Opinión

Envejecimiento y vejez en tiempos de pandemia

Por Myriam González, Adrián Ñancufil, Tania Hernández, Amelia Carrizo y Cristina Massera1.

La pandemia por el covid-19 puso en evidencia diversas problemáticas sociales producto de la desigualdad: la informalidad del empleo, violencias, déficit alimentario, precariedad del sistema público de salud entre otras.

También hizo visible una población en particular, la de las personas mayores, a quienes se considera el grupo de mayor vulnerabilidad teniendo en cuenta los condicionamientos propios del proceso de envejecimiento. Distintos datos publicados por organismos oficiales, ponen de manifiesto que los efectos más negativos del virus recaen sobre este colectivo. A la situación de vulnerabilidad que ya existía, se suma la tensión y contradicción en cuanto a perspectivas de abordaje, formas de pensar, sentir, representaciones e imaginarios sociales respecto a la vejez. Este panorama incrementa "el riesgo" de ser viejo y vieja en este contexto de pandemia.

En este escrito queremos plantear algunas cuestiones en relación al proceso de envejecimiento y la vejez, reflexionar sobre la situación de las y los adultos mayores en el contexto de pandemia.

El envejecimiento de la población

La característica principal de la población mundial en el siglo XXI, será el envejecimiento demográfico, entendido como un proceso caracterizado por el aumento poblacional de los adultos mayores. El envejecimiento poblacional es consecuencia de transformaciones culturales, sociales, políticas y económicas que han incidido en la disminución de las tasas de natalidad y fecundidad. A la vez, aumentaron las expectativas de vida de la población debido a la reducción de las tasas de mortalidad. En definitiva, el envejecimiento de la población se relaciona con el aumento de la esperanza de vida y con la disminución de la fecundidad.

Este proceso que las sociedades europeas transitaron hace ya varias décadas, se evidencia hoy en los países de América Latina, que avanzan con distintos ritmos hacia sociedades más envejecidas. Sin embargo, en esta región presenta características particulares: el proceso es más veloz que el registrado en los países desarrollados y ocurre en contextos socioeconómicos frágiles, con altos niveles de pobreza y de desigualdades socioeconómicas.

Nuestro país integra el grupo de países de envejecimiento avanzado, junto a Cuba y Uruguay, con un 10,2 % de población que supera los 65 años, según datos del censo de 2010, donde el 60% son mujeres. El proceso de envejecimiento en la Argentina, y particularmente la feminización de la adultez, es un hecho indudable. Con más desarrollo en algunas regiones que en otras, debido a que el alcance de la transición demográfica no se da en todo el país de manera uniforme, el envejecimiento es una realidad que sin duda irá avanzando sobre todo el territorio. Una mirada a través de los censos evidencia este proceso a escala nacional, en 1960 los mayores de 65 años representaban el 5,6% de la población, proporción que pasó a 10,2% en 2010. Para la provincia del Chubut, la proporción de mayores de 65 años en relación al total de población ha pasado de 3,2 % en 1960 a 7,4 % en 2010. Si bien los porcentajes están por debajo de la media nacional, la provincia no está ajena al proceso que se está dando a nivel país. Sin embargo, más allá de lo cuantitativo, interesan los aspectos sociales y territoriales, puesto que consideramos a los adultos mayores uno de los grupos de mayor vulnerabilidad social. Por lo tanto, el proceso de envejecimiento plantea demandas de servicios especializados de salud, vivienda, alimentación, centros de atención, sistemas de pensiones y de seguridad social que generalmente son insuficientes. La problemática de la vejez recae en los integrantes de las familias que tienen la responsabilidad de satisfacer las necesidades de cuidados y que por lo común cuentan con limitados recursos.

