Política

Cómo se eligió en Chubut: el triunfo de la política "líquida" y un concierto de figuras dispuestas a cambiar de bando

Por Sebastián Sayago*.

El filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman acuñó el concepto de liquidez para explicar ciertas características de la sociedad contemporánea: la inestabilidad de las identificaciones, la flexibilidad en las relaciones entre personas y entre personas y Estado, un permanente anhelo de cambio y la incertidumbre que causa saber que podemos incidir solo de manera muy limitada en ese cambio, que además es inevitable.

Con un sesgo más pesimista, podemos decir que la política también se ha vuelto líquida. Por un lado, la lógica partidaria está en crisis o, dicho de otro modo, se ha vuelto líquida. Los partidos mayoritarios dejaron de ser colectivos organizados y unificados y se han convertido en asociaciones coyunturales. Paralelamente, muchos ciudadanos dejan de identificarse como adherentes de tal o cual partido y se representan a sí mismos como personas que, en instancias electorales específicas, apoyan a un candidato o a otro.

Las principales figuras de la política (quienes en cada distrito están respaldados potencial o realmente por una cantidad importante de votos) entablan entre sí relaciones flexibles y cambian de posicionamientos con gran rapidez. Quienes antes eran rivales ahora son socios y viceversa. Todo se justifica por la necesidad del cambio.

Esto se puede apreciar fácilmente si recordamos los dinámicos vínculos entre algunos líderes del peronismo (una categoría tan amplia como heterogénea y difusa): Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández, José Luis Gioja, Sergio Massa, Roberto Lavagna, Juan Schiaretti, Miguel Ángel Pichetto.

Es cierto que, en política, todos los actores individuales están asociados a ciertas representaciones colectivas. Cada uno representa algo más que a sí mismo: hay valores, deseos, expectativas, rechazos, proyectos declarados y acuerdos secretos. Todo eso conforma un conjunto de presunciones que va cambiando permanentemente y que se manifiesta como un halo que acompaña a cada líder. A veces brilla más, a veces menos.

El triunfo de Mariano Arcioni en Chubut puede ser interpretado desde esta perspectiva.

Arcioni vs. Linares: líquido vs. sólido

Finalmente, no se cumplieron los pronósticos de la definición cerrada en la elección de gobernador. Chubut al Frente obtuvo aproximadamente 22.000 votos más que en las PASO y el Frente Patriótico Chubutense perdió un poco más de 1.000. El efecto del lanzamiento de la fórmula Fernández-Fernández no incrementó el apoyo a Carlos Linares.

Mariano Arcioni respondió al modelo de la política líquida: evitó definirse respecto de la candidatura de Cristina Fernández, no manifestó su alineamiento con Sergio Massa (como eje de campaña), se rodeó de gente que en elecciones anteriores se identificaba como kirchnerista e incluso de algunos que todavía se reivindican como tales, no habló con claridad acerca de la corrupción en su equipo de gobierno, no fijó postura acerca de la megaminería ni explicó sus titubeos respecto de la ley que prohíbe el glifosato en la provincia; entre otras cosas.

Me atrevo a pensar que, si se preguntara a los ciudadanos que lo votaron cuáles son las tres o cuatro propuestas electorales más importantes de Chubut al Frente, la mayoría de las respuestas no sería muy clara.

Tal vez lo mismo ocurra con muchos de los que apoyaron a Linares, aunque, a diferencia del gobernador, el intendente de Comodoro siempre enfatizó su pertenencia al kirchnerismo. Trató de instalar una oposición entre Macri, Arcioni y Menna, por un lado, y él, por otro. Se declaró en contra del neoliberalismo y en contra de la megaminería (cambiando la postura que tenía hasta hace unos meses). Pero esa grieta no resultó creíble o no resultó atractiva. O quizás él mismo no resultó creíble y atractivo para buena parte de la ciudadanía.

El resultado también es el efecto de la polarización. Votar a Arcioni era votar en contra de Linares y, tal vez, expresar cierta distancia respecto de Macri y de Cristina Fernández. Más o menos eso es lo mismo que expresa Massa, en esa laxa zona de indefinición donde habita.

La derrota del intendente en su ciudad también puede indicar una evaluación negativa de su gestión. Un indicio que se suma a otro: hay más de una treintena de aspirantes a precandidatos a la intendencia. Si el gobierno de Linares fuera satisfactorio y tuviera el respaldo de la ciudanía, no habría tantos interesados en entrar en la disputa municipal. Evidentemente, ven que es muy fácil criticar lo que se hizo y denunciar lo que no se hizo. Esa solidez que también es parte de Linares.

Esta modalidad de la liquidez contrasta con la modalidad tradicional, basada en identidades nítidas y estables, en argumentaciones explícitas y en programas definidos. Esta última, aunque más clara para los electores, no es positiva en sí misma, ya que puede propiciar un buen gobierno o promover la legitimidad de figuras tan detestables como Trump y Bolsonaro.

Queda por ver si la política nacional, regional y local se vuelve principalmente líquida y se reduce a esto: un juego de alianzas y desplazamientos con fines electoralistas, un concierto de figuras dispuestas a cambiar de bando todo el tiempo; si el éxito depende de esta capacidad camaleónica y polimórfica del moderno político, ese que nos sonríe en los carteles. Que pase lo que pase, siempre sonríe.

* Docente e investigador en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.