Patagonia

Representaciones Socioculturales del COVID-19 II: reflexiones sobre textos, políticas y relaciones culturales

Por: Barrionuevo, Natalia; Debattista, Susana; dos Santos, Silvana; Rius, Pía; Sayago, Sebastián; Sourouille, Julieta y; Williams, Guillermo.

En esta segunda ronda de reflexiones y apuntes sobre las representaciones socioculturales del coronavirus o COVID-19, nos interesa pensar ¿qué pasa con los discursos y textos que lo tematizan?, ¿cómo circulan?, ¿qué ideas solapan/generan/distribuyen y cuáles de ellas podemos asociar a nuevas prácticas culturales?, ¿cómo opera el recurso a la otredad y a las explicaciones binarias en esas representaciones? Para ello, nos remitimos a algunos autores, entre ellos a Roger Chartier1y Cornelius Castoriadis2, quienes abordan las representaciones y el imaginario social como formas y figuras que dan sentidos a lo social, cultural y lo político siendo a la vez, aquello que lo constituyen.

Concebido como una construcción social en la que habitamos, el imaginario se plasma en instituciones, es decir, en las "normas, valores, lenguaje, herramientas, procedimientos y métodos de hacer frente a las cosas y de hacer cosas, y, desde luego, el individuo mismo, tanto en general como en el tipo y la forma particulares que le da la sociedad considerada" (Castoriadis 2005: 67). Tales instituciones son significaciones y procedimientos creadores de sentidos, por ende, no solo denominamos algo en el mundo, sino que, al hacerlo, lo creamos y reproducimos. Al hablar, decir, escribir, dibujar, cantar o cualquier otra forma de discurso construimos, creamos y somos creados por imágenes sociales que se refieren al mundo y a nosotres mismes.

Constructoras y parte constitutiva del mundo, las representaciones sociales-culturales se materializan en textos, soportes del discurso, producidos siempre con una intencionalidad y para un público (Chartier, 2005, pp. V, VI, IX y 35). A la vez, son una práctica cultural, un modo de hacer donde interfiere ese texto/discurso, sus formas de circulación, sus apropiaciones, reapropiaciones y resignificaciones. Si bien pesan sobre cada forma semiótica restricciones materiales y simbólicas de carácter histórico y social, es cierto que suelen trascender los límites de los espacios para los que son pensados y así alcanzar nuevas instancias de circulación. Este fenómeno de recontextualización indeterminada puede ser apreciado hoy en el funcionamiento de las redes sociales, vías de comunicación que son espacios de (re)producción, circulación y, al mismo tiempo, un lugar de manifestación de ciertas fisuras en el control de la circulación.

Si nos detenemos en las formas del humor político como creadoras y re-creadoras de textos y discursos, podemos apreciar cómo sus sentidos y sus valores cambian, cuando son reapropiadas por grupos y receptores/productores que las toman como insumos para memes (que, a su vez, pueden ser el medio por el cual se accede al primer mensaje). Esas circularidades del discurso afectan la manera de actuar de todas las personas involucradas en estas producciones, sus prácticas culturales, las figuras que transportan, las que deseaban les autores del mensaje que sirvió de origen y las que se fueron agregando después. En este proceso de semiosis infinita, se generan las subjetividad y se anclan.

Esos textos/discursos son diversos, tienen soportes distintivos: en papel, en formato audiovisual, en estéticas, en el cuerpo, en las redes sociales, etc. En ellos, juegan las palabras, las imágenes y los soportes, como los usos políticos y sociales y sus prácticas, ya que el discurso remite igualmente a las condiciones de producción, circulación y recepción de los textos y al mundo de las intencionalidades institucionales. Así, podemos retomar el concepto de discurso como una construcción que constituye subjetividades, que crea las condiciones de posibilidad de un emisor y, sobre todo (en la línea de este trabajo), de uno o diversos receptores, que tiene posibilidades y restricciones, deseos e intenciones que superan esa (imagen de) obra inicial.

