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Julieta Añazco, sobreviviente de abuso eclesiástico: "Mi primer recuerdo fue del cura abusando de mí".

Entrevista de Lola Sánchez.

"Hace 7 años desperté. Así surge mi lucha para darle voz a las víctimas de abuso sexual". De esta forma comienza su relato Julieta Añazco, sobreviviente de abuso sexual eclesiástico, pionera de esta lucha en la Argentina y reconocida a nivel mundial por su lucha contra el abuso sexual eclesiástico. Su mente había bloqueado los abusos sufridos en su niñez, pero el nacimiento de su nieta disparó todos sus recuerdos. En diálogo con El Extremo Sur, Añazco aseguró que "Tenemos la culpa insertada por el sistema católico. La culpa, la vergüenza es tan grande que no te permite hacer nada, sólo sobrevivir", pero "lo único que repara el daño es la justicia". "Realmente sobrevivimos, aunque muchos caen en adicciones, se enferman o se suicidan. Primero hay que aceptar lo que pasó. Reconocerte como víctima, perdonarte, saber que vos no tuviste la culpa. Después, reconocerte como sobreviviente te empodera".

El pasado 19 de noviembre, Día Internacional contra el Abuso Sexual Infatil, las ONG's y los movimientos sociales manifestaron una vez más la urgencia de poner sobre el debate público la prescripción del abuso sexual.

Los abusos sexuales contra niños, niñas y adolescentes constituyen un tipo especial de delito. Requieren empatía y entendimiento profundo, un lenguaje que a veces va en contra de la lógica judicial. Hablar es una ardua tarea, y los testimonios no son lineales como lo espera la Justicia, sino que están cargados de dolor, confusión y vergüenza.

La modificación de la prescripción en estos casos fue una de las grandes deudas del sistema Judicial argentino con los y las sobrevivientes de abuso sexual infantil.

La llamada Ley Piazza (26.705), -sancionada en 2011 e impulsada por el diseñador Roberto Piazza, quien también fue víctima de abuso-, significó un gran avance para los adultos que radicaron su denuncia años después del hecho. Esta modificación descansa sobre una premisa fundamental: las víctimas de abuso hablan cuando pueden, no cuando quieren.

El Extremo Sur dialogó con la ex senadora por Entre Ríos, Sigrid Kunath, quién amplió esta normativa, llevando adelante la sanción de la Ley 26.206 de Respeto al Tiempo de las Víctimas. "La Ley plantea la posibilidad para las víctimas de acudir al servicio de Justicia, y de esta manera avanzar en la reparación de sus derechos. Es imposible decir cuando esos derechos resultan completamente reparados, pero al menos pretende dar un paso hacia adelante", afirmó.

La historia de Julieta: lenguaje de lucha y dolor

Julieta Añazco es reconocida a nivel mundial por su lucha contra el abuso sexual eclesiástico. Tras atravesar su propio camino de reparación contra el cura Héctor Ricardo Jiménez en 2013, comenzó a colaborar en causas similares, encontrándose con un número al comienzo inimaginable de víctimas.

Cuando denunció a Jiménez, el cura ya tenía en su historial una condena por abuso cometido en Magdalena en los 90'. Acumulaba denuncias y testimonios en su contra desde 1960, así como dos causas judiciales a partir de 1985.

A pesar de que el papel de Añazco fue clave para revelar las atrocidades cometidas por el cura, el fiscal penal Marcelo Martini archivó la causa bajo el argumento de la prescripción. Actualmente el sacerdote tiene 83 años y está recluido en el Hogar de Ancianos Marín, de La Plata. De las tres causas que pesaban en su contra, sólo fue hallado culpable de la que inició Añazco en 2013.

Añazco realizó la denuncia acompañada de un grupo interdisciplinario, parte de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico de Argentina. Entre ellos, se encuentran la psicóloga Liliana Rodríguez, el abogado especializado en Derecho Canónico Carlos Lombardi, y las letradas del Colectivo de Abogados y Abogadas Populares La Ciega, Estefanía Celso y Lucía de la Vega.

