Cultura

La industria del libro en la pandemia

Por Gerardo Burton.

Según varios editores de la región, la salida de la cuarentena implicará, al menos, una reformulación en la producción y en la situación de empleo en el sector. "El corona virus invade, infecta el ecosistema del libro", dice Mauricio Bertuzzi, de Ediciones Con Doble Zeta

Es sabido que una de las privaciones que Francisco de Asís imponía a sus seguidores y a sí mismo era la de renunciar a los libros. No ya a la lectura, sino a la posesión de libros. En la Europa de finales del siglo XII pocos sabían leer, pero Francisco leía y había heredado de su madre el gusto por la poesía; él era acaso poeta. También eran pocos los que poseían libros, objetos escasos y de gran valor entonces y por eso de lujo, confeccionados con diferentes materiales -cueros, pastas de celulosa de plantas como el papiro-. Sólo había libros en monasterios y en palacios. En la Iglesia y entre los nobles: la imprenta no había revolucionado los hábitos de autores y lectores todavía. Renunciar a un libro, venderlo y dar el producto de esa transacción a los necesitados era un acto de gran desprendimiento. Un ejemplo de austeridad y renunciamiento próximo a la pobreza que predicaba el futuro santo.

Quizás Francisco opere hoy a través de la pandemia. Nadie se desprenderá de los libros, las bibliotecas se conservarán pero es probable que haya alguna transformación en aquello que se llama industria editorial y luego se lea de otra manera. También puede ocurrir que el libro de papel, como objeto, sea cada vez más un artículo valioso y escaso, como lo fue antes. O que haya ediciones pequeñas, acotadas según la demanda y con cierta artesanía que incorpore otro valor al del texto que porta. Lo cierto es que, esto que empezó a gestarse antes de la cuarentena extendida, se prolongue después y nada sea igual. Las adaptaciones a lo nuevo dependerán de cómo emerjan las sociedades luego del covid-19.

El libro actualmente navega en su propio sistema caracterizado por la concentración empresarial transnacionalizada y por las nuevas tecnologías que pretenden digitalizar hasta el aire, un proceso iniciado en el país durante la década de 1990, en un contexto de mundialización editorial, según consideran los investigadores Daniela Szpilbarg y Ezequiel Saferstein. (El tema es tratado en distintos trabajos de los mismos autores). Entre esos dos hitos despliega su mundo el libro: un ecosistema de relaciones constituido por escritores, traductores, editores, libreros, lectores, diseñadores, gráficos, imprentas, encuadernadoras, distribuidoras por un lado, e instituciones de la economía -cámaras empresarias, por ejemplo-, de la cultura y de la política por el otro. Un sociólogo usaría el término de "campo editorial" para designar este conglomerado de actores y sectores.

Szpilarg y Saferstein destacan también el surgimiento de un amplio sector de nuevas editoriales autodenominadas "independientes", que están aparte de los grandes grupos empresarios y sus irrupciones financieras en el mercado. Son pequeñas y medianas empresas que desarrollan programas de edición en coordinación con los autores -que muchas veces pagan parte o el total de la tirada- y cuyos catálogos funcionan en muchos casos como pruebas para inversiones futuras de los grupos hegemónicos. Este sector se complementa con sellos "alternativos", muchos de ellos artesanales y de circulación local que en su mayoría surgieron luego de la crisis de 2001. Como complemento, hay un pequeño grupo de editoriales digitales que optan por publicar sólo libros en formatos electrónicos, sin contacto con el papel y constituyen, hasta el momento, un nicho en desarrollo.

Durante la cuarentena se agudizó el proceso de deterioro del sistema editorial que comenzó en diciembre de 2015, cuando el gobierno de Macri desreguló la importación de libros con la excusa de romper el "cepo bibliográfico". Con esa política, capitaneada por Pablo Avelluto, un gerente de Random-Mondadori devenido en ministro de Cultura, puso el broche a un proceso de internacionalización del mercado editorial iniciado en el país con -cuándo no- Martínez de Hoz y sólo interrumpido durante el gobierno de los Kirchner. El libro se convirtió entonces en un bien de cambio como la soja, el trigo o el petróleo y perdió su carácter estratégico para la cultura nacional. Las inversiones en el sector se planificaron entonces a partir del rédito financiero, que condicionó los planes de ediciones, los contratos con autores y la decisión sobre quién publica y dónde y quién no lo hace.