Desde esta perspectiva de análisis cultural, los discursos interpelan al sujeto y lo constituyen. En el contexto del COVID-19 y sus efectos (las medidas de los gobiernos, las prácticas de aislamiento, testeos, controles y penalidades), el sujeto es presionado y parcialmente modelado por nuevas prácticas y hábitos relacionados con una salud policíaca y mediática. Por ejemplo, los discursos que relacionan las cifras clínicas de casos para hablar de buenos y correctos hábitos y los canales de contagio. Abundan recomendaciones transmitidas por frases como "si nos lavarnos las manos, nos salvamos del virus", "si somos obedientes y respetamos las disposiciones del ASPO, ayudamos a la Patria (somos buenos argentinos)". A la vez que apelan a una idea de colectivo homogéneo, esos discursos refuerzan acciones y prácticas sostenidas en una solidaridad individualizante. En ese "yo me cuido y te cuido a vos", en ese "quedáte en casa", hay significaciones referidas a la responsabilidad individual, colectiva y estatal, y también a la autopreservación, a la separación de aquelles que no pueden quedarse en su casa y, de un modo o de otro, son expulsados a una exterioridad construida como amenazante. Opera así una nueva práctica de exclusión.

Si retomamos el concepto foucaultiano de orden discurso1, podemos apreciar que se ha impuesto un régimen de verdad, asociada a la aceptación de un riesgo sanitario mundial y formas de prevención impuestas y aceptadas. El tapabocas, por ejemplo, es una expresión de esa verdad que regula prácticas políticas, económicas y culturales. Es un signo que nos recuerda que toda persona puede ser transmisora de la enfermedad y, por lo tanto, es una amenaza para cada une. A la vez, moverse en el espacio público con tapabocas es una demostración de responsabilidad social, una señal de que se es un buen ciudadano.

Este orden discursivo interpela al sujeto, lo ordenan lo siguen produciendo desde las lógicas dominantes. Aquí es donde se teje poder, saber y discurso, en un sistema mundo capitalista con lógicas patriarcales (cada vez más criticadas), donde se inscribe el COVID-19 como problema, tema y caso. No es menor que los referentes de salud que hablan del tema sean casi todos varones y con un rango etario similar.

La trama retoma la mirada dicotómica de un dilema o falso dilema entre salud y economía, designando actividades esenciales y suprimiendo las no esenciales. Entre estas, abundan las prácticas de índole cultural, el deporte, la religión, los espectáculos, el turismo. Si bien esto parece razonable en términos de evitar la aglomeración de personas, esa simplificación excesiva desconoce la construcción histórica cultural que produce la salud y lo económico como prácticas culturales. Entonces, la salud y la economía aparecen como entidades autónomas, definiciones falsamente transparentes, que se imponen sin dar lugar a discusiones y mediaciones locales. Los expertos sanitaristas discuten a partir de las definiciones internacionales de la OMS. El FMI, ahora aliado frente a los bonistas, saluda los esfuerzos ofrecidos a las demandas financieras, mientras realiza pronósticos sobre las pérdidas esperables en las economías alrededor del mundo. Los paradigmas de la salud comunitaria y las prácticas de las economías alternativas silenciadas, el tratamiento hegemónico de la pandemia parece abrir el camino para mayores continuidades herederas del pensamiento único, dando continuidad a las formas de crecimiento económico conocido, opuestas a transformaciones emancipadoras, al calor de una redefinición de nuestro lugar en el mundo, de la relación entre naturaleza y cultura.

El discurso de los medios

El vasto, heterogéneo y dinámico universo de textos y discursos que circulan sobre el COVID- 19 incluye tres clases que se distinguen por su relevancia social: las producciones discursivas de los medios de comunicación, de las instituciones políticas y del mundo del arte. Las tres siguen lógicas de producción específicas, si bien los medios de comunicación actúan como canales de recontextualización y de difusión los mensajes políticos y las formas artísticas. Vivimos en una sociedad mediatizada.

También comparten ciertos rasgos. Los medios de comunicación expresan posturas políticas y el arte también puede hacerlo, de un modo más o menos explícito, sobre todo en vinculación con las emociones, las estéticas y visiones del mundo que definen a los grupos culturales, sus edades y lenguajes. Estos tres grandes ámbitos de producción simbólica, fabrican textos y discursos que circulan en nuestros hogares.

El discurso mediático explota la espectacularización de la crisis, busca facetas de disputa entre grupos, partidos y países. A la vez, se legitima como fuente de evaluación y de saber mediante el recurso a la credibilidad de los profesionales de medicina que convoca permanentemente. Para ello, emplea recursos tales como la mención del especialista, con nombre y apellido y número de matrícula, se resaltan sus cualidades profesionales y se desarrolla un diálogo reflexivo, en un tono serio, aunque los temas y las frases sean repetidos y previsibles.

En televisión y portales de noticias, se utiliza también datos numéricos para medir al instante la cantidad de casos, de muertos, de recuperados. También se usan gráficos, cuadros estadísticos y placas informativas con la síntesis de las medidas más relevantes adoptadas por el gobierno. Como ocurre cada vez que se trata un tema serio, cuando les comunicadores sociales deben tratarlo, asumen de inmediato un gesto de preocupación, de manifestación de empatía con las víctimas o las personas afectadas.