El primer obstáculo de Julieta fue su propia mente, que había bloqueado el recuerdo. El bloqueo de estos hechos es uno de los numerosos mecanismos de defensa que utiliza el niño o la niña para sobrellevar la realidad del abuso. Los abusadores juegan con el chantaje emocional, el miedo y la vergüenza, valores reforzados por una sociedad con tintes católicos como lo es la Argentina, lo que torna el habla como una odisea. Muchos callan, otros lo olvidan, pero las secuelas son imborrables. Y el camino en la justicia es sólo un peldaño más en la reparación emocional y física que atraviesan.

Estos son los acusados del Instituto Próvolo.

"El primer recuerdo fue del cura abusando de mí"

"El primer recuerdo fue del cura abusando de mí, pero ni sabía bien quién era", narra Añazco. "Me acordaba solamente que lo llamábamos padre Ricardo". El disparador fue el nacimiento de su nieta: "Con mi hijo no me pasó, sí con mi nieta. Me fui dando cuenta de lo que produce el abuso sexual, las secuelas que deja, es terrible".

"Cuando nació mi hijo yo estaba totalmente bloqueada, nunca tuve miedo, nunca toqué el tema, no podía ni siquiera pensarlo. Y cuando mi nieta nació empecé a recordar, me morí de miedo de que le pasara lo mismo. Ahí se me despertaron todas las heridas", afirma.

Detalla que el cura Jiménez "abusó de mí y de muchas otras niñas, en unos campamentos que organizaba a través de la Iglesia. Así empecé a recordar". Expresa la manera en que su cuerpo somatizó el dolor: "paralelamente me empecé a enfermar, terminé con fibromialgia".

Su propio dolor la llevó a buscar otros sobrevivientes. "Sentí que necesitaba más, necesitaba encontrar sobrevivientes que habían vivido lo mismo que yo en el ámbito religioso". Añazco comenzó a buscar víctimas del cura Jiménez; logró hallar muchas más de las que imaginaba.

Sobrevivientes de otros países

La lucha la llevó a buscar sobrevivientes en otros países, también del ámbito religioso. "Me enteré en ese momento que los sobrevivientes ya se estaban organizando en otros países. Así fue que llegué a Italia y me contacté con Francesco Zanardi, que fue la persona que nos informó de los sacerdotes abusadores del Próvolo de Verona; que habían sido trasladados a Argentina, a La Plata y a Mendoza. Yo pasaba todos los días por el Próvolo de La Plata, así que no podía no involucrarme con semejante información".

El caso de los abusos sexuales cometido reiteradamente contra niños sordomudos en el Instituto Próvolo de Mendoza no sólo desató la polémica del abuso eclesiástico en Argentina, sino que puso de manifiesto la posición de la Iglesia. Ante los escándalos de abusos, tras intentar convencer a las víctimas y desacreditar los testimonios, con frecuencia lo único que hacen al respecto es transferir a los abusadores a otra región o incluso otro país.

Añazco llegó a Estados Unidos con su reclamo por la defensa de los Derechos de los Niños y Niñas. "La gente en Estados Unidos nos ayudó mucho. Nos invitaron a participar en una conferencia en 2015, en Washington, con sobrevivientes de todo el mundo". En ese entonces conoció a Bárbara Blaine -fallecida hace 3 años-, quien fue la primera mujer en organizar una red de sobrevivientes de abuso.

Vivir después del abuso sexual

Los y las sobrevivientes de abuso sexual en la niñez se enfrentan de manera constante a los prejuicios sociales en torno a sus procesos. Las razones por las cuales no habló antes, los "intereses ocultos", las mentiras, los "recuerdos falsos" son parte de este arsenal que desacredita a los adultos que denuncian tras años de secuelas y silencio.

"Hay muchos prejuicios", señala Añazco, "porque cuando una persona habla empiezan a hablar un montón. Lo primero que dicen es que armamos un complot".

Las narrativas sociales sobre el abuso están puestas en esta visión desconfiada e indiferente con los relatos de los sobrevivientes. La idea del abuso a la vuelta de la esquina es todavía una idea que muchos no logran procesar. Pareciera entonces que apelar a la mentira es la vía más sencilla de mirar para otro lado.

