Pueblos originarios

¿Siempre será la vida así? La lucha territorial de la lof Coña Huenchufil

Por Paula Cecchi.

La lucha territorial que lleva adelante la comunidad mapuche Coña Huenchufil desde 2013 tomó visibilidad pública hace unos días, a partir de que se viralizaron por whatsapp audios de conversaciones telefónicas entre un referente de la Fundación Ambiental Acción Sustentable, el Director de tierras de Río Negro y la presidenta del CODECI. En los audios se califica y describe al lonko de la lof y a su familia como deshonestos, quilomberos y especuladores. A partir de un trabajo conjunto de más de dos años, este texto reconstruye parte de la historia de la lof Coña Huenchufil que, sostenemos, escapa a esas calificaciones.

-Dejamos todo y nos vinimos. Allá quedó mi mamá. -Luis tenía el ojo izquierdo rojo, lleno de derrames-. Ahora tenemos que esperar al lunes a ver qué dicen los médicos.

Había viajado a Viedma, donde vivía parte de la familia, con su hermano y su sobrina que también vivían en Ramos Mexía. Mientras esperábamos al resto de la familia contaron lo que había pasado.

-Él estaba trabajando, es barrendero. El hijo de De la canal pasa en moto y lo ve, entonces se va a buscar un elemento contundente y le pega. -A Claudia se le pegaron las palabras asépticas de la denuncia policial-. Después fue mi abuela, que lo encontró tirado y me avisó. Cuando llegué mi tío estaba shockeado, inestable, y se lo llevan de urgencia a [General] Roca. En Roca le dicen que tiene muy dañada la vista, que probablemente la pierda, y de ahí nos venimos a Viedma. El lunes se tiene que hacer una ecografía, y de ahí ver si lo mandan a cirugía.

La cirugía no iba a ser posible, Luis perdió la visión del ojo. La "compensación" que el municipio le empezó a dar en ese momento -derivada de que cuando recibió la golpiza estaba trabajando pero en negro y sin ART- y hasta que se efectivizara un certificado de discapacidad a su nombre, se interrumpió cuando cambió la gestión de gobierno en diciembre de 2019. El certificado no llegó.

Fueron llegando otros y otras familiares, al final éramos once. El último en llegar fue Héctor, hermano de Luis y lonko de la comunidad. Venía cansado y con calor de recorrer oficinas intentando saber en qué estaba la denuncia por la estafa sobre el territorio y buscando un abogado que los representara en esta y en las denuncias penales anteriores contra la familia De la canal por agresiones. Cuentan que otras veces los amenazaron con armas, intentaron atropellarlos, les usaron caballos hasta lastimarlos, les quemaron los corrales, les pusieron alambrado en su puesto, anillos con púas para que se les pincharan las cubiertas, dispararon balas de plomo hacia la ruka, como muestra la siguiente foto:

Marcas de balas de plomo en la ruka de la lof

-Siempre hicimos la denuncia, en Ramos, en Roca, en Viedma, pero nunca conseguimos nada -dijo Héctor-. Si hubiera sido al revés, mi hermano estaría preso seguro.

Ese trawn fue el primero de varios encuentros en los que fuimos registrando la historia de la familia.[1]

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El conflicto territorial se remonta al 2000, uno de los años con índices de pobreza más alto en la historia reciente de Argentina. "Mi mamá cobraba una beca de ciento cincuenta pesos en esos años, y estaba a cargo de su nieta" cuenta Héctor para describir el contexto. En ese momento María Coña firmó un condominio con Roberto De la canal por el cual el permiso de ocupación del campo -que figura en el expediente de la Dirección de Tierras de Río Negro como tierra fiscal- pasó a estar a nombre de los dos. A cambio del condominio María recibió animales, que De la canal dejó de su lado del campo. Ella recuerda que no efectivizó la posesión de los mismos, y que De la canal le daba "puchitos" de plata.

María se había hecho cargo del campo en 1989, cuando falleció su hermano Bernardo. Al llegar al campo con su hijo Luis encontraron que les habían robado la hacienda que había y tuvieron que empezar de nuevo. Mientras trabajaban en el campo, Luis solía irse varios días y a veces meses a trabajar a otros campos, porque si no "no alcanzaba" la plata. Esas veces ella se quedaba sola. "Una vez se le escapó un caballo, en enero, y hacía mucho calor. Y salió a buscarlo, estuvo como un día para traerlo, se descompuso. Y esa vez estaba sola" se acuerda Luis.

