Opinión

Alberto Ayape y el repudio a la muerte

Por Jorge M. Gil*.

Nuestro compañero, mi amigo Alberto, ha decidido terminar su diálogo con la vida en el mar, navegando. Pudo haberlo hecho en el aire o en la tierra. Hubiera sido lo mismo.

En todos los casos hubiera sido intempestivo, urgente, dramático para no dar lugar a prolegómenos ni a esperas insensatas de la salud.

Porque llevaba consigo -en los compartimientos no estancos de un corazón infinito- a su familia, sus amigos, sus convencimientos y sus dudas humanas. Amalgamaba los sentimientos, con las ideas; la acción con la reflexión; la broma doliente con la sonrisa solidaria; la mirada individual con el compromiso social.

Por eso nunca buscó amigos, los amigos llegaban a él por los múltiples caminos de la vida. Tanto como sus enemigos, que los tuvo. Nadie que ejerce cargos públicos con entusiasmo, compromiso y convicción merece carecer de enemistades. Pero sus alianzas tenían base humana, profunda, inalterable. No se soportaba en las conveniencias ni en las necesidades sino en el fragor de la vida en común y del destino humano.

Por eso es necesario entender en Alberto un repudio a la muerte.

Claro que lo extrañamos ya, que lo necesitamos ya, hoy ya es distinto. Para todos. Para el discurso encendido, para la reflexión comprensiva, para el amor solidario, para el diálogo profundo.

Repudiamos la muerte. Aunque exista. Aunque nos lleve a nuestro otro yo y nos deje más solos.

¡¡No creas que tendrás descanso, querido Turco!! Sigue la batalla de la vida, con nosotros, con otros y hasta el fin de los tiempos.

Ya hablaremos de ello. Un abrazo.

*Ex rector de la UNPSJB. Amigo de Alberto Ayape.