Cultura

Historias

Por Gerardo Burton.

La novela plantea el dilema entre la trama y la musicalidad: nada de placebos literarios, que no se cuenten historias como si fueran un chisme sino que la estructura se sostenga con la relación entre los personajes y las acciones, que se muevan según su propia musicalidad.

Con esta novela hay un juego planteado desde la tapa. Tres acertijos por lo menos funcionan como anzuelo desde la tapa: primero el diseño, que tiene un nada leve parecido -¿copia, plagio, homenaje?- con las cubiertas de la editorial Anagrama; el segundo es el título, que descompone acaso un apellido ilustre de la literatura nacional y, también, latinoamericana. El tercero es el pie editorial: AIK son las iniciales de Alejandra Isabel Kurchan, un recuerdo de la escritora fallecida hace unos años, amiga, compañera y maestra de narradores que andan por aquí. La idea, dirá Bas luego, "era encontrar un espacio para editar y reeditar" la obra de Kurchan, integrada por Kobalto, Ensayo de la paciencia y autobiografía del no, Escenas, Erótica, una edición compartida sobre Relatos y otras inmundicias, Bocetos sobre la praxis de una conjunción adversativa, que es lo publicado y agotado. Pero además, continúa, hay "archivos por investigar en su computadora con novelas inéditas, ensayos filosóficos y lingüísticos inéditos. No me resulta muy fácil porque el duelo es largo y tenés que meterte en lugares muy sentidos. En ese espacio, también se me ocurrió editar mis textos. En realidad AIK soy yo, diseño, diagramo, corrijo. No hay un colectivo, pero sí un grupo en la corrección, en la lectura, en la distribución. Ahora veremos qué pasa". Y al final, una yapa: la ilustración de la tapa pertenece a Feliciano Centurión, un artista plástico nacido en el mismo pueblo de Paraguay de donde es originario Bas. De pequeño, Centurión cruzó con su familia a Formosa, donde cursó estudios primarios y secundarios que luego culminó en Buenos Aires en las escuelas de bellas artes. Su obra, que recuperó el arte popular de las mujeres de su país, integró la vanguardia artística de los años noventa -murió en 1996- y permanece como una de las más originales de esta parte de América. Centurión solía sostener que las paraguayas hicieron la patria, luego de que la guerra de exterminio de la Triple Alianza dejara al país prácticamente sin varones.

Entonces, bienvenido el anagrama para empezar a entender -que es una de las maneras de leer- "Gil Wolf", esta reciente novela de Humberto Bas. Pablo Yoiris, también narrador e integrante de ese club virtual de prosistas que se ha ido formando en estos años en el norte de la Patagonia, dice que Bas "lo hizo de nuevo. ¿Cómo lo hace? Y más importante aún: ¿Por qué lo hace? y yendo a fondo: ¿Qué es lo que hace?" Una primera respuesta sería la del ejercicio del placer. Acá hay un placer por la escritura que tiñe desde la trama de la "nouvelle" hasta los guiños que Bas distribuye como claves para compartir su comprensión de la literatura americana, del hacer literario desde este terrón llamado Patagonia. Algunas señales: el cubano José Lezama Lima, más que una presencia, es un faro que todavía ilumina desde el grupo Orígenes. Quizás a propósito, las menciones al cuadro de Gustave Courbet, El origen del mundo, tengan la doble función de aludir a los inicios literarios del poeta cubano y también a la atmósfera de erotismo que campea en el libro. Entonces Bas, que se define fundamentalmente como lector, se mete con el barroco americano, y así reinstala la discusión sobre el neobarroco que ya en la década de 1980 aproximadamente, invervino Néstor Perlongher cuando bautizó el neobarroso. El manejo de las citas es otra de las señales, como la torsión de los títulos de los libros -por ejemplo, Fervor de las Piedras-. Y en el fondo está la elaboración de un canon trucho, de un para-canon o de un canon alternativo con la mención de nombres -escritores o no- que le permiten plantar una lanza de guerra en medio de la literatura.

La nouvelle está dedicada a Lezama Lima: ¿por qué?, se pregunta Bas y de inmediato responde: "para mí, hace un tiempo, Lezama es la expresión suprema de la literatura y la poesía. Encarna un cenit en mi propio horizonte, en mi propia perspectiva, en mi propio ideario. No sólo por lo que escribió sino por el contexto, cómo en una situación tan hostil logró hacer eso que cada vez genera más sed de la misma lectura. Son lecturas que no se agotan, que te abren nuevas necesidades de volver a leerlo. Es la idea de infinito. Cuando hablamos del barroco hablamos de eso, de una necesidad de seguir contemplando eso. En Lezama el infinito es una invitación a contemplar algo que está sucediendo frente a vos y no podés pasar de largo. Eso es lo que siento cuando veo la diferencia con esas corrientes que sugieren la necesidad de pasar. Vuelvo siempre a Lezama. Lezama es el lugar que me hubiera gustado habitar si hubiera tenido las cualidades, las condiciones. Lezama me emociona".

¿Borges?

¿Borges?

