Opinión

Svampa: "Es un error creer que con el extractivismo vamos a reducir las desigualdades"

Junto con Enrique Viale, la socióloga acaba de editar "El colapso ecológico ya llegó", donde propone un pacto ecosocial y señala el modo como la pandemia desenmascaró los daños producidos en el planeta por el capitalismo actual.

En el libro "El colapso ecológico ya llegó", Maristella Svampa y Enrique Viale develan cómo la irrupción de la pandemia desenmascaró los daños provocados a nivel mundial por un modelo de desarrollo hegemónico que de la mano del extractivismo y la destrucción de los territorios, derivó en una mayor contaminación del planeta y en un incremento de las desigualdades sociales.

El libro, editado por Siglo XXI, cuestiona el capitalismo neoliberal extremo, recorre los intentos frustrados de las diferentes Cumbres de Cambio Climático por reducir los gases del efecto invernadero, y ofrece un panorama acerca del impacto que el extractivismo y el agronegocio han tenido a nivel mundial y puntualmente en Argentina, que al igual que en el resto de América Latina en vez de reducir las desigualdades sociales las incrementaron, según Svampa.

En diálogo con Télam, la socióloga e investigadora del Conicet propone junto a Viale un pacto ecosocial y económico que "avance en un plan climático global orientado a las energías limpias y renovables", que contempla el impuesto a la riqueza, el no pago de la deuda externa y un ingreso universal ciudadano.

- Télam: ¿Por qué considerás que la irrupción de la pandemia es una oportunidad para llevar a un cambio del sistema capitalista neoliberal?

- Maristella Svampa: Hay una falsa oposición entre lo social y lo ecológico o ambiental. Esto es algo que recorre America Latina, no solo la Argentina y que, en el marco del ciclo progresista, se buscó instalar para justificar la destrucción de los territorios y el extractivismo en nombre de la reducción de las desigualdades. Sin embargo, al final del ciclo progresista hemos visto que la desigualdad no se redujo. Según datos de Oxfam, el crecimiento económico que se obtuvo en América Latina entre 2002 y 2015, al calor del boom de los comodities fue capturado principalmente por los sectores más ricos de la sociedad: los llamados superricos incrementaron su fortuna en un 21 por ciento, mientras que el crecimiento del PBI fue del 3,5 por ciento en la región. Así, hay un intento de instalar esta falsa oposición entre lo social y lo ambiental, cuando lo que vemos es que, además de no haber transformado la estructura productiva, ya que las economías más bien se reprimarizaron, no se redujo la desigualdad; por otro lado, aquellos que son más impactados por los modelos de maldesarrollo, del extractivismo y el cambio climático son los sectores más vulnerables.

Hay una coincidencia entre el mapa de la contaminacion ambiental, y el mapa de la pobreza. Basta con ir a la zona del Riachuelo donde están instaladas una serie de industrias altamente contaminantes que producen sufrimiento ambiental en las poblaciones más pobres, o ver lo que sucede con la explotación petrolera en Neuquén y los impactos sociosanitarios sobre las comunidades mapuches; los impactos de la minería en Jujuy o en Catamarca. Ahí podemos ver cómo claramente los pasivos ambientales se socializan mientras las grandes ganancias de las empresas se privatizan. Esta es la lógica del extractivismo en América Latina y Argentina. Sería un error creer que, reactivando la economía de la mano de más extractivismo, vamos a lograr reducir las desigualdades.

- T: En el libro abordan los fracasos de las COP que buscaron comprometer a las grandes potencias con la reducción de la emisión de los gases del efecto invernadero. ¿Cuál sería la estrategia global para arribar a un modelo de energías limpias y sustentable en el tiempo?

- M.S: Hay que reinventar el multilateralismo sobre nuevas bases; sobre la solidaridad, la interdependencia; el reconocimiento de la deuda ecológica y social que el Norte tiene en relación al Sur, sobre la necesidad de una transición justa en términos geopolíticos. La reinvención del multilateralismo debe partir de un cuestionamiento muy radical del rol de la Organización Mundial del Comercio, que es responsable de haber consolidado esta globalizacion neoliberal depredadora, que afecta muy particularmente a países del Sur. Debemos avanzar hacia un multilateralismo que tome el toro por las astas y avance en un plan climático global orientado a las energías limpias y renovables, que se acople con las agendas regionales y nacionales, sin lo cual sería muy difícil avanzar en la transformación tan radical que requiere esta hora tan dramática. En América Latina también ha sido muy pobre el rol de las instituciones regionales. El escenario regional está muy fragmentado, los gobiernos tienen diferentes orientaciones y el final del ciclo progresista no ha sido reemplazado por otro tipo de hegemonía, sino más bien por una fragmentación política regional que no coadyuva a la integración regional. Sería necesario avanzar en proyectos de cooperación regional en pos de una agenda de transición.

