El país

Cómo ven desde Madrid la situación de Macri tras la derrota y el vacío de poder

El presidente y su rival Alberto Fernández abren un diálogo telefónico mientras los mercados siguen cayendo.

Mauricio Macri reaccionó por fin. E hizo lo que siempre había criticado del peronismo: improvisó un paquete de medidas populistas consistentes, básicamente, en repartir dinero a los argentinos, aplazar deudas fiscales y congelar el precio de la gasolina. También hizo caso a quienes le exigían un diálogo inmediato con el gran vencedor de las primarias del domingo y probable futuro presidente, Alberto Fernández. Macri habló por teléfono con Fernández y ambos acordaron hacer lo posible por tranquilizar a los mercados y mantener abierta la línea de comunicación, aunque sin reunión personal ni fotografías estrechándose las manos. El peso y las Bolsas argentinas siguieron cayendo.

El 27 de octubre, fecha de las elecciones generales, parece cada día más lejano. Los dos grandes protagonistas de la crisis política argentina, Mauricio Macri y Alberto Fernández, se ven maniatados por una lógica electoral perversa. Macri no puede pactar con Fernández mientras hace campaña en su contra, y a la inversa. Macri ha perdido gran parte de su autoridad tras la contundente derrota, Fernández ha arrasado en unas primarias pero aún no ha ganado la presidencia. Se ha abierto algo muy parecido a un vacío de poder. Y la economía puede seguir desangrándose en las muchas semanas que faltan para la apertura de las urnas.

El presidente decidió entablar un diálogo con Fernández. "En estas últimas 48 horas quedó claro que la incertidumbre política ha generado mucho daño. Hablé con algunos candidatos e insistiré con los que no pude hablar. Quiero reunirme con ellos, que transmitan tranquilidad en el proceso electoral. Debemos conversar, mantener líneas abiertas y no entender esto como peleas entre enemigos sino como una discusión entre rivales", dijo ante la cámara. Poco después envió un mensaje por WhatsApp a Fernández, con quien no había mantenido contacto alguno tras las elecciones.

Fernández respondió de forma pública que no tenía sentido una reunión con el presidente porque sus concepciones políticas eran opuestas y porque no deseaba hacerse "partícipe de las decisiones" de Macri. Le rogó a su rival que olvidara su condición de candidato porque "los argentinos necesitamos que sea presidente", y prometió ayudarle a concluir su mandato. Desde la restauración de la democracia, ninguno de los anteriores presidentes no peronistas (Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa) lograron terminar su presidencia. Con la conversación telefónica privada, Macri y Fernández, cuya relación personal es pésima, dieron un primer paso para calmar la intranquilidad política.

Otro paso para apaciguar los ánimos lo había dado el presidente con el mensaje televisado al país, a primera hora de la mañana, en el que comenzó por pedir perdón. Dijo que se equivocó en sus declaraciones tras el desastre electoral, en las que culpó a los votantes y a la oposición por el hundimiento de la moneda y las Bolsas. Su conferencia de prensa del lunes mostró a un hombre demacrado, errático e incapaz de aceptar la derrota. Con ella solo logró enfurecer a quienes no le habían votado y preocupar a quienes sí lo habían hecho. "Lo que ha ocurrido es responsabilidad pura y exclusivamente mía y de mi equipo", admitió por fin. Asumió sus errores, asumió que millones de familias no llegaban a fin de mes, asumió que exigió "demasiado" con su política de austeridad y asumió que los argentinos "están enojados". Lo asumió todo. Y anunció un paquete de medidas de emergencia. "Tomo estas medidas porque les escuché", explicó.

Lo que el equipo de Macri pergeñó en las horas posteriores al desastre se resumía en unas pocas palabras: poner plata en el bolsillo de los argentinos. Justamente lo que proponían, como necesidad urgente, tanto el peronista Alberto Fernández como el candidato centrista Roberto Lavagna. Ambos añadían a eso reformas estructurales y una política económica distinta. A Macri no le daba tiempo para tanto cambio y se limitó a repartir dinero con bonos, rebajas de impuestos, subida del salario mínimo y congelación del precio de la gasolina. Todo ello, hasta diciembre. Es decir, hasta que el nuevo presidente asuma su mandato y tenga que pechar con el agujero que esta repentina generosidad gubernamental pueda dejar en un presupuesto ya muy maltrecho.

El nuevo líder del peronismo, que actúa mientras su compañera de candidatura, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, permanece en un segundo plano, consideró que las medidas de urgencia adoptadas por Macri podían suponer "un alivio". "Mi impresión es que intenta mover el consumo y eso no está mal, pero moverlo de este modo es riesgoso. Siempre dije que eso había que hacerlo en el marco de un acuerdo por 180 días en el que intervinieran los sindicatos, los empresarios y el Estado", explicó Alberto Fernández.

Al margen de las medidas de emergencia, teñidas de electoralismo, los grandes inversores internacionales, y también los argentinos, parecen haber perdido la confianza en Macri y en sus posibilidades de lograr la reelección. Los mercados actúan como si Alberto Fernández hubiera ganado ya la presidencia y dan por finalizada la era liberal de los últimos cuatro años, preparándose para un tiempo de mayores controles monetarios y más proteccionismo. Pero temen además lo que pueda ocurrir en los meses previos al relevo. Los inversores siguen vendiendo pesos (el miércoles la divisa argentina se devaluó otro 7%, hasta 62 pesos por dólar) y vendiendo acciones (el índice global bajó más del 4%), aunque con pocas operaciones. El mal contexto financiero en el mundo contribuyó a empeorar los indicadores argentinos.

Fuente: El País