Economía

Las tres olas del endeudamiento

Por Humberto Zambon.

Hay un dicho conocido: si el gobierno norteamericano tuviera que elegir entre evitar la desaparición de toda forma de vida sobre la tierra o salvar sus bancos, optaría por los bancos; conforme a ello, Estados Unidos y los países europeos evitaron todo tipo de "club de deudores".

En los últimos 50 años hubo en nuestro país tres olas de fuerte endeudamiento: la de la dictadura militar con la conducción económica de Martínez de Hoz, la de la convertibilidad, cuyo ideólogo fue Cavallo, y la reciente de Macri y su equipo de CEOs. Las tres tienen profundas similitudes pero también diferencias.

Respeto a las primeras cabe señalar la situación internacional, de elevada liquidez monetaria y expansión financiera, el hecho de que internamente fue acompañada de políticas neoliberales de apertura externa y liberación económica (coincide exactamente con las tres experiencias políticas de esa orientación), de forma que el monto de la deuda se fue en importaciones superfluas y en fuga de capitales, dejando una economía arrasada y sin ningún beneficio para la sociedad, en las tres el ritmo de endeudamiento irracional las tornaron insustentables y culminaron en profunda crisis externa como marco de grandes cambios políticos (caída de la dictadura, renuncia anticipada de De la Rúa y derrota electoral de Macri) y, al menos las dos primeras, con difícil y largo período hasta que se logró la normalización de la economía.

La principal diferencia, además del cambiante escenario político internacional con su juego de intereses y equilibrio de fuerzas, radica en el tipo de acreedor predominante: en la primera fueron los bancos, en la convertibilidad los bonistas individuales y los fondos de jubilaciones y, en la reciente, el FMI y los grandes fondos de inversión internacionales. También aparece como diferencia importante el que ahora, en caso de renegociación de deuda, para evitar a los "fondos buitres", con el acuerdo del 75% de los acreedores este se vuelve obligatorio para todos.

En los años '70 se produjo la crisis del petróleo que generó recesión e inflación en los países centrales y una transferencia gigantesca de fondos hacia los países productores de petróleo, fondos que en gran parte volvieron a los países centrales como depósitos en sus bancos. Pero los bancos necesitaban colocar como préstamos esos depósitos, cuestión que se dificultó por la caída de la inversión productiva en los países industriales; entonces le ofrecieron el exceso de recursos financieros a los estados de los países subdesarrollados, en particular a los de América Latina.

En 1976, cuando fue derrocado el gobierno de María Estela Martínez de Perón, la deuda externa era de 8 mil millones de dólares (320 dólares por habitante); al retirarse el gobierno militar la deuda era de 45 mil millones: se había multiplicado por 5,6, llevándola a 1.500 dólares por habitante. Las razones de este endeudamiento violento fueron la compra de armamentos; la fuga de capitales y la estatización de la deuda privada (con Cavallo presidente del Banco Central se "inventó" un seguro de cambio que implicó la nacionalización de la deuda externa de las grandes empresas).

En 1982 México declaró unilateralmente una moratoria de su deuda, arrastrando a los demás países deudores y generando la "crisis de la deuda" que puso en jaque al sistema bancario mundial. Reconocer la incobrabilidad de las deudas contraídas por los países subdesarrollados implicaba la crisis del sistema bancario.

Hay un dicho conocido: si el gobierno norteamericano tuviera que elegir entre evitar la desaparición de toda forma de vida sobre la tierra o salvar sus bancos, optaría por los bancos; conforme a ello, Estados Unidos y los países europeos evitaron todo tipo de "club de deudores" o de negociaciones colectivas, ganando tiempo para que los bancos normalicen su situación patrimonial; finalmente, en 1989 Estados Unidos anunció el Plan Brady por el cual los países deudores podían consolidar a largo plazo su deuda con los bancos acreedores con la garantía de los llamados "bonos cupón cero" del tesoro estadounidense (bonos que no ganan interés), a la que Argentina adhirió en 1992, legalizando así la deuda contraída por la dictadura. Habían transcurrido diez años, los de la "década pérdida".

Los años '90 se caracterizaron, al igual que los '70, por el exceso de liquidez mundial. En esas condiciones Menen lanzó una política neoliberal de privatizaciones, desregulaciones y apertura económica al exterior, sumado a la "convertibilidad" (1 peso = 1 dólar) para combatir la inflación y que llevó al atraso cambiario. Esa suma de factores volvió a generar un aluvión de importaciones y la fuga de capitales sin control, los que fueron financiados mediante deuda colocada en el mercado internacional a bonistas particulares y fondos de pensión.

En 1999 ganó la elección la Alianza, con De la Rúa como presidente. Fue un repudio popular a la política de Menem, que dejaba una deuda que superaba 140 mil millones de dólares (3.800 dólares por habitante). A pesar de sus promesas, el nuevo gobierno siguió con la convertibilidad y trató de continuar con el elevado endeudamiento. En el año 2000, como no se podía pagar los intereses de la deuda se recurrió al FMI que dio un préstamo contra la aceptación de un programa que incluía el despido de empleados públicos y el cese de las subvenciones sociales (en momentos en que la pobreza alcanzaba al 50% de la población).

Al año siguiente se recurrió de nuevo a Domingo Cavallo que dispuso el recorte de sueldos y jubilaciones y pensiones en un 13% y negoció un "megacanje" de deuda, ruinoso para el país. Finalmente, la crisis económica se convirtió también en política y, con el pueblo en la calle, renunció el gobierno.

En esas condiciones el Congreso aprobó por aclamación el "default" de la deuda con privados. Ahí apareció un nuevo protagonista: los fondos "buitres", que son fondos de inversión "carroñeros": compran a bajo precio deuda de difícil cobro y aplican todo su poder de presión política, comunicacional y legal para cobrar el valor nominal más los intereses.

De esa situación estresante se salió durante el gobierno de Kirchner mediante un exitoso canje (2005, completado en el 2010) que veremos con más detalle en una próxima nota.

Macri volvió a repetir, ahora en forma acelerada, la historia del endeudamiento. La diferencia es que los acreedores dominantes ahora no son ni los bancos ni los bonistas particulares sino los fondos de inversión.

Esto permite prever una mayor dureza en las negociaciones que se avecinan para la reestructuración de la deuda, como se vio recientemente en la Provincia de Buenos Aires, a pesar de la ventaja que significa la declaración del FMI de insustentabilidad de la deuda y algunos apoyos internacionales con los que antes no se contaba. Ahora las tratativas son a todo o nada (se consigue o no el acuerdo del 75% de los acreedores). En caso de intransigencia de los fondos acreedores es factible que la posibilidad de "default" de la deuda con privados no sea sólo una carta de presión en la negociación que se avecina, sino que se convierta en una opción real.

Claro que el "default" debe ser la última opción. En principio es preferible un acuerdo razonable y cumplible a las consecuencias que éste puede traer aparejado.

Fuente: Va Con Firma