Patagonia

Sigue fresca la sangre del cacique Yanquetruz

Por Carlos Espinosa

Hace pocos meses, después de un estudio realizado con los más avanzados métodos científicos, se pudo determinar que una carta del Cacique José María Bulnes Yanquetruz , dirigida en 1856 al comandante del fuerte de Carmen de Patagones, Benito Villar, está escrita con sangre humana. La certificación convirtió en hecho indubitable lo que era hasta entonces una leyenda de transmisión oral, dado que la hipótesis de la carta escrita con sangre la mencionó por primera vez el propio Villar cuando remitía informes al ministro de Guerra y Marina, Bartolomé Mitre, acerca de la insistencia de Yanquetruz sobre la firma de un acuerdo general de paz entre el Estado de Buenos Aires y su persona, en carácter de jefe de los pueblos indígenas del norte de la Patagonia.

El documento está guardado en el Archivo General de la Nación (AGN), en la ciudad de Buenos Aires, muy seguramente desde las últimas décadas del siglo 19, pero por alguna razón no divulgada se traspapeló y recién fue encontrado en marzo de 2017. Comenzaron en ese momento las gestiones para comprobar científicamente si estaba ciertamente escrito con sangre humana. Intervino entonces el Centro de Estudios Químicos y Biológicos por Espectrometría de Masa (Cequibiem), que funciona en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, en convenio con la secretaria de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (Secyt), y después de tomar una pequeñísima muestra del líquido usado para escribir la carta (tarea delicada y compleja por la antigüedad del papel) quedó probada en laboratorio la sospecha inicial: se trata de sangre humana.

Todo este proceso científico está explicado con detalles en el documental "Yanquetruz, sangre o tinta", realizado por el AGN y la Secyt, que se acaba de estrenar en el canal de televisión TecTV y se puede ver en la plataforma de Youtube. La imagen de la carta, que ilustra esta nota, fue tomada del video.

Quedaron varios interrogantes sin responder. ¿La sangre empleada era del mismo Yanquetruz? ¿Era de su escribiente José del Carmen Márques Bravo? ¿Se usó sangre porque se había terminado la tinta? ¿Fue para darle a la carta un carácter sagrado de compromiso, dado que el contenido está referido esencialmente a procurar un entendimiento pacífico con las autoridades del Gobierno?

La divulgación del hecho científico, en torno a la certeza de que se usó sangre humana para escribir la misiva, permite el redescubrimiento y resignificación de la muy interesante figura del lonko José María Bulnes Yanquetruz, quien en menos de 50 años de vida desarrolló una extraordinaria trayectoria de relaciones sociales, política, economía, combate y diplomacia desde la Nación Indígena Mapuche-Tehuelche.

Había nacido hacia 1810 en algún punto del territorio pampa (actual provincia de Buenos Aires) y era hijo del cacique Cheuqueta, reconocido como tehuelche y miembro del linaje de los Llanquetru o Yanquetruz, cuestión genealógica que estudió detenidamente Rodolfo Casamiquela ("El linaje de los Yanquetruz", Fundación Ameghino, 2004).

El historiador Milcíades Alejo Vignati afirmó que "cuando tenía seis años de edad, fue tomado prisionero por los Pehuenche del norte y -seguramente vendido- llegó a Chillán (actualmente Chile)para formar parte de la servidumbre de algún potentado local que se preocupó de su instrucción", y es probable que durante ese tiempo adquiriera el uso del apellido de su patrón (tal vez el mismísimo general Manuel Bulnes que sería presidente de Chile) y aprendió a leer y escribir en castellano, conocimiento que le permitiría sobresalir en cuestiones de política y diplomacia entre los otros lonkos de su época. Siendo adolescente se fugó hacia el lado oriental de la cordillera y se sumó a la tribu de Calfucurá, formando su propia línea de indios lanceros.

