Géneros

Sol Cañumil: "el capitalismo tiene una violencia sistemática que es heterosexual, colonialista y eurocentrista"

Entrevista de Lola Sánchez.

Para observar cómo se gestan y evolucionan los movimientos feministas en la Patagonia es imprescindible oír a quienes sostienen la lucha de manera persistente. Sol Cañumil, activista feminista que reside en Comodoro Rivadavia, integra la Comisión de Géneros de la UNPSJB y Socorro Rosa Rabiosa, una agrupación que acompaña a las mujeres que desean abortar en Chubut y Santa Cruz. En diálogo exclusivo con El Extremo Sur, Cañumil analizó el avance de la potencia feminista, la Marea Verde y el movimiento fuertemente marcado por el Ni Una Menos y los reclamos locales.

¿Cuándo y cómo se inicia tu activismo feminista?

No sé si puedo determinar un momento exacto. Sin embargo, la Universidad me aportó mucho para tener una mirada más crítica. El activismo fue una cosa más por afuera, de la calle, de arrancar a hacer pegatinas, stencils, armar materiales para brindar información. Lo hacíamos con algunas amigas y después desde la Universidad surge la cuestión de organizar grupos, proyectos colectivos, capacitaciones, charlas. Si me pongo a ver mi propio recorrido no puedo marcar un momento, pero sí decir que siempre he estado rodeada de personas con quienes hemos trabajado colectivamente en acciones, sobre todo para cuestionar las violencias machistas desde lo social y lo cultural, siempre apostando a que los cambios vengan de la sociedad.

¿Qué cambios notás en el movimiento y la adhesión de la ciudadanía desde hitos recientes como el primer Ni Una Menos en 2015 o la Vigilia por el Aborto Legal de 2018?

Me acuerdo que cuando comencé a participar de los encuentros y de distintas actividades en Comodoro no era común ver los pañuelos verdes en 2013 o 2014. Si se veía en los grupos de militancia, en las calles, pero no era más que eso, y muy reducido porque también dentro del feminismo y los movimientos de mujeres el tema del aborto siempre ha sido muy divisorio. 2015 marca claramente un ingreso enorme de militancia a temas de feminismos. Siempre pensando que el feminismo no es uno solo. 2018 también, con la Marea Verde, se produce nuevamente otro ingreso grande de compañeras que se suman a militar y a pensar. 2018 viene con la impronta de las adolescentes y la población más joven con sus propias demandas.

Esas fechas han hecho que mayor gente se interese por estos temas, que participe y se organice. A nivel local eso se notó mucho. Hay que poner esto en tensión, en particular la manera en que intervinieron los medios de comunicación y los mecanismos sociales y aparatos culturales que también incentivaron a que la participación fuera masiva. Eso igual muestra una tensión que estamos viviendo desde hace muchos años desde los feminismos, que es la institucionalización versus la autonomía. Hay toda una línea de trabajo que tiene que ver con legislación, con crear espacios institucionales, con la implementación de programas, protocolos, capacitaciones, formaciones, presupuestos adecuados y todo eso es una parte. No hay que desestimarlo sino tomarlo como un piso para el ejercicio de derechos.

¿Cómo analizan cuestiones estructurales que surgen del patriarcado?

Cuando realmente pensamos en el patriarcado y las violaciones machistas y sexistas como un problema estructural -es decir, como un problema que nos atañe a todas las personas y en todas las dimensiones de nuestra vida- hay que considerar otras dimensiones. Entonces nos damos cuenta que esa parte más institucional, de responsabilidad del Estado es necesaria pero no es suficiente. Ahí entramos los movimientos y las organizaciones para ayudar a transformar y generar ese cambio cultural que necesitamos. La normativa por la normativa misma es un punto muerto, si no hay lucha, si no hay disputas de sentido ni de jerarquía.

¿Creés que la juventud está gestando una nueva forma de activismo político?