Vejez y vejeces

La vejez forma parte del curso de vida del ser humano. Somos seres envejecientes e iniciamos este camino en el momento del nacimiento. No existe un único paradigma de la vejez y el proceso de envejecimiento, la vejez alude a una realidad multifacética atravesada no sólo por el paso del calendario, sino también por aspectos fisiológicos, sociales, culturales, históricos. La vejez no es igual para todas las personas que la transitan; la salud, la situación económica, familiar y social y sus implicancias en la calidad de vida son diferentes según el nivel socioeconómico y educativo, el género, la etnia, el tipo de inserción laboral en el período de vida activa, el lugar de residencia, etc. Por tal motivo, puede afirmarse que no existe una vejez unívoca sino distintos tipos de "vejeces" atravesadas por las múltiples dimensiones mencionadas, las que incidirán como condicionamientos susceptibles de ser transformados en nuevas oportunidades, en tanto y en cuanto se visibilice y valore la importancia de los adultos mayores en la sociedad.

Por otra parte, existen una serie de estereotipos y preconceptos asociados a la vejez, que frecuentemente resaltan aspectos negativos de esta etapa y se encuentran asociados a la improductividad, ocaso, carencias de todo tipo, tanto económicas como físicas y sociales. Esta valoración ha queda reflejada en la naturaleza esencialmente asistencialista de tutelaje y control con la que se plantearon algunas acciones, legislaciones, planes, programas y políticas públicas que tenían a las personas mayores como destinatarios.

La vejez es un proceso de construcción individual y socio cultural, que forma parte del ciclo vital. Cada sociedad atribuye un significado diferente a la vejez, a partir del cual se designarán status, roles y mandatos, se definirán los posibles problemas de las personas mayores y se elaborarán las respuestas a los mismos. Construcciones culturales de cada sociedad indican qué es el viejo y qué se espera de él. A partir de esto cada persona irá conjugando factores internos y externos que le permitirán transitar este camino.

Sin duda el proceso de envejecimiento no es idéntico para todas las personas que lo transitan; cada sujeto irá constituyendo su subjetividad según su origen, historia familiar, laboral, nivel educativo, grado de autonomía, género y su edad. Todos estos factores darán un estilo particular a cada proceso de envejecimiento.

En este sentido sería pertinente hablar de vejeces con las particularidades que cada persona asigna a este momento de la vida en contextos socio históricos determinados.

Según el criterio cronológico establecido por varios Organismos Internacionales y la mayoría de los países de la región (América Latina y el Caribe) en sus respectivas legislaciones, la vejez comienza a los 65 años. Este límite, termina siendo representativo en algunos casos, pero no en todos, ya que no tiene en cuenta la multiplicidad de factores que convergen en su definición. Aun cuando la edad parece ser el criterio más apropiado para delimitar el envejecimiento, la determinación de un valor numérico estará siempre sujeta a arbitrariedad.

Entre el asistencialismo y el reconocimiento de derechos

Los adultos mayores constituyen uno de los colectivos humanos denominados grupos vulnerables, por estar más expuestos que otros grupos etarios a condicionantes propios del trayecto realizado en el curso de la vida. Son uno de los grupos más afectados por la pobreza, la disminución de los ingresos primero por la jubilación, y luego por quedar siempre relegados a los ajustes por inflación respecto de los trabajadores activos. En muchos casos, la necesidad de permanecer en el mercado de trabajo para compensar los menores ingresos, los obliga a formar parte de los empleos informales, para no perder sus pingües jubilaciones.

El proceso de envejecimiento en la Argentina conlleva el debilitamiento de la red de relaciones, el aislamiento social y la soledad, sumado o amparado por los prejuicios que la sociedad tiene respecto a la vejez y que contribuye a la estigmatización.

Las políticas públicas ocupan un espacio importante en la compleja articulación entre la sociedad civil y el Estado. La concepción que se tenga sobre la vejez y la consecuente identificación de los problemas a tratar son las que guían las políticas dirigidas a este grupo etario.

