La Peste y sus imaginariosMaría Beatriz Gentile*.
El impacto de enfermedades como la peste bubónica, la viruela, el sarampión, la influenza, la malaria o la fiebre amarilla, en poblaciones no expuestas anteriormente fue enorme. La conquista de América fue en gran parte posible por el intercambio biológico, además de las armas de los conquistadores.
A diferencia de la lepra que fue la enfermedad más notoria de la antigüedad, la peste negra del siglo XIV instauró, en las puertas de la modernidad, la noción de un mal incontrolable y amenazante.
La lepra fue la enfermedad del pecado y del castigo individual. La afectación de los cuerpos con sus pústulas, llevó al ocultamiento y a la segregación de personas, así como a la noción de una penitencia exigida por la falta cometida. Los relatos bíblicos fueron pródigos en ejemplos y responsables de mitos que justificaron persecuciones y estigmatizaciones.
La peste negra, en cambio, fue la enfermedad simbólica del castigo colectivo, de la transgresión social, escribió el historiador Jacques Le Goff. El aislamiento del leproso, su marginación a las afueras de la ciudad se contrapuso con el cierre y abandono definitivo de aldeas y pueblos tocados por la peste.
Fue recién en el siglo XIX cuando se descubrió que la enfermedad era producida por un bacilo alojado en las pulgas de las ratas. Hasta entonces el origen de este mal se le atribuyó a los astros, a Dios y a todos aquellos sospechados de algo.
Los judíos fueron los primeros en ser acusados. Como esta porción de la población presentaba un número menor de infectados - debido a sus mejores condiciones de higiene- el imaginario cristiano/medieval les endilgó actos de envenenamiento y contagio y les responsabilizó al igual que a extranjeros y peregrinos
Con la consecuente caída del comercio, el empobrecimiento, hambrunas y una de las mayores catástrofes demográfica en Europa, la peste se convirtió en una alegoría del mal.
El impacto de enfermedades como la peste bubónica, la viruela, el sarampión, la influenza, la malaria o la fiebre amarilla, en poblaciones no expuestas anteriormente fue enorme. La conquista de América fue en gran parte posible por el intercambio biológico, además de las armas de los conquistadores.
La población originaria fue debilitada por oleadas de epidemias. La gripe fue la primera en llegar al continente durante el segundo viaje de Colón, según Fray Bartolomé de las Casas. La viruela apareció primero en Santo Domingo y para 1518, según fuentes españolas, ya había diezmado un tercio de la población indígena. De allí pasó a Puerto Rico y luego a México. Los cronistas relatan que la enfermedad debilitó enormemente la resistencia en Mesoamérica al igual que en la región del Tahuantisuyu.
El sarampión se calcula que arribó a fines de 1495, primero afectó a la población de las Antillas y luego se expandió por todo el territorio americano. Lo llamaron la ‘pequeña lepra' siendo la viruela bautizada como la ‘gran lepra'.
Sin duda, la conquista y colonización del continente se vieron favorecidas por estos aliados biológicos, por eso la noción de guerra bacteriológica no parece ser tan reciente. En 1763 Jeffrey Amherst, comandante de las fuerzas inglesas en las colonias norteamericanas, sugería en una carta a sus lugartenientes "distribuir entre las tribus de indígenas desplazados frazadas previamente contaminadas con secreciones obtenidas de las pústulas de la viruela".
A pesar de todo esto ‘en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio' escribió Albert Camus en su consagrada obra.
Sea como crítica a los sistemas totalitarios que atentan contra la libertad y restringen derechos, o como afirmación de la solidaridad donde en una ciudad tomada por una epidemia hay hombres decididos a acabar con todo aquello que pueda denigrar la vida, Camus en La Peste puso a la condición humana en el centro.
Frente a la pandemia declarada por el coronavirus y trayendo imágenes y lecturas del pasado, el nobel francés nos diría todo lo que se puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo. Y nosotros agregar que también nos hace falta la solidaridad y la fraternidad.
