Cultura

Falleció Edith Aron, la musa de Rayuela

La "Maga", el célebre personaje de la novela Rayuela de Julio Cortázar, era Edith Aron. La escritora y traductora, que conoció al autor en un viaje en barco y que lo enamoró en las calles de París, falleció en Londres a los 96 años en mayo. Según se cree, las causas de su muerte podrían estar vinculadas al coronavirus.

Edith -que nació en el Sarre, en una región en el límite entre Francia y Alemania y que de muy joven emigró junto con su familia a Buenos Aires- vivió, toda su vida, en el anonimato. Nunca se jactó de haber sido la musa del gran autor argentino que revolucionó al mundo de las letras con su innovadora novela, a pesar de que la mayoría de las mujeres en la década del 60 querían ser como ella y que casi todos los hombres, por esos años, buscaban su enigmática Maga.

Ella era una mujer impactante y enigmática, dueña de una belleza poco convencional y de un humor muy particular y cautivante. Era alta, de nariz aguileña, ojos brillantes -que sabían mirar fijo, pero con ternura-. Cuando alguien le preguntaba por su relación con Julio Cortázar ella, entre risas, se preguntaba: "¿Qué me vio Cortázar? No sé. ¡Yo era simplemente una chica buena y agradable!

"¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la Rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua".

Fragmento de Rayuela, de Julio Cortázar, 1963

CORTAZAR Y LA "MAGA"

El primer encuentro entre Cortázar y Aron fue en un barco, cuando ella, con 23 años, regresaba a Europa, en 1950. Edith estaba en uno de los salones de la embarcación compartiendo una mesa con un grupo de gente cuando, de pronto, vio tocar el piano a Julio. Fue un cruce de miradas, una suerte de presentación, que los marcaría a ambos. La primera vez que hablaron fue en una librería en París. Ella le vio cara conocida. Él la reconoció. Al rato, estaban intercambiando algunas palabras. El destino los volvió a unir en el cine, viendo "Juana de Arco". Al tiempo, el largometraje "Los jardines de Luxemburgo" los haría coincidir una vez más. Por aquel entonces, Cortázar no creía en las casualidades, al igual que Horacio Oliveira -el protagonista de Rayuela-.

A esos encuentros le sucedieron otros donde el azar no estuvo como protagonista. Almuerzos con ensaladas azules, caminatas por parques, lecturas de poemas y ceremonias de entierros de paraguas en medio de lluvias parisinas. Una relación de novela, plagada de literatura, magia y juegos.

Una carta que Julio Cortázar le escribió a Edith Aron en 1951:

"No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear algunas veces por París, para ir a escuchar a Bach a la sala del Conservatorio, para visitar Versalles, para ver un eclipse de Luna en el parvis de de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para usarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban). Yo soy otra vez ese, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allá en noviembre de este año. Y desde ahora pienso, Edith, en el gusto de volverla a encontrar, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, sea una parisiense completa, hablando el lenguaje de la ciudad, y los hábitos de la ciudad, y todo eso que yo tendré que ir aprendiendo poco a poco, con cuanto trabajo.

Tengo además miedo de que a usted no le divierta la posibilidad de verme, que al contrario le fastidie este recuerdo de Buenos Aires -ya que yo soy un poco Buenos Aires, eso que usted dejo atrás-. Por eso le pido desde ahora, y se lo pido por escrito porque me es más fácil, que no vaya a crearse problemas de "buena educación" cuando yo la busque en París. Si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, le pido que me lo diga sin rodeos.¿Por qué no? Sería mucho peor disimular el aburrimiento.

Si le choca este tono un poco vehemente, le pido perdón. Sobre todo cuando nunca le escribí una sola línea, ni hice nada por comunicarme con usted.

La verdad es que deseaba volver, no escribir; arreglar mis cosas para volver a París, y allí, un buen día, encontrármela, y seguir siendo buenos camaradas como antes. A usted no le reprocho que no me haya escrito. Me parece perfectamente natural. Demasiado intensamente estará viviendo para dedicarse a las pálidas tareas epistolares. Pero me gustaría que alguna vez se haya acordado de mí, como yo me he acordado mucho aquí, cada vez que el recuerdo de aquel tiempo me volvía como un aire fresco.

Creo que estaré en París en la primera semana de Noviembre. Gané una de las becas del gobierno francés, y probablemente iré a alojarme a la Cité universitaire. Por lo demás, estoy quemando aquí las naves, y tengo la firme intención de quedarme en París. Algunos amigos que tengo me buscan en estos momentos algún trabajo para completar mi presupuesto (las becas son miserables y no alcanzan para nada); espero poder irme arreglando.

Le podría contar muchas cosas, pero tal vez sea más grato hacerlo con toda franqueza le digo que me fue bastante mal con sus amigos. Por supuesto que Miss Mayer fue gentilísima, pero Gerber y yo no sintonizamos, y mucho menos con Zubrisky. Cumplí con sus encargos, repartí las postales y lo que usted me había dado, y me volví a mi rincón.

Es evidente que no siempre se puede simpatizar con una persona por intermedio de otra. La simpatía es cosa directa y personal.

Por correo aparte le mando un libro de cuentos que he publicado en estos meses. Ya me dirá si le gusta. Jorge D'Urbano me dijo que le había encontrado en París, y que usted estaba bien. Pero como no agregó nada más, supuse que no había ningún mensaje especial para mí. (Esto explica un poco el tono inicial de esta carta, que hace reír ahora que la releo).

En fin, me gustaría verla y que usted esté igualita, y que todavía vaya a Chantecler a escuchar suites de Bach.

Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día pueda prestarle un pulóver o que usted pueda prestármelo a mí, aunque esto último va a ser trágico, porque apenas me va a llegar al estómago.

Querida Edith, no se enoje por esta carta o si se enoja, que sea un enojo bonito y que pase pronto. Me gustaría que le gustara -vea como repito Las palabras, y eso que mi maestra de quinto grado se mataba corrigiéndome el vocabulario y enseñándome sinónimos-, me agradaría que le agradara alguno de mis cuentos. Si usted ya no está en la dirección donde le mando mi carta, y con todo se le hacen llegar, será buena y me mandará su dirección para que yo, una tarde, lleno de alegría, pueda...? ( !Suspenso! Lo que quiero decir es que me gustaría encontrar la casa vacía, o que usted se mudó a Burdeos, o a Lyon, o que vive en la tour d'Olivier de Clisson, que tanto me gusta).¿Verdad que me va a mandar su dirección, si ha cambiado?

JULIO CORTÁZAR

Al poco tiempo de estar en París, Cortázar acabó formalizando su relación con Aurora Bernárdez. Aron tuvo una relación compleja con Cortázar.

(Carta publicada en Escritores.org)

Fuente: Poesía a mano alzada