Bolivia: ¿Es posible y ético negociar con la dictadura en medio de un baño de sangre?Por Emilio Estévez.
Por estas horas hay algunos dirigentes que se han sentado a negociar con la dictadura mientras otros y otras siguen en los bloqueos exigiendo que la usurpadora autoproclamada «presidenta» Añez, renuncie. Los que se acercaron a conversar el viernes y sábado pasados para buscar acuerdos de cara a unas elecciones que se ven aún inciertas en su contenido y con pocas probabilidades que realmente sean libres, tendrán sus razones y seguramente habrá de formar parte de tácticas que no se conocen claramente, o que muchos que están en el llano no comprenden.
Pero es muy importante que quienes dicen negociar en nombre de las mayorías, tengan en cuenta cuántos asesinatos ya ha cometido esta dictadura fascista, cuántos miles de heridos (algunos muy graves) se han derivado de los asaltos policiales y militares con armas largas y hasta disparando desde helicópteros contra un pueblo desarmado. También es necesario que recuerden cuanto presos y presas, hombres y mujeres humildes han sido golpeados y llevados a prisiones lejos de sus viviendas.
Allí, en los salones del Palacio donde se negocia y extrañamente se intercambian sonrisas con los que dirigen la represión, es bueno que se tenga en cuenta que la sangre derramada no puede ser negociada y que sobran testimonios lacerantes que obligan a que no se hagan concesiones a quienes vinieron a interrumpir un proceso electoral legítimo donde Evo Morales había vencido a sus contendientes. Todo lo ocurrido luego es conocido en cuanto a represión, racismo y fascismo contra indígenas y campesinos, avasallando y humillando símbolos y señales de identidad, como la wiphala o la pollera de las mujeres.
Límites
Negociar es válido en política, incluso en gravísimas circunstancias como las actuales, lo que si hay que tener en cuenta es que esas conversaciones no terminen debilitando al poderoso levantamiento popular que sucedió al golpe de Estado. Si eso sucediera, la palabra ya no sería «negociación», póngale cada uno el nombre que se le ocurra. De allí que se entiendan las voces de alarma que circulan como reguero de pólvora en cada uno de los asentamientos y bloqueos donde la resistencia al golpe se sigue haciendo sentir.
Fuente: Resumen Latinoamericano.
Por Emilio Estévez.
Por estas horas hay algunos dirigentes que se han sentado a negociar con la dictadura mientras otros y otras siguen en los bloqueos exigiendo que la usurpadora autoproclamada «presidenta» Añez, renuncie. Los que se acercaron a conversar el viernes y sábado pasados para buscar acuerdos de cara a unas elecciones que se ven aún inciertas en su contenido y con pocas probabilidades que realmente sean libres, tendrán sus razones y seguramente habrá de formar parte de tácticas que no se conocen claramente, o que muchos que están en el llano no comprenden.
Pero es muy importante que quienes dicen negociar en nombre de las mayorías, tengan en cuenta cuántos asesinatos ya ha cometido esta dictadura fascista, cuántos miles de heridos (algunos muy graves) se han derivado de los asaltos policiales y militares con armas largas y hasta disparando desde helicópteros contra un pueblo desarmado. También es necesario que recuerden cuanto presos y presas, hombres y mujeres humildes han sido golpeados y llevados a prisiones lejos de sus viviendas.
Allí, en los salones del Palacio donde se negocia y extrañamente se intercambian sonrisas con los que dirigen la represión, es bueno que se tenga en cuenta que la sangre derramada no puede ser negociada y que sobran testimonios lacerantes que obligan a que no se hagan concesiones a quienes vinieron a interrumpir un proceso electoral legítimo donde Evo Morales había vencido a sus contendientes. Todo lo ocurrido luego es conocido en cuanto a represión, racismo y fascismo contra indígenas y campesinos, avasallando y humillando símbolos y señales de identidad, como la wiphala o la pollera de las mujeres.
Límites
Negociar es válido en política, incluso en gravísimas circunstancias como las actuales, lo que si hay que tener en cuenta es que esas conversaciones no terminen debilitando al poderoso levantamiento popular que sucedió al golpe de Estado. Si eso sucediera, la palabra ya no sería «negociación», póngale cada uno el nombre que se le ocurra. De allí que se entiendan las voces de alarma que circulan como reguero de pólvora en cada uno de los asentamientos y bloqueos donde la resistencia al golpe se sigue haciendo sentir.
Fuente: Resumen Latinoamericano.