Yo he visto mucho atravesamiento del feminismo en otras luchas. Pienso en las marchas, reivindicaciones y luchas estudiantiles tanto del secundario como universitario de los últimos años, por el TEG, por el reclamo estatal y el pago de los docentes, la falta de infraestructura en las escuelas, y también otras luchas que se llevaron a nivel universitario como la defensa de la educación pública. Todas fueron atravesadas por el feminismo. En el caso de las estudiantes del secundario, son las mismas que participan de otras instancias como el 8M, 25N, organizan talleres en sus escuelas, son las que piden la ESI, y veo que hay mucha más participación que cuando yo era adolescente. Hay más participación y organización, pero además con otras demandas y otras formas, que cuestionan son las maneras más tradicionales de hacer política, que son verticalistas, con toma de decisiones de unos pocos. Todos estos movimientos vienen a cuestionar esto con la idea de asamblea, de horizontalidad.

¿Esto también sucede dentro de las agrupaciones feministas?

Nosotras por ejemplo en Socorro Rosa Rabiosa, dentro de la agrupación, también nos concebimos como una forma distinta de hacer política. Todo se decide en reuniones. Algunas salimos en los medios y quizás somos más conocidas, pero en el grupo somos 17 compañeras y todas decidimos, todas aportamos, todas proponemos. Y creo que eso rompe muchas lógicas tradicionales.

¿El feminismo tiene reales puntos de encuentro con otras luchas sociales?

Pienso que si vamos a un lado más teórico, ya varios feminismos plantean la interseccionalidad. Esto significa no reducir el análisis sólo al género, sino cruzarlo con la raza, la etnia, la edad, la orientación sexual. Se pueden pensar otras dimensiones además del género. Esto lo plantean muchos feminismos, el feminismo negro, el feminismo decolonial, que nos habla de poner el ojo crítico en el occidentalismo y el colonialismo europeo. Estos cruces aparecen desde lo teórico, pero también llevándolo a la práctica, no solamente desde los modos de hacer sino porque quienes militamos en espacios feministas necesariamente estamos involucradas en otros espacios. Entendemos que hay una violencia sistemática que es la del capitalismo, que es heterosexual, colonialista, eurocentrista. Creo que muchas comprendemos también que necesariamente tenemos que cuestionar esos sistemas de opresión y desde otro lugar nos proponemos entablar espacios de lucha y resistencia.

Desde tu experiencia acompañando abortos desde Socorro Rosa Rabiosa, ¿considerás que el acceso a los derechos, los recursos y la información sobre salud sexual y reproductiva es diferente en la Patagonia?

La Patagonia es una región diversa. Nosotras acompañamos Chubut y Santa Cruz y es muy distinto hoy lo que ocurre en una provincia y en otra con respecto a derechos sexuales reproductivos y no reproductivos. Hablando de Chubut, hoy no se vive igual que en otras provincias. Por ejemplo, en la educación: Chubut es una provincia donde la ESI se viene implementando, aunque todavía no ha llegado a su totalidad porque eso implica conflictos y resistencias. Sin embargo, hay provincias donde todavía se imparte educación religiosa en escuelas que deberían ser públicas. Acá podemos acceder a las Interrupción Legal del Embarazo (ILE), llegan los programas de anticoncepción, hay trabajo específico con adolescentes e infantes. En otras provincias eso no existe.

¿Existe persecución a la militancia feminista?

