Patagonia

Comodoro Rivadavia, 119 años después: la memoria, el mito de la Patagonia y el eterno sueño de ser Texas

Director

La Patagonia ha sido imaginada a través de una abundancia de relatos de viajeros. Algunos de ellos trascendieron universalmente, a la luz de la "civilización" o del exotismo.

Antonio Pigafetta, el cronista de Magallanes, inició esa saga de relatores-viajeros, y anticipó la estrategia y el tono que marcaría a sus sucesores. Esa mirada -admonitoria, a veces humillante o paternalista- marcaría la "invención" de la Patagonia desde entonces, ya que "descubrió" y al mismo tiempo creó un territorio para el mundo. "Durante el viaje -escribe en su Diario- entretuve lo mejor que pude al gigante patagónico que llevábamos en nuestro barco, y por medio de una especie de pantomima, le preguntaba el nombre patagón de muchos objetos, de manera que llegué a formar un pequeño vocabulario". (1)

Es cierto, a Pigafetta -que había sido caballero de Rodas y ayudante de un embajador romano- se le aparece un "patagón" en el puerto de San Julián vestido de pieles y tamangos de cuero, con la cara pintada de rojo y amarillo y bailando. ¿Por qué bailaba aquel presunto gigante? ¿Seguimos los habitantes del sur del planeta danzando del mismo modo al reflejo de los espejos? ¿O ha comenzado una era en la que podremos construir nuestro propio relato de la historia, y por consiguiente también un proyecto de futuro ligado a nuestra propia memoria?

Los europeos -y sus epígonos criollos- leyeron todo desde su propia imaginación en la liturgia de los viajes. Entre el imaginario de los viajeros y el testimonio anónimo, popular, oral, de quienes habitan estos lugares se configura un espacio tan amplio como la escala del territorio del que se habla.

Circa 1915. Los equipos de fútbol de Alumni (casaca a rayas) y Juventud Unida posan en la calle Carlos Pellegrini, a metros de la Avenida Rivadavia.

El mito de la Patagonia es uno de los más resistentes en estos tiempos en que los mitos duran poco. Libros, películas, sueños, marcas de los artículos más variados llevan años vendiéndose gracias a él.

Ciudadanos de todo el mundo registran el perfil exótico de la Patagonia, los inmensos campos comprados por Benetton, Stallone o Turner, las torres petroleras multiplicadas, los glaciares de postal y una colección de lagos vírgenes de deshielo, los buques factoría pescando hasta el alma del Atlántico, los viajes de quienes buscan una aventura o una metáfora de la virginidad territorial.

Es larga la disputa de poder en torno a las tierras de la Patagonia desde mucho antes que existieran los mapas catastrales y los alambrados. Extranjeros poderosos han estado en la primera fila de esa lucha, y lo siguen estando aún más en la actual globalización de los perjuicios. Sin embargo, individuos de a pie de numerosas nacionalidades han elegido la Patagonia simplemente para huir, buscar la salvación o construir su utopía.

Aún quedan habitantes silenciosos que hablan lenguas perdidas, cargadas de memoria como ésas, pese a que el futuro parece haber sido escrito para que no se conozcan fuera de las fronteras, excepto como curiosidades o souvenirs. Esta obra no es catálogo excéntrico, sino que se inspira en esas voces que deciden hablar lo que saben en lugar de morir de silencio u olvido.

La Academia, los viajeros y la literatura, sin distinción de procedencias, suelen desechar los testimonios y las imágenes históricas que no encajan en su visión prefijada. Muchos evitan involucrarse con la historia, o la consideran incómoda cuando las implicancias políticas e ideológicas sobrepasan sus marcos teóricos preestablecidos. Por eso, términos como "bandoleros", "insurrectos" o "delincuentes" aparecen aún en textos e investigaciones, aplicados a luchadores sociales, gremiales y políticos. Por eso, aparecen todavía las palabras "aborígenes" o "indios", obscenas a esta altura, referidas a tehuelches, mapuche, selknam y otras etnias de la Patagonia.

A partir de mediados del siglo XIX, la dinámica del relato acerca del sur profundo del país adquiere nuevas dimensiones. Al español y sajón se le agrega un relato "argentino", surgido de las líneas de frontera, a cargo de milicos y científicos al servicio del gobierno y de sus acompañantes de toda laya.

