El mundo

El intervencionismo norteamericano

Por Osvaldo Pellin.

A medida que fueron cayendo los gobiernos progresistas de América Latina, se instalaron los modelos neoliberales. EE.UU. sostiene a las oligarquías para dar el zarpazo expropiador sobre petróleo, minerales, litio, agua dulce, espacios aéreos. Bajo la presencia del Guasón estadounidense, estamos expuestos al saqueo.

No creo que nadie se sorprenda si afirmamos que los EE.UU. quieren dominar el mundo. Este aserto ya ha sido sostenido por muchos estudiosos contemporáneos. Lo cierto es que su intervención se ha hecho en los últimos años cada vez más frecuente y más devastadora. Diezmado a su solo antojo el conflicto de Medio Oriente, parecería ser que empezamos a vivir expeditivamente el tiempo de América del Sur.

Hoy lo padecen quienes habitan en el sur de América: Ecuador, Perú, Chile, Brasil, Bolivia, Argentina, Colombia y toda Centroamérica. Todos ellos -todos nosotros- casi contemporáneamente estamos padeciendo la insana influencia del Imperio norteamericano que es capaz de provocar caos y generar luchas intestinas en simultáneo. Las imágenes de los noticieros son elocuentes. Muestran en países como Bolivia, Ecuador y Chile, por ejemplo, a civiles en peleas a muerte cuerpo a cuerpo, sosteniendo estandartes antagónicos, como si estuviésemos asistiendo a la visión retro de una película de la época de las Cruzadas.

Nos damos cuenta de que estamos desfasados en los modos de lucha cuando en medio de la multitud emerge un tanque último modelo, detrás del cual parapetados vienen soldados con armas largas intentando sorprender a manifestantes enardecidos y dispuestos a dar la vida en la porfía por sus derechos, o a defenderse mayoritariamente con palos y embestidas donde sus propios cuerpos son el arma de defensa frente al odio del que son víctimas por pertenecer a una etnia originaria o a un marginal sector social.

Desde que poco a poco y uno a uno fueron cayendo los gobiernos progresistas de América Latina, fue asomando de ese mismo vacío, no la continuidad de políticas inclusivas, sino la instalación de los modelos neoliberales que desde los años ?80 infestan a los gobiernos occidentales del mundo con la finalidad no expresada de apoderarse de gran parte de la rentabilidad de cada uno de los países donde se han asentado, de suyo endeudados más allá de sus posibilidades de pago, para acceder a los incalculables recursos naturales que aun nuestro continente contiene en su suelo y su subsuelo.

Por eso EE.UU. está siempre a favor de las oligarquías dándoles sostén a la espera del zarpazo expropiador. Hace causa común con los atropellos y la represión con que quieren acallar las voces reivindicatorias de esos pueblos. Al acecho siempre detrás del petróleo, los minerales, el litio ahora, el agua dulce, los espacios aéreos pletóricos de estrellas desde donde puede verse con diafanidad una porción del Universo, en graciosas concesiones que no dejan ni recursos ni benéficas asociaciones técnico-profesionales. Eso sí, apoyando al cipayaje vernáculo dispuesto invariablemente a reverenciar al amo.

No importan los impactos deletéreos en el ambiente, lo único importante es el extractivismo. Aunque se dejen sobre la superficie los despojos de una riqueza que ahora es un hueco gigantesco cuyo contenido valioso ya ha viajado a la metrópoli depredadora.

Esto América ya lo sufrió en los siglos XVI en adelante, en plena Conquista, cuando toneladas de oro y plata viajaban a Europa en las bodegas de los galeones españoles, o fatalmente en los bergantines corsarios, a llenar los cofres de los castillos de la corona británica por aquello de que quien roba a un ladrón...

Es evidente que estamos expuestos al saqueo y aquellos que quieren proteger la riqueza para sus pueblos serán carne de cañón de la codicia del Imperio.

En el medio del proceso de despojo hasta llegar al corazón de los bienes y conseguir la destitución de las autoridades legítimas, habrá represión, desestabilización y muerte de líderes y de personas inocentes. Sobre esos mares y sobre los cuerpos inertes de esos cadáveres, llegarán los usurpadores, empoderándose, haciendo propio lo que nunca fue de ellos.

Hoy nuestros pueblos sufren la presencia del Guasón norteamericano. Somos, y ya ellos mismos lo han dicho, su patio trasero. Y allí hacen y deshacen a su antojo.

Bolivia, después de tener una economía sólida como la de cualquier país de la Unión Europea que tanto los enorgullece, igual ha sido derrocada, como si a los jueces venales de este mundo les molestase la leal adhesión de un pueblo.

El pueblo de Chile, sofocado por la codicia insaciable de su oligarquía, lucha por participar de la riqueza que hoy está en las manos de esa élite social y de consorcios extranjeros, mientras los sectores populares siguen estancados en el lugar establecido para los pobres de la tierra.

Cortar relaciones con ese país sería una decisión para ser medida como una audacia temeraria pero quizás, también, para dar el primer paso que nos conduzca al camino de nuestra propia utopía.

Fuente: Va Con Firma