Advirtió Vignati ("Un capítulo de etnio historia nordpatagónica . José María Bulnes Llanquetruz", Academia Nacional de Histora, 1972) que la relación entre el joven capitanejo y el ya maduro Cacique General de las Pampas fue conflictiva, y dijo que "su alianza con Calfucurá no fue duradera. Temeroso éste de la combatividad y talento de Llanquetruz, urdió trama para eliminarlo. Pero el joven nativo logró zafarse con sus lanzas y fue a ocupar el territorio de sus mayores. Al sur del Limay venció a un conglomerado tribal del Patagón s. s. Tuvo la inteligencia de aliarse, de inmediato, con los vencidos y, reforzadas así sus tropas, atacaron a Calfucufá, refriega en la cual fue derrotado."

Agregó que "a fines del año 1854 o comienzos del 55, ha quedado documentado otro ataque a Calfucurá, esta vez, con todo éxito, logrando arrebatarle crecida cantidad de hacienda que comerció en El Carmen, previo permiso del gobierno a requerimiento del comandante Julián Murga".

Al frente de sus dos o tres mil lanceros (según diversas fuentes) el 8 de septiembre de 1855, Yanquetruz invadió la zona donde hoy se ubican las ciudades de Juárez, Chillar y Tandil. En esta dramática coyuntura el general Manuel Hornos, jefe del fuerte de Azul, dispuso que el teniente coronel Nicanor Otamendi, con una dotación de apenas 124 soldados, se trasladara en ayuda a las poblaciones en peligro. El 12 de septiembre el escuadrón llegó a la estancia San Antonio de Iraola (actual Partido de Benito Juárez) adonde Yanquetruz envió a su lenguaraz, para procurar que el Ejército lo dejara pasar con un arreo de 20 mil cabezas robadas en sus incursiones de los días anteriores.

Cuenta la crónica que, como toda respuesta, Otamendi tomó preso al lenguaraz, lo que provocó la ira de Yanquetruz y la orden de atacar a las escasas tropas gubernamentales. Viéndose totalmente superado en número el teniente coronel se abroqueló con sus hombres en el interior de un corral de palo a pique, intentando resistir con sus fusiles la lluvia de flechas, boleadoras y lanzas de los guerreros mapuches. En el entrevero cayeron 300 indios, por un lado, y por el otro Otamendi y sus 124 soldados. Yanquetruz y sus hombres siguieron camino hacia Chile, para vender el botín de vacas y caballos conseguido.

La batalla de San Antonio de Iraola consagró el prestigio del joven Yanquetruz al interior de la Nación Indígena y, al mismo tiempo, alertó a las autoridades del incipiente Estado bonaerense sobre su peligrosidad. El aguerrido cacique poco después se asienta alternadamente entre Choele Choel y Valcheta (usando muy seguramente la rastrillada existente entre ambas poblaciones para sus desplazamientos estratégicos) y comienza una intensa relación de intercambio y presiones sobre las autoridades de Carmen de Patagones, primero con Murga y después con el ya mencionado Benito Villar, destinatario de la carta analizada por el AGN y el Cequibiem.

La correspondencia de esa etapa, redactada por el escriba Márques Bravo, constituye un valioso muestrario de las formas políticas de la época. Yanquetruz pide (yeguas, víveres, ropa, utensillos, alguna paga en efectivo para algunos de sus jefes) y ofrece a cambio la tan ansiada paz, que los comerciantes instalados en Patagones tanto necesitan para asegurarse la prosperidad de sus negocios, desde el único puerto del puerto de ultramar de la extensa geografía situada al sur del río Salado, frontera de "la civilización".

Villar remitía esas notas al ministro Mitre, en algunos casos llegaban a Buenos Aires las copias de las misivas, lo que facilitó la tramitación de acuerdos temporales y finalmente, el 24 de mayo de 1857, en la ciudad de Buenos Aires, la realización del llamado "Arreglo del gobierno de Buenos Aires con el Cacique del Sud, don José María Bulnes Yanquitruz", que firman el propio jefe indígena y el ministro Valentín Alsina.

Para que no queden dudas acerca de las favorables expectativas en torno a los beneficios de acuerdo, desde la óptica de los comerciantes de Patagones, es interesante observar la misiva que, poco antes de la firma del tratado, el 15 de abril de 1857, envió a Bartolomé Mitre el importante comerciante local don Manuel B. Álvarez.

