Petróleo

El Estado en Vaca Muerta, una discusión saldada

La corta historia de los desarrollos no convencionales muestran que siempre estuvo atravesada por el protagonismo de los gobierno nacionales y provinciales. Pero cada vez que una medida sacude la escena se encienden las alertas del intervencionismo.

Está preparada Vaca Muerta ahora para un barril barato? La respuesta es que sí. Pero hay otros interrogantes también interesantes: ¿Puede Vaca Muerta convivir con un mercado regulado? Revisemos un poco la historia reciente.

En 2015 el precio internacional del Brent se hundió hasta tocar fondo, con valores cercanos a los 30 dólares, en 2016. Los desarrollos petroleros se frenaron casi a cero y se dio paso la era del shale gas, el gas no convencional más caro de Neuquén, minimizó y sirvió para convertir a la industria petrolera neuquina en una isla aislada de la crisis de despidos y la paralización mundial.

En 2014, un año después del contrato fundacional para Vaca Muerta que fue la concesión de Loma Campana, el por entonces presidente y CEO de YPF, Miguel Galuccio, pronosticaba una escalera creciente para el precio interno del barril: 84 dólares en 2015 hasta 102 dólares en 2018. Con esa cuenta pudo cerrar contratos, por ejemplo, con el gigante malayo Petronas.

Los datos necesitan una aclaración. Los números que proyectaba Galuccio respondían al precio interno. En ese momento como ahora, tras el DNU del presidente Mauricio Macri, los valores internacionales e internos estaban disociados. Sin embargo en 2014 estaban un 40% más caro que en todo el mundo.

Eso fue lo que se denominó "barril criollo". Una cotización elevada artificialmente para sostener el impulso del desarrollo en Vaca Muerta. Fue una rara resultante de una medida tomada, tiempo atrás, por Guillermo Moreno, el por entonces secretario de Comercio de Nación, que inicialmente funcionó a la inversa: es decir disociaba los valores para evitar que en la época de altos precios internacionales eso se trasladara a los surtidores.

Por entonces la referencia de cotización para el país era el WTI, el barril norteamericano, que siempre cotizó unos 10 dólares por debajo del Brent, el europeo que mira la poderosa OPEP. Luego, cuando la crisis internacional de precios se hizo insostenible, Nación y las Provincias acordaron mirar la cotización europea para ganar unos puntos de rentabilidad y no resentir tanto la actividad.

Vaca Muerta es una historia irreversible y eso es muy bueno. Nuestro país lo necesita para contar con energía abundante y para generar divisas. Pero solo será posible si se consolida como una herramienta para el progreso social de todos los neuquinos".

El primero de los ministros de Energía de Macri, Juan José Aranguren, desembarcó en las funciones públicas en 2015 luego de posicionarse como enemigo N°1 de las políticas de Moreno ya que, al momento de su aplicación como un congelamiento de precios, él lideraba la compañía Shell que solo se dedicaba a la refinación y venta de naftas y gasoil. Luego, la firma angloholandesa desembarcaría en la extracción de petróleo en Vaca Muerta.

Fue el propio Aranguren quien estableció un mecanismo para salir del "barril criollo" que ya comenzaba a empardarse con las cotizaciones internacionales luego de la fallida política de la OPEP de bajar los precios para asfixiar los no convencionales de Estados Unidos. En septiembre de 2017 el gobierno nacional empalmó los precios locales a los internacionales y, en teoría, liberó el mercado de los combustibles.

En la práctica nunca fue un mercado liberado. Indirectamente Nación utilizó distintos mecanismos para evitar movimientos bruscos en los surtidores que se trasladen a inflación, una variable que se le descontrola al gobierno.

En 2018 Nación tuvo que meter mano a una modificación impositiva en los combustibles -por cierto necesaria- porque los tironeos entre el mercado internacional y su impacto en las naftas y gasoil locales ya eran insostenible. La modificación fue presentada como una suerte de amortiguador para evitar el traslado directo a la economía nacional de precios internacionales que iban en alza.

Después de las PASO, con un resultado muy duro para el gobierno nacional, el esquema de libre mercado saltó en pedazos. Nación congeló los combustibles por 90 días y para hacerlo no utilizó el instrumental quirúrgico que venía moviendo hasta ahora.

Fue más parecido al trabajo de pico y pala: le puso un techo al precio del barril interno (u$s59) y armó un tipo de cambio paralelo ($45,19) para su compraventa. Este recorrido muestra la columna vertebral de Vaca Muerta.

La tensión entre sostener los incentivos para desarrollar un proyecto que promete mejorar la balanza comercial del país y resguardar el bolsillo de los ciudadanos de las exigencias de un mercado liberado, atado a los vaivenes internacionales, está presente e irresuelta.

Y a la luz de los últimos dos gobierno seguirá presente. Una parte de la biblioteca entiende que esa tensión debe absorberla el Estado con una política de desarrollo clara y sostenible que, por más que le pese a los inversores y a las provincias productoras, convierte la industria en una actividad regulada.

En última instancia parece que la denominación quedará para la discusión semántica pero lo que no puede evadirse más es el rol presente que debe tener el gobierno nacional en el sector. Esto no ofende ni perjudica a nadie siempre que haya reglas clara. En el capitalismo todos se adaptan.

Así quedó demostrado con los efectos del DNU. Hubo más de pirotecnia escénica que de impacto real. Claro que las empresas y provincias están en su derecho de calificar la medida de Nación hasta de confiscatoria.

Pero no parece cierto que un barril a 43 dólares, la cotización resultante de la medida, no les permita operar en el país. Eso sin decir que es por 90 días. La rica experiencia acumulada en la corta vida de Vaca Muerta, navegando la crisis de 2015-16, lo demuestra.

Fuente: Río Negro