La tradición de estas tierras es necesariamente ambigua y poseedora de múltiples sentidos. Porque el desierto, que para los "cristianos" era un enemigo, para los habitantes originales de la Patagonia era un aliado. (2) La configuración de una tradición en la Patagonia nace necesariamente del cruce de miradas, de la interrelación sensual y violenta de las culturas y los lenguajes, cargada por la mixtura de formas de sentir y contar que debe tanto a los inmigrantes como a la parquedad poblada de sabiduría de los originarios y la melancolía o la idealización de los europeos.

Desde aquel viaje legendario de Darwin que relevó en 1832 cada accidente costero del extremo sur a bordo del navío Beagle, al mando del célebre capitán Fitz Roy (3), pasando por el de George Chaworth Musters (4) que en 1869 trazó mapas precisos y descripciones impecables para la corona británica; hasta el recorrido periodístico fugaz -al fin, no fueron más de cuarenta días- de Bruce Chatwin un siglo más tarde, el espacio patagónico ha sido recorrido con avidez por observadores profesionales de toda laya. Cabe recordar que en aquel viaje del Beagle nació la frase tristemente célebre de "tierra maldita" que Darwin habría atribuido a la Patagonia. En realidad, "en todo su relato se trasparenta su admiración y fascinación ante el grandioso escenario salvaje y solitario y lo que verdaderamente escribió fue: ‘la maldición de esterilidad pesa sobre este país, y el agua, que se desliza sobre un lecho de piedras, participa de la misma maldición".

Año 1913. El maestro Isidro Quiroga (primero desde la derecha) junto a sus alumnos de la Escuela N° 24, en el edificio de San Martín al 100.

Hombres como el célebre perito Moreno, y los capitanes, técnicos y científicos de las tropas de Roca; Burmeister; Lista, Moyano, Clemente Onelli, Carlos Ameghino y Guillermo Hudson cimentarían más adelante un corpus de textos cruzados por las observaciones científicas y testimoniales de una tierra en proceso de descubrimiento.

Hasta la prosa militar de los informes castrenses, redactados para el informe de burócratas y difusos ministerios de Guerra y Marina, da cuenta de la dimensión sobrecogedora que la región ha asumido para aquellos hombres comisionados durante décadas para explorarla, conquistarla, civilizarla o simplemente describirla.

Borges apenas vio el desierto y las torres de petróleo de la Patagonia como símbolos de desolación, tópicos o camellos de un desierto sin paradigmas, y quedó impresionado por el silencio. Además de esas breves referencias al sur del país tras su viaje a Comodoro Rivadavia en la década del '20, sólo podemos leer en clave patagónica su poema "Juan López y John Ward", suscitado por la guerra de Malvinas. (5)

Durante cinco siglos, el relato acerca de la Patagonia fue escrito por quienes desembarcaron aquí a partir del siglo XVI. (6)

De Pigafetta en adelante, los viajeros-cronistas llegaban en barcos españoles, británicos o de la Armada de Buenos Aires. Los testimonios de los nativos sólo circulaban mediatizados por los profesionales: militares, médicos, sacerdotes anglicanos o católicos, científicos, periodistas. Incluso los lenguaraces, los traductores que conocían las lenguas nativas y el castellano, estaban al servicio de los que venían. La percepción de los primitivos habitantes de la Patagonia permite reconstruir otro polo de este imaginario y esta tradición en ciernes que nos trae atisbos de una posible mirada "patagónica", construida sobre la riqueza de la ambigüedad y la pluralidad de las culturas.

El atractivo

¿Cuáles son los rasgos que explican el atractivo de las tierras australes? Esta trascendencia tiene que ver con el paisaje, que incluye llanos inmensos, valles, canales, ríos, montañas cordilleranas y cientos de kilómetros de costas sobre el Océano Atlántico; pero también con la idea que da origen al misterio, que es la de un territorio interminable que esconde la virginidad a cada paso, en el que vive apenas una persona por kilómetro cuadrado.

En estos tiempos de satélites, aviones y barcos sofisticados muchos mitos han desaparecido, pero la seducción de la "lejana tierra" permanece en la mente de muchos hombres. La Patagonia es un lugar capaz de albergar el misterio junto a su propia historia. Esa seducción persiste aún fuera de los lugares "turísticos", cuando los viajeros logran percibir lo que está detrás de la meseta imperturbable, monótona ante los ojos indiferentes; cuando se cuenta aquello que aparece más allá de la vegetación achaparrada, casi inexistente, a los costados de las rutas en las que existe una riqueza invisible para quienes siguen el camino sin mirar.