No es un detalle menor que la carta, citada por Vignati y Casamiquela, fue llevada en mano por el propio Yanquetruz , cuando viajó a Buenos Aires, especialmente invitado por las autoridades con la finalidad de suscribir el tratado.

En aquel papel Álvarez puntualizaba sin disimulo y con mucho entusiasmo las ventajas del entendimiento con el jefe indígena, deshaciéndose en elogios acerca de las virtudes de su personalidad.

"Conviene saber que este indio (Yanquetruz) es un genio para la guerra, y debe a los esfuerzos de su brazo el respeto y consideración que le tributan, a pesar de ser un joven, los tehuelches del sur, con excepción de unos pocos caciques opuestos a la paz, que él llama intrusos y se propone exterminar" decía el acaudalado comerciante.

Agregaba que "es valiente y generoso a toda prueba, pues mira con horror el culto inhumano de matar a sangre fría, lo que él llama bajeza de cobarde. Así es que se jacta de no haber muerto a ningún cristiano fuera de la pelea, así como de haber salvado a muchos, cuyo exterminio estaba resuelto y ordenado por Calfucurá".

En otro párrafo Manuel Álvarez se permitía adelantarle al ministro Mitre (quien poco después dejaría el cargo a Alsina) que las pretensiones de Yanquetruz, para la firma del pacto, "no son exageradas, pues se contentará con el empleo y sueldo de teniente coronel, y aunque no dice quién será su segundo, es natural que quiera el de mayor para su hermano, con el sueldo de su clase. Pedirá también raciones; y es de creer que el Gobierno no será en esto escaso; atendiendo a la inmensa adquisición que el país hará con su amistad permanente".

Casi al final el comerciante, convertido en influyente mediador ante el poder político de la época, advertía que el cacique tenía "buenas cualidades en el trato cuando está su razón despejada", pero se convertía "en un hombre intratable cuando estuviese ebrio, se vuelve loco en tal estado y es en extremo provocativo; y por consiguiente es preciso evitarlo cuando se halle en ese estado, y no permitirle que entre en contestaciones con ninguna persona imprudente que pueda irritarlo".

l arreglo o tratado suscripto en mayo de 1857, nada menos que en la víspera de la Fiesta Patria, establecía el libre comercio, para todo tipo de bienes, entre Yanquetruz y su gente en la población de Carmen de Patagones y cualquiera otra del Estado de Buenos Aires, asegurando que "los animales y efectos que conduzcan o lleguen a adquirir legítimamente, serán completamente respetados y protegidos"; en tanto que por otra parte "todo habitante de cualquier punto del Estado de Buenos Ayres que quiera ir a comerciar entre dichas tribus e Indiadas, podrá hacerlo libremente; y su persona, como también los animales y efectos que conduzca o que llegue a adquirir allí legítimamente serán completamente respetados y protegidos".

El artículo siguiente contenía una declaración de enorme importancia: "El Cacique Llanquitruz reconoce que sus antepasados cedieron por tratado al antiguo Gobierno del Rey de España las tierras que se conocen por de Patagones hasta San Javier". Y en la cláusula siguiente quedaba escrito que "además, el dicho Cacique pone ahora a disposición del Gobierno de Buenos Ayres una extensión de 13 leguas, desde San Javier para afuera sobre la margen Norte del Río Negro, para que en el límite de dichas 13 leguas pueda el Gobierno formar una población que se denominará Guardia de Obligado, y que será destinada a procurar la civilización y adelanto de los indios".

De tal manera el gobierno bonaerense reconocía la propiedad de la Nación Indígena sobre todas las tierras que no fueran las de Patagones hasta San Javier y admitía esa donación específica de 13 leguas sobra la costa norte del río, desde San Javier "para afuera", donde el Gobierno se comprometía a colaborar en tareas de labranza, proveyendo herramientas, bueyes y semillas.

Definiendo el rol que se le asignaba al jefe indio el acuerdo decía que "se declara el Cacique Don José María B. Llanquitruz, comandante en jefe de todo el territorio de la Pampa, que es adyacente a la jurisdicción de Patagones, y en cuya posesión se halla hoy"; y en otra cláusula se le otorgaban los beneficios de la clase de capitán con grado de Teniente Coronel, y el sueldo mensual de 1.200 pesos.

