Opinión

"Casa tomada" en Chubut: ¿hasta dónde se puede resistir la "doctrina del shock"?

Por Susana Traverso.

En 1947 Julio Cortázar publicó su genial "Casa Tomada", donde de manera simple describió un concepto complejo: ¿cuál es el grado de rebelión ante una amenaza que avanza? El texto es sencillo. Unos hermanos van cediendo espacios de su casa ante una amenaza invisible hasta que finalmente la abandonan. Si bien es cierto que este cuento fue objeto de ejemplificación de distintos totalitarismos según el caso -y la ideología-, no es especulativo que se trata de una extraordinaria metáfora sobre la voluntad de renuncia de lo propio. Aunque con otro tono e incorporando variables de la filosofía existencialista, algo similar planteó Herman Melville en su "Bartleby, el escribiente", cuya frase "preferiría no hacerlo" resume magistralmente el nervio teórico de la renuncia.

Hace unos años, decir que los empleados estatales cobrarían por rangos y con 70 días de atraso; decir que la política se subiría el sueldo en el medio de la crisis más importante de la historia de la provincia; que la megaminería ofrecería una nueva edad dorada; que se tomaría deuda para pagar más deuda que ya no se podía pagar; que los "jóvenes brillantes", esperanza de materia gris chubutense serían juzgados por corrupción; hubiera sido tildado de apocalíptico. Sin embargo, esa es la situación en la provincia hoy.

Este proceso merece una pregunta: ¿cuál es el grado de capacidad social de absorción ante la suma de corrupción, desidia, violencia institucional, mentira y abandono? Parece que la resistencia resultó mucho mayor de lo que se suponía.

Nadie podía imaginar, hace unos años, que los docentes buscarían bolsones de comida para poder subsistir, que los médicos serían ignorados en la pandemia más importante del último siglo, que el poder judicial y los sindicatos durmieran el sueño de los justos mientras destrozaban la provincia, que la política avanzaría con la minería cuando el pueblo había sentado postura, y mucho menos nadie imaginó que todavía se seguiría cayendo en el abismo.

¿Cuánto margen queda en la soportabilidad social?

Quizá sea hoy el momento de mayor disociación entre la clase política y los intereses sociales. No es que suceda solo en esta provincia, sino que se ha convertido en una cuestión nacional.

Resulta llamativamente coincidente toda esta situación con lo mencionado por Naomi Klein en su "Doctrina del shock". La periodista canadiense explica allí cómo el poder económico necesita de un "shock social" que aturda a la comunidad para poder aplicar medidas impopulares.

Hoy Chubut tiene un déficit crónico en todos sus niveles: de institucionalidad, de infraestructura, de credibilidad, de salarios, de gasto público, de paz social, de inversión, de previsión y planificación, de organización y de confianza.

Eso es lo más parecido a un shock, un estado de aturdimiento que tiene como objetivo un interés mayor: filtrar decisiones que la sociedad en su conjunto decidió desechar o no apoyó.

Hace unos días, desde distintos sectores del oficialismo y del periodismo, se intentó criminalizar el movimiento anti-minero responsabilizándolos de los disturbios y la violencia ocasionada. La estrategia es simple: vincular la anti-minería con la violencia, algo que resulta al menos increíble si se observa la historia de resistencia pacífica del movimiento ambientalista.

Chubut tomado

Retomando la metáfora de Cortázar: ¿qué espacio queda en Chubut que no haya sido cooptado por la dirigencia política y su cogobierno los gremios? Durante tres años la sociedad ha demostrado un increíble grado de soportabilidad ante el dolor y la indignidad. En 36 meses muchos derechos se eliminaron de cuajo y lo que antes era un escenario apocalíptico, hoy es una asombrosa normalidad. Queda latiendo si el pueblo de Chubut abandonará la casa como sucede en el cuento o enfrentará esa amenaza invisible que pretende quedarse con lo que le pertenece. Klein orienta una presunta respuesta cuando dice: "el término más preciso para definir un sistema que elimina los límites en el gobierno y el sector empresarial no es liberal, conservador o capitalista sino corporativista".