Hay rasgos que se han ido convencionalizando, como las solapas en las pantallas con la cantidad de casos por país y región, y el uso de colores distintivos en los mapas de la pandemia: amarillo para los contagiados, rojo para los muertos y verde para los curados. Al modo de un semáforo, el amarillo connota alerta, una advertencia; el rojo, una prohibición; el verde, algo asociado a la libertad y a la vida.

Como apuntamos anteriormente, el discurso periodístico se apropia del discurso político y reproduce frases tales como "tenemos que decidir si priorizamos la salud o la economía", "hay que tener responsabilidad social", "nosotros como país estamos actuando mejor porque trabajamos con el diario del lunes", "hay que pensar en lo que peor la están pasando". Puede ser la voz de un político o la de un periodista opinando. No importa tanto el sujeto, como el discurso. Por eso, desde hace más de dos meses, la cuestión de la pandemia ocupa el lugar más destacado en la agenda y sigue siendo un tema central en los diversos medios (televisión, diarios en papel, portales y diarios digitales). No hay forma de permanecer aislados de esta gran maquinaria discursiva. Frente a ella, no hay cuarentena que valga. Podemos no mirar televisión, no leer diarios y, aun así, a través del Facebook, de Instagram, del Whatsapp o de algún comentario de un amigo o familiar, nos enteraremos, nos llegará alguna forma del mensaje y ese contenido formará parte de nuestra imagen del mundo.

El tratamiento del coronavirus ha ido variando y ha dado lugar a subtemas y derivaciones políticas, económicas, administrativas, pedagógicas, deportivas y del mundo del espectáculo. La pandemia es un macrotema, con matices que, por un lado, indican el dinamismo de la agenda (asociado a criterios de noticiabilidad) y, por otro, confirman la capacidad de los medios para reactualizar, reformular y ampliar un tema particular como de sostener su interés.

El discurso político

El discurso político está fuertemente mediatizado. Les dirigentes rara vez se comunican cara a cara con sus seguidores (lo pueden hacer en un acto público, una inauguración o un acto de campaña); lo hacen a través de los medios. De hecho, para muches, la principal actividad es la salida en la prensa-

El coronavirus también sirve como un disparador para las apariciones públicas. Pensemos en el usual formato televisivo de la pantalla dividida, con el político hablando desde su casa o desde un salón oficial, en el marco de una entrevista. La interacción ha sido un rasgo explotado también desde la presidencia en Argentina, que no ha apostado a cadenas nacionales y sí a conferencias de prensa (habla el presidente, en un tono pedagógico, y luego se hace una ronda de preguntas). Frecuentemente, los anuncios hechos en estas instancias, ya habían sido anticipados en el Boletín Oficial. Además, la puesta en escena del mensaje presidencial no fue realizada el salón blanco o en el dorado, sino en una sala de información. Algo similar ha ocurrido en las casas de gobierno provinciales y municipios.

Prevalecen las voces del Poder Ejecutivo y algunas en particular, soslayando las atribuciones de los poderes legislativos y judiciales, que son fragmentados bajo la forma de ventanillas de emergencia o servicios mínimos de los cuales se desconocen los límites y el funcionamiento efectivo. A la vez, hay un acuerdo tácito de cada gobierno (nacional, provincial y municipal) para llevar tranquilidad a la ciudadanía. En este sentido, el gobierno nacional marcó una pauta fuerte al sentar a la mesa del presidente a especialistas (casi exclusivamente hombres, hay que decirlo).

El gobierno nacional ejerció la iniciativa discursiva al establecer con rapidez el ASPO. Esta medida desconcertó a la oposición, que no tuvo muchos elementos para cuestionar la medida. Sin embargo, ha medida que el aislamiento se fue haciendo más difícil de sostener, la disputa política se fue planteando en torno al tema de la salida de la cuarentena. Sobre él, tampoco hay posturas claras y los políticos no quieren cometer errores. Es mejor pecar de precavido que ser visto como Bolsonaro.