Existe una extraordinaria tradición de viajeros que han recorrido la Patagonia en busca de sus secretos, y han escrito libros perdurables. Musters, Hudson, Tschfelly, Payró, Chatwin, por citar sólo algunos, han contado la historia, la epopeya y el misterio de esta tierra. Sus obras han sido difundidas y circulan impulsadas por su mirada pretendidamente universal y su pertenencia a un sendero lingüístico y cultural dominante, pero no son las únicas. Están también -y a dar testimonio de eso es preciso contribuir- las obras levantadas desde todos los confines de la región por quienes nacieron aquí o llegaron de otras provincias, apegados con obstinación a una tierra que depara escasas facilidades.

La cuestión del "centro" -llámese Nueva York, París o Beijing- y la "periferia" ha levantado largas polémicas. Para soslayar ese eje de discusión, cabe citar al poeta Jorge Teillier -chileno del sur- quien afirmó: "no me siento provinciano en Temuco, porque de todas formas Santiago es una provincia de París". (7)

Otra voz

Escribí hace tiempo que "durante años, lejos de recurrir a nuestras propias imágenes de la maravilla que depara la Patagonia -las que están a la vista, pero también las que están debajo de la evidente realidad- preferimos las que otros preparaban para nosotros. Otras voces nos devolvían el eco de lo que no podíamos ver con los ojos propios. Convencidos de que nuestra visión era insuficiente, esperábamos con avidez que otras miradas se posaran sobre la infinita riqueza abandonada que nos rodea.

Como si nuestra manera de mirar estuviera empobrecida, se pedían instrucciones para revelar nuestra propia imagen. Con desprecio o indiferencia muchos han visto sólo una inmensa monotonía a su alrededor, sin descubrir el brillo ni la seducción que está detrás de lo aparente. Como si no tuviéramos genealogía, ni hitos remarcables, ni un estilo, muchos aguardaban con esperanza un folletín sobre nosotros, una película hecha en otra parte para contarnos cómo éramos, cómo seremos, cómo somos. Desde aquí, las historias aparecían pobres, oscuras, deslucidas. Mientras, por fortuna, algunos obcecados tomaban muestras de la vida en la Patagonia con los ojos de su propia aventura". (8)

Cuando se publicó "Comodoro Rivadavia. Años de imagen" (9), percibimos que un círculo comenzaba a completarse en la memoria colectiva. Las imágenes de medio siglo reunidas en aquel libro suscitaron memoria, recuerdo y reencuentros con el pasado más valioso de numerosos habitantes de la ciudad. Lugares, olores, sitios de trabajo, placer y años recobrados de la vida cotidiana por miles de ojos y dedos que volvieron a acariciar su propio pasado, una materia de la "realidad" pero también de sus sueños.

El descubrimiento del petróleo será siempre recordado de múltiples formas en Comodoro Rivadavia. Algunas obras relatarán la gesta productiva iniciada por Beghin y Fuchs, los tiempos pioneros del general Mosconi, la recordada YPF o los avatares económicos y políticos de un siglo de producción de riqueza. Otras centrarán su mirada en la historia institucional, en el rol de las compañías privadas o en los personajes salientes de ese siglo.

Circa 1930. Un camión de YPF rumbo al Yacimiento.

Es importante recordar los hitos que han marcado cada momento de la ciudad, pero en el mismo nivel es preciso centrarse en la vida cotidiana de sus habitantes a lo largo de más de un siglo.

¿Cómo ha vivido la gente en Comodoro Rivadavia mientras la ciudad se convertía en una pretendida "capital del petróleo", con períodos sucesivos de esplendor y caída, y su nombre era citado en el país como sinónimo de riqueza o "boom", además de ser sindicada como una "futura" Texas o Kuwait, algo que jamás ocurrió?

Existe una riqueza infinita en las imágenes de la historia de Comodoro Rivadavia que dan cuenta de la vida de las familias, su trabajo cotidiano, sus celebraciones y sus grandes acontecimientos.

Personajes históricos y ciudadanos provenientes de diversos países y regiones brindan una visión conmovedora de la experiencia humana en una región caracterizada por las dificultades y la riqueza. Es posible recoger con una mirada social los grandes desafíos de un proceso económico que incidió fuertemente en la vida del país.

