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Seis escritoras argentinas imaginan cómo sería un apocalipsis feminista

¿Qué pasaría si cayera una maldición en el mundo y tuviéramos que cumplir cuestiones pendientes porque de no hacerlo significaría el fin de nuestra existencia? Las12 convocó a seis escritoras centrales de la literatura argentina para imaginar un apocalipsis feminista. Raquel Robles, Gabriela Cabezón Cámara, Mariana Komiseroff, Ariana Harwicz, Luciana De Mello y Camila Sosa Villada hablan sobre lo que harían, sobre lo que no pueden, sobre lo que detestan, lo que desean, lo que las calienta y lo que prefieren olvidar.

Hay quienes han vivido en la sensación de continuidad. Lo que existe siempre ha existido y siempre existirá. Por eso ahora andan a los tropezones, hiperventilando, haciendo y deshaciendo listas, preguntándose si lo que les parece desear es realmente lo que desean. Yo, en cambio, viví siempre en la omnipotencia de creer que cosas muy importantes dependían de mis decisiones. El imperativo de hacer la revolución o al menos haber aportado para que la generación siguiente la haga no es un pensamiento. Es mover cada ficha con consciencia y determinación. Así que ahora, que todo se ha vuelto tan explícito, porque la distopía es sobre todo esta falta horrible de metáfora, para mí es poner en acto lo que mi mente me impone desde que tengo memoria. Además tengo el regalo de hacerlo con todas las personas que me rodean y con las que no conozco. Las redes sociales están repletas de listas y de fotos de gente haciendo sus pendientes con desesperación. Se ven cosas bizarras. Y fotos repetidas también. Coger o coger con alguien en particular está en el tope de las listas. Cabeza a cabeza está pegarle a alguien. Pero también hay quienes habían deseado cosas extrañas como probar caca de perro o tirarse bomba de un trampolín. Así que en el fondo estoy contenta. A mi alrededor hay angustia pero yo estoy casi feliz. Me parece una maldición muy buena que todo el mundo tome consciencia de que sus decisiones pueden terminar con el mundo o hacer que siga rodando. Es como me imaginé siempre que sería el momento previo a una revolución. Las calles llenas de gente con una misma idea en la cabeza. Aunque esa idea sea muy diversa, en el fondo es la misma: cada une lleva en sus espaldas la responsabilidad de sostener a toda la humanidad.

Entonces, me dispongo a hacer primero mi lista y después a lanzarme sobre mis pendientes.

-No pretendo ser original y mi costado populista es fuerte así que yo también voy a poner primero coger con ése que siempre quise y que se me negó con la misma insistencia con la que yo se lo propuse. Ahora no va a poder, porque de que cumpla mis pendientes depende el mundo. Ja.

-No hay tiempo para la paciencia de luchar contra la impunidad, así que me voy a comprar un arma y voy a matar genocidas, abusadores de niñes, femicidas, dueños de grandes capitales, ecocidas, travesticidas y dictadores.

-Voy a eliminar de todas las librerías los libros que no alcancen el objetivo de ser literatura. Todo aquello que ha sido escrito con los muñones de un mono muerto será quemado en grandes piras. Las crónicas del nuevo periodismo que no cuenten más que impresiones subjetivas del cronista sobre los acontecimientos, dejando esos acontecimientos en segundo plano, irán a la misma pira.

-Voy a comprar un viaje todo incluido para irme con mis amigas a beber, charlar, nadar y volver a empezar.

-También voy a irme a un parque acuático con mis hijes y sus amigues y los voy a ver chapotear hasta que la retina me queda inundada de recuerdos. Voy a atrapar en mi memoria esos cuerpos jóvenes para que la velocidad con la que crecen no se lleve esas imágenes y las borre.

-Voy a hacer un llamado a inventorxs de todo el mundo para que diseñen un sistema de alarma que se active cada vez que un varón heterosexual se haga el feministo sin revisar su vida ni reconocer los beneficios de haber nacido en la vereda del sol ni reparar el daño que ha hecho. La alarma no va a ser sonora porque el mundo se haría invivible con el ruido; el sujeto se iluminará de un verde fluorescente y así quedará hasta que haga la tarea.

-Aprenderé a tocar el piano y el violín y tomaré clases de canto. También voy a estudiar las carreras que siempre dejé para cuando estuviera presa y no me quedara más que aprovechar el tiempo. Voy a ser bailarina y acróbata y mi cuerpo podrá hacer todo lo que imagino.