Quienes militan y se hacen más visibles sufren formas de acoso y hostigamiento que nosotras en Chubut no tenemos. Nos sentimos muy seguras y notamos que hay un acompañamiento social y político para ganar o ampliar estos derechos. Sin embargo, en nuestro país hay centros hegemónicos de información, de circulación de otros recursos simbólicos, económicos. Creo que hay muchas cosas más de oferta, capacitaciones, encuentros y debates que se dan en esos centros como Buenos aires o Córdoba. A nivel político y comunicacional, esos son los únicos centros de referencia a veces para construir información, y a veces generalizamos situaciones de la Capital Federal que no tiene absolutamente nada que ver con lo que pasa en Chubut, en Jujuy, o en Corrientes. En ese sentido reflexionamos sobre la importancia de la territorialidad, qué es lo que aprendemos nosotras cuando militamos en el territorio. Hay que reivindicar eso, que no nos lo va a venir a decir nadie de afuera. Nosotras estamos acá, observamos, entablamos contacto, diálogo, promovemos encuentros. A nivel académico e intelectual tenemos profesionales excelentes que vienen desarrollando estos temas desde hace muchos años, con compromiso, cargándose mucha tarea de pedagogía, de discutir dentro de las instituciones en un momento en que esto no era política de agenda. Hace falta reconocer que hay muchas compañeras de distintos lugares que vienen aportando a esos temas, en reflexiones teóricas y en haceres. En ese sentido, hay que reconocer quienes son nuestras referentes, militantes, feministas, de la universidad, funcionarias, para desarticular los centros que se forman, el monopolio de información y recursos. Con este trabajo territorial hay mucho de eso que se puede desarticular y ahí radica la importancia de los medios, de poner el foco en otros lugares, en los márgenes, en las periferias, en esos lugares donde parece que no sucede nada pero que están pasando muchas cosas.

En el marco de la pandemia y la virtualidad, ¿de qué manera continúan funcionando las redes de acompañamiento de Socorro Rosa Rabiosa?

En este contexto nos ocurren una disparidad de cosas. Nosotras desde que arrancamos a acompañar en 2017 priorizamos el encuentro presencial, poder encontrarnos con quienes se comunican, para conocerlas, para entablar otro tipo de vínculo que no sea un vínculo administrativo o netamente expeditivo de información. Al mismo tiempo desde Comodoro hemos acompañado a distancia a una región amplia. Desde que arrancamos eso nos entrenó bastante en esto de la virtualidad, de mantener comunicación por teléfono con mujeres de otros lados. El punto es desarrollar estrategias en el contexto en el que te encontrás. Lo veníamos trabajando, no es algo nuevo. Sin embargo, yo creo que la presencialidad es una potencia enorme, creo que encontrarse con la otra persona, ver los gestos, cómo se siente, mirarla a los ojos. A veces la presencialidad da una confianza para poder relatar otras cosas. A pesar de esto, tratamos de que esa estrategia sea lo más amigable posible, que siga brindando la misma confianza, la misma seguridad.

El caso del fiscal Rivarola fue denunciado colectivamente por diversas organizaciones. ¿Hay antecedentes de situaciones similares en la región?

El 3 de junio salimos a las calles a repudiar los dichos del Fiscal; el reclamo se realizó por parte de todos los espacios, organizaciones y partidos políticos. Creo que es bueno que haya tenido alcance a nivel nacional en el sentido de que nos alerta, nos cuestiona sobre la Justicia patriarcal. Sabemos que el Derecho y la Justicia están impregnados de machismo y de androcentrismo. Creo que lo bueno de que haya tenido esa repercusión es que nos pone a pensar sobre eso, en plan de qué es lo que se puede hacer, de pensar otras cosas. No es el primer caso ni es el único. Nosotras acá cuando fue el caso de Micaela Barattini acompañamos a su familia con una concentración y una radio abierta. La forma en que se trató ese caso desde la Justicia fue muy diferente en comparación a otros casos, como el de La Manada de Chubut, justamente. En los casos de femicidio no sabemos nada de los femicidas, en cambio se pone en el eje de la discusión como estaba vestida la víctima, que relaciones tenía, entre otras cosas. En el caso de Micaela es al revés. Ella era la supuesta culpable y se la defenestró desde todos lados, se procuró hacer un tratamiento de su causa morboso, desinformado, donde se decía cualquier cosa sumamente estigmatizante, Ahí es donde nosotras decimos: fue así porque Micaela Barattini es mujer. Y se defendió de un hombre, y esto no está bien visto.

