Patagonia

Lenguaje inclusivo: oponerse a la variación de la lengua es como oponerse a la rotación de la Tierra

Por Sebastián Sayago*.

Hace pocos días la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco aprobó el uso del lenguaje inclusivo para la presentación de trabajos académicos. La decisión causó gran repercusión en medios regionales y nacionales, y también indignación en muchísimas personas que tomaron esta medida como una afrenta a la integridad del idioma y un indicio claro de "decadencia cultural y académica" de la institución.

Con la intención de reflexionar sobre este acontecimiento, propongo algunos ejes de análisis.

1. Naturaleza de la polémica. La reacción en contra de la propuesta de lenguaje inclusivo resulta excesiva, si la comparamos con la escasa indignación que generan cuestiones más importantes -como la exclusión social que promueve el capitalismo, el aumento de la pobreza en nuestro país o el hecho de que el sistema educativo desaproveche el potencial cognitivo de les alumnes-.

Si la calidad educativa está deteriorada y si la educación no es el motor de ascenso social que deseamos no es por culpa del lenguaje inclusivo. Hay causas más complejas y más estructurales, que, al pasar desapercibidas en la cotidianeidad resultan menos polémicas.

2. Alcance de la propuesta. Si bien se habla de lenguaje inclusivo, lo que se propone es un estilo. No se crea un lenguaje ni una lengua nueva. El idioma seguirá siendo castellano (es una denominación más correcta que español) y el nuevo estilo será denominado inclusivo. Al tratarse de un estilo, puede ser utilizado estratégicamente por los hablantes, de acuerdo con sus intenciones y con el contexto en el que participan. Habrá quienes lo usen siempre, quienes lo usen en algunas situaciones y quienes no lo usen nunca. La propuesta aprobada por la Facultad de Humanidades apunta a evitar que el uso de este estilo sea tomado como una razón para desestimar académicamente los trabajos de los estudiantes. No obliga a nadie a utilizarlo.

3. Carácter variable de la lengua. El castellano es una derivación del latín vulgar que se hablaba en Hispania durante el imperio romano. Fue un dialecto ibérico que alcanzó el estatus de lengua oficial gracias al triunfo de las armas ("Una lengua es un dialecto con un ejército y una marina", habría dicho el lingüista Max Weinreich). Desde su consolidación, no ha dejado de cambiar. Basta comparar una página del Cantar del mío Cid con cualquier texto de prensa actual para apreciar las múltiples diferencias. Oponerse a la variación de la lengua es como oponerse a la rotación de la Tierra: si una lengua está viva, cambia. Y los cambios pueden obedecer a distintas causas: imperialismos políticos y económicos, desarrollos tecnológicos, modas, cambios morales, economía fisiológica, etc. Por esta razón, cuestionar el estilo inclusivo en defensa de una supuesta integridad (estática) del castellano es un equívoco.

4. Criterios gramaticales. A los hablantes nos resulta más fácil incorporar cambios léxicos que gramaticales. Dicho de otro modo, estamos más dispuestos a aceptar nuevas palabras o cambios en las palabras ya existentes que a aceptar modificaciones en el sistema de género, aun cuando haya justificaciones suficientes para hacerlo. En este caso, lo que se cuestiona es que el morfema de género masculino sea la forma no marcada, es decir, que sirva para hacer referencia a personas de género masculino, a personas de género masculino y femenino y a personas de género indeterminado (por ejemplo, "buscaré algún médico").

La introducción de la "e" como morfema de género no marcado permite a los hablantes distinguir estas diferencias. Es decir, hace que la lengua sea más precisa.

5. El peso de los prejuicios. La adopción de la "e" como morfema de género no marcado implica un reajuste importante del sistema (concretamente, en la flexión de adjetivos y sustantivos) y el dominio de estas particularidades exigirá un esfuerzo de nuestra reflexión metalingüística. Entre otras cosas, deberá lidiar con varios prejuicios, entre ellos, el asociado a la extrañeza: hay palabras y frases que sonarán "raras" y hasta graciosas. Es un resultado de la falta de familiaridad, no tenemos el oído acostumbrado. Este prejuicio también se hace evidente cuando un usuario de un dialecto del castellano se burla de la forma de hablar de un usuario de otra variante.

6. Aspectos sociales y culturales. Una lengua es un instrumento de comunicación, principalmente. Esto supone que debe adaptarse a las necesidades comunicativas de los hablantes, entre las que reconocemos el reclamo de una mayor apertura en la referencia a la diversidad de género. La lengua, en tanto código, no impide este cambio.

Diferente es la postura de instituciones encargadas de la preservación de la pureza del idioma, erigidas en el rol de policía del castellano, fuente de la legitimidad de la normativa. Sin embargo, es posible pensar que la lengua viva incluye diferentes estilos y que el capital lingüístico de un hablante será tanto mayor cuanto más grande sea la variedad estilística que domine.

Sin dudas, quedan muchos aspectos por seguir discutiendo en torno a este fenómeno. Si permite que reflexionemos acerca de la comunicación humana, la tolerancia de la diversidad y la importancia de la educación, bienvenido sea.

*Docente e investigador en la Universidad Nacional de la Patagonia San Bosco.