-Me voy a quedar en silencio muchos días. Y cuando vuelva a hablar será para escribir dos novelas: primero voy a escribir la novela que mis mayores hubieran amado leer, una enorme saga decimonónica que abarque desde la revolución rusa hasta esta distopía; después la novela futura, la novela que soñaron mis maestros, una novela de puro lenguaje.

-Y después no voy a volver a hacer nada. Y no voy a sentir culpa. Voy a mirar el tiempo transcurrir, les hijes crecer, las plantas dejar de ser semillas, las verduras convertirse en comida, la comida en desechos orgánicos, el amor en amistad, mis músculos en carne flácida y nada más. Y de esa felicidad mínima dependerá el mundo.

No pasa nada, mi amor

Por Gabriela Cabezón Cámara

¿Vos querés que yo crea que si no hago la puta dieta de la uva o no retomo las clases de conversación en inglés el mundo se acaba? Al mundo lo están acabando los empresarios, mi vida, y nuestros políticos que se les alían o venden o rinden, lo que más te guste. ¿Te enteraste de lo de Mendoza? Lo del agua, tarada, que derogaron la ley 7722 que prohibía que las megamineras la usen toda y la llenen de cianuro y ácido sulfúrico. Por dos monedas encima, los muy hijos de yuta y de la podrida leche de las podridas vergas de sus padres. Que me esfuerce. Que pare. Que soy una sacada. Que algo pendiente debo tener además de la dieta y el inglés. Libros ya escribí y no me vas a convencer de que se acaba ningún mundo si no termino el que estoy escribiendo ahora. No pasa nada mi amor si no lo termino. Ni siquiera a mí se me mueve un pelo. Podría dedicarme a escribirlo toda la vida que me quede y no terminarlo y al carajo. Arboles también, un montón planté. Hijos no voy a tener en nueve días, no digás pelotudeces. Qué sé yo qué tengo pendiente. ¿Vos tenés pendiente hablar con tus seres queridos, por eso me estás atornillando la cabeza? Sí, ya sé, yo también te quiero, hace 46 años que te quiero, no tengo pendiente quererte, sos mi amiga desde la escuela. No, con mi mamá no quiero hablar de nada, ¿para qué? ¿Qué vamos a hacer charlando de cosas que pasaron cuando yo no medía un metro y ella era mucho más joven de lo que yo soy ahora? No sé qué mierda puedo tener pendiente. No, viajes no, me importa un carajo viajar, me da lo mismo esta ciudad que cualquier otra ciudad, este paisaje que otro. ¿Que si quiero algo todavía? Más vale que quiero, boluda, pero eso no es pendiente. Pendiente es la dieta, el árbol, poner un pie en cada continente, hacer surf, tirarse en paracaídas de un avión; eso es pendiente, aparece en todas las listas de cosas para hacer antes de morir que hay en la web. Sí, esas pelotudeces aparecen. O que te rapes. O te tiñas de platinado. Supongo que la cuestión es qué querés hacer antes de morirte. Qué sé yo que quiero hacer antes de morirme. Vivir quiero, vivir bien, boluda, qué voy a querer. ¿Coger con gente que no cogí? Eso no es pendiente. Viste que para mí se da rápido o me olvido. Y sí, qué le voy a hacer, no me engancho más en sufrir por amor. O por calentura. A ver, sí, pienso, boluda, estoy pensando. Acá dice plantar un árbol y talar un árbol. Qué forros. Si me dieran ganas de matar no sería con un árbol. ¿El dueño de la Barrick Gold decís? Naaaah, ni idea de si existe una persona que lo sea pero si existe debe tener más custodia que Trump. Además, soy una señora que no ve bien y se distrae por cualquier pelotudez. Sí, te juro, siento que tengo la cabeza flotando en una nube de algo que no sé qué es pero la aísla del mundo. Sorda parezco, me desengancho, no sé de qué mierda me hablan. Sí, a vos te estoy escuchando, no ves que te contesto todas estas boludeces que te agarraron con esta histeria global de la Maldición. Que todas las cadenas noticiosas, todos los portales web, todos los chats y los tuits y las fotos de Instagram hablan de esto. Sí, a que no sabés quién está surfeando en Bali. Jajajaja. ¿Vos también lo viste? Fernando, sí, ahora con la buzarda pendiéndole a él también. Claro que me acuerdo de lo bueno que estaba y de cuánto te gustaba, corazón, me quemaste la cabeza un año con lo chongazo que era. ¿Y vos qué vas a hacer? ¿A la India te vas? ¿Estás segura? Bueno, mal no te va a hacer hacer yoga en un spa de lujo en el medio de una villa miseria gigante. Sí, la espiritualidad india ama la desigualdad. Sí, te dejo de joder, andá al ashram. ¿Peyote en el desierto mexicano con una chamana? Eso me gusta más. Si no quedás en medio de un tiroteo entre narcos y ejército y policía en el caso de que sean gentes diferentes. Imaginate, si les dio a ellos también por lo pendiente deben tener listas largas. De hecho viste que aumentaron las batallas. Y los pibitos que van de fierro al colegio y hacen masacres también. Y bueno, es el pendiente de ellos, boluda. Al final, los únicos que están ganando guita con esta huevada de la Maldición son las empresas de turismo, los gurús, los dealers y las funerarias. Y más guita van a ganar cuando toda la gente que renunció a sus laburos de mierda se dé cuenta de que el mundo sigue y tienen que buscarse otro que va a ser tan de mierda como el anterior. ¿Que hace mucho que me quiero mudar? Eso es cierto. Ahora mismo estoy acá. Sí, quiero un gallinero también. Y que venga gente. Por ahí es eso: voy a ir a comprar animales vivos pero de esos pobrecitos que se venden por kilo. Voy a liberar unas gallinas. Voy a hacer una fiesta. Voy a invitar a toda la gente que quiero. Y me voy a ir a dormir cuando me aburra. Y me voy a pasar la resaca leyendo la valija de libros que me traje. Voy a escribir un poco. Le voy a dar todos los gustos a Caro. Vacaciones parece que teníamos pendientes al final. Sí, escribime cuando llegues. Mandame fotos del ashram. Te quiero. No se va a acabar el mundo, boluda.