Sobre la idea de la supervivencia, subraya: "Es así, porque realmente sobrevivimos. Y sabemos que muchos se quedan en el camino, caen en adicciones, se enferman. Muchas personas se suicidan. Entonces sí, es sobrevivir todos los días". Sobre el proceso interno que esto conlleva, señala que "primero hay que aceptar lo que pasó. Reconocerte como víctima, perdonarte, saber que vos no tuviste la culpa. Después, reconocerte como sobreviviente te empodera".

Sin embargo, considera que muchos abusos no salen a la luz debido a la dificultad de creerle a los niños: "Es muy difícil que se les crea, por suerte cada vez es menos, hoy las mamás tienen otras alertas, pero falta mucho camino todavía".

Aunque existe una amplia normativa en la Argentina que separa a la Iglesia del Estado, Añazco señala que esto no se cumple. La participación del Estado en los escándalos de la Iglesia es casi nula.

El Estado ciego

"Lamentablemente no hemos visto participación del Estado. En Entre Ríos la senadora Sigrid Kunath estuvo muy involucrada; nos acompañó mucho. Impulsó la Ley de Respeto al Tiempo de las Víctimas. Pero los operadores no la aplican. Yo fui a denunciar cuando estaba la Ley Piazza y tuve que decirles que me amparaba una ley. No sabían de qué hablaba, tuvieron que investigar", recuerda.

"Estas leyes no son retroactivas, a las personas que fueron víctimas de abuso antes de su sanción no se les permite denunciar", manifiesta Añazco: "Hay un vacío legal y los operadores judiciales no aplican esta Ley. Y así siguen beneficiando a los abusadores".

En esta dirección, la ex senadora que impulsó la Ley, Sigrid Kunath, remarcó en diálogo con El Extremo Sur su interés por la temática y los pilares de su trabajo legislativo.

"Comencé a trabajar la Ley luego de asumir como Senadora Nacional en 2013. Venía trabajando el tema de la violencia de género y el abuso sexual infantil en el Ejecutivo Provincial. Me involucré de lleno en la temática porque en ese entonces, en Entre Ríos, se estaba armando la causa contra Justo José Ilarraz".

Ilarraz es un sacerdote que estuvo a cargo de un Seminario en Paraná mientras estaba siendo investigado por delitos contra la integridad sexual de varias víctimas menores de edad. Kunath observó la manera en que los testimonios de estas víctimas fueron desacreditados por la Justicia, apelando, una vez más, a la prescripción.

"En estas instancias las víctimas, con enorme valentía, se animaron a expresarse e iniciar este camino de reparación y justicia. Los delitos habían sido cometidos en 1988 y 1992, por lo que la Defensa planteaba constantemente que la causa estaba prescripta por el transcurso del tiempo. Claramente me llamó mucho la atención, porque nadie negaba lo que había pasado, sino que el planteo constante era la prescripción de las causas".

"Empezamos a trabajar en este sentido tomando como fundamentación el cambio de paradigma que significó la Ley Piazza. Esta ley planteaba que la prescripción para esos delitos comenzaría a computarse a la mayoría de edad de las víctimas. Lo que nosotros logramos con nuestra Ley es que esta prescripción comience a computarse a partir de la denuncia, sin importar la edad". De esta manera, la prescripción estará suspendida hasta que la víctima pueda hacer la denuncia.

Kunath: un cambio de mirada

Kunath destaca que este proceso implica un profundo cambio de mirada que "atiende a las víctimas, ya que estos delitos, por las características que tienen, generan vergüenza, culpabilidad, ponen a la víctima en una situación de extrema vulneración. No existe forma matemática o lógica de decir cuánto tiempo debería pasar para que la víctima hable". Y subraya que es este impedimento de investigación con el argumento de la prescripción "es una gran vulneración a los derechos".

Respecto a lo que genera este cambio de mirada, Kunath sostiene que "siempre va a haber reacciones. Creo que es fundamental trabajar con perspectiva de género, que las sociedades cuiden a sus niños. Es necesario insistir. Reacciones hay siempre, no sorprenden, pero nos deben alertar".