Considerar a los adultos mayores como sujetos de derecho contribuirá a generar vínculos democráticos entre géneros y generaciones. En los últimos años, los Organismos Internacionales recomiendan la aplicación del enfoque de derechos humanos a las políticas de vejez, promoviendo el empoderamiento de los adultos mayores y una sociedad integrada en términos de la edad. Esta perspectiva entronca directamente en el paradigma de calidad de vida en la vejez. En este sentido, definir el objeto de las políticas de vejez como un asunto de derechos humanos y no como como un problema de asistencialismo modifica los instrumentos prácticos que la políticas seleccionen para su concreción. Si la percepción predominante de la vejez es la de una etapa lineal caracterizada por carencias, la intervención pública se definirá a partir de lo que las personas de edad no poseen en comparación con otros grupos poblacionales, y los instrumentos de las políticas serán paliativos para superar estas pérdidas o carencias. Si, por el contrario los y las adultas mayores pasan de ser objetos de protección a sujetos de derecho se las reconoce como poseedoras y constructoras de derechos individuales y colectivos. Las políticas públicas deben promover la construcción de ciudadanía en la vejez y garantizar las condiciones para el ejercicio de los derechos tanto individuales como grupales.

El desafío de pensar prácticas desde el enfoque de derechos

Desde el inicio de la pandemia en la Argentina varios acontecimientos tuvieron como protagonistas a los adultos mayores, la situación en los geriátricos, las largas filas en los bancos de todo el país para cobrar la jubilación el 3 de abril en plena cuarentena, la prohibición de circular a personas mayores de 70 años que intentó aplicar el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, entre otros.

En muchos casos el aislamiento significó la pérdida de contacto (no solo físico) con familiares y amigos. Por otra parte, distintos espacios de encuentro y socialización como grupos socio recreativos, centros de jubilados, talleres, frente a la pandemia se vieron obligados a cerrar sus puertas. ¿Cómo pasan sus días las y los adultos mayores alejados de familiares, amigos y espacios de encuentro? ¿Cómo sobreviven los perciben una jubilación mínima que no cubre el acceso a la alimentación y los servicios básicos? ¿En qué medida el Estado lo incorpora como grupo prioritario en las distintas medidas en contexto de ASPO?

La crisis del coronavirus debería servir para volver la vista sobre nuestros adultos mayores, y revisar cuál es el significado de la vejez y el proceso de envejecimiento en nuestra sociedad.

Es por ello que proponemos pensar prácticas desde el enfoque de derechos, posicionando a las personas mayores desde su potencial para generar nuevos y significativos aprendizajes, modificando la homogeneización, despersonalización y estereotipos que los sujetan a paradigmas tutelares.

La pandemia nos exige pensar otros espacios de participación, espacios impensados hace poco tiempo atrás, donde la proximidad física, el abrazo, el apretón de manos se constituían en genuina expresión de afecto. Es así que surgen nuevas estrategias de comunicación a través de la utilización de dispositivos electrónicos a los que las personas mayores han accedido en los últimos tiempos, como por ejemplo el celular; si bien es necesario reconocer que no todos los mayores están en condiciones de usar estas herramientas de la tecnología aun habiendo accedido a un teléfono celular estamos si en condiciones de afirmar que haciendo hincapié en que el aprendizaje es un acto permanente a lo largo de la vida, es posible lograr nuevos aprendizajes que mitiguen los efectos de la soledad y el aislamiento y el acceso a los servicios (como los cajeros automáticos). Resulta alentador escuchar en lo cotidiano como las personas mayores hacen uso de whatsapp o video llamadas para comunicarse con hijos, nietos y amigos, es por ello que reivindicamos la construcción de estos escenarios para una generación de adultos mayores autónomos con expectativas y aspiraciones muy distintas a las que manifestaban hace algunas décadas atrás.

Más allá de condicionantes propios del proceso de envejecimiento las personas mayores, se constituyen en Sujetos de Derecho, y la sociedad en su conjunto debería contribuir a la construcción de vínculos democráticos reconociendo la capacidad de ser y hacer con otros donde la edad cronológica es sólo una circunstancia.

Asumamos el desafío de transitar este camino!!

1- Integrantes del PI Territorio, sociodemográfica y políticas públicas: Los Adultos Mayores en la Provincia del Chubut. Programa de Transformaciones Territoriales de la Patagonia Central FHCS.