El relato de las experiencias de vida de los habitantes de Comodoro Rivadavia y la región a lo largo de un siglo muestra el devenir de una sociedad marcada por el trabajo, el espíritu pionero y el ímpetu por construir una gran ciudad en el sur argentino. Revalorizar la tarea de los pioneros de la región, en sus diversos roles, constituye un paso esencial para proyectar un futuro.

Las fotografías que ilustran este artículo forman parte de una obra que se construyó a partir de archivos familiares e institucionales, algunas sólo disponibles en antiguos negativos de vidrio.

Es preciso tomar aquellas imágenes y relatos que hacen del paisaje no como un decorado artificial que contiene escenas banales, sino un detonante para describir lo que está detrás de las historias oficiales. Cada imagen representa a otras escenas, a otras familias, a otros barrios, y adquiere el valor de lo colectivo. Quizá resulte posible en el futuro realizar un proyecto ambicioso que subyace a este libro: la realización de una muestra colectiva con miles de imágenes familiares y sociales de Comodoro Rivadavia, anotadas por descendientes de los protagonistas. (10)

Sin fecha identificada. Próspero Palazzo (en el centro), pionero de la aviación en la Patagonia.

Aquel primer galpón levantado en los inicios del siglo XX por Fernández, Plate o Pietrobelli en la zona de "Rada Tilly" pudo marcar el destino definitivo de un pequeño pueblo junto al mar, si su historia no hubiera cambiado drásticamente en 1907 con el descubrimiento del petróleo.

Ahora, más de un siglo después, tratamos de identificar las señales que proyecta el pasado, sin espejismos, y seguir aquellas marcas de futuro destinadas a perderse sin un proyecto estratégico de recuperación social.

La ciudad puede padecer en el futuro el destino trágico de las ciudades mineras, si no logra encauzar la energía fundacional del pasado y su riqueza estratégica en un auténtico diseño de desarrollo a largo plazo.

"La historia de las grandes ciudades que han crecido al amparo de una sola explotación es la misma historia de las efímeras fiebres del oro. Ciudades que se erigen, declinan, caen en el abandono y son olvidadas. Samarcanda, Petra, Tombuctú, Potosí, Nantuckett, Iquique, Manaos. Pueblos campamento, pueblos factoría, pueblos fantasmas", señala Christian Ferrer. (11)

No se trata de establecer un relato monocorde ni de someterse al discurso único de la política dominante, sino de abrir los espacios a una polifonía de imágenes y voces que transmiten experiencias, orígenes étnicos y proyectos diferentes. Su síntesis puede dar atisbos de una tradición positiva, encarada hacia el futuro.

Jamás podríamos ver desde cerca la invención de Comodoro Rivadavia sin los pueblos desperdigados en la meseta del petróleo; sin las caravanas que siguen a la explotación en los escenarios móviles de la voracidad petrolera; sin los peladeros donde agonizan los descendientes de los pueblos originarios.

En las imágenes y los relatos acumulados en 119 años aparecen con fuerza de símbolo el espíritu pionero, el abandono, la incomunicación como razón para la tragedia, la desesperación y la necesidad imperiosa de volverse "baqueanos" para sobrevivir.

Una de las claves de un auténtico proyecto de futuro es reparar una ausencia. Se trata de poner en escena de aquello que nunca fue mostrado como eje de una historia mayor, que es nuestra auténtica historia. En la memoria familiar y en el recuerdo de la vida compartida se repiten los antiguos relatos, entrecortados, mezclados, verídicos.

Los festejos de Navidad en Caleta Córdova, una cancha de golf en medio de la meseta, los obreros trepados a vehículos y torres, la madre de Perón en un día de campo, los asados en Astra, una despedida de soltera en el Bar Sudamericano, los alumnos del Deutsche Schule, las chicas del María Auxiliadora, los colectivos de Transportes Giobbi, el maestro Isidro Quiroga, el presidente Alvear en el muelle, la filmación de "Donde el viento brama" en el barrio Las Flores , el tren en Punta Piedras, la grúa "Titán", los equipos de Alumni -en el año '15- y del Huracán del '70, las reinas del Petróleo, de Comodoro Rivadavia y de Rada Tilly, el cine de YPF, el general Mosconi, los trabajadores en huelga, Humberto Beghin junto al pozo número 2, los presidentes Illia y Frondizi, la Policía Fronteriza, el primer galpón, los primeros guardavidas de Rada Tilly, la banda de música de la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo, una postal que reza "Comodoro Rivadavia. Un día de viento". Cada una de las imágenes representa nítidamente un pasado, una historia, la memoria que nos devuelve el espejo. Todo eso tiene que ver con nosotros. Es la historia de uno, no la historia de uno solo.