¿Es un doble estándar el tratamiento judicial y mediático en general?

Hay que ver de qué forma distinta se tratan estas situaciones, y ver cómo, cuando se trata de mujeres, qué fácil es culpabilizarnos, qué fácil la Justicia se expide cuando se trata de nosotras y entonces nuestros juicios son rápidos y en seguida nos encarcelan, en seguida somos castigadas. La Justicia se presenta con burocracia, con tiempos más lentos, con penas mucho más breves, cortas. Eso habla de algo que es el patriarcado atravesando todas estas prácticas. Y es justamente uno de los poderes que necesita mucha revisión.

¿Cómo pueden aportar o perjudicar los medios de comunicación a la erradicación de la violencia de género?

Los medios tienen la potencia de hacer las dos cosas. Tenemos que apostar a que se potencie lo que tiene que ver con erradicar las violencias, prevenirlas. Tiene que ver con las formaciones profesionales, las capacitaciones, creo que eso es una parte, pero es como lo que sucede con Rivarola. Circuló mucho un discurso en relación a que en la Justicia faltaba capacitación. Podríamos pensar que en los medios también faltan capacitaciones, sin embargo creo que sobre eso hay que tener en cuenta que entablar prácticas machistas también es una forma de posicionamiento político e ideológico, entonces las capacitaciones no bastan. La gente de la Justicia ha estudiado mucho, no le faltan recursos para entender la violencia de género. En comunicación pienso lo mismo, hay gente que le faltan las herramientas y ahí tenemos que armar todo lo que sea necesario para que aquellos que quieran capacitarse y ejercer otras prácticas periodísticas puedan hacerlo. Pero siempre entendiendo que eso no tiene que ver estrictamente con capacitarse. Entran en juego visiones del mundo, concepciones mucho más arraigadas y posicionamientos. Hay quienes se benefician de toda la misoginia, y eso creo que hay que tenerlo en claro para hacer las distinciones necesarias.

¿Creés que sigue existiendo resistencia al feminismo? ¿A qué responde?

Creo que el patriarcado está profundamente arraigado, que hay que comprender que todos nacimos, nos educamos y fuimos socializados en una sociedad profundamente machista. Algunas decidimos empezar a cuestionarnos esas prácticas, buscamos interpelarlas, trabajarlas día a día, en los espacios que transitamos. Es difícil, todos y todas tenemos mucho para trabajar, en distintos grados. Hay que pensar también estas violencias a niveles más micro y no únicamente en relación a los femicidios o las violaciones. Claramente hay gente a la que le incomoda pensar estos temas, que no los quiere pensar. De alguna forma es cuestionar tu vida, tu familia, tus relaciones de pareja, tus vínculos, tus amistades, tu formación profesional, ese cuestionamiento constante que nos aporta el feminismo nos pone en un lugar de pregunta y de incomodidad. No todo el mundo quiere atravesar eso y creo que justamente estamos criticando cosas que fueron invisibilizadas, naturalizadas tapadas durante muchísimos años.

¿Cuál es tu balance de lo hecho hasta ahora?

Es muy potente lo que estamos haciendo, nos estamos articulando, salimos, organizamos y estamos en un momento de cambio y de ruptura. Las resistencias tienen que ver con eso, se nota el cambio que se produce, se abren otras perspectivas y ante eso surge la reacción. Incluso con todo el avance que se ha conquistado, surgen espacios como "Con mis hijos no te metas", "No queremos ESI en las escuelas", movimientos que se ponen claramente a la ofensiva de lo que venimos trabajando desde los feminismos. De alguna forma están reconociendo que hay un avance. Hay que reaccionar y contener eso. A esta altura, somos imparables. Se han entablado muchas estrategias, a nosotras los feminismos vienen a cuestionarnos todo, y eso nos pone muy creativas al momento de pensar acciones, políticas, estrategias. Las resistencias tienen que ver con todo eso.