Opinión

América ¿descubierta o inventada?

María Beatriz Gentile*.

América fue una invención que implicó la apropiación del continente y su integración en el imaginario eurocristiano. Un hecho que posibilitó reelaborar la percepción del mundo conocido y unificar la historia desde un centro: la Europa colonizadora.

Antes de 1492 América no figuraba en ninguna representación cartográfica. Sin embargo, el territorio existía y era llamado por sus habitantes de distintas formas: Anahuac, Tawantisuyu, Abya- Yala

Posiblemente, como dice Edmundo O'Gorman, América no fue descubierta sino inventada. Una invención que implicó la apropiación del continente y su integración en el imaginario eurocristiano. Un hecho que posibilitó reelaborar la percepción del mundo conocido y unificar la historia desde un centro: la Europa colonizadora.

Hasta el siglo XV Europa había sido la periferia del desarrollado mundo islámico y una región secundaria del continente euro-afro-asiático. La emergencia de la ruta del oro y la plata americanos fue lo que brindaría a esas sociedades fronterizas, una nueva localización en la ecumene conocida.

La incorporación del circuito atlántico tuvo por consecuencia conectar en un mapa todas las regiones del planeta. Hasta aquí, cada una tenía su propia representación cartográfica pero ninguno de esos centros llegó a tener un mapa que se impusiera al resto como lo hizo el mapamundi cristiano.

Sólo el cristianismo había pensado al mundo dividido en tres partes: Asia, Europa y Africa. Fue en una abadía en la ciudad francesa Saint Diéu, donde en 1507 por primera vez se escribió sobre un mapa el nombre ?América'. Los monjes que allí residían habían recibido la versión de los mapas de los cuatro viajes de Américo Vespucci. El territorio encontrado aparecía con el nombre de Mundus Novus, pero los monjes consideraron que era más adecuado rebautizarlo ?América' derivado de Amerigie, tierra de Américo. Decidieron que fuera femenino para conservar el género que ya poseían Europa, Asia y África, y así figuró en el mapamundi del monje Martín Waldseemüller.

De esta forma se elaboró y representó la incorporación de América como el cuarto continente a un orden preexistente. Y así fue clasificada como una tierra sin pasado y definida como tierra del futuro.

Descubrimiento, conquista y colonización fueron presentados, por ese relato fundador de la historia universal, como hechos separados; sin embargo, formaron parte de un mismo fenómeno.

En la memoria histórica europea fue una tendencia glorificar los viajes exploratorios y separarlos del momento del ejercicio puro de la fuerza que implicaron la conquista y la colonización. De este modo, aliviada de la violencia con la que estuvo radicalmente consustanciada la llegada del europeo a estas tierras, el descubrimiento quedó reducido a una especie de acto contemplativo: Colón y sus gentes llegaron gracias a su audacia y admiraron mares, tierras, selvas, en una especie de desprendimiento místico.

Admiración en tal caso, que nunca pudo explicar la razón por la cual, desde el primer momento y desde Cortes a Pizarro y de Almagro a Núñez Cabeza de Vaca, se intentó averiguar por cualquier medio dónde estaban el oro y la plata.

De esta forma, la narrativa impuso la idea de que la acción violenta vendría después del acto gratuito del asombro, pero la justificación ya estaba construida. Las naves salieron del puerto de Palos con un mundo ideológico a cuestas y con un a priori de la conducta de los descubridores-colonizadores. Una justificación que ya tenía su conjunto de razones debidamente aseguradas.

El proceso de invención de América, es lo que Aníbal Quijano advirtió en relación a la colonialidad del poder.

Colonialidad que se configuró a partir de la idea de raza y posibilitó legitimar la dominación, la explotación económica, establecer jerarquías sociales, imponer la lengua y la religión y convertir a la cultura europea en un mito aspiracional. Un mito lo suficientemente poderoso como para llevar a cabo un proceso de negación de lo propio y abrazar la cultura del colonizador.

La conquista ibérica del continente americano fue el momento fundante de los procesos que articuladamente conformarían la historia posterior: la modernidad y la organización colonial del mundo.

La América descubierta no fue la Abya Yala, sino la que inventó una cultura que al fin y al cabo se terminó encontrando consigo misma.

(*) Historiadora, ex delegada de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.

Fuente: Va Con Firma