Bah, apenas es un Macedonio para Principiantes; ... responden a dúo (p. 36)

El texto contiene todos los elementos que se exigen en las películas y series exitosas: intriga, sexo, política, conflicto. Ése es su soporte: una historia de erotismo en ámbitos académicos que está al borde de saltarse la corrección política. Su tono zumbón, se le acota, recuerda al Jorge Asís de "Flores robadas en los jardines de Quilmes". Bas responde que no se le había ocurrido -la comparación con Asís- y que, en todo caso, "estamos en el terreno de las motivaciones autorales, que escapan a los propios autores". La literatura, afirma "es el escape, el desplazamiento constante de las intencionalidades. Y quizás tiene que ver cómo se lee y con qué información se lee". Cuenta que en Buenos Aires un crítico asoció el ambiente descripto al de la Facultad de Letras, ese sitio definido como "Puán", por la calle donde está ubicado el edificio académico. Y agrega, entre risas, "como que le estaba contestando a una persona determinada, a quien yo no conozco. Se está logrando esa lectura localizada, pero yo no me puedo hacer cargo". Sin embargo, el soporte es apenas un pretexto, en el doble sentido: un texto anterior a otro texto que funciona como excusa para que Bas proponga un juego, como un ludo sin dados pero con casilleros que el lector avanza a medida que descifra los acertijos, torsionados al punto del palíndromo, y los anagramas planteados. En la novela, el lector puede ser un cazador, pero también la presa. Parece decir Bas, con cierta socarronería, "no es para todos la bota 'e potro".

¡Phela Le es anagrama de El Aleph!

Triquiñuela efectista con la que GilWolf parodia a JLB.

El juego prosigue con el recurso de anagramar los personajes borgianos; Beatriz Viterbo deviene Trizta Bi Verbo y Carlos Argentino Daneri, Craso Toni Dinera Legran. Los escenarios de El Aleph sufren una operación de revelado fotográfico; a una escena matinal en Borges, le corresponde una vespertina en Gil Wolf; la angustia se vuelve alegría, y así. (p. 53)

Aun en su brevedad de la novela -103 páginas-, Bas siembra de claves, más allá de las literarias, en estas páginas: hay alusiones a hechos histórico-políticos -actos por el 24 de marzo y las movilizaciones en Neuquén-; referencia a la orden de Kirchner de descolgar el retrato de los represores en el Colegio Militar (p. 45-49); relatos de la interna universitaria y la relación profesores/alumnos, sobre todo, alumnas -con la misma sensualidad con que Conejitas de Play Boy portan cartel en un ring de boxeo, escribe en la página 39 al referirse a las estudiantes universitarias. También alude al "movimiento nacional y popular", a Jauretche y Marechal y cita algunas palabras de ese campo -cipayo, vendepatria-. Los disfraces alcanzan también a lugares de la ciudad de Neuquén: la Catedral aparece como Monasterio; la sede de Acipan, como Cámara Empresarial; la plaza de Las Banderas es de Las Marionetas; el Museo es el de Bellas Artes con su plaza alrededor y de la guerra de Malvinas permanece en la memoria a través del Cenotafio. La pretenciosa fuente Cibeles y la escultura de Marcelo Berbel también están en el relato, que incorpora palabras del habla cotidiana de los universitarios locales, por ejemplo: box por oficina; el barcito; menciones a la jerga de las facultades. Cada distorsión, cada disfraz es también una lectura política: el humor y la ironía cortan, como bisturí, el discurso oficial de la vida social en esta parte de la Patagonia.

Los disfraces anagramáticos sirven para evitar cualquier juicio por derechos de autor incoado por María Kodama, como ocurrió con Pablo Katchadjian y El Aleph engordado). Al punto que Bas tampoco menciona a la viuda de Borges con su nombre: aparece como AmadoKodama. Las menciones, en cierto modo, funcionan como textos parásitos de los originales, y crecen como narración independiente, siempre con ese componente lúdico y zumbón del que ya se habló. Así Yoiris afirma que "Un juego de anagramas va a estructurar a Gil Wolf desde la tapa (no desde el principio, desde la tapa) hasta el final. Primer principio de goce: el lector disfrutará más cuanto mayor sea su capacidad de resolver los enigmas, y a diferencia del género policial no se solazará en la anticipación de una solución que siempre se obtiene al final".

El planteo de Gil Wolf es el del dilema entre la trama y la musicalidad: nada de placebos literarios, que no se cuenten las historias como si fueran un chisme sino que la estructura se sostenga con la relación entre los personajes y las acciones, que se muevan según su propia musicalidad. Acaso un manifiesto de Bas, para quien lo que puede ser narrado por la sociología o el periodismo es ajeno a la literatura. La música, parece decir con Valéry, "está antes de todo y entonces es necesario observar cómo se transforman los personajes. Muchas veces, las historias nos gustan por cómo se cuentan, no por qué cuentan".

Datos biográficos:

Humberto Bas nació en Yaguaracamygta -San Ignacio-, Paraguay, en 1965. Reside en Neuquén, Argentina. Trabajó como docente de ciencias en escuelas secundarias. Publicó la novela El Superpalo (El Fracaso, 2010), y dos volúmenes de relatos: La culeada y otros cruentos (Barcoborracho, 2008), y Varoncitos (Ediciones con doble Zeta, 2014). La culeada se adaptó al teatro y fue representado durante varias temporadas por Grisel Nicolau con dirección de Paula Mayorga en escenarios de la región patagónica. Otros escritos de Humberto Bas son Palí, o el extravío del instinto maternal (Barcoborracho, 2008) y sus obras inéditas Boolodo Poro Corloto, Cándido y Moraleja y Les Julianos.

Fuente: Va Con Firma