La concentración empresarial dejó fuera de carrera a las antiguas editoriales tradicionales, muchas de ellas familiares. La circulación de libros se transformó completamente: se construyó una nueva cadena de comercialización y producción homogeneizada según patrones globales y se descartó la búsqueda de mercados regionales con el libro de producción nacional. Se liberó la importación de títulos -y de autores- al punto que los escritores nacionales comenzaron a ser conocidos por los libros que llegaban de afuera y no por descubrimiento local. Otro ejemplo es el cambio impuesto para la traducción de literatura en otros idiomas: los traductores argentinos, reconocidos internacionalmente, fueron instruidos en el "español neutro" que se supone hablan los hispanoparlantes en detrimento del castellano rioplatense. En términos de editores y libreros, ganó la bestsellerización del "campo editorial" en detrimento de la bibliodiversidad reclamada por lectores, autores -la mayoría- y editores, entre otros oficios.

¿Y por casa cómo andamos? En las provincias patagónicas existen varios sellos cuyos catálogos incluyen desde la producción actual en literatura -ensayo, narrativa y poesía- hasta los libros de los primeros viajeros europeos que llegaron a estas costas. Incluso, indagan en la historia económica y social de la región, en sus versiones oficial y revisionista, y amplían el horizonte de lecturas de los habitantes de estas tierras. No hay sólo una intención de canalizar la literatura local; lo cierto es que constituyen un polo de producción literaria que equilibra la atracción de la agenda centralizada por las grandes ciudades del país.

Se trata de empresas pequeñas y/o medianas empresas, muchas veces familiares, cooperativas o de amigos. En la ciudad de Neuquén están, entre otros, Ruedamares, de la escritora Cristina Ramos; Con Doble Z, conducida por Mauricio Bertuzzi; Kurruf, El Fracaso, Tanta ceniza editora, de Aixa Rava; ediciones De La Grieta, que dirige Daniel Tórtora en San Martín de los Andes, donde también gestiona una librería; Remitente Patagonia, de Julia Chaktoura; Espacio Hudson de Cristian Aliaga, y Vela al viento de Rubén Gómez, en Chubut; Kuruf, en General Roca -Río Negro-; las editoriales estatales -los fondos editoriales de Río Negro, Chubut y Neuquén y las universitarias del Comahue, Río Negro y San Juan Bosco-, y editoras de carácter artesanal y autogestivo como Lo hago como puedo, Debo Palabras, la cebolla de vidrio, Del Agua y AIK, de Neuquén; La Vida en el Bosque, de Villa La Angostura, entre otras.

Según varios editores, la salida de la cuarentena implicará una reformulación en la producción y en la situación de empleo en el sector. Por ejemplo, Bertuzzi, de Ediciones Con Doble Zeta, consideró que "el corona virus invade, infecta el ecosistema del libro". Recordó que "las ferias en desarrollo o que estaban programadas se suspendieron" -entre ellas la que se debía realizar en Neuquén en septiembre próximo- y que, en el caso argentino, la crisis es mayor porque viene desde 2015. "Ese año la producción editorial había caído 48 por ciento respecto del año anterior, pero si tomamos la producción registrada en el primer cuatrimestre de 2020 con relación al mismo período del año pasado, la caída es del 50 por ciento, y del 71 por ciento si se la compara con la de 2016". Luego citó un reciente informe del Cerlalc (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe), sobre la percepción que los actores del sistema editorial latinoamericano tienen sobre los efectos de la emergencia sanitaria causada por el covid-19.