- T: Una de las propuestas que se plantea para sanear la situación de pobreza de grandes sectores de la población argentina es un pacto ecosocial y económico que, entre otras cosas, incluya un impuesto a las grandes fortunas. ¿En qué medida creés posible esta propuesta si la oposición política busca frenar en este momento un aporte solidario de los dueños de las grandes fortunas por única vez?

- M.S: Proponemos un pacto ecosocial y económico desde Argentina, y en clave latinoamericana también. El pacto ecosocial e intercultural del Sur es promovido por activistas y organizaciones sociales de diferentes países, como Colombia, Ecuador, Bolivia, Brasil, Perú, Chile, además del nuestro. Buscamos instalar una plataforma común, desde la cual avanzar con otra agenda de la mano de conceptos-horizontes que se pergeñaron al calor de las luchas ecoterritoriales, feministas, indígenas y campesinas. Creemos que en esta encrucijada civilizatoria es necesario disputar sentidos, plantear alternativas desde las cuales sea posible construir una sociedad solidaria, democrática, resiliente, en una línea que articule la justicia social con la justicia ambiental.

Por supuesto que resulta difícil instalar una agenda de este tipo en un contexto de gran crisis económica. Mirando lo que hace este gobierno, hay que decir que estamos lejos de apuntar a una agenda de cambio, el gobierno está pensando en reactivar la economía con más extractivismo y eso es muy negativo.

Planteamos una agenda integral, que suministre respuestas desde lo social, a través de una reforma tributaria estructural que revierta las inequidades y a través de un ingreso universal ciudadano. En ese marco, apoyamos el impuesto a la riqueza, el cual no debe ser extraordinario, y al que deben sumarse otros impuestos. Sabemos que hay una gran renuencia de los sectores más ricos a colaborar de manera solidaria en este contexto de crisis, pero también me preocupa que el gobierno proponga utilizar el 25% de lo recaudado de este impuesto a la riqueza para promover el gas del fracking. Eso me parece descabellado.

- T: El presidente brasileño Jair Bolsonaro subestimó la pandemia y los daños por incendios en el Amazonas. ¿Desde qué lugar se puede enfrentar esta postura inhumana, antiecológica, reaccionaria? ¿Qué espacio tienen los grupos ecologistas en Brasil?

- M.S.: Es muy desesperante lo que está ocurriendo en Brasil. Sin duda en los últimos 15 años la Amazonía se convirtió en una frontera de muerte, a partir del avance desenfrenado del modelo del agronegocio y de la ganadería intensiva. Pero con Bolsonaro esto se agravó a niveles demenciales. Bolsonaro sintetiza un gobierno terricida que criminaliza aún más a las poblaciones indígenas y amenaza con la destrucción de ecosistemas fundamentales. Hoy vemos incendiarse el Pantanal, que es el humedal más grande del mundo. Las poblaciones de la Amazonía que siempre han sido muy vulnerables están en estado de alerta. Hace poco se creó la Asamblea Mundial por la Amazonía, para hacer frente al ecocidio y el etnocidio, pero es una situación muy comprometida en varios países. "O preservamos la selva amazónica o tomará venganza", decía hace unos días un referente de la Guardia Indígena Ambiental de la Amazonía colombiana. Además, en el caso de Brasil el gobierno de Bolsonaro ha venido realizando un proceso de desmantelamiento de las regulaciones ambientales que se habían logrado al calor de las luchas de los últimos años.

- T: ¿Cómo se entiende que en la Ciudad de Buenos Aires, la más rica del país y capital de Argentina, aún no haya una ley que contemple la separación de residuos desde los hogares?