El discurso de los artistas

Los textos de los artistas, con sus diversas especializaciones (música, poesía, pintura, etc.) también han tematizado la pandemia. Muchos apuntan a ser mensajes de esperanza, expresan solidaridad, exponen formas de cuidarnos y promueven modos de reflexión para pensar esta pandemia como un espacio para valorar las cosas realmente importantes de la vida. Algunas de las canciones que han obtenido una gran repercusión son: "Juntos para siempre" de los Auténticos decadentes, "Cuando estés aquí" de Pablo Alborán, "La cumbia del coronavirus" de Mr. Cumbia, "Coronavirus" de Jota Pe Hernández y "Quédate en casa" de Ariel de Cuba. En muchos videos, la estética remite a los hogares de los cantantes, a algunas escenas pasadas con familiares y amigos y un tono intimista. También se resignificaron canciones más antiguas, como "Resistiré", reversionada por Bono, Vanesa Martin y Alejandro Sanz. En todos los casos, el formato de producción supuso grabaciones ensambladas, porque se pasó de un estudio macro a uniones y masterización de partes enviadas desde las casas de cada artista. El mensaje general complementa y legitima el discurso oficial, que impone restricciones y pautas de autocuidado. Las redes sociales han sido el medio de circulación por excelencia, algo que también aprovecharon músicos y actores de teatro que ofrecen su arte por streaming, por ejemplo.

Además del arte que tematiza directa o indirectamente la pandemia, hay otros que intentan contribuir al sostenimiento de obras solidarias, como la recaudación de fondos para sostener merenderos. Y, por supuesto, hay artistas que montan espectáculos como modo de supervivencia. Son trabajadores y el arte es su modo de ganarse el pan.

Los dibujantes son otros de los que han puesto en imágenes los cambios culturales que son parte de las primeras consecuencias de COVID -19. Fueron muy difundidas las ilustraciones de Puro Pelo de Juan Chaveta, Gaturroy Nik, entre otras, invitando a quedarse en casa, a usar barbijos, a lavar con lavandina o a aplaudir a los "nuevos héroes de Argentina" del mundo. En la ciudad de Comodoro Rivadavia, las ilustraciones de Guillermo Williams en las que se representa el ASPO con connotaciones postapocalípticas son de las más relevantes y de mayor circulación.

Nuevos formatos textuales

Hacemos una breve mención al uso del meme político, para representar un aspecto de la situación social de un modo humorístico. Entre otras finalidades, tuvo la de reforzar ideas como el "cuidémonos" o jugar en los mismos con el que "explicar bien porque es docente", "la curva la detenemos entre todos si aplanamos la movilidad y respetamos el aislamiento social preventivo obligatorio" (ASPO).

El meme es un texto que complementa una breve frase escrita y una imagen. Estos dos elementos pueden estar relacionados de un modo congruente (el sentido es el mismo) o de uno incongruente (el sentido es contradictorio). Su interpretación suele ser muy sencilla cuando se comparte la información presupuesta por quien lo hizo. Su formato (un archivo jpg en general) facilita su circulación por Twitter, Instagram, Facebook y Whatsapp.

Las producciones muestran un rol activo de los usuarios, observando y poniendo a distancia, antes que oyendo o consumiendo esos mensajes, señalando si se tapó la boca, tosió, y se tapó o no con el codo, o si los disertantes guardaban el distanciamiento de dos metros.

Pensamientos binarios y otredades

El imaginario social en torno al COVID-19 también puede ser abordado a partir de oposiciones binarias referidas a ideas de lo bueno y lo deseado, de la salud y el contagio, el control de la pandemia y las libertades, etc. Todes podemos indentificarnos y ser identificades como personas sospechosas, posibles víctimas, irresponsables, culpables de la extensión de la enfermedad; como pertenecientes a una clase acomodada que viajó al exterior y trajo el virus a les pobres. Así, también, por un lado, está la dupla de les extranjeres y les que viajaron, como responsables del problema de llevar, traer, portar el virus y, por otro lado, la dupla de les residentes de clase media y de les habitantes de las villas, víctimas de les otres. Buenos y malos.

El pensamiento binario puede contribuir a simplificar la realidad. El problema no es que haya ricos que se contagiaron en Europa y trajeron el virus al país, sino que hay riesgos agudizados por condiciones materiales y sanitarias que hacen que ciertos grupos sean más vulnerables que otros. Y eso es parte de un proceso anterior a la aparición del COVID-19.

Sin embargo, el pensamiento binario es potente. Ha sido utilizado también para marcar una diferencia entre la salud y la economía, afirmando a) que la pandemia instauró nuevos límites al modo de producción capitalista y puso en tela de juicio el acceso a la salud humana y las condiciones medioambientales o b) que un Estado no puede priorizar las dos cosas a la vez, en este contexto. El encanto del binarismo impide reflexionar seriamente y analizar las causas estructurales que (re)producen las diferencias y las injusticias sociales.