Los ocho caciques de la "plana mayor" del Estado Indígena iban a recibir el sueldo mensual de 100 mensuales, cada uno; y 80 hombres (de una especie de guardia personal del cacique) cobrarían la suma de 50 pesos mensuales. Mientras que, por otra parte, se aseguraba al "Comandante Llanquitruz" la provisión de 50 yeguas por mes, yerba, azúcar, fariña, tabaco y papel para liar; así como ropa militar a sus 80 guardias.

El documento determinaba que el lugar de asentamiento de Yanquetruz sería "el paso de Balchetas, como a 55 leguas de Patagones" y que cuando se trasladase a la Comandancia de Patagones sólo podía estar acompañado por los ocho caciques y 80 hombres de guardia ya mencionados.

En retribución al reconocimiento territorial, atributos, sueldos, ropa y víveres , Yanquetruz se comprometía a acatar la autoridad del Gobierno de Buenos Aires en su jurisdicción (al norte de Patagones) y actuar en defensa de este Gobierno en caso de ataque por parte de otros indios y ejércitos extranjeros.

La paz y las reglas de juego de beneficio mutuo parecían aseguradas. Yanquetruz tenía quizás 47 años y su poder era extraordinario, reconocido por los honores y cortesías que se le ofrecieron en su breve estada de algunas semanas en Buenos Aires.

Pero la tranquilidad de la Nación Indígena al sur de Patagones sufrió un duro golpe el 28 de 1858, en la población de Bahía Blanca, cuando Yanquetruz fue muerto mientras se encontraba en el interior de una vivienda, o de un despacho de bebidas, posiblemente alcoholizado, según diferentes versiones. Si la causa del óbito fue una puñalada o el disparo de un arma de fuego es otra cuestión con distintas interpretaciones; así como también hay disparidad de dichos acerca del homicida: podría haber sido autor el capitán Jacinto Méndez, como venganza por la muerte del teniente coronel Otamendi, pero no se descartó que el mismo Calfucurá lo mandara matar, para arreglar antiguas cuentas.

"Ignoro si la muerte de Llanquetruz fue recibida con júbilo por Calfucurá; (dijo Vignati, en la obra ya citada) lo que sabemos por propia confesión fue su alivio: "ahora ya no le tengo tanto miedo a la gente porque ahora los chehuelchos [¿ ?] no se han de venir" (Carta de Calfucurá al Gral. Juan Esteban Pedernera del 4 de noviembre de 1858, retransmitida al Gral. Urquiza el 24 de diciembre de 1858) No sólo alivio; sin mucha transición llegó al estado eufórico. Propaló la noticia a todos sus amigos. Huelga decir que con ello proclamaba su indiscutida jefatura indígena sin estar jaqueada ya como lo había sido durante los últimos años30. En otros términos: ahora podía respirar tranquilo."

De allí en adelante, disuelto el poderío de Yanquetruz como contrapeso al de Cafulcurá, los 20 años siguientes serían inestables para la Nación Indígena, con menores reconocimientos de autonomía y progresivo aumento de las agresiones de los gobernantes de Buenos Aires, todo lo cual cristalizaría en la tragedia y el genocidio de la campaña de exterminio y arrinconamiento de los pueblos indios, encabezada por el general Julio Roca a partir de 1878.

Aquel tratado de 1857 quedó en abstracto. Pero ahora, que sabemos que en algún papel de alguna manera sigue fresca la sangre de Yanquetruz o de alguno de sus lugartenientes; ahora que podemos reflexionar acerca del sentido simbólico del uso de la sangre en una carta donde el cacique expresa que "lo que deseo (es que) se hagan las paces"; ahora que es tiempo de reconocer y subsanar los atropellos, la discriminación, las injusticias y el menosprecio sufridos por los pueblos indígenas, justo ahora su memoria puede inspirar acciones reparadoras. Sobre todo en cuanto a la reivindicación territorial de la Nación Indígena.

Fuente: Appnoticias