En el año 2010 De la canal compró el permiso precario de ocupación por la parte restante del campo, la que en el 2000 había quedado a nombre de la familia Coña. Luis firmó ese contrato con su mamá, pero no porque quisiera:

"En sí a ella le hicieron el negocio, le dijeron que el papel decía una cosa y era otra. Decían que le pagaban dos mil y le daban doscientos. Yo no quería vender, le seguí el apunte a mi mamá, estábamos los dos enfermos".

"Los engrupen" dice Héctor. "De la canal le decía a mi mamá ‘para qué te vas a quedar acá en el campo, andate al pueblo, yo te ayudo con los animales'. La trabajó psicológicamente, y mi mamá confió. Mamá ignora los derechos que existen sobre la familia, ella no sabe leer ni escribir. En ese momento yo tampoco tomaba conciencia, más en los últimos años, por conocer los derechos, o conectarme más con gente que sabe" explica sobre cuando empezó a participar en espacios de organización del pueblo mapuche.

Héctor se fue de Ramos Mexía a los diecisiete años para cursar la secundaria, que no terminó. Hizo la colimba en Comodoro Rivadavia y estuvo "bajo bandera" por la guerra de Malvinas. De trabajo en trabajo después pasó por Buenos Aires, Salta, Mendoza, Las Heras, Perito Moreno, Los Antiguos y Chile.

"Desaparecí mucho tiempo de mi familia, si yo hubiera estado no hubiera pasado esto. Porque yo lo presentía, pero no alcancé, no entendí el mensaje. Yo vivía en Comodoro y de casualidad un tiempo después vine a Viedma a ver a mi hijo. Mi mamá se quería conectar conmigo, entonces la llamé y estuve hablando un rato. Y después mi sobrina me llamó para invitarme a la fiesta de egresados, y yo dije ‘por fin uno que se recibe'".

En la fiesta de su sobrina se enteró de lo que estaba pasando con el campo. Una abogada lo asesoró para que buscara el expediente y le dijo que hablara con el CODECI y el CAI. Por recomendación del CODECI en el año 2013 tramitaron la personería jurídica de la comunidad, denunciaron a De la canal por estafa y recuperaron una parte del campo.

"Cuando hicimos la denuncia por estafa fue cuando comenzamos la lucha. Nosotros reclamamos el territorio, cómo se traspasa de generación en generación. En ese lugar que recuperamos estamos ahora, armamos una ruka, pero no tenemos agua, la tenemos que llevar del pueblo. No es donde nacimos, porque eso lo ocuparon ellos, todas las mejoras que teníamos, el jagüel. Ahí es donde nació toda la familia". En octubre de 2018 Héctor hablaba de la "ruka de la resistencia" y de lo que implicaba para él: "Es impresionante la alegría, sólo pisar ahí era una emoción, de volver ahí. Yo quisiera disfrutar el territorio, estar en armonía con la naturaleza. Mi abuela me enseñaba eso, no quemar porque sí, no contaminar. Y te acordás, yo no me había olvidado de nada, me acordaba de cuando andaba en ancas a caballo con mi abuela".

"Yo no sabía cómo venía la mano, es difícil" comenta Luis unas semanas más tarde, en otro viaje a Viedma para hacerse estudios neurológicos por la lesión en el ojo. "Lo acompañé varias veces a mi hermano en Jacobacci, en Valcheta, a reuniones que se hicieron [del pueblo mapuche]. Y yo siento de ser eso, me gustaría hablar [la lengua]. Una vez mi hermano empezó a enseñarme algo de la lengua en el campamento. Puso un cartel de cartón y me empezó a explicar". Él le dice campamento a la ruka. A mediados de 2019 lo encontraron destruido y desde entonces no pudieron volver (ver foto de encabezado).

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"En la época de las campañas de exterminio denominadas Conquista del Desierto y Pacificación de la Araucanía, por el accionar del ejército, las comunidades fueron desplazadas a los lugares más inhóspitos intentando sobrevivir. Es así que nuestras familias llegaron a la zona aproximadamente en el año 1900 guiados por el lonco Juan Huenchufil". Así se describe la llegada de la familia al territorio en la Reseña histórica del trámite de personería jurídica de la comunidad Coña Huenchufil.[2]

En ese primer trawn en que nos conocimos le pidieron a Victoria, la mayor de quienes estaban presentes, que contara la historia de la comunidad. Ella es la hermana mayor de María Coña y sus otros hermanos y hermanas, e hija de Francisco Coña y de María Huenchufil -la abuela con la que Héctor andaba "en ancas" y la hija de Juan, el que "guió" a la familia a ese territorio-. Victoria se acuerda poco de la vida en el campo porque se fue cuando era muy chiquita y no volvió. Había habido una sequía, las vacas se morían, "se comían los palos", y en el campo todavía no había jagüel. Su abuelo se había ido a Villa Regina a trabajar a la cosecha, y dos de sus hermanos que eran niños como ella se fueron a trabajar en la zona sur de la provincia de Buenos Aires. Ella fue a vivir con una maestra amiga de un conocido de sus padres en Viedma.