(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
Fuente: Va Con Firma
María Beatriz Gentile*.
El impacto de enfermedades como la peste bubónica, la viruela, el sarampión, la influenza, la malaria o la fiebre amarilla, en poblaciones no expuestas anteriormente fue enorme. La conquista de América fue en gran parte posible por el intercambio biológico, además de las armas de los conquistadores.
A diferencia de la lepra que fue la enfermedad más notoria de la antigüedad, la peste negra del siglo XIV instauró, en las puertas de la modernidad, la noción de un mal incontrolable y amenazante.
La lepra fue la enfermedad del pecado y del castigo individual. La afectación de los cuerpos con sus pústulas, llevó al ocultamiento y a la segregación de personas, así como a la noción de una penitencia exigida por la falta cometida. Los relatos bíblicos fueron pródigos en ejemplos y responsables de mitos que justificaron persecuciones y estigmatizaciones.
La peste negra, en cambio, fue la enfermedad simbólica del castigo colectivo, de la transgresión social, escribió el historiador Jacques Le Goff. El aislamiento del leproso, su marginación a las afueras de la ciudad se contrapuso con el cierre y abandono definitivo de aldeas y pueblos tocados por la peste.
Fue recién en el siglo XIX cuando se descubrió que la enfermedad era producida por un bacilo alojado en las pulgas de las ratas. Hasta entonces el origen de este mal se le atribuyó a los astros, a Dios y a todos aquellos sospechados de algo.
Los judíos fueron los primeros en ser acusados. Como esta porción de la población presentaba un número menor de infectados - debido a sus mejores condiciones de higiene- el imaginario cristiano/medieval les endilgó actos de envenenamiento y contagio y les responsabilizó al igual que a extranjeros y peregrinos
Con la consecuente caída del comercio, el empobrecimiento, hambrunas y una de las mayores catástrofes demográfica en Europa, la peste se convirtió en una alegoría del mal.
El impacto de enfermedades como la peste bubónica, la viruela, el sarampión, la influenza, la malaria o la fiebre amarilla, en poblaciones no expuestas anteriormente fue enorme. La conquista de América fue en gran parte posible por el intercambio biológico, además de las armas de los conquistadores.
La población originaria fue debilitada por oleadas de epidemias. La gripe fue la primera en llegar al continente durante el segundo viaje de Colón, según Fray Bartolomé de las Casas. La viruela apareció primero en Santo Domingo y para 1518, según fuentes españolas, ya había diezmado un tercio de la población indígena. De allí pasó a Puerto Rico y luego a México. Los cronistas relatan que la enfermedad debilitó enormemente la resistencia en Mesoamérica al igual que en la región del Tahuantisuyu.
El sarampión se calcula que arribó a fines de 1495, primero afectó a la población de las Antillas y luego se expandió por todo el territorio americano. Lo llamaron la ‘pequeña lepra' siendo la viruela bautizada como la ‘gran lepra'.
Sin duda, la conquista y colonización del continente se vieron favorecidas por estos aliados biológicos, por eso la noción de guerra bacteriológica no parece ser tan reciente. En 1763 Jeffrey Amherst, comandante de las fuerzas inglesas en las colonias norteamericanas, sugería en una carta a sus lugartenientes "distribuir entre las tribus de indígenas desplazados frazadas previamente contaminadas con secreciones obtenidas de las pústulas de la viruela".
A pesar de todo esto ‘en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio' escribió Albert Camus en su consagrada obra.
Sea como crítica a los sistemas totalitarios que atentan contra la libertad y restringen derechos, o como afirmación de la solidaridad donde en una ciudad tomada por una epidemia hay hombres decididos a acabar con todo aquello que pueda denigrar la vida, Camus en La Peste puso a la condición humana en el centro.
Frente a la pandemia declarada por el coronavirus y trayendo imágenes y lecturas del pasado, el nobel francés nos diría todo lo que se puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo. Y nosotros agregar que también nos hace falta la solidaridad y la fraternidad.
(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
Fuente: Va Con Firma