Géneros

Cómo replantearse las masculinidades en Argentina, donde cada 23 horas muere una mujer asesinada

Por Agustina Machiavello.

Si existía algún dejo de escepticismo ortiva y ciego sobre la realidad de las mujeres en este país estos datos a continuación aclararán las ideas. Durante lo que va de 2020 se registraron más de 63 femicidios, y contando. 29 mujeres asesinadas sólo en de febrero. 1 mujer fue asesinada cada 23 horas. El 66% de los femicidios fueron cometidos por las parejas o ex parejas de las víctimas (Información relevada por el observatorio «Ahora que sí nos ven»).

Es medular entender qué no se trata de alcohol, de celos, de drogas, ni siquiera de enfermedad (a menos que entendamos al patriarcado como una) es una cultura. Una cultura qué mata y qué debe morir. La cultura en la vieja academia es una definición bastante compleja por su multidimensionalidad de significados y formas.

La cultura no debe ser solo entendida como las diversas costumbres, tradiciones, hábitos, etc. No son estos esquemas quienes vienen a darnos luz acerca de qué o cómo es o se comporta una cultura. De hecho, la definición anterior es bastante tibia. Con lo cual, pensar en la cultura como una serie de mecanismos de control, (planes, reglas, instrucciones) que modelan la conducta de los grupos humanos es más atinado. Pero además es una escena donde adquieren sentido los cambios, la administración del poder, y la lucha contra el mismo.

Se debe entender que si bien la masculinidad es una concepción socio-cultural que se construyó y re-construye día a día (de hecho con los movimientos como el feminismo, LGTBIQ, y otras colectivos significan una deconstrucción de ciertas categorías y una puesta en escena de otras identidades), existe una masculinidad hegemónica o dominante que permite y perpetua ciertas desigualdades y que se construye a través de prejuicios y supuestos sobre lo que debe -o no debe- ser el hombre. Estas desigualdades no deben tomarse con liviandad, estamos hablando de un abanico de violencias en todas las dimensiones, incluyendo los finales fatales, los asesinatos. Recordando nuevamente, que nos matan cada 23 hs.

Se van definiendo masculinidades con límites cada vez más estrictos como modelo hegemónico para la división social entre hombres y mujeres, basado en el hecho de que la división entre los sexos se mimetice con ‘el orden de las cosas'.

Es interesante pensar el feminismo y lo que pasó y está pasando a partir del análisis de las masculinidades. La autora Norma Fuller, por ejemplo, en su trabajo de campo con sociedades peruanas, presenta dos cualidades de la masculinidad: la virilidad y la hombría, estrechamente ligadas una con la otra.

A su vez propone tres ámbitos de construcción de la identidad masculina: ‘lo natural', con referencia a la virilidad, y lo doméstico y lo público que está formado por lo laboral, los lazos sociales y las redes sociales, en donde se conforma la hombría.

Entonces, la idea de masculinidad es referida a la sexualidad activa, y la fuerza física, y al lado natural de la hombría: la virilidad que constituiría el núcleo de la masculinidad porque está instalada en el cuerpo ‘derivada de la bilogía' y por lo tanto idealizadamente común a todos los varones.

Aparecen desarrollos de ‘rasgos innatos´, pero en la práctica real todo esto es cuidadosamente vigilado y dirigido. Es un status a lograr y determinadas cualidades a desarrollar y que luego serán puestas en prueba, en general por el grupo de pares. De hecho, en determinadas oportunidades, se debe demostrar mediante estas pruebas la fuerza física o la sexualidad, por ejemplo, aunque ya se haya dejado en evidencia con anterioridad.

El género como categoría es cultural

Aquí se marcan los límites admisibles de conducta que permiten visualizar lo que debe ser la masculinidad apropiada y son un eficiente recurso para la reproducción de la masculinidad hegemónica. Mediante categorías como "lo normal", o "la norma", se van definiendo masculinidades con límites cada vez más estrictos como modelo hegemónico para la división social sumamente binaria entre hombres y mujeres, basado en el hecho de que la división entre los sexos se mimetice con el orden de las cosas. Esto se da en torno a una concepción donde se encuentra cierta "naturalidad" en una división y se torna inevitable por qué se presenta y se perpetúa también en el mundo social y en el estado incorporado.

Lo que queda aquí claro es que el género como categoría es cultural, lo cultural es construcción y que finalmente es posible transformar.

La distribución determinada de papeles sociales no se desprende "naturalmente" de la biología, sino que requiere un trabajo de la cultura. Es sobre la biología que se construyen las ideas, pero lo que genera la discriminación no es el hecho biológico en sí, sino la manera en que a partir de ese dato biológico de adjudica un lugar social, y se definen las tareas y funciones "propias" de ese sexo o de los sexos; es decir, la forma en que ese hecho biológico es valorado socialmente.

Así, el género es una construcción histórica: lo que se considera propio de cada sexo cambia generacionalmente. De este modo el género se vuelve una pauta de expectativas y creencias sociales que marca una organización de la vida colectiva y produce brechas, desigualdades, violencias. Lo que queda aquí claro es que el género como categoría es cultural, lo cultural es construcción y que finalmente es posible transformar.

La identidad masculina, en nuestras sociedades, está asociada con conceptos como: poseer, tomar, penetrar, dominar y afirmarse. La misma, se legitima en el sistema patriarcal garantizando la posición dominante de ciertos hombres y ubicando en posiciones subalternas a las mujeres, y a otros sujetos. Esta masculinidad dominante se caracteriza por la centralidad de la heterosexualidad como mandato como antes fue mencionado, conjuntamente con una activa sexualidad que se corresponda con el ejercicio viril de ese modelo masculino.

Pero no se debe perder de vista en primer lugar de qué manera ciertas instituciones y estructuras se internalizan y reproducen en los sujetos "poseedores de masculinidad" como la escuela, las producciones audiovisuales, la literatura etc., y en segundo lugar cómo esto resulta un arma de doble filo: estas ilusiones de omnipotencia nunca se concretan en el plano de lo real, puesto que están basadas en símbolos e ideales que, como tales, son imposibles de alcanzar.

¿Qué significa todo esto? En palabras de Lisa Simpson, todo este maldito sistema está mal. Y que debemos problematizar esto con el enfoque más concreto, que es pensarlo como una cultura arrasadora que debe ser desarmada de varios frentes, porque de hecho nos ataca de varios frentes.

La construcción de las masculinidades -no solo la puramente hegemónica- significa un análisis profundísimo mutante y crecido desde inmemorables tiempos, complejizado con el capitalismo salvaje. Es necesario aclarar que esto es arbitrariamente un desglose introductorio para pensar algunas génesis de las masculinidades, el género, la violencia y los privilegios: aportes de cuaderno para una cultura machista.

Lejos de victimizar a la cultura victimaria este recorrido teórico conceptual les invita a hacerse las preguntas. Es a partir de desmontar las viejas verdades de los roles ‘naturales' de los géneros, es a partir de hacer la gran Sócrates y preguntarnos el porqué de nuestro cotidiano, o el porqué de los porqués. Es por ahí. La realidad social nos empuja a una revisión profunda de las masculinidades desde el adentro hacia el afuera, en todas las dimensiones, desde arriba hacia abajo.

*FULLER, N. (2008): "No uno sino muchos rostros. Identidad masculina en el Perú urbano".

**LAMAS, M. (2007): "El género es cultura".