Como Victoria y sus hermanos, más adelante sus sobrinos también tuvieron que irse. Héctor y Luis se acuerdan de cuando los llevó la policía para que fueran a la escuela. "Nos asustamos mucho aquella vez, pero perseguidos estuvimos perseguidos, no te llevaban a un campo de concentración". Héctor se ríe y cuenta que también conocieron cosas como la luz eléctrica. Su hermana Claudia tenía diez años en ese momento: "nos fue a buscar la policía, diciendo que todos los chicos teníamos que ir a la escuela, y que no podían hablar los padres. Hice hasta tercer grado y a los doce me metí cama adentro en Roca". Un año después lo hizo su hermana Mariela de trece años, quien falleció tiempo después en un accidente del que poco saben. "Fijate lo mal que estábamos económicamente" reflexiona Héctor, y cuenta: "nosotros perdimos una hermana que estaba trabajando cuando falleció. Iba con la mujer de la casa donde trabajaba y una nena a la que cuidaba, se murieron las tres en un accidente de auto. Yo viajé al velorio de mi hermana, hablé con un abogado, pero nunca nos llamaron".

Además de su familia había muchas otras personas y familias que vivían cerca, algunas dentro del campo que reclaman, y con quienes compartían actividades. "Dionisio Quiñenao vivía en una choza. Nos sentábamos en cabezas de vaca. A él le gustaba vivir así. Tenía un fogón" se acuerda Héctor. Luis lo describe como un campamento: "No le gustaba estar en una casa bien hecha. Llegó, se acampó ahí y el finado Coña le dio permiso para estar ahí, y estuvieron. Y Rojas era como Dionisio". Dionisio y Rojas, otro hombre que vivía en el campo, están enterrados en el chenque que hay en el territorio. "Se lo respetaba como cementerio a ese lugar, había cruces. Están viejas pero están todavía algunas. Incluso había otro chenque ahí de antes del tiempo nuestro, más viejo, sería de una comunidad que había habido antes. Eso más o menos me recuerdo yo" cuenta Héctor.

"Era todo campo abierto. Se juntaban todos los animales, se mezclaban, pero después aparecían, la gente se daba cuenta y se avisaba, sobre todo mirando las marcas se daban cuenta" recuerda Luis. En otros momentos hubo otra gente viviendo ahí de forma temporaria. Héctor se acuerda de Martín Mansilla, con quien a los doce años salió a trabajar en la esquila por primera vez, durante las vacaciones escolares: "me pude comprar ropa, que no tenía yo", comenta. Mencionan a otros vecinos antiguos: Lonconao, Collueque, Calfumil, Nahuelan.

"Esa zona era toda indígena, era como una reserva. Después fue llegando otra gente, y hasta el nombre nos cambiaron. Esa zona se llamaba Cuyún Leufu, en el DNI nuestro figura como Cuyún Leufu.[3] Y ahora le dicen Colonia Trapalcó, en los mapas no figuramos más. Fijate vos cómo quieren borrar huellas de lo ancestral. Si cuando yo era chico iba gente winka a buscar cosas, trawil, flechas, cantidad de flechas encontrábamos nosotros. Llegaron ahí por la corrida, para esconderse, borrar la identidad. Mi familia, ellos pensaban que eran argentinos y esa era la identidad" dice Héctor. Su abuela sabía mapuzungun pero no les enseñaba: "‘Te va a traer problemas', nos decía. No querían, más allá de lo más sencillo, como kawel [caballo] por ejemplo".

Luis se acuerda de que los mayores usaban llaullin, tomillo, reina molle para el dolor de muelas. "Estaba ya el dicho de los anteriores de antes, los que ya estaban. Eran remedios de los anteriores, de los que estaban antes. Uno aprende de los anteriores, de los veteranos. En ese tiempo había mucho avestruz. Yo aprendí de ellos, salíamos a cazar y así aprendí. Y vendían la pluma, o cuero de chulengo o de zorro. Vendían para comprar a los mercachifles, que pasaban por ahí. Nosotros también comprábamos. Y yo me compraba alpargatas. En ese entonces no andábamos de pinta como ahora, andábamos todos con la ropa zurcida, y las alpargatas nuevas las dejábamos para alguna salida".