Así, por ejemplo, la valoración de la efectividad de las medidas de un gobierno suele estar vinculada con buenos y malos ejemplos en el mundo. Se relaciona salud/enfermedad con aislamiento/ruptura de las normas. Entonces, ¿la enfermedad es otra forma más de construir otredades? ¿Cuestionar la cuarentena es sinónimo de locura? Les otres se multiplican en distintos planos y de diferentes maneras. Los países donde el ejecutivo actúa tomando posición entre salud/economía, o entre países con medidas buenas y a seguir y los que son ejemplos no deseados. Latinoamérica y sus modelos de gestión de la enfermedad, los modelos europeos, asiáticos y, las adecuaciones en cada provincia y ciudad.

Esta forma de pensar y de hablar, esta matriz estructuradora de representaciones refuerza el miedo a la apertura de las fronteras, a la circulación de la población, y el apego al control e incluso a la represión. No hay marchas masivas por los excesos policiales. El homicidio de Luis Espinoza, el peón que asesinó la policía tucumana, no despertó en Argentina la indignación que en Estados Unidos produjo el asesinato de George Floyd. Los valores asociados a libertades y derechos están anclados en un pasado reciente que, como sociedad, no hemos sometido a una debida reflexión.

En fin, binarismos y otredades en torno a prácticas de movilidad, de salud, de construcción y divulgación de la información, de lugares de fragilidad, de la pandemia por casos externos y por circulación sin nexo epidemiológico, de las edades de los enfermos recuperados y de los grupos de riesgo. Y, detrás de estos binarismos, un denso trasfondo ideológico.

Prácticas culturales nuevas

La proximidad física y social habitualmente privilegiada como modo comunicacional de la sinceridad y la empatía han pasado a ser escrutadas como un factor de riesgo y hasta de cierta irresponsabilidad que pone bajo la lupa los comportamientos colectivos tanto en lugares públicos como en los privados y domésticos. Asimismo, los duelos se están transformando y afectando no sólo la relación con el ser querido fallecido sino con los rituales para el mismo implicaba como mecanismos para construir redes de seguridad. En este sentido, Alicia Stolkiner, reclama la necesidad de trabajar sobre el duelo de la muerte y su falta de ritualización, pero también el duelo frente a la pérdida de seguridades en la calle o los espacios ajenos a tu casa, los que se traducen en la perdida de proyectos, en el miedo al vacío y la incertidumbre.

Los modos de socialización de las grandes reuniones de amigos y familiares al uso de telellamadas y videoconferencias como medios para encontrarse, ver y vernos con la familia, con los amigos, en el trabajo. Las clases con soportes en red, en aulas virtuales donde los niños se ven en grupos reducidos y graban sus tareas cual youtubers de 7 años, porque las tareas pasan por las acciones en el hogar. En esas prácticas los límites y alcances aún están en movimiento.

Entre las nuevas representaciones que estamos creando y viviendo, están las prácticas que se están volviendo modo de vivir: las precauciones acerca del hogar o lugar donde residimos, el temor a que en las superficies que toquemos nos esté esperando el virus, ese enemigo invisible, a quien se combate con lavandina, alcohol, ventanas abiertas, alcohol en gel, guantes, tapabocas. Y seguramente, a medida que salgamos de nuestras casas, estaremos pendientes de la distancia social, de que el cuerpo de los otres no se acerque demasiado a nosotres, que se respeten las marcas en las veredas de las instituciones de movilidad masiva, como las farmacias, los supermercados y las instituciones públicas. Los tapabocas como nueva prenda y un lugar para la moda y nuevos emprendimientos. Y es posible que todas esas medidas de prevención, ese temor incorporado, vaya cediendo. No será de la noche a la mañana. Pero habrá que seguir viviendo. Y, en Chubut, volverán las protestas con cánticos y bocinazos.

Finalizamos con algunas preguntas, como disparadores para seguir pensando colectivamente: ¿qué prácticas y representaciones perdurarán luego de la cuarentena?, ¿cómo las iremos reelaborando?, ¿cómo serán las formas textuales y discursos que aborden la salud, la política y la cultura pasada esta pandemia?, ¿qué formas de socialización mutarán de sentido en este proceso?, ¿qué habrá cambiado en nosotres?

1 Roger Chartier (2005). El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural, Barcelona, Gedisa.

2 Cornelius Castoriades (1975/reed. 2007). La institución imaginaria de la sociedad II. Buenos Aires, Tusquets; Corneluis Castoriadis (2005). Los dominios del hombre. Barcelona, Gedisa.

3 Michel Foucault (1992). El orden de discurso. Buenos Aires, Tusquets.