En esta dirección señala que también rescata las reacciones positivas y el cambio de mirada que se ha gestado en los últimos años: "Hay una expresión mucho más crítica, de no tolerar estas situaciones. Hay mucho por construir, pero siempre desde la perspectiva de los niños y niñas".

Vacíos legales persistentes

A pesar de que esta ley amplía los derechos ya adquiridos con la Ley Piazza, todavía presenta vacíos legales y su implementación no es efectiva. Señala Añazco que "hasta el momento, solamente en dos provincias -Chaco y Entre Ríos- se aplicó esta Ley y se pudo condenar a los abusadores. Pero son muy pocos casos, casos aislados en los que los operadores judiciales supieron aplicar la normativa legal". En este sentido, denuncia la falta de capacitación y perspectiva de género de los funcionarios judiciales, quienes no informan a las víctimas sobre sus derechos, lo que deriva en un doloroso proceso de revictimización.

La violencia del secreto

Todo este proceso normativo que se ha llevado a cabo descansa sobre un entendimiento empático de la compleja realidad de los y las sobrevivientes de abuso sexual. Implica una mirada más bien humana sobre los niños y niñas como sujetos de derecho. El "adultocentrismo" ha hecho también su parte para desacreditar estos modelos de escucha que no eluden la situación del trauma que se genera en los menores.

Sigrid Kunath fundamentó parte de la Ley de Respeto al Tiempo de las Víctimas en lo que el psiquiatra Roland Summit definió como "Síndrome de Acomodación del Niño al Abuso Sexual". Mediante dicho concepto, explica la manera en que las víctimas atraviesan la "crisis del descubrimiento" al enfrentarse a la realidad del abuso, y las vías que utilizan para reconciliar esas experiencias con la realidad del mundo exterior, atravesados por la culpa y el rechazo de la mirada adulta".

La ex senadora explica con detalle este trasfondo en su texto "Abuso Sexual y Prescripción", en el que expresa: "Los especialistas han señalado que existen diferentes mecanismos psicológicos defensivos que poseen las víctimas para sobrevivir frente a estas situaciones que provocan enormes traumas. Se ha estudiado el dilema al que se enfrentan estos niños que han sufrido un abuso cuando intentan comunicar su experiencia, y que explicaría las grandes dificultades que tienen los menores para contar con coherencia y de inmediato la agresión sufrida".

La experiencia de la víctima

De esta manera, la experiencia incoherente y caótica del niño no es compatible con lo que espera la Justicia: un testimonio lineal, perfectamente congruente. El secretismo con el que los vulneran -la idea de que el abuso no debe ser contado, que puede traer problemas, que será "un niño malo" si rompe el silencio-, afecta directamente la capacidad de expresión. Sumado a un entorno que no siempre está listo para creerle y contenerlo.

"Existe una importante confusión en la víctima", añade Kunath, "quien experimenta sentimientos de culpa, de auto recriminación, terror, ira y afecto; los delitos sexuales son perpetrados utilizando violencia física, psíquica y psicológica".

"Las normas relativas a la prescripción de la acción penal no siempre han tenido en cuenta el proceso psicológico madurativo para llegar a formalizar una denuncia en los casos de abusos sexuales, y es perfectamente posible que una persona se descubra como víctima muchos años después de lo sucedido (...) lo que puede no corresponderse con la mayoría de edad ni con los plazos abstractos fijados en el Código Penal", concluye Kunath.

La presunta "culpa" y el evidente delito

Cabe preguntarse qué tipo de discursos circulan en nuestra cultura para tornar tan ardua la tarea de "descubrirse" como víctima. Desde el secretismo y la incredulidad hasta el imaginario social que no termina de definir el abuso con todo el peso de su significado, son muchos los dispositivos que promueven esta cultura del silencio.

Las víctimas pueden creer que lo que han sufrido no es abuso, o que no merece la pena contarlo -y mucho menos denunciarlo-, que están "inventando" o que están "exagerando", imitando de esta manera el lenguaje social cargado de prejuicio. Si un niño en su inocencia puede ser persuadido de tantas cosas, ¿cómo no será convencido de que el delito sexual no es un delito? E incluso que ha sido su culpa, como tantos abusadores se esfuerzan en hacerles creer.