Para el trabajo, fueron encuestados propietarios de imprentas, de editoriales, librerías y distribuidoras. Todos los sectores, indicó, "están registrando una caída promedio del 50 por ciento en su actividad, y un dato interesante es que tienen distintas formas o soluciones previstas de afrontar la crisis. El sector editorial prevé reorganizar su plan de producción anual; las imprentas prevén recortar salarios si la crisis continúa y las librerías y distribuidoras tienen previsto reducir personal". Según un estudio académico que encuestó durante un lapso que va del 30 de abril al 12 de mayo a 128 sellos, "ante la crisis, la mayoría de las editoriales pequeñas reacciona de dos maneras: una es la intención de digitalizar su catálogo editorial y otra promover formas de asociación con otras editoriales. Un ejemplo es la Feria del libro en casa, que nucleó a una treintena de editoriales a través de un portal de internet". En el caso de Con doble zeta, Bertuzzi dijo que el plan editorial "está detenido" aunque piensa que de a poco se recuperará: en este momento "las imprentas trabajan a media máquina y la mayoría de las editoriales reprograman su plan de ediciones".

Para Tórtora, que gestiona la librería y editorial de la Grieta en San Martín de los Andes, "la situación está difícil, pero hay que esperar y mirar cómo termina esto: supongo que todas las editoriales deben andar muy lentas. La librería estuvo cerrada dos meses, y ahora tenemos que esperar, además, que vuelva el turismo. Y eso recién se reactivará el año próximo". La cuarentena los encontró con cinco libros en carpeta -de Tomás Watkins y María Marta Paz entre otros- en distintas de producción pero "ninguno con vistas de entrar en impresión en el corto plazo". Dijo que la imprenta con que trabajan reanudó sus actividades hace dos semanas pero sin el plantel completo de empleados, que trabajan por turnos. "Pasan los precios en el día, y hay que pagar en el momento", añadió. La editorial trabaja con mecanismos similares que sus pares: financian algunas tiradas por completo, otras a medias con los autores y otras son pagadas totalmente por los autores. Pese la situación, dijo que reciben consultas de autores por presupuestos. De la Grieta publicó "tres o cuatro libros antes de la pandemia", entre ellos la segunda edición de "En la ruina", de Rafael Urretabizkaya, que se hizo en conjunto con Vela al Viento, de Gómez. Es un libro que "se sigue vendiendo, pero teníamos un programa de presentaciones que no se puede cumplir". En el corto plazo, "vamos a esperar, aunque habíamos hecho muchos libros". Están en un 20 o 30 por ciento de la actividad habitual y, entre la búsqueda de alternativas, pusieron algunos libros digitales en Amazon, en acuerdo con los autores. "Ruido blanco", de Diego Rodríguez Reis, "se vendió muy bien y tenemos una segunda edición". Al respecto, Tórtora recordó que Reis estuvo el año pasado en la feria de Comodoro Rivadavia. "No se sabe cuándo se termina esto ni cuándo empezarán las ferias".

Aliaga, de Espacio Hudson, defendió el proyecto cultural desarrollado en y desde la Patagonia por la necesidad de "tener una visión propia" que "no hace seguidismo de las modas impuestas desde el centro del país. Somos críticos de la agenda centralizada de los grandes grupos económicos". Se refirió a la colección conjunta de ediciones planificada con la anterior gestión de la Legislatura de Neuquén que permitió editar una decena de autores de la provincia y destacó la relación don instituciones públicas y privadas de Comodoro Rivadavia. La editorial tiene sede en esa ciudad, en Lago Puelo y Rada Tilly, además de una librería en Buenos Aires y su participación en La Coop, una suerte de cooperativa que nuclea a pequeñas editoriales y que poco a poco encuentran un espacio, sobre todo en ferias de libro y festivales en todo el país. El proyecto editorial de Espacio Hudson, dijo Aliaga, es "jerarquizar los autores que escriben desde la Patagonia -Raúl Artola, Ariel Williams, Raúl Mansilla- otros nacionales -Diana Bellesi, Juan Gelman, Héctor Mendes-; autores originarios -Aimé Painé, mujeres mapuches en edición bilingüe-". La editorial comenzó en las librerías y luego con kioscos, junto con el periódico El Extremo Sur, que también dirige Aliaga.

Fuente: Va Con Firma