Puede decirse que en este territorio lo abandonado -y lo inconcluso, porque Comodoro exhibe una larga lista de proyectos abandonados- pesan demasiado, al igual que aquello que jamás se realizó o que alguien quiso destruir. Pero todo está guardado en la memoria.

Este es un territorio de matices muy leves, de diferencias que el ojo no verá antes de mirar y agotarse mirando. Estos lugares no muestran, no guardan obviedades. Hay que poseer una mirada atenta y profunda para ver las variaciones de la tierra que cambia, el cielo que deslumbra por lo alto, la extensa gama de azules del mar, las huellas que dejan los animales en la meseta, el rigor y la belleza de la vida en el sur del mundo, las infinitas victorias de los que habitaron este pueblo de leyenda desde los inicios del siglo XX. En la memoria de mujeres y hombres de una ciudad se construye cada día el futuro.

La voluntad de recuperar la propia memoria de nuestra ciudad debe ser simétrica con la vocación de salir al mundo, con visión regional y ambición de universalidad. Franz Kafka me permite releer un fragmento de su diario como analogía: "Si por terquedad o por humildad o por miedo o por ignorancia o por nostalgia no hubiera abandonado nunca Robinson Crusoe el punto más alto, o mejor dicho, el más visible de su isla, pronto habría perecido, pero como, sin prestar atención a los barcos y a sus débiles catalejos, empezó a investigar toda su isla y a deleitarse con ella, se conservó vivo y a la postre -con una lógica que de todos modos no le es necesaria al entendimiento- fue encontrado". (12)

Notas:

  1. PIGAFETTA, Antonio (1943) Primer viaje en torno del globo, Espasa Calpe, Buenos Aires.
  2. FRANCO, Luis (1968) La pampa habla, La Verde Rama, Buenos Aires.
  3. DARWIN, Charles (2003) Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo". El Elefante Blanco, Buenos Aires, 2003.
  4. MUSTERS, George (1964) Vida entre los patagones, Buenos Aires, Solar.
  5. BORGES, Jorge Luis (1981) Entrevista con Paul Theroux, en "Pasajeros en los trenes de América", Emecé, Buenos Aires:

- No decimos Patagonia" dijo Borges. "Decimos Chubut o Santa Cruz. Nunca decimos Patagonia'.

- W.H. Hudson decía Patagonia.

- ¿Qué sabía Hudson? Idle days en Patagonia no es un mal libro, ¿pero notó que en él no hay gente, sólo pájaros y flores? Así es en la Patagonia. Allí no hay gente.' Borges pensó por un momento y luego dijo -No hay nada en la Patagonia. No es el Sahara pero es la más cercano que se puede encontrar en la Argentina. No, no hay nada en la Patagonia'.

  1. ALIAGA, Cristian (1998) "La tradición de los renegados y el valor extremo de las palabras", en Los mejores relatos de la Patagonia, Ameghino, Buenos Aires.
  2. OLIVAREZ, Carlos (1993) Conversaciones con Jorge Teillier, Los Andes, Santiago.
  3. Prólogo a "Comodoro Rivadavia, años de imagen", Editorial Universitaria de la Patagonia, Comodoro Rivadavia, 1992.
  4. ALIAGA, Cristian, CURSARO, Andrés y NÜRNBERG, Teodoro (1992) Comodoro Rivadavia. Años de imagen, Editorial Universitaria de la Patagonia, Comodoro Rivadavia.
  5. Proyecto "Memorias colectivas en la Patagonia. Imágenes, testimonios y multimedia", dirigido por Cristian Aliaga y coordinado por Andrés Cursaro, presentado a la Universidad de Manchester, Gran Bretaña.
  6. FERRER, Christian (2004) Cabezas de tormenta, Buenos Aires, Utopía libertaria.
  7. KAFKA, Franz (1960) Obras completas, Emecé, Buenos Aires.

*Las fotografías que ilustran este artículo fueron extraídas del libro "La vida en el país del Petróleo", edición de Cristian Aliaga y Andrés Cursaro con la coordinación de Ana Tronfi (Espacio Hudson, Comodoro Rivadavia, 2007).