Sin alivio

Por Mariana Komiseroff

Se termina el 2019 y yo no arreglé las ventanas, ni las puertitas del mueble del lavadero, ni mejoré el baño. No me compré bombachas, ni un lavarropas. Ni un solo mes pagué el total de la tarjeta porque gasté en viajes y muchos libros que no leí. No le permití a mi hijo que dejara el trabajo y no le devolví la plata a mi ex ex ex pero le regalé un vino y una heladera usada. No disfruté de mi casa, ni de mis perros, ni cambié los vidrios rayados de mis lentes. Tampoco dormí siete horas todos los días, ni dejé de mezclar Valium con escabio. No corrí una media maratón, ni la carrera nocturna con Cristian, ni compré dólares. No me mudé, ni superé la adicción al celular. No escribí todo lo que quise y me pinté las uñas de rojo solo una vez. No maté a ninguno de los nefastos que tengo en el Excel. Actualicé la lista y ya no podré, nunca más, hacerles macumbas. No me supe expresar y perdí a mis Cocó Shaneth. No llevé a mi abuela al médico cuando mi mamá me lo pidió. No le terminé de pagar a la dentista de las estrellas y mi hueso maxilar no sanó como si supiera. No aprendí inglés. No voy a aprender. No superé el abandono de mi psicóloga, ni el año que extrañé a mi hijo, ni volví a terapia. No voy a volver. No desbloqueé a mi hermano del WhatsAap. Ni le dije te amo. No me pregunté dónde está enterrado mi padre. Ni una vez. Se termina el mundo y sin alivio lloro y me masturbo muchísimo.

Matame, amor

Por Ariana Harwicz

-Que dejen de preguntarme por el carácter feminista de mis novelas, si tengo hijos y qué pienso que pasará si ellos leen algún día Matate, amor.

-Que Winston Churchill me reciba en su casa, en bata y desayunando sus huevos pochados, pan tostado, jalea, manteca, café, leche, carnes, pollos, toronja, naranja y su whisky preparado con su cigarro. Verlo trabajar sus estrategias bélicas desde la cama.

-Que los franceses de provincia y por qué no los parisinos, manejen más rápido, s'il vous plaît, sobre todo en las curvas, que se nos va la vida.

-Que desaparezcan las redes sociales y se incendie como en Londres en 1666, Amazon, y a cambio exista una forma real de comunicación entre los vivos y los muertos. Los muertos, que cada vez son más interesantes que nosotros.

-Que Polanski, Harvey Weinstein y a escala local pero exportado a Brasil, Juan Darthes, dejen de lado su biais cognitif y en una suerte de alegato encendido con una calavera, una botella de vodka o un espejo, confiesen a la humanidad entera los crímenes que ejecutaron. Dejen esta tierra, muchachos, déjenla habiendo dicho la verdad.

