Política

Ante la indiferencia de Macri y el silencio de Fernández, Chubut agoniza en una de las peores crisis de su historia

El gobernador de Chubut, Mariano Arcioni, se ve acorralado. La provincia, en pocos meses, se desgarró en todas sus dimensiones. La salud está colapsada, con hospitales atienden guardias mínimas y profesionales que debieron suspender SEROS por los retrasos en los pagos cuyas demoras superaron los 180 días. La educación está devastada. Escuelas cerradas, docentes en las calles sin cobrar su sueldo y familias desesperados porque de los últimos dos ciclos lectivos apenas se cumplió un tercio.

En la Poder Judicial el panorama también es sombrío. Prácticamente todo el sistema está de paro, pero además los magistrados de la provincia formalizaron una denuncia penal contra el gobernador y tres funcionarios por incumplimientos de los deberes del funcionario público y por retención indebida.

No existe ningún estamento en la provincia que no esté bordeando el abismo. El gobierno no solo no da señales, y permanece con un silencio sepulcral y una abulia que asusta.

El contexto empeora si consideramos que la situación nacional atraviesa un descalabro sublime. Devaluación, crisis caníbal en el gobierno de Macri, huida del ministro de Economía y medidas desesperadas que siempre fueron objeto de burla por parte del oficialismo.

La soledad de Chubut se hace más profunda ante la indiferencia de Macri -subsumido en su propio laberinto- y el silencio de Fernández que pese a los esfuerzos de sumisión de Arcioni no termina de registrarlo en su radar, como quedó en claro cuando lo mencionó como gobernador de "Río Negro".

Se hace evidente la composición política del país, con una provincia que permanece fuera del radar de importancia pero qu se desangra para entregar recursos centrales para la economía argentina como los hidrocarburos.

Lógica represiva

La policía fue el único sector de los estatales que cobró la totalidad de sus sueldos. La lógica represiva del gobernador, comandada por Massoni, es tan evidente como torpe. Usar las fuerzas para contener el malestar social constituye una estrategia del peor manual para suplir la ineficiencia política.

El recrudecimiento de la protesta es inevitable, porque lo que se exige es tan básico como elemental. Los estatales solo exigen cobrar su salario y piden que se cumpla con las pautas paritarias que el propio gobierno se comprometió a cumplir.

La situación resulta tan insólita que espanta. El garante en última instancia del cumplimiento de los acuerdos institucionalizados es quien los incumple. El ejemplo más radical fue la brutal muestra de ausencia de empatía de un banco que intimó a sus "deudores" a que respondan a sus obligaciones. Kafka seguramente se hubiera lamentado de no tener una idea tan brillante como la que aplicó el gobierno provincial.

De Bella, otro que juega con pólvora

La situación docente es emblemática. Los trabajadores del sector fueron estafados por un gobierno que prometió no incurrir en otra estafa que antes había cometido: la de no reconocer la caída del salario real de los docentes ante el avance inescrupuloso de la inflación en la Patagonia. Fue lo que llamó "paritaria cero". Eso derivó en una crisis en 2018 que culminó con un nuevo acuerdo y una promesa de cumplimiento. Claro que esa promesa volvió a incumplirse. Esta vez ocurrió pasadas las elecciones, dejando en evidencia la perversión de una estrategia política que no duda en llevarse puesta a la reserva más importante que tiene la provincia: la educación de sus niñas y niños.

El gobernador está preocupado por los cortes que afectan la producción de petróleo, pero no se muestra intranquilo ante la situación de jóvenes que no lograron cumplir con un tercio de los últimos dos ciclos lectivos. Menos todavía parece preocuparle que se cierren los Institutos de formación docente, que saquen horas para fortalecer los procesos pedagógicos; además de pauperizar aún más el salario docente y los aumentos que prometió y no cumplió.

Resulta complejo encontrar un antónimo a "estadista"; sin embargo, el gobierno de Chubut creó en su nombre ese neologismo.

Antonena, el prestidigitador fallido

Casi desde una perspectiva psicoanalítica, resulta incomprensible que alguien asuma un lugar caliente de un entramado político viciado por su propia inoperancia. Sin embargo, Antonena asumió como ministro de Economía. Quizá, desde su más profunda intimidad, se crea capaz de ser el "salvador" de este infierno en el que está hundida la provincia.

Su primera gestión fue tan ineficaz como ingenua. A tal punto fue naif, que por momentos permitió recordar a "Chance", ese emblemático personaje de la novela de Kosinski.

Un gobierno provincial que se cansó de criticar y denostar al gobierno nacional -que se degrada por sí mismo y ya no necesita detractores para hundirse definitivamente- buscó primero en Alberto Fernández una vida más para sobrevivir a su propio fuego. Sin embargo, más allá de la sobreactuación de Arcioni ante la fórmula que viene, fue a pedir dinero al macrismo para sortear esta situación insoportable.

A esta altura, no se sabe si esa jugada es consecuencia de la desesperación o absoluto desconocimiento de la política. En cualquier caso fue estéril, y no hizo más que aletargar la agonía de una sociedad que pide respuestas a un gobierno que actúa como una lápida: todos le hablan y él responde solo con el silencio.

La crisis entre Sastre y Arcioni

Por si no quedaran resquicios para empeorar la situación, Arcioni no le atiende el teléfono a Sastre. La crisis entre ellos -confirmada por fuentes de Fontana 50- parece irreconciliable. Si bien la escisión habría comenzado con el apoyo diferenciado de los candidatos (Arcioni apoyaba a Pérez Catán y Sastre a Beliz) lo cierto es que el último desplante por parte del gobernador fue fatal.

Sastre, mostrando comprender el juego de la política y un grado de madurez para afrontar la crisis, había logrado una reunión con Quiroga (recientemente elegido para liderar los destinos de ATE) para calmar las olas. El gobernador se comprometió a no descontar los días de paro. Días después anunciaría por medio de sus voceros que sí los descontará, a cara de perro. Con ese plan de endurecimiento, no solo envió a Massoni sino también De Bella, quienes regaron con nafta la situación, afirmando que los "docentes se esconden detrás de los alumnos". La frase cayó muy poco simpática viniendo de la ya poco simpática figura del Ministro de Educación.

Al borde del colapso

No falta mucho para que la situación colapse. Los estatales se multiplican en las calles, las fuerzas de seguridad están cada vez más permeables para justificar la represión -tal como las fue habilitando el macrismo- y las denuncias penales y civiles comienzan a rodar como pan caliente.

El gobierno, agobiado, intenta dar muestras de presuntos "consensos" que
claramente no existen. Es cada vez más fuerte la separación entre la realidad y la visión del estado provincial comandado por Arcioni.

Si la cuarta provincia exportadora está sufriendo una crisis de esta dimensión, no hace falta ser un experimentado analista para concluir que lo que falló fue el sistema político. La sociedad también, claro, pero convertida en víctima.