La yerra y la señalada eran los momentos en que se juntaban todos los vecinos. "Ahí le daban la parte a cada uno, juntaban toda la hacienda y la repartían entre la que era de cada uno. Y la señalada también se hacia todos juntos, se hacía baile". Recordar su vida en el campo lo trae al presente y a lo que le gustaría hacer:

"Yo aprendí, a los cinco años, seis, aprendí a trabajar. A hacer un pozo, poner un palo, buscar la tropilla. Que en ese momento tenían chivas, vacas y yeguarizos. Yo en la final me crié en el campo. Y ahora me encuentro incómodo, si me dan un trabajo para hacer en el pueblo no lo sé hacer. Si Héctor recupera, una vez a las quinientas voy a ir [al pueblo]. Por obligación me fui, por enfermedad, todo eso. Y mi mamá también, ella desea estar en el campo, y no puede estar".

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Hablando sobre los momentos en que aún vivía en el campo con su mamá, Luis recuerda las visitas de "los de tierras": "Nos decían ‘esto les pertenece a ustedes, los que se fueron ya no tienen nada'".

La historia que cuentan Luis y su familia está atravesada por condicionamientos comunes y por afectos, que explican por qué se reúnen todos y todas cuando atacan a uno, aún cuando no todos quieran volver a vivir al campo.

Las palabras de hace años de "los de tierras" se asemejan a las dichas por María Valentina Curufil a Francisco Anaya, de la Fundación Ambiental Acción Sustentable en una conversación telefónica de abril de 2019, cuyo audio se viralizó por whatsapp y se publicó en medios de comunicación en las últimas semanas. Allí la presidenta del CODECI acuerda con Anaya que ese organismo va a "desestimar" el reclamo de la comunidad Coña sobre el territorio y sugerirle que haga "su negocio" -es decir que acepte dinero para renunciar al reclamo- a cambio de dinero. Anaya califica a Héctor Coña como una persona no "honesta", que "no se merece nada" y dice que por "quilomberos" como él "meten a todos [los pueblos originarios] en la misma bolsa". Valentina le responde:

-Los que más se notan y los que más quieren ¿viste? Y en cambio la gente humilde siempre está en el campo pidiendo. Si les dan bien, si no les dan también, ellos sobreviven con lo que tienen, porque siempre fue la vida así.

La historia de la comunidad Coña Huenchufil se asemeja a la de la "gente humilde" que describe Valentina. La pobreza extrema atraviesa sus recuerdos y se vincula con los mismos procesos de despojo que el pueblo mapuche vive desde los desplazamientos posteriores a la Conquista, que llevaron a su familia y a otras vecinas a establecerse en el territorio que hoy reclaman. Frente a un Estado al que recuerdan por la "persecución" -y la metonimia campo de concentración-escuela-colimba en sus relatos habla por sí sola- pocos fueron los caminos que encontraron para subsistir, y todos los llevaron antes o después a irse del territorio. Esa historia desmiente que irse del campo, hacer un condominio o vender las mejoras hayan sido decisiones, libres. Explica la respuesta de Héctor a Anaya las veces que lo llamó para ofrecerle "una moneda":

-No.

El problema según lo que dice la presidenta del CODECI, o lo que los saca del lugar de "gente humilde", parece más que hayan decidido ser "quilomberos" o, como dice Héctor, "comenzar la lucha" por su territorio. Justo al mismo tiempo que los ojos de la megaminería -ojos al resguardo de agresiones que les quiten la visión- se posan en esa región.[4]

[1] Los encuentros se produjeron en Viedma entre septiembre y diciembre de 2018. Durante los años 2019 y 2020 mantuvimos conversaciones telefónicas. El relato se basa en registros de campo de esas conversaciones.

[2] Disposición N° 4/14 del CO.DE.C.I. y Resolución N° 61/14 de la Dirección de Registro de Persona Jurídica de la Provincia de Río Negro.

[3] En algunos mapas la zona es nombrada como Cullen Leufú. La denominación usada en esta nota es la que Héctor recuerda que usaba su abuela y la que aparece en algunos documentos personales.

[4] Lara, S. (29 de diciembre de 2019). Arenas movedizas. Un negocio emergente en Río Negro para Vaca Muerta. El Cohete a La Luna. https://www.elcohetealaluna.com/arenas-movedizas/

Fuente: Gemas Memoria