-Vivir un tiempo en un hotel o en un búnker acondicionado.

-Que Chilly Gonzales no se crea Glenn Gould y baje el precio de las entradas.

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-Que Florencia Bas deje de defender con uñas y dientes a Ricardo Darín, buen padre, buen esposo, buen amigo, buen comediante, buen vecino, buen hijo, buen todo y maltratador, todo eso junto es posible. -Que demuestre lo ilógico que es el amor, denunciándolo mientras lo ama.

-Inaugurar cave o sótano para reeducar a ciertos directores, actores y actrices, escritores, periodistas, en la nobleza del arte, del rigor intelectual y del coraje. Los primeros serán los demagógicos y lacayos del poder. Pablo Larraín, Alejandro Iñárritu, welcome.

Tacheámela doble

Por Luciana De Mello

Desde cierto tiempo a esta parte, cada día que pasa me propongo extirpar de mi habla algunas construcciones verbales que no me hacen nada bien. Podría haber, debería haber, tendría que haber: a cada una de estas potencialidades le corresponde un pasado que me refriega en la cara esos ítems sobre los que ya no se puede volver atrás. No sólo porque apuntan a un tiempo acabado, sino porque nombran lo que que nunca existió: una especie de pantano del arrepentimiento para esos pendientes que ya pasaron a la categoría de posibilidades perdidas. Perífrasis verbales denunciando un presente equivocado, cobarde tal vez, siempre al alcance de la lengua ingrata para contentarme con el lamento de lo que no pude, no hice, no me animé a hacer crecer.

Ese látigo en la boca para marcarme la espalda, esa lengua mordaz que me castiga y me ata a la pata de una cama hasta decir basta, ese masoquismo sin sado que le quita el anhelo a mi hora potente, a mi urgencia de hacer.

Por suerte llega el fin de año y para compensar tanto automaltrato, la señora de tachas y cueros nos pide que escribamos pendientes y sin querer ya arranqué:

Apilados quedan los cuadernos, novelas empezadas, los cuentos también. Me ocupan, mas no me desvelan, no son de la lista atada al placer. Los pendientes, son siempre pendientes sexuales y yo fui una niña vieja que empezó muy temprano con lo que "había que hacer". Me quedan cositas como cantar boleros, dar la vuelta al mundo o draggearme tal vez, volverme extranjera y no entender la lengua, pensar todo de nuevo, aprender cantonés, robar un banco, salir del sistema, pero ya estoy mintiendo, no tiene que ver, porque esa es la lista de lo family friendly, la careteada que a mi hijo le daría a leer. Este buen ejercicio de escribir lo pendiente, diferencia entre deseo, prioridad y acción, me da un saldo neto de aplazos carnales y la pluma ahora agarra el envión. Quedan unos días, el año termina, sin charlas no habladas ni hijes que tener, ya planté árboles, plantas y flores, ya hubo noches de a una de a dos y de a tres. Sin embargo en mi lista de los incumplidos faltan botas de charol y taco carey, hurgando insensibles y meticulosas sobre espalda ansiosa o piel de satén. Y el frío de acero penetrando al ritmo del fraseo lascivo de unos labios de hiel. Escuchar en medio de algún cuarto a oscuras la amenaza furia de que voy a obtener todo lo que quiero: control en tenazas, venganza del roce, texturas y arnés. Ahora invierto ataduras, otro cuerpo aguarda, otra voz suplica, otros ojos ven. Soy ama y señora de un hombre dormido que poseo a mi antojo cuando le doy un revés. Los pendientes me riman, también se encadenan, uno lleva al otro, ya son más de diez. Un par tienen apodo, nombre y apellido, a otres les intuyo, algunes ni sé. Una noche cualquiera, una tarde de siesta, una calle en penumbras o un cuarto de hotel, a nadie conviene andar desprevenido, cuídese lectore, podría ser usted.

