiencia del futuro que es lo que manda nuestras decisiones. Ese enfoque del sujeto a-histórico, tecnológico y a-moral permite referir la causa de nuestras tribulaciones hoy a lo que pasó hace 70 años o más.

Y contrariando a Santo Tomás de Aquino[iii] la economía capitalista estableció la validez del interés financiero y no sólo eso, transformó a la tasa de interés en el precio fundante de la economía dado que subsume a todos los precios.

Los financistas son un tipo singular de alquimistas: transmutan dinero en más dinero. Por eso hay que revisar la teoría económica y buscar un modelo menos tecno-financiero y más ocupado en las personas en tanto ántropos.

Ya está demostrado el carácter asesino y suicida del neoliberalismo ahistórico que ni siquiera sirve para justificar la continuidad del capitalismo ni auspiciar algún tipo de esperanza social. Sólo es útil para que algunas empresas y empresarios concentren una riqueza que da poder y palabra mediática. Paradójicamente -volviendo al principio del cuento- un verdadero cementerio para las ideas de libertad.

*Profesor e investigador universitario. Ex rector de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.



[i] (1919). Destacado científico argentino del campo de la epistemología, la física y la filosofía. Sus posiciones despiertan tanto prevalente entusiasmo como furiosas críticas.

[ii] Diario La Nación, 21 de marzo de 2010, "El que no entiende el peronismo no entiende la Argentina".

[iii] Teólogo y filósofo católico italiano (1225-1274) de notoria influencia eclesiástica a través de Suma teológica, defendió el dogma "el interés es ilícito porque es el precio del tiempo y el tiempo sólo le pertenece a Dios" (versión libre del dogma).