Un niño o niña víctima de abuso es un menor cosificado, que ha adaptado su rutina y su vida entera a la convivencia con el trauma, obligado a regular constantemente los sentimientos contradictorios, las reacciones adversas y la confusión que esto le genera. Aprende a vivir en el miedo, en la vergüenza, en la desconfianza. Y es en este momento en que la Educación Sexual, así como los modelos de escucha atentos y comprensivos, deben aplicarse para sacar al niño de su modo de vida convertido en mera supervivencia.

Confiesa Añazco: "Tenemos la culpa insertada por el sistema católico. La culpa, la vergüenza es tan grande que no te permite hacer nada, sólo sobrevivir".

"Lo único que repara el daño es la Justicia"

Actualmente, la situación en Argentina no presenta un panorama positivo a través de la acción de la Justicia, que puede llegar a ser sanador sólo cuando los abusadores son juzgados con todo el peso de la Ley.

En diciembre de 2019, el cura Eduardo Lorenzo se quitó la vida antes de ser juzgado por las causas en su contra. Fue párroco de distintas iglesias en la provincia de Buenos Aires. Tenía cinco denuncias por abusos sexuales a menores ocurridos durante 1990 y 2008. Había sido, nada más y nada menos, que el confesor del Padre Julio César Grassi, condenado por abuso de menores.

Su suicidio fue una bofetada para los sobrevivientes, que esperaban desde hace años verlo tras las rejas. Esa misma semana, emitieron un comunicado expresando su postura. "La muerte no repara el daño. Lo único que repara el daño es la Justicia", sentenciaron. "La muerte de Lorenzo confirma que los sobrevivientes dijeron y dicen siempre la verdad".

Apuntaron contra los medios de comunicación y contra la Justicia no sólo por dejar que esto sucediera, sino por convertirlo en un espectáculo. "El protagonismo y la impronta de espectacularidad que tuvo su presencia en los medios continúa ahora con su suicidio", expresaron, el tiempo que criticaron la "dilación de la Justicia". "Las maniobras de su defensa permitió que permaneciera libre a pesar del pedido de prisión".

La vergüenza del Próvolo

Este año, otra noticia similar sacudió el panorama de los y las sobrevivientes. En noviembre, anunciaron que la causa contra los curas del Instituto Antonio Próvolo de Mendoza había prescrito, luego de haber conseguido una histórica condena para los acusados. Los sacerdotes Nicola Corradi, Horacio Corbacho y el jardinero Armando Gómez fueron acusados por violar y abusar de menores de edad hipoacúsicos que concurrían al instituto, en el lapso de los años 1982 y 1991.

Los impactantes relatos sacudieron al mundo entero. Una de las víctimas relató que fue violado al menos 8 veces mientras estuvo en el instituto, y que llegó a desmayarse por el dolor de los ataques. Además de los abusos, denunciaron violencia física y fuertes penitencias. Las víctimas italianas de Corradi -quien fue transferido a la Argentina tras cometer abusos en su país natal- habrían expresado en las primeras instancias del juicio que la única justicia que podrían tener era la condena del cura.

Hoy la causa se desbarató y los acusados quedaron impunes, gracias al argumento de la prescripción del delito. Este revés judicial frustró la esperanza de las víctimas y de sus familiares, quienes esperaban ver a los tres abusadores probados cumplir su condena histórica.

Apuestan a la prescripción de la causa

"Los abusadores juegan con la prescripción de la causa", manifiesta Añazco. "Hoy se sabe lo que está pasando, cada vez que podemos lo decimos". Espera que, a pesar de un panorama desalentador, el trabajo conjunto pueda finalmente acercar a las víctimas un paso más hacia la Justicia, la verdad y la reparación. "Tenemos que escuchar a los niños, creerles cuando dicen que algo está mal. Desde la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico pedimos justicia para las víctimas. Sabemos que los niños no mienten. Los abusadores sí".