Como una puerca

Por Camila Sosa Villada

Entre los antídotos a esta maldición de fin de mundo, se encuentra la palabra. Las editoras profesan esta fe. Le piden a mi disfraz de escritora que escriba sobre sus pendientes, los que considera urgentes para salvar el mundo. Y también sobre su método para cumplir con estas deudas que supongo, tenemos con nosotras mismas. Pero la piel de escritora con que visto mi carne inmune al apocalipsis, no tiene pendientes. Ya no conoce esa palabra. No tiene deudas, ni económicas, ni sentimentales, ni laborales. Ni culo y medio a nadie, dirían en el pueblo. Todo está cumplido. Si el mundo no se salva, no será mi responsabilidad. Mis pendientes ni siquiera son personales. Mucho menos ecuménicos. Las expectativas se renovaron en una delicadeza de tiempo perdido, recostada en el sillón frente al ventilador que se lleva la piel muerta a otros departamentos donde la barrerán y dirán Qué es este polvillo de todos los días. Soy un animal apacible frente a lo inesperado, como si ya me valiera madre lo que resulta bien o mal, el éxito o el fracaso, gustarles o no gustarles. A saber: amé y fui amada, con locura, con todas las lunas por testigo, pero también las mañanas y las tardes y los almuerzos interrumpidos por el tarasconeo de la calentura. Me amaron tanto que me hicieron creer que con eso bastaba, que no se necesitaba más que amor para andar la vida. Crié padre, madre, novio, compañero, amante, amigas, tías, primas, crié como la mamasanta que a veces soy a toda esa familia que ensanché con los años. Escribí, una y otra vez, como en un templo desfachatado y herético cada enojo que se adhirió a las paredes, hasta que perdí el primer sentido del daño. Supe andar y restaurar las heridas de la arquitectura familiar, con un dolor a cuestas. No le huí, no me hice pajarona, me quedé y escribí, para que todo mal quede circunscripto a un territorio donde soy fuerte y espléndida y no conozco límites y tengo una escoba sobre la que vuelo, a la hora de la siesta, acechando machos con quienes hacer la música. Ya le dije al chongo que tiene menos operaciones abstractas que una minipimer, en twitter me bloquearon Campanella y la Pinedo, dejaron de tener importancia los viejos fantasmas que me encorsetaban la destreza. Ya no ando como cachorra saltando a los pies del amor, ya no me reduzco a ese meescribenomeescribe o mellamanomellama o meclavóelvistonomeloclavó. Ahora soy inmaterial y traspaso puertas de hierro, con el reino vegetal hice querencia. Las perras hablan conmigo. Ya no calmo esto indecible que escribieron sobre mi pele oscura. Lo dejo ser, le ofrezco los mismos manjares con que me lleno el buche. Porque soy princesa con malos hábitos, de raíces réprobas, de negras jetonas y negros que meten miedo. No sé ser reconocida. Vivo como una puerca. Y se me hizo fácil decir que no y ahora me mando arias completas de pecho donde se escucha No como única poesía. No sé cómo, repito, pero a lo largo del año fui haciendo y diciendo como quien dice y en esta hora maldita solo puedo letaniar que me voy sin deudas y que mi muerte será alegre y ni una flor se marchitará por un suceso tan feliz. Ahí se muere la Camila sin pendientes, tan superadita que era. Tal vez porque me dijeron que las travestis vivíamos como hasta los 35 años es que a partir de ahí, todo para mí es ganancia. Toda la viva vivida de ahora en adelante es de oro. Los pendientes de la carne encuentran fácil resolución en la barra de un bar después de medianoche. Pero como no me invitaron para enrostrarle a los y las honorablas lectoras de Las12 lo bien que vivo mi vida, lo mucho que me quiero y lo tanto que me deseo, acabo de improvisar un pendiente nomás para regalárselos a ustedes: VOLVER EL MUNDO ATRÁS, A CUANDO LOHANA BERKINS ESTABA VIVA Y HACER ALGÚN CHANCHULLO CON LA MUERTE PARA QUE NO SE LA LLEVE MÁS, PARA QUE NOS ACOMPAÑE SOBRE TODO EN LOS DÍAS VENIDEROS. Convoco a los poderes de la papa, húmedos poderes con la fuerza de todos los minerales que rodean al tubérculo. Convoco a la fauna libre y rebelde del mundo, al grito del tomate, del sauce, al rugido del tala y el temblor del río. Que el aire bendiga el trueque de esa muerta por todos estos vivos, los que hacen daño, los que son verdaderamente malos. Se los entrego chocha de la vida y el infierno sale ganando, llévense a estos asesinos de palabra, que se queden allá donde concluye el Estigia. Convoco al perfume de la tarta seca de manzana y al cilantro sobre cualquier plato peruano. Que vengan a tirar del mundo hacia atrás hasta cuando la Traviarca estaba viva. Total, cualquier vida es posible en la escritura. En este sortilegio hay que confiar, que no se olvide que el vudú travesti es poderoso, que una palabra nuestra lo puede prácticamente todo.

Fuente: Las 12 - Página/12