- M.S: El Gobierno de la Ciudad está hace años en manos de Cambiemos, de la derecha, que siempre promovió un ambientalismo superficial. Nunca buscó abordar los problemas que sean fundamentalmente nodales. Más aun, podría contarles que me ha tocado escuchar presentaciones en el exterior de funcionarios del Gobierno de la Ciudad que hablaban de Buenos Aires como la "ciudad verde" y la verdad que parecía que estaban hablando de otra ciudad, de alguna ubicada en Dinamarca o en Suecia, cuando en realidad estamos en una ciudad en la que el problema de la especulación inmobiliaria es gravísimo, que tenemos cada vez menos espacios verdes y se están privatizando los últimos espacios públicos que quedan, como los que están en Costa Salguero por ejemplo.Y se promueven leyes que abordan lo ambiental muy superficialmente, que no tocan a los grandes sectores económicos y tampoco promueven cambios culturales en la sociedad. Esto es porque se promueve un ambientalismo superficial muy en la línea de un capitalismo verde, que acá viene con menos verde y más cemento.

- T: A raíz de los incendios en distintas provincias argentinas, especialmente en la zona de los humedales, escritoras y periodistas elevaron a las autoridades una carta en la que se manifestaban contra las megagranjas de cerdos, la megaminería, los agrotóxicos y por una ley de humedales. ¿Cómo evaluás esas acciones de gran difusión en las redes y su alcance político?

- M.S.: Existe un extendido analfabetismo ambiental entre nuestra clase política y las élites económicas. Y aunque no sea muy simpático decirlo, siempre agrego que este analfabetismo ambiental se extiende incluso a las ciencias humanas y sociales, que poco han hecho por cuestionar críticamente los modelos de desarrollo hegemónicos, que no creen necesario discutir alternativas, lo cual obtura la posibilidad de pensar nuevos horizontes. Pese a ello, en ciertos sectores de la sociedad argentina hay un avance de la conciencia ambiental y esto se ha visto ilustrado por las expresiones de repudio a la posibilidad de instalar megafactorías de cerdos en el país y también por los apoyos a una ley que proteja nuestros humedales. El rol de los y las jóvenes, que han seguido los pasos de Greta Thumberg, es sin duda crucial. En nuestro país están muy presentes. Ya podemos hablar de la existencia de un Ambientalismo Popular Argentino.

Durante 15 años la cuestión ambiental ocupó los márgenes de la agenda, no solo en términos geográficos sino sobre todo políticos, pero en la actualidad ocupa cada vez más un lugar importante. Es un gran avance que se sumen voces de mujeres que provienen de la cultura, ya que de lo que se trata es de lograr un consenso social. La batalla cultural no se gana con dos o tres voces de iluminados e iluminadas que hablen de estos temas, no es una cuestión de vanguardias, sino de ir logrando un consenso social sobre la necesidad de acabar con estos modelos de maldesarrollo y avanzar en la protección de nuestros bienes comunes y en una agenda de transición socioecológica.

-T: Hay un tema que abordás en el libro y es el del cuidado hacia el otro, en los que subyacen los conceptos de solidaridad y la necesidad de la presencia del Estado. ¿En qué medida considerás que el mundo y la Argentina están preparados para entender este llamado?

- M.S: La crisis está atravesada por demandas ambivalentes y contradictorias, por llamados a la solidaridad y también al miedo, en el marco de esta incertidumbre. Los cuidados deben ser entendidos de manera multidimensional. Hablamos de los cuidados cuando nos referimos a cuidar el ambiente, la biodiversidad, los ciclos de la vida, la defensa de la tierra y el territorio y esto aparece ilustrado por los feminismos populares y comunitarios de América latina, que luchan contra el extractivismo.

Por otro lado, cuando hablamos de cuidado nos referimos a esas tareas invisibilizadas, vinculadas a la reproducción de la vida social que tradicionalmente recae sobre las mujeres y mucho más sobre las mujeres pobres. En esa línea debemos pensar el cuidado como un derecho, y exigir la responsabilidad del Estado para conectar los cuidados con un sistema de protección social. También hablamos de los cuidados ligados a la educación, la salud, al trabajo. En el marco de esta pandemia es central pensar la articulación con el sistema sanitario, en un sistema de salud pública que coloque en el centro la relación entre salud, cuidado y ambiente. El paradigma de los cuidados aborda el vínculo con la naturaleza y pone el acento en la sostenibilidad de la vida. Y ahí los feminismos, los ecofeminismos, la economía feminista tiene mucho para aportar.